Aviso: Este artículo contiene spoilers de Houseki no Kuni. No sigas leyendo si no vas al día con el manga.
La Paradoja de Teseo nos plantea la siguiente pregunta: si sustituimos todas y cada una de las piezas de un objeto por otras de nuevas, ¿sigue siendo el mismo objeto?
Esta es la premisa a partir de la cual se desenvuelve el personaje de Phosphophyllite en Houseki no Kuni (The Land of the Lustrous). Si habéis estado atentos al Twitter de Mistral Chronicles estos días, ya sabréis que la autora del manga, Haruko Ichikawa, eligió una fosfofilita como su protagonista por su gran fragilidad. A pesar de ser una gema bonita y atractiva para coleccionar, su baja dureza hace que sea inútil para cualquier otra función. La pequeña sociedad en la que las gemas conviven tiene como objetivo la supervivencia y el combate contra los Lunarian, y Phos, tan poco resistente, es incapaz de luchar y protegerse. Sin embargo, la historia, el carácter y las decisiones de Phos provocan en nuestro protagonista una gran evolución… en muchos sentidos. Hoy en día, el cuerpo de Phos se encuentra formado por muchísimos materiales más allá de la fosfofilita, y su personalidad e incluso su pensamiento han dado un giro enorme al personaje que Houseki no Kuni nos presentaba en su primer capítulo.
Esto es lo que trataremos en el artículo de hoy: la evolución de Phos. Todos los personajes de Houseki no Kuni —y en general— van cambiando a lo largo de la historia. No es un cambio que sólo pueda ser físico, sino que también afecta a la personalidad, las relaciones, las ideas y la moral. Phos es quien lo lleva más lejos en todo el manga, y ahora vamos a ver por qué.
Una gema bonita, pero inútil
El inicio de Houseki no Kuni nos presenta a un Phos muy inocente y optimista. Es la gema más joven, siendo Zircon la segunda, y su aspecto refleja ese infantilismo. Su motivación es luchar contra los Lunarian junto a los demás, pero la tarea que le encomienda el Maestro Kongo (Adamant) es la de completar la enciclopedia natural, un trabajo que Phos acepta a regañadientes. Desea, más que nada, demostrar su utilidad. Con lo torpe que es, no tiene la habilidad necesaria para llevar a cabo ningún otro trabajo, y su fragilidad le hace incapaz de luchar, por muchas ganas que tenga. No sólo eso: la fosfofilita, tan verde y brillante y decorativa, es uno de los principales objetivos de los Lunarian. El propio Maestro se lo dice: para poder luchar contra ellos, tendría que ser incluso más fuerte que él mismo. Algo que resulta imposible.
Tras darse cuenta de que no puede ni sujetar una espada, abraza la enciclopedia y se propone a descubrir algo que nadie más conozca. Algo que le eleve a la categoría de los demás. Su papel en la academia pasa a ser, por tanto, el de observador e investigador.
Y así se mantiene durante un breve tiempo, hasta encontrarse con Cinnabar, la gema venenosa. Su mercurio hiere todo lo que toca: gemas, plantas, aire. A pesar de ser un combatiente excelente, es demasiado peligroso para sus compañeros, y sólo puede patrullar solo por la noche. Ese es su trabajo. Cinnabar lo odia y se odia, y pasa todo el día expuesto en las zonas de más riesgo de aparición de Lunarians, a la espera de que se lo lleven a la Luna. Eso, para una gema, equivale a la muerte.
Desconocemos la edad de Cinnabar y cuánto tiempo lleva en estas condiciones, pero, para Phos, es una idea inconcebible. Tanto que su prioridad pasa a ser encontrar un trabajo que haga feliz a Cinnabar. Encontrarle una razón para vivir. No es algo que Cinnabar le haya pedido en ningún momento y, de hecho, lo considera una pérdida de tiempo, pero Phos está decidido.
Es un mensaje que, en el punto actual de la historia, resulta todavía más descorazonador que en el momento de la muerte de Antarcticite. Phos pasó más de cien años dormido mientras asimilaba la cabeza de Lapis Lazuli, cien inviernos en los que tuvo que ser Cairngorm quien cuidó del invierno junto con el Maestro. El Maestro, al que ahora Phos ha traicionado abiertamente, intentando que todas las demás gemas lo abandonen.
