Tomodomo siempre nos trae títulos interesantes y, en ocasiones, arriesgados. Ese es el caso de ¿Quien es el 11 pasajero? de Moto Hagio. La autora, de la generación del 24 de la era Showa (1949), es coetánea de creadoras como Riyoko Ikeda con La rosa de Versalles o Keiko Takemiya con La balada del viento y los árboles, que ha licenciado Milky Way. Todas estas autoras influenciaron a numerosos autores y obras posteriores, desde Berserk a Banana Fish. En el caso de Moto Hagio, trabajó los inicios del BL/yaoi tratando el vampirismo con Poe no Ichizoku y se ha especializado en shojo, con obras históricas como su actual trabajo sobre la reina Margot. Si queréis saber algo más de ella, podéis visitar este link.
Pero aquí hemos venido a hablar de un género particular. De la ciencia ficción. En general asumimos que quien se adentre en este mundo, será un hombre, en particular porque en la literatura resuenan sobre todo autores masculinos… En apariencia. En Occidente hubo bastantes autoras que trabajaron bajo pseudónimo para poder vender sus obras y solo en los últimos años se están promoviendo como grupo femenino más grande con géneros como el afrofuturismo. Por eso resulta tan satisfactorio encontrar ciencia ficción como esta, nada menos que de origen japonés y del año 1971. Se dice pronto, pero esta obra tiene casi cincuenta años.
Y la edad juega un papel importante en cómo apreciar el trabajo de esta mangaka.
Puede que sea por su estilo shojo, con esos enormes ojos, cabellos increíbles y figuras delicadas, pero ¿Quién es el 11º pasajero? no parece una historia de ciencia ficción. La obsesión de Hagio por poner en entredicho el género de cierto personaje y los dilemas de cómo se le debe tratar (uno de los puntos más problemáticos de esta historia desde un punto de vista moderno), a menudo empleados como elemento cómico, rompen bastante el ambiente de tensión y supervivencia en el que se sumergen los personajes y nos enfoca peligrosamente hacia un otome. Bueno, exagero. Pero es un temor que siempre que está ahí por lo redundante que resulta.
Y a pesar de todo esto, creo que precisamente los puntos acerca del posible romance, el género de los personajes y el estilo delicado y shojo hablan de cómo juzgamos las cosas por su portada y no su contenido.
¿Quién es el 11º pasajero? transcurre en un futuro distante, con una sociedad intergaláctica. Alumnos venidos de distintos planetas se han reunido para superar un complicado examen que les permitirá acceder a una Academia increíblemente prestigiosa. A los diez primeros que acaban la parte escrita los envían a una nave abandonada donde descubren que deben aguantar sin ayuda durante dos meses. Sin embargo… No son diez. Son once. El pánico los invade. Algunos de ellos se están jugando su futuro de la forma más literal en ese examen. ¿Y si, por ser once, les suspenden? Porque es evidente que entre ellos hay un espía o alguien que está haciendo trampas.
El protagonista principal, que tiene una intuición muy desarrollada, no logra encontrar al pasajero extra. Al final se resignan a aguantar el tiempo estipulado, sospechando unos de otros y dispuestos a saltar al mínimo error sobre quien parezca más culpable.
La vida en la nave pronto se vuelve complicada. Moto Hagio explota la ciencia ficción más allá de la gravedad cero. Los personajes deben hacer frente a una posible plaga, a explosiones cuando la nave se sale de control y al peligro de una lenta muerte cuando su nave se ve atrapada por la gravedad de una estrella y los refrigeradores dejan de funcionar con normalidad.
Por supuesto, la idea es que deban someterse a una gran tensión física y mental, porque un día puede que la necesiten si salen al espacio. A pesar de todo, se exige que aprendan a confiar los unos en los otros. Venidos de puntos opuestos del universo, con costumbres radicalmente diferentes, encontramos personajes de todas las clases sociales más que predispuestos a enfrentarse entre sí. Incluso en cierto momento llegan a intentar matarse entre ellos en un ataque de histeria.
La resolución del conflicto resulta tierna y una evidente enseñanza moral, aunque no puedo dejar de arquear las cejas por el personaje que provoca el resultado. La verdad es que Hagio falla en librarse de ciertas tendencias del shojo y del machismo. Al menos en la primera parte de la historia, donde predomina el tema de que todos los protagonistas son hombres. En teoría. Y, como adolescentes que son, están más que dispuestos a tratar de forma diferente a quien no cumple sus requisitos. Resulta un tema muy incómodo, no solo por lo que este personaje cuenta de su mundo (o su tratamiento de las mujeres), sino por cómo el resto de personajes insiste en volcar en su persona los roles sociales que les parecen más apropiados. Qué bonito que nada vaya a cambiar dentro de miles de años.
