Banana Fish es la adaptación al anime del manga dramático de Akimi Yoshida. Tras la emisión de su primer episodio en julio de este año, se ha convertido en una de las series más populares de esta temporada, con una historia llena de acción y misterio, diseños realmente bonitos, una animación fluida y una trama que engancha.
Pero lo que de verdad gusta de Banana Fish, lo que te hace querer seguir después del primer episodio, es la sensación de que hay algo más escondido a plena vista, algo que no podemos ver. Me explico: Banana Fish empieza fuerte, muy fuerte, y presenta una historia sobre sindicatos criminales, ansias de poder y drogas. Son varias tramas; no es que se presenten de forma confusa, pero pasados esos veinte minutos tienes que detenerte a pensar en lo que has visto.
Y es que ¿qué es Banana Fish en realidad?
A juzgar por lo que he visto, parece que la historia gira alrededor de una droga. Se nos presenta desde el principio, cuando un batallón estadounidense contempla los lejanos bombardeos de Irak. Mientras uno de los soldados, Max, fantasea con la idea de regresar a su país, oímos la siguiente conversación:
—¿Has oído hablar de la droga?
—Sí, la que ha matado a Billy, ¿verdad?
—He oído que sufrió mucho.
—Pobre hombre, no se merecía esa mierda.
Demasiado metida con calzador para ser casual, un soldado llamado Griffin Callenreese interrumpe el diálogo al entrar en escena. Sin decir nada, coge una de las metralletas y acribilla a todos los miembros del escuadrón, gritando como un loco. Sólo dos hombres consiguen sobrevivir gracias a que disparan a a Griffin en las piernas. Lo único que este es capaz de decir es «Banana Fish» una y otra vez.
Saltamos a plena noche en la ciudad de Nueva York y conocemos al protagonista, Ash Lynx. Caminando por la calle, un hombre ensangrentado le tiende un frasquito con droga, una dirección de Los Ángeles y las palabras «Banana Fish» antes de morir.
Vamos a asumir, por tanto, que la droga se llama Banana Fish. Provoca que la gente se vuelva loca y violenta de una forma muy dolorosa, como podemos apreciar con Griffin y con Billy. Pero hay algo más: es muy peligrosa, o valiosa, o puede que ambas cosas. El hombre con el que se encuentra Ash había dado con un desagradable final, cortesía de unos matones subordinados del propio Ash. Pero él no había ordenado su muerte. Es decir, que hay alguien más poderoso que él utilizando a sus propios hombres. Ash acude a Dino (o Papa Dino, uh), el líder del sindicato con el que él y su banda se relacionan, para pedirle explicaciones.
Lo que sacamos en claro de esta conversación es que Dino miente a Ash. Le asegura que el hombre asesinado era un don nadie y que por eso ha mantenido al joven al margen. Me gusta que Banana Fish no trate al espectador como si fuese idiota, y no pretenda hacer un gran misterio de una obviedad. Queda muy claro que Dino está detrás de la droga por el motivo que sea. Ash lo sabe y nosotros también, y sabe mantener el misterio a pesar de ello.
Otra cosa que se nos muestra es que Dino invade múltiples veces el espacio personal de Ash y nos insinúa de forma bastante descarada que han mantenido relaciones íntimas. Varios personajes comentan que Dino le tiene mucha estima al chico, pero parece ser que su relación era como la de Griffith y Gennon en Berserk: puro abuso y diferencia de poder. Puede que Ash, como Griffith, accediera a tener sexo con Dino a cambio de algún favor, pero eso no quita que sea una relación claramente predatoria. Y Banana Fish, por suerte, se asegura de que nos quede bien claro al poner en labios de Dino una frase típica de abusadores, destinada a crear dependencia y sumisión:
—Pero hay algo que no deberías olvidar. Yo te saqué de las calles. Recuérdalo.
Para añadir de inmediato:
—Sabes que te quiero, sweetheart.
Lo cual podemos traducir en «Eh, recuerda que sin mí no eres nada. Pero te quiero». Alguien parece querer mantener, sea como sea, el poder sobre Ash por mucho que juegue a dejarle ser independiente.
Admito que sabía que en Banana Fish se incluían personajes homosexuales, y es una de las razones por las que me he aventurado a ver el anime… con cuidado. El BL tiende a verse muy perjudicado en cuanto a la representación, porque tiende a la romantización del abuso y a establecer artificiales dinámicas heterosexuales. Un personaje como Ash, sometido a traumas infantiles, puede llevarse muy mal…. o muy bien. Por el momento no hay mucho que comentar al respecto porque se están plantando las semillas, pero parece que ha sido una presentación apropiada. Eso sí, quitando cómo se usa el término «gay» de forma despectiva y otros insultos para referirse a homosexuales, pero estos últimos no son más que un error de traducción y no aparecen en el japonés original, ni en el guion ni en el diálogo hablado.