Pero volvamos con Antarc. Phos consigue liberarse de su prisión y utiliza sus nuevos brazos de oro para luchar contra los Lunarian y salvarle. Su estilo de lucha recuerda al de Cinnabar, siendo el oro una sustitución de su mercurio, y no es coincidencia: es algo que seguirá perfeccionando a lo largo del invierno. A pesar de sus esfuerzos, fracasa, y Antarcticite es llevado a la Luna.
Cuando volvemos a ver a Phos, el invierno ha terminado. Su aspecto ha cambiado y recuerda al de Antarc por los tacones de oro, el pelo más corto y el arma que utilizaba para cortar el hielo. Su personalidad se ha vuelto menos risueña y entusiasta, fruto del trauma, pero se sigue reconociendo al viejo Phos en él. El cambio gordo todavía está por llegar.
Ese nuevo aspecto no es el único recuerdo de Antarc. En distintas ocasiones, Phos verá apariciones suyas (también fruto del trauma) y revivirá su muerte una y otra vez. Eso hace que sea capaz incluso de llorar —oro en vez de lágrimas, pero llorar, al fin y al cabo—, una reminiscencia de los antiguos humanos.
«Con el poder, viene la soledad»
Esta frase del Maestro describe a la perfección al nuevo Phos. Los brazos de oro han provocado toda clase de reacciones en sus compañeros, desde el miedo hasta la admiración. Tiene un encuentro con Cinnabar en el que, como temíamos, empieza a darse ese alejamiento —Phos miente diciéndole que está haciendo progresos a la hora de encontrarle un trabajo, pero Cinnabar le cala enseguida y se marcha enfadado—, y luchar ha perdido su antiguo atractivo. Ahora, en palabras del propio Phos, «sólo es trabajo peligroso».
Cuando los Lunarian lanzan un ataque, es él quien los derrota en solitario y protege a las amatistas, dándole la vuelta a sus roles en el anterior combate. No sólo eso; también toma la decisión de luchar sin descanso hasta que el Maestro despierte y se recupere del esfuerzo que le ha supuesto este invierno. Empieza a madurar. A evolucionar de forma visible para todos, incluso en los detalles más sutiles, como apunta Alexandrite poco tiempo después:
—Odio admitirlo, pero de verdad estás prestando atención. […] Incluso tu personalidad ha cambiado. Antes lo exagerabas todo.
Y empieza a plantear la teoría de la Paradoja de Teseo. Y es que cada cambio en Phos va estrechamente ligado a los miembros que va perdiendo, algo que, a su vez, nos lleva a pensar en la teoría de los Siete Tesoros del budismo chino.
¡Y hasta aquí la primera parte de este artículo! En el próximo, seguiremos los pasos de Phos empezando por su nuevo compañero, Ghost Quartz, y todo lo que formar equipo con él conllevará. Y sí, habrá más Cinnabar x Phos. Claro que lo habrá.
¡Que el viento sople a vuestro favor!
Es un mensaje que, en el punto actual de la historia, resulta todavía más descorazonador que en el momento de la muerte de Antarcticite. Phos pasó más de cien años dormido mientras asimilaba la cabeza de Lapis Lazuli, cien inviernos en los que tuvo que ser Cairngorm quien cuidó del invierno junto con el Maestro. El Maestro, al que ahora Phos ha traicionado abiertamente, intentando que todas las demás gemas lo abandonen.
Pero volvamos con Antarc. Phos consigue liberarse de su prisión y utiliza sus nuevos brazos de oro para luchar contra los Lunarian y salvarle. Su estilo de lucha recuerda al de Cinnabar, siendo el oro una sustitución de su mercurio, y no es coincidencia: es algo que seguirá perfeccionando a lo largo del invierno. A pesar de sus esfuerzos, fracasa, y Antarcticite es llevado a la Luna.
Cuando volvemos a ver a Phos, el invierno ha terminado. Su aspecto ha cambiado y recuerda al de Antarc por los tacones de oro, el pelo más corto y el arma que utilizaba para cortar el hielo. Su personalidad se ha vuelto menos risueña y entusiasta, fruto del trauma, pero se sigue reconociendo al viejo Phos en él. El cambio gordo todavía está por llegar.
Ese nuevo aspecto no es el único recuerdo de Antarc. En distintas ocasiones, Phos verá apariciones suyas (también fruto del trauma) y revivirá su muerte una y otra vez. Eso hace que sea capaz incluso de llorar —oro en vez de lágrimas, pero llorar, al fin y al cabo—, una reminiscencia de los antiguos humanos.
