En el segundo tomo de Devilman se nos presenta a uno de los personajes más emblemáticos de la franquicia. ¿Será porque va totalmente desnuda? Es muy posible. Pobre Sirene, tan maltratada en otras entregas cuando es un personaje bastante digno en general.
Empezamos asomándonos al pasado. Un demonio contempla a Sirene mientras se baña (o hace otras cosas) y considera que es muy bella. Lo cierto es que la escena es perturbadora, no solo por el tinte sexual que desprende ella, sino por cómo estamos contemplándola a escondidas en un momento íntimo. Es el ejemplo más claro de Mirada Masculina. Por suerte en otros historias, como Cinderella Kishi, Nagai también suele dar este trato vulnerable a sus hombres. Entonces se escucha el rugido de una pelea. Sirena levanta la vista y vislumbra a Amon derrotando a uno de sus enemigos. Murmura su nombre y se queda mirándolo.
En otras adaptaciones, Sirene (o sus distintas encarnaciones) está enamorada de Amon y eso se convierte en el punto central de su historia. Qué ironía que en el manga más antiguo y aparentemente machista, Sirene sea un personaje libre para querer pelear por el puro placer de hacerlo en vez de estar enfocada hacia un único hombre.
Millones de años después, una voz (Zenon o Psycho Jenny, probablemente) despierta a Sirene de su letargo. Su misión, derrotar al humano que ha robado el cuerpo de Amon. Y no por amor o algo similar, sino porque Amon es de los demonios más fuertes de Satán y ella es la guerrera (de entre las mujeres) más poderosa. Envían, pues, a alguien que esté más o menos al nivel de las habilidades físicas de Amon.
Así pues, la amenaza se abate sobre el protagonista.