A la hora de analizar una obra de arte es importante hacerlo desde todos los ángulos posibles. Eso incluye contexto histórico, autor e incluso influencias anteriores y posteriores entre otros factores; todos ellos nos servirán para comprender la obra en cuestión, tanto de forma individual como dentro de su corriente artística. Y eso vamos a aplicarlo hoy a Fullmetal Alchemist, la obra maestra de Hiromu Arakawa.
Fullmetal Alchemist cuenta las aventuras de los hermanos Edward y Alphonse Elric, dos alquimistas que buscan recuperar sus cuerpos perdidos. De niños violaron el tabú de la transmutación humana —la resurrección de los muertos— al intentar hacer regresar a su madre, y pagaron el precio en sus propias carnes. Su objetivo es hacerse con una piedra filosofal, que les permitirá recuperar el brazo y la pierna de Edward y el cuerpo de Alphonse, cuya alma se encuentra atada a una armadura vacía.
Hoy en día, no es una trama que nos sorprenda demasiado. Hay muchísimo manga y anime sobre alquimistas o basado en ellos —Busou Renkin, Baccano!, o To Aru Majustsu no Index por nombrar a unos pocos—, y es que Fullmetal Alchemist fue pionero de ese subgénero. De todos modos, a medida que nos adentramos en sus páginas descubrimos que esta serie no son sólo poderes brillantes y clichés shonen; los hermanos Elric atraviesan una evolución asombrosa a medida que se sumergen en una trama de corrupción política y traiciones por todas partes, metafísica, y un amenazador complejo de Dios. Temas mucho más propios de seinen como Evangelion, Death Note o Berserk.
Pero ya hablaremos en profundidad de la trama. Por el momento, vamos a contextualizar un poco la obra en sí.
El worldbuilding de Fullmetal Alchemist
Hiromu Arakawa creó un mundo original para Fullmetal Alchemist a partir del nuestro. Es decir, aplica en él las mismas leyes científicas y naturales de la Tierra —exceptuando las propias de la alquimia— y, a grandes rasgos, las mismas especies y localizaciones con alguna que otra variación.
La acción principal se desarrolla en el país de Amestris, en el año 1914. El nombre viene dado de la esposa del emperador Jerjes I de Persia, quien, según el historiador Heródoto, era una reina déspota y cruel. Se dice que Amestris era tan despiadada que incluso llegó sacrificar a catorce niños persas para aplacar al dios Ahriman (o Arimán), la personificación del Mal sobre la tierra. Así pues, nos encontramos con toda una declaración de intenciones cuando la capital de la alquimia en Fullmetal Alchemist tiene una historia tan turbia detrás, en especial sabiendo lo que traman sus altos cargos entre bastidores.
Y, por supuesto, también está el hecho de que toma influencias directas de la Alemania nazi.
A decir verdad, no era la intención de Arakawa que esto sucediera. Si bien es cierto que Fullmetal Alchemist: Conquistador de Shamballa, la continuación directa del primer anime, muestra de forma más que clara el inicio del partido nacionalista en la política alemana, Amestris no es es tanto Alemania sino Europa en general:
Arakawa ha declarado que no utilizó ningún país o cultura específicos para crear Amestris, sino una combinación de países de distintos períodos entre los siglos XVII y XIX y, para ser más exactos, los cambios que tuvieron lugar en el oeste de Europa durante la Revolución Industrial (con mayor inspiración de Inglaterra). De acuerdo con ella, sin embargo, no hay ninguna relación ni comparación implícitas con ningún país, época o gobierno.Wiki de FMA
De todos modos, no podemos negar que las similitudes son muy, muy descaradas. A King Bradley se lo denomina Führer, los soldados de Amestris fueron responsables del genocidio de una minoría, experimentaron con humanos en busca de crear seres superiores y «perfectos»… Buena parte de los eventos de Amestris están sacados de la época más oscura de Alemania, pero todas las historias están basadas en sucesos, lugares y personas ya existentes, reales o ficticias.
El país de Xing (estrella en mandarín), por ejemplo, es China. China fue uno de los países que empezó a estudiar la alquimia, sobre todo con fines curativos. De hecho, los emperadores de la época se obsesionaban con encontrar el elixir de la vida —o eso creían que era el mercurio. No, no les salió bien—, al igual que sucede con el emperador de Xing.
Por otra parte, los ishvalíes…
El origen del conflicto Amestris-Ishval
Si bien el worldbuilding de Fullmetal Alchemist está especialmente basado en Europa, su suceso histórico más relevante tiene un origen bastante más oriental: la guerra entre los Ainu y los Wajin.
Los Wajin eran lo que hoy conocemos como japoneses, pero los Ainu fueron los primeros en poblar el archipiélago. La palabra «wajin» significaba «colonizador» en su lengua, y desde que llegaron en el siglo XIII la relación entre ambos pueblos ya era tensa… por razones obvias. Sin embargo, fue durante la Restauración Meiji (1866-1869) cuando, bajo la excusa de «prevenir la discriminación», los japoneses forzaron a los Ainus a casarse con ellos e integrarse en su cultura, eliminando la suya propia en el proceso: se vieron obligados a utilizar nuevos nombres japoneses y abandonar su propia lengua. Lo normal en cualquier dictadura.
