Para sorpresa de nadie, traigo un nuevo indie a recomendar. Arise, a Simple Story me llamó la atención desde que se anunció hace un par de meses, y fue toda una sorpresa encontrarme que ya se había puesto a la venta en la Epic Games Store. He comentado juegos que tratan sobre temas muy cotidianos que todos los humanos experimentan a lo largo de su existencia. La amistad, la soledad, la depresión… pero, ¿y qué hay de la vida misma? No una llena de aventuras, héroes y villanos. Sino… una historia sencilla.
En eso se centra el primer título que ha desarrollado Piccolo Studio, un pequeño estudio de videojuegos de Barcelona —¡el primer título de mi tierra que reseño!—. ¿Para qué añadir dramas grandilocuentes? Como personas, podemos empatizar de la misma manera con los altibajos a los que se puede enfrentar alguien ordinario como el protagonista de Arise.
Y vaya si lo consiguen. He vivido el título como si fuese el mismo anciano al que controlamos. No solo en los momentos dramáticos, que por supuesto me han hecho emocionarme muchísimo, sino también en los más sencillitos.
En Arise tomamos posesión de un señor mayor que acaba de morir. De hecho, lo primero que presenciamos es su funeral con su correspondiente incineración… Un funeral en medio de la nieve, elemento que tendrá un gran peso. Y pensaréis, ¿pero no controlamos a ese ancianito? ¡Si acaba de morir! Resulta que somos nosotros quien debemos acompañarle mientras revive por última vez toda su vida.
Después de su cremación, el anciano se despierta en un paisaje de ensueño: unas blancas colinas cubiertas de una espesa capa de nieve. En este más allá somos nosotros, o él, quienes controlamos el tiempo. Sirviendo como una especie de lobby, accedemos a los distintos niveles al interactuar con esculturas de nieve que representan elementos claves de algunas partes de la vida del anciano. Una pequeña flor lo lleva a su más tierna infancia, donde conoció a su amada. Un grupo de personas cargando unos abultados petates, hace que el anciano reviva un complicado momento de su vida donde tuvo que huir de un desastre natural.
Una vez dentro de esos recuerdos, toca sortear los obstáculos que se interponen en nuestra vida. Desde pequeños e inocentes saltitos sobre piedras, hasta peligrosos acantilados al borde del abismo. Por suerte, el anciano no está solo. A lo largo del camino hay repartidas distintas esculturas de piedra, monolitos del pasado que le hacen de guía para seguir avanzando. No solo marcan el camino, sino que a veces son clave para superar algún escollo. Por ejemplo, una de esas esculturas de él mismo sirve como apoyo para el anciano, y que éste no caiga al infinito y muera de forma definitiva. Como si el pasado le estuviese echando una mano para no desfallecer y seguir hasta el final.
Me resulta muy difícil quedarme con un nivel en concreto. Todos y cada uno de ellos evocan muchos sentimientos. Unos más alegres, otros más tristes… pero creo que puedo decir que Romance es mi favorito. Y, hey, los romances hetero me tienen ya muy algo cansado, pero el de Arise ha conseguido emocionarme de verdad. El diseño de entornos del nivel es precioso, con esa elección tan armónica de colores, y la iluminación tan íntima que representa tan bien la emoción del amor. También me parece tiernas esas… ¿flores de loto? que giran en sincronización y, aunque se desvíen y tomen caminos distintos, acaben encontrándose en el mismo sitio. Pero sin duda, lo que más ha conseguido erizarme el bello y que se humedecieran los ojos, es la espléndida banda sonora de David García. En especial, esa parte del nivel donde, flotando, rodeamos a una especie de fuente coronada por una estatua del protagonista con su pareja.
Poco más hay que decir de la trama y su desarrollo. Experimentarlo por uno mismo es la mejor forma de descubrir el resto de niveles, tan personales, intimistas y únicos como este último.