«Con el poder, viene la soledad»
Esta frase del Maestro describe a la perfección al nuevo Phos. Los brazos de oro han provocado toda clase de reacciones en sus compañeros, desde el miedo hasta la admiración. Tiene un encuentro con Cinnabar en el que, como temíamos, empieza a darse ese alejamiento —Phos miente diciéndole que está haciendo progresos a la hora de encontrarle un trabajo, pero Cinnabar le cala enseguida y se marcha enfadado—, y luchar ha perdido su antiguo atractivo. Ahora, en palabras del propio Phos, «sólo es trabajo peligroso».
Cuando los Lunarian lanzan un ataque, es él quien los derrota en solitario y protege a las amatistas, dándole la vuelta a sus roles en el anterior combate. No sólo eso; también toma la decisión de luchar sin descanso hasta que el Maestro despierte y se recupere del esfuerzo que le ha supuesto este invierno. Empieza a madurar. A evolucionar de forma visible para todos, incluso en los detalles más sutiles, como apunta Alexandrite poco tiempo después:
—Odio admitirlo, pero de verdad estás prestando atención. […] Incluso tu personalidad ha cambiado. Antes lo exagerabas todo.
Y empieza a plantear la teoría de la Paradoja de Teseo. Y es que cada cambio en Phos va estrechamente ligado a los miembros que va perdiendo, algo que, a su vez, nos lleva a pensar en la teoría de los Siete Tesoros del budismo chino.
¡Y hasta aquí la primera parte de este artículo! En el próximo, seguiremos los pasos de Phos empezando por su nuevo compañero, Ghost Quartz, y todo lo que formar equipo con él conllevará. Y sí, habrá más Cinnabar x Phos. Claro que lo habrá.
¡Que el viento sople a vuestro favor!
—Q-quiero que me ayudes.
—No.
—Va… Vale. ¡Entonces te encontraré un trabajo mucho más divertido que las patrullas nocturnas! ¡Un trabajo que sólo tú puedas hacer! ¡En serio! ¡Ya lo verás! ¡Tan sólo deja de decir que vas a ir a la Luna! ¿De acuerdo?
Pero tanto encontrar una tarea para Cinnabar como la enciclopedia quedan de lado cuando, en un fatídico encuentro con Diamond y Bortz y los Lunarian dejan caer un caracol gigante que devora a Phos.
En el océano: Ventricosus
Resulta curioso cómo, a pesar de que Ventricosus se come literalmente a Phos, le engaña y le traiciona, éste es incapaz de culparle. Ni siquiera de juzgarle.
Al liberar a Phos y adoptar la forma de un simpático y nada sospechoso caracolito, Ventricosus establece con él un vínculo telepático mediante el cual pueden comunicarse. Así, Phos descubre acerca del reino de Admirabilis, que se encuentra en el fondo del océano y del cual su nuevo amigo es monarca. El océano, donde quizás Cinnabar podría encontrar un trabajo que le hiciera feliz.
Phos desobedece al Maestro y a Rutile y se mete en el agua sin permiso, corriendo un gran peligro. Peligro que se confirma cuando Ventricosus le entrega a los Lunarian a cambio de su hermano, el rey Aculeatus de Admirabilis. Pero cuando éste hace acto de aparición y revela los verdaderos motivos de Ventricosus —que toda su familia había sido secuestrada y torturada hasta la locura por los habitantes de la Luna—, Phos dice lo siguiente:
—Qué injusto. ¿Cómo se supone que debo enfadarme contigo después de escuchar todo esto? […] No toquéis a Cinnabar.
«No toquéis a Cinnabar, pero podéis llevarme a mí.»
Los Lunarian pedían otra gema a Ventricosus a cambio de Aculeatus, pero los remordimientos le atacan en el peor momento y se niega, salvando a Phos. Y es que, utilizándole sin más de esa manera, Ventricosus siente que no es distinta a las criaturas que destruyeron a su familia. Eso es lo único que salva a Phos de la muerte.