Aún así, hace que reflexionemos sobre qué clase de personaje es Ash. ¿Es homosexual? ¿Está en armario? ¿Fuera? ¿Tiene internalizada la homofobia? Parece ser bastante el último caso, pero habrá que ver.
Lo poco que sabemos es que es el hermano menor de Griffin, el soldado que disparó a sus compañeros al principio del episodio. Ahora está en silla de ruedas y en un estado casi vegetativo por culpa de la droga. Ash lo tiene escondido en su apartamento, y le cuida y le protege mientras intenta averiguar qué le pasó en Irak, y el significado de Banana Fish, que resulta ser algo más que dos palabras colocadas al azar.
Abramos un pequeño paréntesis. Un día perfecto para el pez banana es un relato de J. D. Salinger. El protagonista es Seymour Glass, un superviviente de la Segunda Guerra Mundial que, tres años después del conflicto, sigue traumatizado. Fracasa en sus intentos de reinsertarse en una sociedad frívola y superficial que ya ha dejado atrás la Guerra, y sólo es capaz de sentirse feliz en el mundo infantil, hogar de la inocencia y la fantasía. Para representar eso, Salinger embarca a Seymour y a una niña llamada Sybil en la búsqueda de peces banana. Cuando Seymour comprende que nunca más podrá conformarse con la sociedad actual, la historia culmina con su suicidio después de despedirse de Sybil.
Es el doctor Meredith, que visita a Griffin en secreto y ayuda a Ash a identificar la droga, quien establece esa conexión:
—Qué elección de palabras tan interesante. ¿Le gustaba Salinger? Está en una de sus novelas: si te encuentras con un pez banana en el mar, sentirás de pronto que mueres.
El paralelismo entre Griffin y Seymour es aterrador: ambos son ex combatientes, regresan a su hogar cambiados… y el horizonte que aguarda a Griffin no podría ser más negro. Ahora bien, ¿es Griffin la verdadera contraparte de Seymour? Es posible que el que sea incapaz de encontrar un sitio al que pertenecer sea Ash y no él, con o sin drogas de por medio. Es pronto para saberlo.
A todo esto se suma la llegada de los periodistas japoneses, Eiji Okumura y Shunichi Ibe, para un reportaje sobre bandas callejeras como la de Ash. Por cortesía de Max (¿el mismo Max que combatió junto a Griffin y le salvó la vida?), consiguen una entrevista con Ash, y vemos que él y Eiji se atraen. Eiji siente una fascinación —más inocente que morbosa, cabe decir, porque la primera vez que ve a un cadáver se horroriza— por el estilo de vida criminal, y a Ash le cae en gracia. Lo suficiente como para que él, un personaje tan desconfiado y «salvaje» como para ganarse el mote de Lynx (Lince) deje que Eiji le toque el arma. Nadie más ha podido nunca, no sin recibir un disparo. El permiso para tocar la pistola de Ash y el rubor de Eiji disimulado bajo una ligera embriaguez son dos metáforas sexuales que hablan por sí solas, y que parecen hacer referencia a la época en la que se publicó el manga original, cuando mostrar de forma abierta personajes homosexuales era poco menos que un tabú y la propia autora no podía ni incluir besos entre sus personajes.
Pero tienen poco tiempo para asentar ningún tipo de base entre ellos. Arthur, un antiguo subordinado de Ash, y Marvin, uno de los secuaces de Dino, se alían para tenderles una trampa y secuestran a Skip, el protegido de Ash. También se llevan a Eiji por estar justo a su lado, y Ash sale en su rescate, arrojándose directamente a los brazos de Arthur… que no pretende otra cosa que matarle y hacerse con el control de la banda.
Como hemos dicho, empieza fuerte, sí. Al ser el primer episodio, no es nada del otro mundo, pero presenta a la perfección la situación y los personajes y te deja con ganas de continuar. Las historias están, en principio, bien hiladas y son fáciles de seguir, si bien lo que está por suceder parece bastante previsible. Está claro que el plato fuerte serán las relaciones —de Ash con Dino, Arthur y Eiji en especial— y eso siempre es algo que en Mistral nos lanzamos a analizar con ganas.
¡Nos vemos la semana que viene con el segundo episodio!