Analizando Final Fantasy VII Remake: Capítulo I

Analizando Final Fantasy VII Remake es una serie de artículos en los que explorar la trama y, sobre todo, los personajes, teniendo en cuenta la perspectiva total. Es decir, ¡que va a haber spoilers! ¡Si no habéis jugado la historia hasta el final, cerrad la ventana en la que estéis leyendo este artículo!

Dicho esto, quiero aclarar que hay algunos capítulos que tienen más trama que otros, de modo que no todos van a tener la misma profundidad de análisis, sobre todo porque no tengo intención de analizar las mecánicas del juego. Para ello hay gente mucho más capacitada que yo. Además, estos análisis se van a enfocar desde el respeto y profundo aprecio por el juego. El final me ha dejado una sensación agridulce por motivos que exploraré cuando toque, pero a nivel general quedo más o menos esperanzada con lo que está por venir.

Podréis encontrar todos los análisis: aquí.

Así pues, ¡allé vamos!

Eres Cloud Strife. Eres un mercenario. Y no estás aquí para salvar el mundo.
Al menos, de momento.


Es curioso que Final Fantasy VII Remake empiece con una cinemática no de supuestas estrellas, sino con la Tierra. Como si quisiera decirnos que esta historia va más de los personajes que de la Corriente Vital y lo cósmico… Cuando la promesa final es ir mucho más allá.

Pero qué gran transición es. Casi a lo Shadow of the Colossus, la cámara surca un terreno devastado y consumido desde el punto de vista de un águila negra. Una que viene acompañada de unos suaves coros de One Winged Angel. Diría que podría indicar que Sefirot se metamorfosea, pero el animal no vuelve a hacer aparición, que yo sepa…

Estuans interius ira vehementi // Ardiendo dentro con violenta ira

Entonces alcanza la grandiosa Midgar, tan limpia y familiar que casi cuesta reconocer la estética cyberpunk que caracterizaba el juego original. Hasta que la luz de un reactor mako atrae la mirada de los niños que juegan en un parque.

El mako es la base de FFVII y de los primeros elementos destacables que vemos tanto en la cinemática original como en la del Remake, pero ahora hay una sensación casi mística en cómo lo vemos a través de los ojos de una niña. Es grande, poderoso y siniestro, pero también parte del día a día de los habitantes de Midgar. Pocos saben que la corriente vital alberga las almas de todos los seres vivos, y que está siendo consumida en el interior de los reactores. Eso sí, más adelante averiguaremos que la astrobiología es una ciencia relativamente conocida. Al fin y al cabo, Shinra construye su utópico proyecto sobre una versión aguada de la historia de los Cetra, distorsionando la relación de este pueblo con la naturaleza. En el programa de Shinra, los Cetra controlaban sobre la corriente, no coexistían con ella. Y así, la publicidad de Shinra crea la imagen de que la sociedad actual se limita a repetir lo que hacían los Ancianos.

Solo que mejor.

La gente vive junto a reactores con la misma tranquilidad que nosotros lo hacemos bajo boinas de contaminación. No es que no veamos las consecuencias de la explotación empresarial de nuestros recursos, igual que la gente de Midgar sabe que vive en un erial que es consecuencia de los actos de Shinra. Es solo que se aparta la vista.

Claro que hay una radical diferencia entre nuestra situación y la del mundo de FFVII: seguramenter miraríamos nuestro cambio climático con otros ojos si las empresas absorbieran y devoraran nuestras almas para reconvertirlas en energía para encender una bombilla. Se volvería personal. Y es esta realidad la que Shinra entierra y cataloga como pseudociencia. ¿Almas? ¿La sangre del planeta? ¡Bobadas!

Pero no es casual que se describa el mako como sangre: en la cinemática se muestra cómo fluye por conductos sucios y rotos, alimentando la ciudad como lo haría un riego sanguíneo.

Y ahí es donde vemos por primera vez a Aeris, al lado de una pequeña herida en una de esas venas artificiales. Apenas llevamos unos minutos de juego y tenemos el segundo cambio: algo la asusta. De acuerdo al guionista Nojima en una entrevista la Ultimania:

Ha sentido a los Ecos y quería alejarse de ellos. ¿Puede que sea porque Aeris ha tenido varias malas experiencias con ellos?

Ahora, los Ecos no aparecen sin más. Y la música se ve súbitamente interrumpida por un coro de One Winged Angel.

