En el anterior episodio de Houseki no Kuni, Phos resbaló en el agua y perdió sus brazos. Ahora, Antarc no duda en arrojarse al agua (tras dejar a Phos en un sitio más estable) para buscarlos.
Es una escena maravillosa, muy angustiante y bien hilada. Se juega no solo con la débil luz del invierno, sino con lo peligroso que es moverse bajo el agua cuando el hielo puede hacerte trizas en cualquier momento. Antarc llega a perder un miembro y lo recupera por un suspiro muy, muy estrecho. Es evidente que, si está luchado por sobrevivir, a duras penas va a encontrar los brazos de Phos. Estos, por cierto, parecen haberse disuelto porque no hay ni un resplandor… ni tampoco la suficiente iluminación para descubrirlos en caso de que aún quede algo.
Traumatizado, desconcertado por haber fallado, Antarc se deja hundir hasta que toca, literalmente, fondo. Es una escena que construye un claro paralelismo a la que contemplaremos cuando Phos encuentre sus nuevos brazos y aprenda a usarlos, al final del capítulo. No solo se repetirá el motivo del invierno, de arrojar la espada al mar o de perder algo muy importante, sino que el mar volverá a crear un abismo entre ambos. Solo que, en el caso de Antarc, será definitivo.
Es tan horrible pensar que Phos, al final por error, termina por precipitar a Antarc a su condenación. Si no hubiera perdido los brazos, no habría sido necesario ir en busca de más material y Phos habría podido correr si Antarc se lo hubiera ordenado… o podrían haberse puesto a cubierto hasta que el Maestro acudiera a ayudarlos. Y esto va a cambiarlo todo. Phos, hasta ahora, solo se dedica a Cinnabar. Pero es este hecho, el haber estado a punto de ofrecer sus brazos para obligarse a mejorar, lo que provoca que otra persona sea llevada a la Luna en su lugar. Antarc va a crear un trauma insuperable para Phos, hasta donde hemos visto, sin dejar de enfatizar su tendencia autodestructiva.
Volviendo a la serie, que Phos pierda los brazos es un accidente tan inesperado que por una vez vemos al Maestro sin palabras y con una expresión que roza el horror. Hasta se le cae un lápiz. Phos rebaja el drama al intentar decirle a Antarc que ¡no es para tanto! ¡Todo está bien! Fue culpa suya, por torpe. Y no le falta razón. Sin embargo, Antarc es un solitario, un perfeccionista. Está acostumbrado a ser responsable de sus actos, a ir a su propio ritmo. Cuando señala que no ha tenido que cuidado, que no sabe moverse en pareja, también está siendo realista. Con todo, por una vez el Maestro interviene a tiempo y evita que vaya a buscar de nuevo al mar.
Esta es una escena que dice mucho no solo de Antarc, sino del Maestro. A pesar de sus innumerables errores, se ve que con Antarc ha desarrollado una relación más personal. Sabe que necesita consuelo, un abrazo, que le digan que no es responsable de todo. A su vez, nos muestra lo muchísimo que Antarc respeta al Maestro y cómo sufre al sentir que le ha fallado. Tiene sentido, porque Antarc pasa su vida solo excepto por Kongo. Ahora que Phos forma parte de la ecuación, que todo se ha desbaratado, Antarc no sabe qué hacer ni cómo reaccionar.
Phos, por su parte, tampoco sabe bien qué decir o hacer. Se nota que no está acostumbrado a ver cómo nadie se preocupa por de esa manera por su persona, ni mucho menos que roce el llanto. Así que al final recurre a lo que está acostumbrado; a restar importancia a sus heridas, a afirmar que no pasa nada porque está acostumbrado y puede lidiar con ello. Ni siquiera cuando Kongo le recuerda que no tienen materiales para sustituir sus brazos termina de venirse abajo.
¡Y aquí, por fin, se usa bien la exposición! Phos ha perdido parte de sus recuerdos, de modo que cuando se le explica que deben ir a un lugar concreto, el sitio donde nacen las gemas, tiene sentido que deban explicárselo de cero. Algo que no debe sentar muy bien a Antarc, a pesar de que es posible que la pérdida de memoria sea debido a las piernas y no a los brazos. Sin embargo, el momento pretende aligerar y restar drama, de modo que tampoco se profundiza mucho en la situación emocional de los personajes. Se da por sentado que con un vistazo debería servirnos para comprender lo que está pasando.