Pero resaltemos el perdón. Ya no se trata sólo de él mismo o de Cinnabar, sino de empatizar con Ventricosus a pesar de lo ocurrido. Phos es inocente y puede parecer idiota y ridículo en muchas ocasiones, pero luego nos sorprende con diálogos como este:
—No tengo el poder para hacértelo pagar y, al contrario que tú, no sé idear planes inteligentes con los que salvar a mis compañeros. Agh, ¿qué he estado haciendo todo este tiempo? Hoy cumplo trescientos años. Y tú eres genial, a pesar de que estoy seguro de que eres mucho más joven que yo.
¿Sabiduría? ¿Madurez? No son rasgos que Phos haya demostrado antes, y sin embargo ahí están. El encuentro con Ventricosus, a pesar de culminar con la pérdida de sus piernas y de un tercio de sus recuerdos, es lo que detona la evolución de nuestro protagonista.
Y vamos a fijarnos en cierto detalle: cumple trescientos años. De acuerdo, sí, las gemas son prácticamente inmortales y el tiempo pasa en un suspiro, y Phos, en concreto, es la más joven, pero… se ha pasado trescientos años sin hacer nada en absoluto. Sin tener ningún propósito en la vida, sin trabajar, sin madurar lo más mínimo. Ha empezado ahora, en este preciso instante.
Por eso una lástima que todo lo ocurrido en el océano vaya a desaparecer de su memoria, incluida la leyenda que empieza a acercarnos a la verdadera naturaleza de los Lunarian, así como de las gemas y de los Admirabilis: carne, hueso y espíritu.
De poder recordar a Ventricosus y el sacrificio que hizo por Cinnabar —y el propio Ventricosus por su familia, salvándole a él en el último momento—, las cosas podrían haber sido muy diferentes. Por ejemplo, tendría en cuenta que entendió cómo se sentían los Admirabilis, y eso le habría ayudado más tarde a, quizá, comprende unpoco más a los Lunarian. Y a Cinnabar, en especial, que se siente tan aislado como el propio Phos.
Pero… ¿de verdad lo olvida todo?
Hay algo que sí que consigue retener: en el océano, a pesar de todo, no hay trabajo para Cinnabar. Al menos conserva las fuerzas para comunicárselo en persona antes de acabar en la enfermería, destrozado e incapaz de recuperar las partes perdidas.
Por suerte, Ventricosus no se marchó sin hacerle un último regalo: unas piernas de ágata. De su propio caparazón y del de su hermano.
Al haber olvidado estos acontecimientos, la personalidad de Phos no se ve muy afectada ni aprende a partir de su experiencia. Pero el Maestro, furioso por su desobediencia, le prohíbe volver a trabajar en la enciclopedia, y Phos pierde su oportunidad de demostrar su valía. Su papel en la sociedad de las gemas. Vuelve a retroceder, vuelve a ser ese Phos sin propósito que no había hecho nada durante trescientos largos años. Ichikawa nos plantea con esto lo siguiente: ¿se puede existir de verdad sin ocupar un rol social? Phos, desempleado otra vez, siente que no. Es lo mismo que le ocurre a Cinnabar, en cierto modo, que vive aparte de esa sociedad y se comporta, por tanto como «si no existiera.»
Pero no es algo en lo que Phos vaya a detenerse a profundizar. Como ya hemos dicho, recuerda demasiado poco como para darse cuenta de todo esto. Además, pronto encontrará otro trabajo.
Porque sus nuevas piernas son muy, muy rápidas y resistentes… ¿Quizás podría aprovecharlas para luchar contra los Lunarian?
Los primeros compañeros
No. La respuesta es no.
La constitución de Phos no ha cambiado; sólo sus piernas. Sigue siendo igual de peligroso dejarle luchar, tanto para él como para sus compañeros, que tendrían que estar atentos en todo momento de que no se rompa y se lo lleven. Pero Phos insiste. Su encuentro con Yellow Diamond hace que por fin exprese por qué quiere luchar, qué hace que valga tanto la pena arriesgar su vida una y otra vez, la suya y la de todos: el Maestro.
—¡Es porque quiero al Maestro y quiero ayudar!
Gracias a esa reflexión, a este se le ocurre una tercera opción: una suerte de período de prueba. Sus compañeros, las amatistas gemelas.
Amethyst 84 y Amethyst 33, diestros en el combate con espada, aceptan a Phos con entusiasmo. Pero no debemos pasar por alto cierto detalle: ellos no le necesitan. Ya se tienen el uno al otro. Todas las gemas tienen ya a un compañero —incluso Yellow, a pesar de todo—, y los próximos compañeros de Phos tampoco van a necesitarle a él. ¿Antarcticite? Siempre ha tenido al Maestro. ¿Bortz? A Dia; sólo quiere unirse a él para medir su fuerza. ¿Ghost y Cairngorm? A Lapis.
