En el artículo anterior de Fullmetal Alchemist, cerrábamos el tomo con la llegada de Roy Mustang y su brigada para capturar a unos delincuentes. Las últimas páginas nos enseñaban cómo funciona la alquimia de fuego del coronel, una disciplina que incluso dentro de las normas de su universo se considera rara y espectacular, aunque todavía no sepamos hasta qué punto.
La historia sigue a continuación con los hermanos Elric reuniéndose con él para discutir los sucesos y averiguar la siguiente pista del paradero de una piedra filosofal. No tienen la menor idea de que están a punto de enfrentarse a uno de los capítulos más turbios y famosos de todo Fullmetal Alchemist.
A pasar de su alto rango, responsabilidades y seguridad en sí mismo, Mustang siente que le debe un favor a Edward y Alphonse después de su actuación en el tren, y accede a ayudarles. Si esto fuese un shonen cualquiera, seguramente esto se debería a que el protagonista es muy carismático, inteligente y manipulador, que sabe conseguir lo que sea de quien sea, pero en este caso sólo se trata de que Mustang es un loser. Nadie puede negar que es muy fuerte y que se ha ganado todos los méritos que tiene, pero tiene unos momentos de pringado maravillosos. Por ejemplo, en este capítulo, cuando hace todo lo que le pide un crío maleducado y contestón; o en el siguiente, al olvidarse de su mayor debilidad en un momento crítico. Es tonto y me encanta.
En fin, Mustang les concierta una cita con Shou Tucker, un alquimista estatal experto en transmutar la biología. Su logro más conocido —y el que le consiguió el título— fue el de crear una quimera parlante.
En el tomo anterior atisbamos las quimeras cuando Cornello invocó una para luchar contra los Elric. El nombre viene de los monstruos de la mitología griega, que tenían cabezas de caballo y cabra y cola de serpiente y podían escupir fuego, y con esa analogía los establecemos como enemigos de los alquimistas. En el universo de Fullmetal Alchemist, más que monstruos son híbridos de animales fusionados mediante la alquimia, y no son muy comunes. Y es que no deberían, vaya. En esencia, son lo mismo que transmutaciones humanas, pero al tratarse de animales ya no se consideran tabúes. ¡Viva el especismo!
Pero tranquilos, que llegaremos a las quimeras humanas. La ironía de su existencia era demasiado jugosa como para que Arakawa la pasara por alto.
La tragedia de Nina Tucker
Shou Tucker se nos presenta como un hombre corriente. De aspecto anodino, afable, siempre saludaba, lo único que quiere es seguir adelante con su carrera y mantener a su hija Nina. A pesar de que el día de su evaluación anual se acerca y tiene que presentar un buen proyecto para mantener el título de alquimista, no pone pegas a que los hermanos estudien su trabajo. Lo único que pide a cambio es un poco de información, y Edward —de forma muy inteligente y lógica, sí— le cuenta su historia con la transmutación humana. Tucker ni siquiera parpadea, y acto seguido le da total libertad para investigar su biblioteca.
Mientras Ed se dedica a leer todo lo que puede, Alphonse habla con Nina. La pequeña le cuenta que su madre se marchó hace dos años, pero que ella es feliz con su padre y con su perro Alexander. O lo era, porque durante las últimas semanas Tucker ha estado encerrado en su laboratorio. Al oír su tristeza, Edward alega dolor de espalda a causa de estar sentado y leyendo todo el día, y con Alphonse deciden ir a jugar con Alexander y Nina al jardín. Solo para hacerla sonreír y asegurarse de que se divierte un rato, porque en este mundo que te plaque un labrador de cuarenta kilos repetidas veces no es divertido.
El propósito de esta escena es… sí, que veamos lo monísima que es Nina. Lo bien que se lo pasa y la carita preciosa que tiene cuando se ríe. Todo mientras su padre, cuyos planos se han ido volviendo más y más oscuros, les escucha pasarlo bien desde el laboratorio, arrancando notas desesperado y viendo ya cómo revocan su licencia.
Qué podría salir mal.
Ups.
