En el anterior episodio de Houseki no Kuni, Bortz y Diamond lograban sincerarse y reconocer que se importan mucho el uno al otro. Sin embargo, la amenaza del Lunarian Shiro no se ha acabado, ni mucho menos.
Bortz ignora la recomendación de Diamond sobre escapar. ¡No va a dejarlo ahí! Y menos con dos Shiro a los que enfrentarse. En realidad, lo que sucede es interesante: no es que se multiplique sin más, sino que cada vez que lo cortan se divide en dos criaturas. Como una hidra, solo que con cuerpo entero. Además, cada mitad es más pequeña que la anterior, si bien eso no implica que dejen de ser peligrosas.
Durante la batalla, uno de los fragmentos de Shiro se topa con Phos y Alexandrite. El primero pierde su espada al detener al Lunarian, y tiene que insistir mucho antes de que Alex acceda a coger el arma. Su reticencia resulta comprensible una vez conocemos los motivos: Alexandrite tiende a volverse loco de furia —hasta su aspecto pasa de un agradable y suave azul a un resplandeciente rojo— cuando ve a un Lunarian, por eso se tapa los ojos mientras se niega a enfrentarse a Shiro. ¡Órdenes del Maestro! Hasta ese punto llega su trauma, tras siglos de amargura y rencor. Si el Maestro lo apartó por completo de la batalla, no quiero imaginar qué clase de escabechinas causó en el pasado…
Porque tuvieron que ser intensas. Alexandrite entra en modo Terminator, con alaridos a lo Tarzán, mientras destruye a todo Lunarian que se le cruza por el camino. En esta ocasión les viene bien, porque Phos localiza a Bortz luchando contra cuatro Shiro, que atrapa y arroja para que Alexandrite los elimine… De un solo golpe. Cosa que ni Bortz, EL MISMO BORTZ, ha conseguido.
El estallido emocional es tan fuerte que Alexandrite parece quedar inconsciente y revierte a su estado azul. Phos apenas puede creerse lo que ha visto. Es más, demuestra que no tenía ni idea de esta peculiar naturaleza. Seguramente se deba a que en más de trescientos años nunca se les había colado un Lunarian en la escuela.
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