Ah, la seiyuu de Phos es maravillosa. En una escena larga, caminando por la nieve, logra que nos entretengamos gracias a los resoplidos y quejidos de Phos. Es muy difícil no reírse, en especial porque aunque es evidente que le cuesta caminar, luego vemos que es capaz de seguir el paso a Antarc sin tanto problema. Así que quizá estaba intentando llamarle la atención. O puede que solo se quejara, porque está en su naturaleza. El caso es que la relación ha cambiado un poquito. Lo suficiente para que, cuando Phos cae de bruces, Antarc lo ayude. Más o menos. En cuanto Phos intenta darle las gracias, lo suelta. ¡No tiene mucho sentido echar una mano a alguien si luego vas a dejar que caiga de boca de nuevo, Antarc!
Siempre me preguntaré si Phos estaba intentando que Antarc le dirigiera la palabra. En cualquier caso, este parece demasiado afectado por sus propios errores y su tendencia a no interaccionar con nadie como para dirigirse a Phos de forma normal.
Y entonces llegan a la Roca del Clan a la enorme roca de la que proceden las gemas. La idea básica es que tras perderse en el océano durante muchísimo tiempo, los genes de los humanos terminan por subir a rocas como esta, arrastradas por la marea, donde terminan por recrear seres humanoides. ¿Que cómo hay tantísima variedad de minerales en una piedra para dar diamantes y cinabrio sin cambiar de zona o continente? Magia.
Casualidad de las casualidades, llegan a tiempo de ver cómo nace (¿o es abortado…?) uno de sus compañeros. Ya que hay menos de treinta gemas, cuando Antarc le explica a un preocupado Phos que la mayoría de los nacimientos no llegan a buen puerto, cobra sentido su escaso número. Por otra parte, es interesante que se nos muestre a los intentos de gema, porque así nos recordamos que verlas de color blanco es solo cosa de maquillaje que les enseña el Maestro. En algunas ocasiones, para protegerse (como puede ser Phos, que es muy débil) y en general por motivos que ya se han mostrado en el manga.
¿Notáis cómo se aproxima la catástrofe? Yo también. Cuando despejan la zona, solo encuentran oro y platino. Lo cual nos lleva a los Siete Tesoros y la fábula del barco de Teseo. Han acudido allí para darle brazos a Phos de criaturas que no llegaron a convertirse en gemas. Básicamente, van a crear un interesante Monstruo de Frankenstein visitando lo que es, a la vez, un cementerio y un lugar de nacimiento. Por desgracia, el oro y el platino son demasiado pesados y ni Antarc puede levantarlos. Y es, de nuevo, la capacidad de empatía de Phos (además de la necesidad de que no se pase el invierno sin brazos) lo que va a llevar a una situación digna de una tragedia griega.
Después de que hayan hecho todo este camino…
No es porque quiera algo pesado o maleable para sí mismo, sino por lástima y compasión que Phos prefiere no dejar de lado los restos que, después de todo, también pasaron milenios intentando llegar a la superficie… ¿para que simplemente queden a merced del tiempo? Sin duda se identifica con ellos por su sensación de inutilidad.
Así que Antarc prueba a injertarle un trozo. Aunque es demasiado pesado, Phos está emocionado porque ¡por fin puede que las cosas mejoren! Encima, las inclusiones no parecen rechazarle. ¿Puede que porque hayan notado su compasión o es meterse en un terreno demasiado espinoso…? En cualquier caso, al contrario que las piernas, el oro/platino que pasa a formar parte de Phos parece o bien tener personalidad propia o sincronizarse con un instinto profundo y primario de Phos.
Para empezar, como no es capaz de sostener el peso, el oro comienza a atravesar su cuerpo y a repartirse de forma más uniforme. Por la expresión de Phos y su posterior reacción, es evidente que no se trata de algo que esté provocando. Dudo que ni se le pasara por la cabeza la posibilidad.
Así pues, el oro toma el control. Y no podía ser en peor momento: el cielo se despeja y, acto seguido, aparecen los Lunarian. Antarc se hace con las riendas de la situación, casi con alivio por no tener que enfrentarse a lo que le está pasando a Phos (¿de dónde sale tanto oro? ¡Antes no había tanto oro!) y, por otro lado, el Maestro se pone en marcha para dirigirse hacia donde están las gemas.
¿Problema? Que los Lunarian han aparecido en masa frente a la escuela. Siempre me preguntaré porqué no entran a patita a llevarse a las gemas que duermen dentro, pero bueno. El caso es que esta escena pretende hacernos reflexionar. Los Lunarian no parecen, por una vez, siniestros. No tienen un aire predatorio ni similar, sino que, como en el sueño del Maestro, adoptan una actitud suplicante. Se arrodillan ante él, extienden las manos, tiran de sus ropas como si se dirigieran a un rey o a un dios.
¿Por qué?
El Maestro no se lo toma a bien, sino que interpreta que pretenden impedirle marchar. Y no solo eso:
Intentadlo cuantas veces queráis… ¡Es en vano!