No hace falta explicar lo obvio. Nina no está, Alexander no está, y además hace día nublado, lo cuál es sinónimo de tragedia en nueve de cada diez obras. Edward no tarda en conectar los puntos y descubrir no sólo que esta criatura es una fusión de la niña y el perro, sino que la primera quimera que hizo Tucker tenía como componente a su mujer. Para que luego digan que un maltratador no es reincidente y puede ser un buen padre.
Antes he mencionado que el hecho de que los hermanos jueguen con Nina tenía el único propósito de que nos encariñáramos con ella y es cierto. El ritmo de Fullmetal Alchemist es muy rápido cuando quiere, y a este capítulo —tanto en el manga como a su posterior adaptación en Brotherhood— le pasa factura. En la adaptación de 2003, en cambio, se toman un mini arco de dos episodios. Eso se traduce en muchas más escenas de Nina, que nos generan muchísima más ternura hacia ella, pero también en un enfoque distinto de Tucker. Hace que confíes en él. Actúa como mentor de Edward y tiene momentos diseñados para que empatices con el personaje. Si no has leído el manga, es bastante convincente.
De la misma manera, el propio Edward se lo cree. Aquí vemos cómo comprende lo que ha ocurrido en cuestión de segundos (lo cual en sí es coherente y no es malo), pero cuando lo hace ya es demasiado tarde. En el anime, había pequeñas pistas para que tanto nosotros como los Elric pudieran ir sospechando, y te deja con esa sensación agridulce de que podrían haberle detenido a tiempo. Es muchísimo más desgarrador y cruel por el simple hecho de no ser tan precipitado.
Con eso no intento decir que una versión sea mejor que la otra. Siempre depende del gusto personal. Y el manga también aporta su toque especial, sobre todo si nos fijamos en el dibujo. Es muy interesante cómo, a pesar del estilo de Arakawa, que es tan suave y con trazos tan redondeados, una escena se puede volver amenazadora con sólo un extra de tinta negra. El dominio de las emociones también es muy bueno, y en este capítulo lo podemos apreciar especialmente bien. Incluso Alphonse, que no tiene mucha variedad de expresión en las escenas serias, se ve beneficiado.
El capítulo termina con un giro inesperado. Tras discutir y casi matar a Tucker, los Elric lo entregan a los militares, que le mantienen bajo custodia hasta que se pueda celebrar un juicio. Sin embargo, un hombre se abre paso entre los oficiales y asesina a Tucker acusándolo de «haberse desviado del camino de Dios». Al ver a la quimera Nina llorar su muerte, se compadece y también acaba con ella por piedad.
La ira de Dios: ¿Qué es lo que de verdad importa?
Ese hombre es Scar, un cazador de alquimistas estatales. Nadie sabe cómo lo hace, pero ninguno es rival para él. Su modus operandi apunta a que emplea algún tipo de alquimia, pero al igual que Edward y Mustang, no emplea círculos ni ningún método convencional. Allá donde va, destruye, y es capaz de asquear incluso a guerreros curtidos.
Es como si la ira del cielo hubiese caído sobre él [Tucker]
Y por casualidades de la vida, se cruza justo con los Elric.
Los hermanos están muy traumatizados tras lo sucedido con Nina. Mustang, acostumbrado al horror, lo consideró una pequeñez, pero ellos sienten que su mundo se viene abajo. Están obligados a aceptar la muerte como algo inevitable y seguir, sin dejar que eso les detenga. ¿Pero a cuánta muerte tendrán que enfrentarse hasta recuperar sus cuerpos? ¿Vale la pena?
Sí, conseguiré restaurar nuestros cuerpos, incluso si nos llaman perros del ejército o demonios. No somos demonios, y definitivamente no somos dioses tampoco. ¡Somos seres humanos! ¡Y no pudimos ni salvar a una niña pequeña! ¡Insignificantes seres humanos!
De modo que lo último que necesitan en este momento es una derrota. Pero aquí está Scar, dispuesto a acabar con Edward. Mata sin miramientos a alguien ante sus ojos y destruye con una facilidad insultante todo lo que los hermanos transmutan para defenderse, incluidos la armadura de Al y el automail (las prótesis) de Ed. Se salvan de milagro gracias a los ataques combinados de los tenientes Hawkeye y Armstrong, y el último en concreto demuestra ser algo más que músculo al descubrir cómo funcionan los poderes de Scar, que interrumpen el proceso natural de la alquimia para sólo destruir. Acorralado, el asesino termina por huir tras revelarse como ishvalí, superviviente de una gran guerra que causó la aniquilación de su pueblo.