¿Es posible que algún encapuchado de Sefirot andase cerca…? ¿O es solo una escena introducida para indicar que este Remake no va a ser fiel al juego original?

Aeris abandona el callejón y, al tropezar con una persona, sus flores se van al suelo. La sensación de alienación se refuerza cuando una persona pisa su flor, como un reflejo simbólico de lo que los atareados trabajadores (el hombre lleva unas cajas) no tienen tiempo para preocuparse de la marchita naturaleza.

Hay que llevar comida a casa.

¡Y pronto no van a poder, porque el reactor va a estallar! ¿No es bonita la vida?

Saltamos entonces a la clásica introducción de Cloud, respetada casi paso a paso, y hecha con increíble mimo. ¡Hasta el punto de que grabaron con un gimnasta de verdad para poder capturar el salto con realismo!

Sin embargo, muy pronto debería quedarnos claro que Cloud no es exactamente el mismo personaje que vimos en el original. En realidad ninguno lo es porque ahora tienen mucho, mucho más desarrollo.

En los intercambios de Cloud con Avalancha se ve que sus gestos no son realmente controlados, sino que intenta crear una imagen de distancia y profesionalidad. Una que no casa del todo con un crío tirillas de ojos enormes y al que todos menos Jessie superan en altura. Hay un aire de desconfianza hacia él que no solo surge del hecho de que sea un desconocido, sino que tiene que veni influenciada por su físico, por su edad (como se verá más tarde cuando Barret le pregunte cuántos años tiene) y que Avalancha es un grupo «creyente». Son idealistas, panfletarios y radicalmente emocionales.

Así que las respuestas de Cloud acerca de que él solo quiere dinero son un constante aguijón en el costado de estos revolucionarios. Sobre todo porque el grupo al completo, con excepción de Jessie que es de clase media, es vive en las barriadas. Es decir, el lugar más pobre de Midgar. Vienen a cambiar el mundo, pero su situación es tan desesperada que han tenido que contratar a un ex Soldado que aparenta ser un crío, que definitivamente no cree en su causa y que, como señala Barret, parece respetar todavía a Shinra. Que Tifa lo recomendara debió ayudar, pero dudo mucho que hubieran aceptado su ayuda si no creyeran que les va a ser de ayuda por sus supuestos conocimientos de Primera Clase.

Unos que Cloud, por supuesto, no tiene.

Si aceptamos la cronología fan de FFVII, entonces Cloud apenas lleva un par de días despierto. Tras cinco años en coma, se ha arrastrado hasta las barriadas del sector 7, donde Tifa lo encontró en la estación de tren y le buscó un trabajo. Sí, podría ser más tiempo, pero luego Tifa y él se comportan como si apenas hubieran hablado. ¡Cloud ni siquiera tiene una habitación propia! A todas luces Cloud ha salido de la nada, con su máscara como ex Soldado recién construida, y de inmediato se lo manda a darse de bruces con todo lo que podría desmontar su mundo.

Pero, claro, ¿qué iba a hacer? Una vez afirmas que eres un ex Soldado Primera Clase caes en una red de mentiras que cada vez se van enredando más y más. Si a Cloud le hicieran preguntas, no podría responder la gran mayoría. Su mente, y lo veremos a lo largo de todo el juego, reconstruye su narrativa interna para protegerse de las torturas que le han infligido durante cinco años. Es un ex Soldado, es un mercenario duro, sin miedo, y los mercenarios aceptan cualquier encargo y más si necesitan dinero. Pero, ¿por qué necesita dinero? ¿Es que como Soldado no tenía salario? ¿No le han contratado antes? ¿Es que está tan desesperado como para ir a las barriadas a ver si le contrata la gente más pobre? Porque, eh, atención: Avalancha no le ha pagado.

Imaginad la situación en la que se encontraba Cloud para tener que elaborar alguna clase de justificación interna que le llevara a poner una bomba en uno de los reactores más protegidos del mundo

Sin embargo, Cloud no nos proporciona explicaciones porque no existen. Si mirase atrás encontraría un vacío, por eso evade, por eso no se preocupa de ello, ni habla, ni dice nada y solo acepta lo que le viene por delante. Necesita dinero. Tifa le ha recomendado. Y Shinra no le da miedo.