Es, pues, una actitud recurrente. Y la respuesta de Kongo siempre es destruir a los Lunarian. Sean cuales sean sus motivos, está prolongando una dinámica de no comunicación…
Antarc, a su vez, surfea entre los Lunarian, aprovecha el viento contra ellos y los derrota sin mucho esfuerzo. No tiene mucho que temer a pesar de su debilidad. No de los Lunarian habituales. Este, sin embargo, es una nueva clase. Pese a serlo, Antar lo evalúa con calma, ya que Phos aún no llamó su atención —pese a que se mueve de forma extraña, el oro no debe ser suficientemente brillante para ellos—. Hasta que se le rompe la mano.
Y pasamos al Maestro, a quienes los Lunarian han detenido gracias a una trampa, que Kongo considera novedosa. A nosotros no nos debe sorprender, en vista de los nuevos tipos de Lunarian y el plan con Ventricosus. Sin embargo, no es suficiente para detenerlo. Tras la explosión que causa el poder de Kongo, volvemos con un preocupado Antarc que ha escuchado el ruido incluso a tal distancia. Esta distracción provoca que no vea a un Lunarian que logra arrebatarle la mano.
Antarc se enfada muchísimo, y no porque necesite su mano para pelear y que no lo lleven a la luna, sino porque le están robando sus recuerdos del Maestro.
Aunque está rompiéndose y probablemente la ira le impida analizar la situación, Antarc lucha bien. Pero la pelea es desesperada: está solo, tiene que recuperar su mano, y ni siquiera empuña su arma. Aun así, vence.
En lo que podríamos llamar un foreshadowing de lo que ocurrirá en unos momentos, la escena se tiñe de rojo-amaranto y la parte superior del Lunarian, como si de su cabeza se tratara, se separa del resto. Y una explosión acaba con la batalla. El siguiente plano es desgarrador. Antarc en pedazos, su espada clavada en la nieve.
A pesar de todo es una victoria, ¿cierto? Kongo se ha liberado, después de todo, así que llegará y arreglará a Antarc, como hicieron con los Amethyst.
Solo que de la nieve surge Antarc —es probable que la explosión le haya enterrado—, roto por doquier y con pocas energías, pero consciente. Qué manera de jugar con nuestros sentimientos. Incluso dice que se merece algo de crédito y se anima al pensar que el Maestro lo elogiará… aunque podría regañarle por haber peleado sin permiso.
Posibilidad que no parece entristecerle en lo más mínimo.
A grito de Phos, que ahora se encuentra en un… ¿cubo extraño? Probablemente tenga relación con la estructura cristalina del oro, que es cúbica centrada en las caras, pero escapa a mi conocimiento. Como sea, lo que llama la atención además de que sea sólido es que tiene tres ranuras que permiten que entre la luz.
Tras ver que Phos está dentro, Antarc lo… lo pica, supongo. Está tan destrozado que ni siquiera tiene ambos pies. Y se pregunta lo mismo que debemos estar dudando nosotros: ¿el estado de Phos significa que a las inclusiones les ha gustado el oro o no? Phos, en cualquier caso, no está cómodo y pide auxilio para que lo saquen de ahí. ¡Pero con delicadeza! Es enternecedor ver cómo Antarc lo intenta (¡deberías ir a buscar a Kongo, criatura, para arreglarte y poder ayudar a Phos en serio!). Es una muestra de cómo se han vuelto cercanos y también nos concede un respiro tras dos momentos realmente tensos.
Tras quejarse (Antarc tiene razón, ¿por qué tanta queja si no le duele?), Phos se calma y, aliviado, empieza a decir que se alegra de que Antarc esté bien… Y entonces una flecha separa la cabeza de Antarc de su cuerpo.
Esa escena está increíblemente bien hecha. El sonido ayuda a que sintamos el impacto, sobre todo considerando que no oíamos la banda sonora desde la explosión. La animación cambia la paleta de colores a tal velocidad que parece que el primer frame sea sólo línea. Luego el amaranto predomina en la escena y ayuda a que veamos brillar más a Antarc. Eso nos permite, a su vez, que observemos con todo detalle cómo se va rompiendo.
No solo eso, sino que se nos ofrece un contraste de reacciones entre Phos y Antarc. No solo aporta drama gracias a la composición del plano, sino que reaccionamos con la misma lentitud de Phos al comprender lo que está pasando.
Antarc, pasado el shock inicial, acepta su destino con sorprendente tranquilidad. Es más, tiene la suficiente entereza para indicarle con un gesto a Phos que guarde silencio —lo que en un principio detiene su grito, pero luego el oro tiene que tomar forma de manos para impedir que Phos revele su posición— y por si no fuera poco lo que acaba de pasar, le deja un encargo:
—Asegúrate de que el Maestro no se sienta solo… y cuida el invierno… por mí.