Mecánicamente encontramos un título con un manejo que recuerda muchísimo a The Gardens Between. Mover el stick a derecha o izquierda sirve al mismo propósito: avanzar o retroceder el tiempo. Solo que, por el diseño de The Gardens Between, ese era todo movimiento que podíamos hacer. Sin embargo, en Arise hay más. Podemos recorrer las zonas de forma libre, saltando y escalando siempre que nos sea posible y sin restricciones más allá de los obstáculos a superar. Claro que sigue siendo un entorno pequeñito y controlado, pero eso no quita que haya cierta libertad. Pero volvamos a lo importante: el control del tiempo.
A primera vista, es fácil. Stick hacia la izquierda, retrocedemos en el tiempo. Stick para la derecha, avanzamos al futuro. Lo que importa y le da profundidad al gameplay es lo que pasa cuando manipulamos el tiempo. Por ejemplo, en un nivel donde el mundo se desmorona a nuestro alrededor, controlamos la evolución de esta destrucción. A veces, los grandes pedruscos que vuelan hacia el anciano sirven de pasarela para acceder a un nuevo sitio si paramos el tiempo. O quizá, podemos subir a un trozo de risco que esté cayendo, rebobinar el tiempo y alcanzar un lugar elevado.
Cada nivel tiene un ejemplo distinto y maravilloso de cómo una misma mecánica puede usarse de decenas de maneras distintas sin que llegue a aburrir ni resultar pesado. El mayor exponente para mí es en el nivel Infancia. Revivimos un tiempo donde todo a nuestro alrededor resulta gigantesco. Tanto, que elementos que de mayores resultan insignificantes, como troncos y setas, se convierten en obstáculos a superar, y los girasoles se alzan como una imponente jungla de rascacielos. En este nivel en concreto controlamos la temporalidad de un día entero: desde el amanecer, hasta el anochecer. Y, por lo tanto, depende de la posición del sol en el cielo, los girasoles estarán apuntando hacia un lugar distinto. Así que cambiar constantemente la hora del día permite saltar de girasol en girasol y así superar este espeso campo.
Por otra parte, el control del personaje es suave, fluido y satisfactorio. El anciano responde a la perfección a los controles y además, algo que considero muy importante, es que se nota el peso de la edad. No es un joven ágil y con mucho vigor. Es un señor con muchos años a su espalda que, aunque de constitución fuerte, ya no es el jovenzuelo que vemos en partes del juego. Al escalar, por ejemplo, sentimos como cuesta subir cada piedra. O al aterrizar tras un salto, tarda un pelín en recuperarse. Así que, sí. A veces, “entorpecer” el gameplay, completa la experiencia. ¡Que se lo digan a Death Stranding, si no!
La sencillez del arte
No hay discusión respecto a la preciosidad de este juego. No la acepto, no. Detrás de un título que puede parecer tan sencillo, existe un trabajo muy exhaustivo en la dirección del arte que logra transmitir las emociones adecuadas en cada momento. La excelente elección de los planos y composición de las escenas, la carga tan importante que tiene la iluminación tan magnífica y su relación con el más allá, hacen que cada frame de Arise pueda ser una obra de arte por sí mismo.
Por supuesto, eso se complementa con unos entornos preciosos que resultan increíblemente suaves para los pocos polígonos que se han utilizado en su creación y que le dan un aire tan… seguro. En muchos casos, el suelo puede resultar acolchado, o las piedras parecen tan pulidas por el paso del tiempo que dejan atrás las superficies angulosas y afiladas. ¡Y eso aporta muchísimo al juego! No deja de ser una exploración calmada y segura, ya que no puedes morir otra vez, por mucho que puedas caer por precipicios.
Todo esto aderezado con un diseño de niveles fantástico y más complejo de lo que puede parecer en un primer instante y una banda sonora que, como ya he comentado, pone los pelos de punta, hace que jugar a Arise sea una experiencia de lo más satisfactoria. ¡Y cortita! No dura más de tres horas, aunque existe la posibilidad de dar una breve rejugada a los niveles para encontrar las distintas postales que sirven una vez más de recuerdos de una vida pasada. De una vida normal.