Arakawa decidió incluir esto tras descubrir que sus antepasados eran Wajin y Ainu, y estos últimos se han convertido en influencia directa de Ishval y su historia, y de Scar en particular. Es el principal personaje ishvalí de Fullmetal Alchemist, y carga con el estigma del racismo y la supresión de su cultura y sus creencias.
Aún así, ese dato queda escondido bajo las alegorías —intencionadas o no— más evidentes sobre el Holocausto, en especial gracias a Conqueror of Shamballa y sus paralelismos con la Segunda Guerra Mundial. Los ishvalíes son, para la mayoría, una representación tanto de los judíos como de los gitanos, ambas comunidades víctimas del nazismo; incluso de los árabes, a juzgar por la arquitectura y la ropa típicas de Ishval.
Alquimia y realidad
Las características árabes de los ishvalíes se ven reforzadas si tenemos en cuenta que la alquimia jugó un papel importante en su cultura. Los árabes la aprendieron al invadir Egipto en el siglo VII y, cien años después, la introducirían a toda Europa.
Pero empecemos por el principio. Hemos dicho que China fue uno de los primeros países en desarrollar la alquimia de forma independiente, pero los primeros documentos sitúan su origen en Egipto. Se cree que el culto a la muerte egipcio y las icónicas momificaciones dieron pie a unas nociones primerizas de química, en persecución de la ansiada inmortalidad.
Cuando los árabes invadieron Egipto en el siglo VII d.C, el país pasó a denominarse Al-Khemia («Tierra Negra»), a raíz de la palabra «Khemia» con la que los griegos se referían a Egipto. Es más que probable que «alquimia» derivase de ese nombre. Por desgracia, no podemos saber nada más sobre los orígenes de la alquimia, puesto que muchos manuscritos desaparecieron junto a la Gran Biblioteca de Alejandría (gracias por tanto, cristianos). A pesar de ello, los árabes se empaparon bien de la alquimia egipcia y, cuando llegaron a la Península Ibérica en el siglo VIII, la expandieron por toda Europa.
La India fue el tercer país en desarrollar su propia alquimia. Sus creencias eran muy parecidas a las de los chinos —ambos creían en métodos externos e internos para purificar el cuerpo y extender el tiempo de vida—, pero fueron los indios los que empezaron a identificar y utilizar los metales para ese uso, lo que más tarde derivaría en la idea del oro como metal perfecto y, como consecuencia, la Piedra Filosofal que permitía transmutar cualquier material en oro y conceder la inmortalidad.
Estas ideas triunfaron en todo el mundo, y occidente se encargó de expandir su popularidad. A medida que las ciencias evolucionaban, los alquimistas europeos del siglo XVI se dividieron en dos grupos: los que investigaban los componentes y sus reacciones —futuros químicos— y los que se centraron en la rama más espiritual y metafísica de la alquimia, la búsqueda de la inmortalidad y la transmutación de metales en oro. Este segundo grupo fue la base de la alquimia moderna, y de él nacen todas las obras populares sobre el tema.
¿Pero hasta qué punto se basa la alquimia de Fullmetal Alchemist en la histórica?
En el universo de Fullmetal Alchemist, la alquimia es una mezcla entre ciencia, arte y magia. Para emplearla, el alquimista debe trazar un círculo de transmutación que lo conecta con la Tierra, y todo lo que entra en ese círculo pasa a ser manipulable para él. Invocado el círculo, hay tres normas básicas que el alquimista debe seguir:
Primero, la estructura molecular de la materia a transmutar. Comprensión.
Segundo, el alquimista debe usar el poder del círculo para romper esa estructura. Destrucción.
Tercero, el alquimista crea algo nuevo a partir de las moléculas. Reconstrucción.
A estos tres principios hay que sumarles la ley de la conservación de la masa, según la cual la cantidad de materia es la misma antes y después de transmutarla, y la ley de la providencia natural, que exige unas similitudes entre la materia inicial y la final —es decir, que no se podría convertir el agua en madera, por ejemplo—. Juntas forman la ley del intercambio equivalente, la principal norma de Fullmetal Alchemist.
La alquimia es la ciencia que estudia la destrucción y la reconstrucción de la materia. Sin embargo, no es un arte omnipotente. No se puede crear algo de la nada. Para obtener algo, se debe dar a cambio otra cosa del mismo valor. Este intercambio equivalente es la base de la alquimia. Los alquimistas tienen un único tabú: la transmutación humana. Un acto que nadie debe cometer jamás.
Esta ley está sacada de la alquimia histórica, pero en Fullmetal Alchemist se lleva un paso más allá, y de una forma más filosófica. Parte de la idea de que tienes que ganarte lo que quieres, poner un esfuerzo de tu parte, y no siempre es algo material, sino emocional: lo que el universo te quita a cambio de lo que más deseas se tergiversa de la forma más irónica. Profundizaremos más en el tema en los próximos análisis. Hasta entonces, espero que os haya gustado esta primera introducción al worldbuilding de Fullmetal Alchemist, esta serie tan especial.
Me gustó bastante el analisis y las relaciones, faltaría quizás mencionar fuentes e integrar otros orígenes de la alquimia, pero en general me gustó bastante.