Dicho esto, hablemos de la infiltración y cómo se ha pulido el guion. Para empezar, Cloud tiene un rol definido: atrae a los centinelas mientras los otros aprovechan para colarse en… en todo menos en silencio. Es un verdadero milagro que no les oigan. Jessie y Biggs son los que abren el resto del camino, Wedge está como apoyo y Barret por supuesto que está ahí para controlar la situación. Además, se supone que Cloud tiene que proporcionar información sobre el terreno, porque se espera que conozca los reactores.

—Los de Soldado no solo atacan por órdenes de su amo, también hacen de perros guardianes. Fijo que has visto más de un reactor. Desembucha: ¿cómo se llega a la pasarela del depósito de mako? ¿Te ha comido la lengua el gato o qué? ¿Es que no quieres morder la mano que te da de comer? ¿Eres fiel a tu amo, perrito? Como quieras, perrito faldero, lo podemos conseguir contigo o sin ti.

Tengo la firme convicción de que Barret le está poniendo a prueba, porque en el siguiente reactor tienen bastante claro cuál es el camino a seguir. Es más, Jessie comenta que conoce a unas personas que les pasan códigos de Shinra; el resto del grupo de Avalancha que, a su vez, los recibe del alcalde Domino. Es muy difícil de creer que no conozcan el mapa del reactor, no con lo códigos a mano y la facilidad con la que se desplazan hasta su núcleo.

Esto es pura presión hacia Cloud. Barret apenas se detiene a respirar, no le deja ni un segundo para pensar. A pesar de que a lo largo del juego nunca se hace referencia a que Cloud lleve un uniforme Primera Clase, sus ojos son un constante recuerdo de que «fue parte del enemigo» y su insistencia a la hora de destacar su rango es perfecto para echar sal en la herida y acicatear la desconfianza de Barret. Creo que está bastante bien justificado, pues, que el líder de Avalancha insista en que sea Cloud quien dé los golpes definitivos a la empresa para «probar» que ya no está de su lado.

El caso es que Cloud solo ha visto un reactor, y definitivamente no era este. Al no encontrar una respuesta a las expectativas que se han depositado sobre su papel como ex Soldado, Cloud se encoge por la primera jaqueca de varias. Es la consecuencia de cuando la realidad viene a darse de bruces con su narrativa interna.

Una que se apresura a reconstruir con una respuesta muy conveniente:

—Cada reactor tiene un plano diferente. Depende de cuándo se construyera. Nunca he visto uno como este, pero todo irá bien.

¡Todo en orden, que no cunda el pánico!

Y entonces vuelve a pasar algo que desbarata un poco su mundo cuando Jessie demuestra su interés por Cloud. Ya antes ha comentado que le parece un chico muy guapo, pero ahora da un paso adelante:

—Así que… conoces a Tifa, ¿no? No quiero meterme donde no me llaman, pero ¿de qué la conoces?

La pregunta despierta recuerdos que Cloud no quiere visitar, porque entran en conflicto con su necesidad de aislarse del pasado. Aun así, no puede evitar que algunas imágenes acudan a su cabeza. En unos pocos segundos nos queda claro que Cloud vivía en un pueblo pobre, y que no tenía muchos amigos. Ni siquiera era muy cercano a la chica que le gustaba.  La traducción (uy, ya hablaremos largo y tendido de la odiosa traducción) de las palabras de Tifa, exigiendo que Cloud le haga caso, pierde la connotación de su relación, que es justo por lo que ha preguntado Jessie:

En español Tifa exclama ¡Hazme caso! En japonés, en cambio, masculla para sí misma me ha vuelto a ignorar, y Cloud la escucha, por lo que le vuelve a prestar atención. No solo cambia la personalidad de Tifa, que no da órdenes, sino que no aclara que Cloud se aísla de los niños del pueblo.

Y es un detalle importante porque, si nos fijamos, Cloud sigue insistiendo en ignorar a los demás y recoge esta actitud a la hora de construir su máscara. Su persona de ex Soldado es un tío solitario que no quiere nada de otros. Y esta forma de ser no es fruto de su «torpeza» social e introspección, sino una actitud masculina, idealizada y que supuestamente debe despertar admiración en los demás. Es decir, el ex Soldado que representa es una versión idealizada de como se comportaba de niño. Según Kazushige Nojima:

Desde niño siempre ha sentido la necesidad de contar con la aprobación de los demás. Sentía que era especial, pero de niño no tenía la forma de demostrarlo. Deseaba convertirse en alguien, y por eso se alistó en Soldado. (…) En el juego original lo concebimos como un personaje que nunca pierde la compostura. Sin embargo, ahora no siempre es perfecto y a veces incluso da vergüenza ajena. A veces deja de ser impasible. Guarda las apariencias porque quiere ser aceptado y respetado por los demás.

