Analizando Final Fantasy VII Remake es una serie de artículos en los que explorar la trama y, sobre todo, los personajes, teniendo en cuenta la perspectiva total. Es decir, ¡que va a haber spoilers! ¡Si no habéis jugado la historia hasta el final, cerrad la ventana en la que estéis leyendo este artículo!
Dicho esto, quiero aclarar que hay algunos capítulos que tienen más trama que otros, de modo que no todos van a tener la misma profundidad de análisis, sobre todo porque no tengo intención de analizar las mecánicas del juego. Para ello hay gente mucho más capacitada que yo. Además, estos análisis se van a enfocar desde el respeto y profundo aprecio por el juego. El final me ha dejado una sensación agridulce por motivos que exploraré cuando toque, pero a nivel general quedo más o menos esperanzada con lo que está por venir.
Podréis encontrar todos los análisis: aquí.
Así pues, ¡allé vamos!
Eres Cloud Strife. Eres un mercenario. Y no estás aquí para salvar el mundo.
Al menos, de momento.
Es curioso que Final Fantasy VII Remake empiece con una cinemática no de supuestas estrellas, sino con la Tierra. Como si quisiera decirnos que esta historia va más de los personajes que de la Corriente Vital y lo cósmico… Cuando la promesa final es ir mucho más allá.
Pero qué gran transición es. Casi a lo Shadow of the Colossus, la cámara surca un terreno devastado y consumido desde el punto de vista de un águila negra. Una que viene acompañada de unos suaves coros de One Winged Angel. Diría que podría indicar que Sefirot se metamorfosea, pero el animal no vuelve a hacer aparición, que yo sepa…