Como obra de ciencia ficción, eso sí, se trata de un manga aceptable y suave. Se encuadra claramente en un Space Opera. No encontraréis apabullantes diseños de la nave espacial ni arquitectura que os robe el aliento, como es el caso de Blame!, ni tampoco robots, grandes reflexiones sobre el transhumanismo a lo Ghost in the Shell ni tecnología más cyberpunk/apocalíptico a lo Gunnm. No, el estilo de Hagio es limpio, preciosista y trabaja más a los personajes y sus expresiones que el medio donde se desarrolla la trama. Algo excepcional en la corriente de ciencia ficción y que Hagio maneja sin problema, porque los once son perfectamente distinguibles y reconocibles. Por otra parte, los conflictos que conlleva la supervivencia se solucionan sin que nosotros podamos pensar una posible salida de antemano excepto en un par de casos porque, como digo, la trama prefiere tratar a los personajes antes que el universo.
Esto cambia un poco más en la segunda parte de la historia, cuando conocemos la Academia y también uno de los planetas de los personajes. Llegados a este punto se abandona el estilo futurista por uno que roza la fantasía, ya no solo por la forma de vestir o la estructura de las aventuras, sino por la aparición de profecías, poderes mentales y, por supuesto, reyes que parecen sacados de alguna historia mitológica. A pesar de que considero que esta segunda parte es mucho más entrañable y entretenida que la primera, ya que descarta a todos esos personajes que de todas formas la autora no tenía intención de desarrollar, y establece dinámicas más radicales e interesantes, parece un poco innecesaria.
El dilema del 11º pasajero se solventa en la primera parte, con una conclusión satisfactoria en general sobre el egoísmo, la necesidad de trabajar en grupo y crecer como personas. Cuando la historia continúa, parece muy evidente que es porque a la autora le gustó cierto personaje y decidió llevar a la pareja principal a su terreno para poder meter un poco de humor y tener una excusa para explicar todo el sistema político a unos desconocidos.
No deja de ser una pena, ya que se escoge el mundo más anodino posible, con poca tecnología, pocos poderes y una política monárquica que conocemos a la perfección de toda la vida. Eso de entre once personajes venidos de distintos puntos del universo. Había uno que venían de planetas con muchísima más gravedad, lo cual afecta a la hora de crecer y construir sociedades, otro que provenía de un lugar donde el género/sexo de las personas se desarrolla con el tiempo (un poco a lo Ursula K. Le Guin y La mano izquierda de la oscuridad. También tengo la sensación de que Tsutomu Nihei tomó la idea de los hermafroditas para su historia de este trabajo) y otro donde la mayor parte de la población carece de sexo y desarrolla un físico resistente frente a los sexuados, que mueren poco después de procrear. ¿No podría haberse saltado a un planeta donde las características forzaran a desarrollar algo más distinto… en lugar de explorar dilemas, por relevantes que sean, más típicos de una obra histórica?
Eso sí, no nos quejaremos de detalles de worldbuilding. Como ya he dicho, la parte de ciencia ficción se enfatiza un poco más en esta segunda mitad, con un extraordinario sistema de tres planetas que conviven en un eterno círculo y crean un hermoso sistema de eclipses y codependencia. El calendario que la autora presenta es apabullante y lleno de mimo.
¿Quién es el 11º pasajero? tiene un atractivo diseño gráfico gracias a Laura G. Gras. La portada, blanca y con relieve, atrae la atención no solo por su tamaño, sino porque invita a descubrir a los diferentes personajes. La traducción no da problemas, se lee muy bien y doy un aplauso por adaptar el vocabulario de cierto protagonista que habla bastante mal a un estilo castizo. Claro que la traducción de Ana María Caro ya ha probado otras veces adaptarse muy bien a personajes juveniles, lo cual refuerza su personalidad, como es el caso de Jackass! Es imposible que no sonrías al leer ciertos diálogos, os lo aseguro. La edición de Alina Shchasnovich es más que decente y la calidad, excelente. Además, al final del tomo encontraréis una breve biografía sobre Hagio muy informativa.
Una buena opción para todos aquellos que quieran adentrarse en una historia que pasa de pura tensión y aventuras a drama histórico-espacial. Es una combinación extraña, pero no deja de disfrutarse y a pesar de todos los peros, el arte de Hagio merece la pena, sus personajes son adorables y sus conflictos políticos resultan muy refinados.