Lo triste es que, en efecto, parte de su atractivo, como se explorará en el juego, no proviene solo de su aspecto o sus ojos bonitos, sino de que se supone que es un ex Soldado. Su supuesto carisma y misterio surgen de de la fuerza que no ganó por sí mismo, sino a base de crueles experimentos.

 

Quizá lo más irónico sea, al final, que muchos de los que están interesados en él quieran verle sin su fachada de hielo, ya sea porque confían en que por debajo hay un chico adorable y torpe (como ocurre con Jessie o Aeris), porque aspiran a recibir su amabilidad (Tifa) o intentan enseñarle a salir de los roles de género a los que se aferra (Andreas y Aeris) para recibir la aprobación del resto del mundo.

Pero el caso es que Cloud jamás ha recibido atención, por eso nunca termina de estar cómodo ni con el animoso crush de Jessie o Wedge, ni tampoco le satisface que Barret lo trate como… Bueno, como debía tratarle todos antes de fingir ser un ex Soldado. Ya veremos cómo se trata a los centinelas, sin respeto ni agradecimiento (cosa normal, son fuerzas de opresión) y podremos hacernos una idea de cuál era la vida cotidiana de Cloud.

Pero sigamos con la historia. Esta se nos presenta como una emocionante infiltración para cumplir una misión secreta, pero desde el primer momento se nos deja claro que Avalancha está siendo vigilada. No solo eso, sino que se les permite avanzar a costa de las vidas de los centinelas.

Por un lado, es una refinación del título original. No es que Avalancha sea un grupo discreto, ni que pueda protagonizar una película de Misión Imposible. Al contrario, sus miembros torpes, ruidosos y no están preparados para enfrentarse a una super corporación como es Shinra. Tiene todo el sentido del mundo que sean una célula independiente, muy poco profesional, de la Avalancha que aparecía en Before Crisis y cuyos restos pululan por el Remake. Por otro, se está plantando una idea que envuelve el Remake a todos los niveles: el control sobre las acciones de los demás.

Si Barret no lo viera como una amenaza, significaría que la máscara de Cloud no termina de funcionar. Por otro lado, admirad a Barret intentando imponer el control sobre la escena y, concretamente, sobre Cloud. ¡Qué maduro, qué buen líder! ¡Desde luego es completamente necesario empujar y maltratar al tío que has contratado para que te salve el trasero!

La trama se debate, constantemente, con mantener un equilibrio lógico y el de irse por la tangente para explorar más allá de los límites del primer videojuego. Así que, por mucho que no sea de la forma más elegante posible, los desarrolladores del Remake materializan de forma física la idea del Destino en varios niveles.

El Destino, al fin y al cabo, es control. Por eso los Ecos aparecen para controlar que los acontecimientos sigan su curso predeterminado; por debajo está Shinra controlando a Midgar y, por tanto, Avalancha para cumplir sus propios propósitos, a don Corneo gobernando el Mercado Muro, o a la propia Avalancha dividiéndose en células porque no pueden controlarse unos a otros, ni decidir un curso concreto para enfrentarse a Shinra.

Y, por encima, a Sefirot como maestro titiritero.

Todos los personajes buscan controlar su futuro, su destino. Barret en concreto es quien mueve gran parte de la trama debido a su trauma, a su odio por Shinra, y a la sincera preocupación sobre los recursos naturales. En gran medida, Barret es el corazón andante de la historia: la ecología.

Para entender por qué Barret es tan «intenso» hay que mirar hacia atrás y darse cuenta de que lo mueve un profundo desengaño, porque él se creyó el cuento de Shinra. Creyó en el progreso, en la ciencia, en las mejoras. Estuvo seguro de que iban a darle una vida mejor, cuando a la hora de la verdad terminaron por tragarse y destruir su vida entera. Vio la verdadera cara de Shinra, lo que ocurría cuando se deja estéril a una población y se la abandona porque ya no sirve a los propósitos de un parásito como Shinra.

