¡Bienvenidos a la última parte de esta serie de artículos sobre Memorias de Idhún! Después de hablar sobre el doblaje y el guion del último anime de Netflix, toca centrarnos en la animación. En la mayoría de críticas y reseñas es un tema que ha pasado más desapercibido (y no es de extrañar), pero resulta que, si le prestamos la debida atención, veremos que es tan mala como todo lo demás.
Lo mejor de la animación es lo versátil e independiente que puede llegar a ser. Una producción liveaction siempre se verá atada al talento de sus actores y directores, a las condiciones de la localización de sus escenarios y, en definitiva, a las leyes de la física. Pero la animación está libre de todo eso: el único límite es la propia imaginación. ¿Quieres que en tu serie aparezcan mechas altos como edificios y ángeles con diseños aterradores? No hay problema. ¿Desplegar toda una masterclass de simbolismo visual a partir de rosas, chicas sombra y elementos de cuento de hadas en un contexto contemporáneo? Difícil de llevar a cabo en una película en acción real, pero posible en dos dimensiones. Y no hablemos de animales antropomórficos, monstruos grotescos o planetas extraterrestres, porque nada es imposible cuando se trata de animación. Al fin y al cabo, ¿por qué será que los remakes de Disney palidecen ante sus versiones clásicas de dibujos?
Es por ese motivo que, de primeras, un anime de Memorias de Idhún no era mala idea. Frente a una serie en acción real resulta más económico y fácil de manejar, tanto a nivel de historia como a la hora de introducir elementos fantásticos. Y eso por no hablar de lo atractivo que resulta para sus espectadores, ya sea para los amantes de la saga incapaces de imaginar qué actor sería digno de encarnar a Kirtash, como para nuevos fans, que podrían introducirse a Idhún mediante cómodos episodios de veinte minutos, fáciles de digerir y a los que engancharse. Sumamos un guion actualizado a 2020, una plataforma grande y con medios como Netflix y… tenemos éxito asegurado.
Entonces, ¿qué ha podido salir mal?
Bueno, todo. Todo ha salido mal.