La guerra contra Ishval es un suceso clave en la historia de Fullmetal Alchemist, pero todavía no podemos comprender hasta qué punto llega su impacto. Por ahora sólo nos cuentan lo esencial: empezó cuando un oficial disparó a un niño, fue un conflicto religioso, y los alquimistas estatales fueron las armas decisivas para suprimir las fuerzas ishvalíes. Prácticamente toda la brigada de Mustang, él mismo incluido, participó en ella, así como otros personajes muy importantes que aparecerán en el futuro.
Volviendo al presente, Ed y Al tienen que volver a casa para reconstruirse, pero con Scar en libertad es muy peligroso que viajen solos y desprotegidos, por lo que Armstrong se «ofrece» a acompañarles. Pero el camino a Riesenburg se interrumpe cuando el oficial ve a lo lejos a un conocido suyo y les hace detenerse.
El doctor Marcoh es un alquimista de investigación que se dedicaba a la medicina y desapareció tras la guerra de Ishval. Sospechando que podría estar relacionado con las transmutaciones biológicas, van tras él sin saber que una enemiga les pisa los talones.
Marcoh no es para nada receptivo. Los años le han vuelto paranoico y asustadizo hasta el punto de adoptar una identidad falsa y llevar un arma consigo. Se niega en rotundo a darles a los Elric ninguna pista acerca de las piedras filosofales que fabricó durante la guerra, o la receta para crear una desde cero:
No puedo dejaros tener una piedra por algo tan menor como restaurar vuestros cuerpos. […] Es mejor que no lo veáis. Es la búsqueda del diablo. Una vez lo sepáis, estaréis viendo la mismísima cara del infierno.
De nuevo, nos encontramos con el dilema de las prioridades. ¿Qué es importante y qué no? ¿Es justo el precio a pagar por lo que queremos? Los hermanos se perdieron a sí mismos a cambio de la oportunidad de resucitar a su madre. Tucker sacrificó a su esposa, su hija y su perro por un título. Scar se mancha las manos de sangre para conseguir su venganza. Mustang les dice a nuestros protagonistas que no vale la pena detener su viaje por la muerte de Nina, y Marcoh, que restaurar sus cuerpos es una pequeñez en comparación con lo que exige la piedra filosofal. ¿Vale la pena seguir adelante? ¿Cómo sabemos cuándo hay que parar?
Pero este capítulo se llama «Un camino de esperanza», de modo que no puede terminar así (ni hay tiempo para plantearse todo esto). No es hasta que el grupo se marcha de vuelta a la estación que Marcoh se decide a ayudarles, y ni siquiera entonces lo hace de forma directa. Se limita a darles una dirección en un sobre dónde pueden encontrar su trabajo, bajo la alegre advertencia de que se arrepentirán de descubrir la verdad. Lo dicho, muy esperanzador… para ellos, que creen de verdad que podrán crear una piedra filosofal.
El capítulo y el segundo tomo de Fullmetal Alchemist terminan con Lust recibiendo a Marcoh en su propia casa para sonsacarle esa misma dirección. Los homúnculos han tenido un par de apariciones fugaces hasta ahora como enemigos en la sombra: sabemos que fueron ellos los que dieron poder a Cornello y que alientan revueltas en Liore, y que conocen a Scar, aunque no son aliados suyos. Ahora descubrimos que son inmortales (a simple vista, al menos) y que, como buenos villanos, traman un plan mucho más grande de lo que creemos. Un plan que ya está en marcha y del que poco a poco empezaremos a entrever los horrores que conlleva.
Y la primera pista se encuentra en la Biblioteca Nacional de Central.
Con esa esperanza agridulce termina el segundo tomo de Fullemtal Alchemist. En el siguiente, indagaremos un poco más en el pasado de los Elric al regresar a su pueblo natal, y descubriremos por fin a qué «verdad» tan traumática se refería Marcoh.