Así que Barret ha dado un giro de 180º para intentar insuflar sentido a su vida. Pero, como todo, lo visceralmente radical suele pisotear a los demás en medio de su ardor. Si el presidente Shinra es el predicador del capitalismo del mako, y retuerce la realidad para que se acomode a su punto de vista, Barret lo es del todo por el todo con tal de salvar al planeta.

Una vez en el ascensor, Jessie pone cara de vergüenza ajena cuando Barret comienza su discurso. Es evidente que siempre lo está dando. Que ella se lo sabe de memoria. Y la forma que tiene Barret de hablar, de implicar al espectador de una forma torpe a lo estadounidense, es casi ridícula. Porque su discurso es superficial, es dramático en un sentido que no afecta de forma personal a la gente. Y ese es su problema.

No te dice: cuando mueras tu alma será consumida, igual que la de tus hijos y seres queridos. A este paso la siguiente generación no tendrá energía para sobrevivir, la tierra se vendrá abajo, y no tendremos agua, ni comida, ni nada. Solo lanza preguntas retóricas y exige, casi busca chantajear emocionalmente, a los demás para que se sumen a su discurso por culpabilidad. No por razonamiento:

—¿Te vas a quedar ahí pasmado ignorando los gritos de dolor del planeta? ¡Sé que los oyes!

—¿Tú los oyes?

—¡Claro que sí!

—Háztelo mirar.

Todos sabemos que Barret no oye nada. Solo queda una persona, Aeris, que podría escuchar al planeta. El discurso de Barret es verborrea dramática, alejada de las consecuencias. Sí, se pregunta qué pasará cuando el mako se acabe, pero sobre todo se dedica a atacar a la gente que trata de sobrevivir en el sistema y en ningún momento plantea un método alternativo, ni tampoco se molesta en defender los derechos de la gente de las barriadas, que son sacrificables hasta cierto punto.

No es que sea malo defender la naturaleza porque sí. Casi todo el juego termina por probar que Barret tiene razón, que a veces lo simple es real. Sin embargo, las personas necesitan algo más para moverse, algo real, una amenaza que les mueva a dejar su vida tranquila y más o menos aceptable.

Barret no se las da, porque no quiere comprometer una historia que sí crearía empatía con los demás: que su pueblo fue destruido, que su familia murió, que los reactores no traen en sí el bien. Que dejar que las grandes compañías se aprovechen de los pobres y los integren en un ciclo inescapable de dependencia es horrible, y que ese tan cacareado progreso se hace a costa de la naturaleza y de la gente corriente. Los únicos que salen beneficiados son los ricos.

Pero eso sería entrar en terreno propio, personal. Donde duele. No en una misión magnífica y heroica. Barret no está aquí para salvar las barriadas, como se verá en los siguientes capítulos. Su causa es mayor. Los sacrificios, por tanto, se pueden y deben hacer. Tiene su propia máscara en forma de Héroe para protegerse del mundo real. Parte de esta falta de sinceridad se puede advertir por sus gafas, que solo se quita cuando se abre a los demás y no «está de servicio».

Sus intenciones son buenas. Sin embargo, es curioso que su discurso tampoco se distingue tanto del del presidente Shinra en cuanto a los sacrificios.

Cuando el mundo probó ser demasiado doloroso y complicado, Barret empezó a recurrir a la violencia. ¿Algo no sale como él quiere? Entonces lo amenaza. Así todo es más fácil, más puro, y no es necesario plantearte tus propios actos.

Aun así, Barret es un buen tipo. En realidad, diría que se trata de una de las personas más buenas del grupo, por mucho que entierre su forma de ser en medio de masculinidad tóxica. Quiero decir, ¿todos esos empujones a un chaval que te llega por debajo del hombro para qué son? Para intentar imponer su liderazgo, para someter al nuevo miembro masculino del grupo. Si Cloud fuera mujer, dudo mucho que sintiera que tiene que amenazarlo físicamente con su altura, o apartarlo con violencia en numerosas ocasiones.

Y así se dan conversaciones como esta. Que, por cierto, el cringe de la traducción empieza a apestar:

—Tú eras uno de los veinte, ¿no?

¿Quién pregunta si tienes veinte años así?

—De primera.

—¿Eh?

—Soldado, primera clase. Los rangos no llegan a la veintena.

—¿Qué cojones…? ¡Te estoy preguntando por tu edad, no tu rango!

—Ah…

—Aunque igual el rango de un Soldado coincide con su edad. En ese caso tendrías la de un bebé, ¿no? ¡Aprende, niñato!