Los Lunarian bajan a buscar a Antarc con toda la parsimonia del mundo, mientras decenas de manos ahogan los gritos de Phos.
Mientras recogen los restos de Antarc, Phos se pregunta por qué no se mueven sus brazos. No es como cuando con los Amethyst, es que literalmente sus nuevos miembros, que se suponía iban a hacerle más fuerte, están callándolo mientras se llevan a alguien tan importante para él. ¿Miedo inconsciente de Phos o la voluntad del oro para proteger a su nuevo cuerpo?
—¡Si son parte de mí, tienen que luchar! ¡Por favor! Mi…
Un Lunarian casi se acerca a Phos, pero otro le detiene. Al final se van con los restos de Antarc en lo que parecen ser conchas enormes, dejando tras ellos su espada. Phos, tras recordar otra vez las palabras de Antarc y gritarle a sus brazos, logra por fin empezar a tomar el control porque no puede dejar que se lleven a su amigo.
Los Lunarian se dan la vuelta y el oro cambia de forma, que al principio recuerda al mercurio de Cinnabar, ya que le disparan una flecha que se hunde en el metal. Como una flor de loto, un importante símbolo budista, el oro se retira para mostrar a Phos.
Este no puede mantenerse por lo pesados que son sus brazos, pero aun así logra dar un latigazo con estos y hacer desaparecer a un Lunarian. Phos se empieza a venir abajo, con quebraduras que supuran oro y recuerdan mucho a kintsugi. Incluso cambian sus zapatos, ya que el oro crea tacones que recuerdan mucho al calzado de Antarc. Y de sus ojos brota oro, algo que será constante a partir de ahora en la serie… Lo cual crea otro paralelismo con Cinnabar.
Mientras Phos metamorfoseaba, los Lunarian han subido a su plataforma, así que para cuando Phos tiene suficiente fuerza como para moverse, disparan. Y Phos corre, coge la espada de Antarc y salta, apoyado por el oro. En la plataforma le disparan, y el escudo que hacen sus brazos lo protege, pero cae por el impacto. No sólo Phos, un par de Lunarian caen también, pero los ignora en pos de seguir al resto. Lo que debe hacer es salvar a Antarc.
Corre con rapidez, se cae, quiebra, y vuelve a correr, ya que el oro cubre las grietas.
Estos brazos nuevos son fuertes. No me di por vencido. He encontrado el coraje para superar mis límites.
Entonces, ¿por qué…?
Mientras Phos piensa en ello, el plano nos muestra en detalles sus fragmentos caer. Está cambiando, sacrificando gran parte de sí en el camino. Y aun así lo hace porque cree que necesita más el cambio, pero sigue siendo incapaz de nada. No puede salvar a alguien tan importante, pese a que ha dado tanto de sí y sus piernas son rápidas, sus brazos son fuertes.
Si eso no es descorazonador, el siguiente plano, en el que cambia la perspectiva y vemos lo lejos que están los Lunarian, lo es. La banda sonora ayuda de forma sublime.
Cuando corre hasta el borde del acantilado y no puede seguir, en un acto de desesperación se eleva y lanza la espada. Sin embargo, están demasiado lejos y Phos cae. ¿Recordáis la caída de Antarc al principio del capítulo? El paralelismo es evidente. El dolor… no tiene comparación.
Pero antes de ello, vemos al Maestro, que ha llegado (y sus ropas están destrozadas, así que su batalla no debe haber sido fácil tampoco). Phos no lo ve porque está de espaldas, pero Kongo dispara y, por un momento, pensamos que todo saldrá bien. Es a lo que nos han acostumbrado en todos estos capítulos.
Sólo que los Lunarian no se disuelven.
Kongo atrapa a Phos, que extrañamente no se quiebra más por la caída, en el torso, por ejemplo. El silencio que sigue es desolador y que Phos lo rompa culpándose es… No tiene nombre. El Maestro sólo puede afirmar y no sabe consolar a Phos, lo cual es entendible porque él también está sufriendo. Un plano nos muestra la espada de Antarc, que cayó en hielo e hizo una quebradura demasiado parecida a las manchas solares, mientras Kongo dice que ha sido su culpa.
¿Lo ha sido? ¿Es que alguien podía prever una segunda aparición de Lunarian, que no se ha dado antes ni parece que se vaya a volver a dar…?
Y termina el episodio con un ending especial, en el que vemos el invierno que acaba sin que Antarc regrese a su estanque. Es una buena combinación con la hermosa y emocional canción, Liquescimus, cantado por la seiyuu de Phos, Kurosawa Tomoyo, que hace una interpretación que transmite a la perfección los sentimientos de la letra.
El siguiente episodio será «Primavera», lo cual no es de extrañar tras el ending, donde veremos a un Phos cambiado por completo.