Esta conversación nos muestra lo inseguro que es Barret, que ha fallado en sus grandes papeles a lo largo de su vida (padre, esposo, líder), y se rebaja a meterse con un chaval, aunque nunca de forma tan agresiva como la traducción da a entender, y también nos deja caer un levísimo e importante detalle sobre Cloud:

Ese «ah» es porque Cloud se queda desconcertado.

Cloud no conoce su verdadera edad, no puede responder. Lo último que debería recordar es haber cumplido los 16 antes de ser capturado. Mentalmente, en teoría, todavía tiene esos años. Pero Barret no insiste, desvía la conversación hacia una broma a la edad Cloud, por lo que el chico puede refugiarse en un silencio taciturno y evitar pensar.

Aun así, no puedo dejar de resaltar que Cloud está tan obsesionado con su papel como ex Soldado que salta a la primera, y redirige todas sus ideas hacia su rango. La posibilidad de que le nieguen que es parte de los Soldados, como ocurre con Reno, es una afrenta directa a la mentira con la que se está protegiendo. Así que mientras Barret acepte su historia, por mucho que se burle, entonces está a salvo.

Cloud, además, puede afirmarse en su rol de ex Soldado al desplegar una plétora de conocimientos que debió adquirir como centinela, y que nos proporcionan pequeños apuntes de lore. Por ejemplo, ¿si te caes en el mako, llegas al centro del planeta? Nope, te absorbe el reactor. Nada escapa a Shinra.

Salvo Sefirot, al parecer.

Y hablando de Sefirot… Una vez Barret y Cloud alcanzan el reactor, este le exige al segundo que active la bomba. Como muestra de que, para él, Shinra ha pasado a ser el Enemigo. No le hace mucha gracia que Cloud no haya caído de rodillas ante sus ideas, pero sí que sonríe cuando consigue imponerle que cumpla su misión.

Entonces es cuando vemos la primera pluma negra, acompañada de una intensa jaqueca. Evidentemente la pluma no está ahí. Es algo que solo ve Cloud, y que diría que podemos interpretar más como que Sefirot interviene directamente a través de sus células que como un simple flashback. Porque Sefirot, al menos en este juego, controla los pasos de Cloud con muchísima más intensidad que en el original, y la pluma se suele identificar con invasiones mentales.

Nada de esto quita que la situación puede haber terminado por despertar malas vibraciones en Cloud. Más tarde, cuando Tifa esté presente, las reminiscencias se volverán inescapables, pero el hecho de estar de nuevo en el corazón de un reactor tiene que remover los recuerdos reprimidos.

¡Pero todavía no!

Antes hay que luchar contra los robots de Shinra. A lo largo del combate le vemos ir derritiéndose poco a poco con Barret y coincidiendo con él en las conversaciones. Y luego, cuando recibe un sinceros halago de Jessie por un salto, no puede evitar sonreír y apartar la mirada con algo de timidez.

Es en momentos así, espontáneos, cuando se le empieza a caer la máscara de tío duro y supuestamente edgy, y en cómo se detiene veces no solo a ayudar a Jessie, sino a interesarse por su estado en vez de gruñir alguna bordería y tirar de ella para que escape, que se asoma su verdadera personalidad.

Los guionistas, por cierto, se han esforzado por completar y justificar la trama. ¿Cómo puede una bomba casera destruir un reactor? Pues nada menos que con la ayuda de la propia Shinra, que es evidente que estaba preparada para un ataque terrorista. Quien venga completamente fresco al juego comprenderá al instante que hay algo detrás de este acto, porque nadie se autosabotea si no hay un motivo, o una recompensa mayor.

Y resulta evidente, pues, que los actos de Avalancha no son ni tan libres ni tan revolucionarios como ellos quieren pensar que son. Como resultado, las consecuencias de sus actos van mucho más allá de lo que esperaban. No creo que sea casual que Barret sea el primero en preocuparse porque la ciudad funcione, así como en aferrarse a la afirmaciónde Biggs, que busca afirmarse en lo que acaban de hacer:

—Lo que importa es el planeta, ¿no? Digo yo que… esto habrá servido de algo.

Porque si no lo has hecho, ¿para qué has arriesgado la vida de tanta gente?

Evidentemente, tiene que haber servido. Tiene que hacerlo. No puede ser que hayan ejecutado una misión que no vaya a cambiar nada…

¿Verdad?

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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