¿Quién es la única gema que nunca ha tenido un compañero y que necesita de verdad a Phos? Exacto: Cinnabar.
Pero ya profundizaremos en eso en la segunda parte de este artículo. Ahora volvamos con las amatistas. ¿Cómo es el primer día de Phos? En una palabra: agotador, y pide a Rutile que «le permita una larga recuperación por ansiedad y estrés.» ¿Tanto entusiasmo para esto, Phos? ¡Si no ha aparecido un solo Lunarian!
La situación se mantiene los siguientes tres días, igual de tranquilos, hasta que se acostumbra. Entonces, como no puede ser de otra manera, es cuando los Lunarian atacan.
De no haber sido por las apariciones de Bortz —tan puntual como siempre— y del Maestro, ambas amatistas habrían acabado en la Luna. Eso es lo primero que el diamante le echa en cara a Phos, que se había quedado atrás, petrificado de miedo.
En su primer combate, incluso a pesar de ser más fuerte que antes, Phos no ha sido capaz de hacer nada. Nada en absoluto. Sus compañeros podrían haber muerto ante sus ojos. Las amatistas no se lo echan en cara; es más, reconocen haber querido lucirse ante su nuevo camarada y haber bajado la guardia, pero para Phos no es excusa. Abrumado por la impotencia y la culpa, huye en mitad de la noche.
Es realmente incapaz de luchar.
El largo invierno
Antarcticite será la primera gema a la que Phos —y, dicho sea de paso, el lector— verá morir. Más que eso, tendrá un final injusto consecuencia de los errores de Phos.
Todavía sintiéndose culpable por lo ocurrido con Amethysts, Phos no se ve capaz de hibernar junto a las demás gemas, lo cual le lleva a tener que trabajar durante el invierno. Ante la falta de luz solar, tan sólo mantenerse en pie ya es toda una hazaña, y es por es que, hasta entonces, esa tarea era responsabilidad del Maestro y de Antarcticite, que sólo puede volverse sólido cuando bajan las temperaturas.
Phos y Antarc tardan un tiempo en aprender a congeniar. Acostumbrado a estar siempre sólo con el Maestro, Antarcticite es difícil de tratar. La propia autora lo describe en sus drammatis personae como un niño mimado, un «hijo único», pero poco a poco se irá abriendo. Tienen en común su baja dureza, pero les distancia su forma de ver las cosas. Al principio, al menos.
Phos agradece que Antarc comparta su trabajo con él, pero el serrar los bloques de hielo le resulta agotador. Ante eso, él le da una valiosa lección:
—Eso es porque sólo haces lo que puedes.
—Las cosas que puedo hacer, las hago lo mejor que puedo.
—Entonces nunca podrás hacer nada más que eso.
Esas palabras consiguen motivar más a Phos, que empieza a esforzarse con el hielo. Sin embargo, aparece un nuevo inconveniente, y es que el hielo empieza a hablar literalmente con él. Algo que no le ocurre a nadie más. Recuerda un poco a cómo se comunicaba con Ventricosus, pero lo único que le transmite a Phos son quejidos: «duele», «basta», «parad». El Maestro le asegura que no tiene de qué preocuparse, pero un desafortunado comentario hace que Phos siga prestándoles atención: ¿y si sus brazos fuesen tan fuertes como sus piernas?
¿Y si permitiera al hielo comerle los brazos?
Perder las piernas supuso una mejora, ¿por qué no los brazos?
—Si esperas a la primavera, Cinn va a…
Con eso, el hielo tienta a Phos y casi logra convencerle. Pero, al echarse hacia atrás, resbala y cae al agua. Cuando Antarc consigue rescatarle, no queda ni rastro de sus brazos.
Antarc asume la responsabilidad cuando Phos pierde los brazos. Intenta recuperarlos, pero no tiene éxito. ¿Alguna vez se habrá preocupado tanto por alguien que no es sí mismo o su Maestro? Difícilmente. A recomendación de Kongo, van juntos a la Playa de los Comienzos, donde se forman las gemas y podrían conseguir algo de fosfofilita para restaurar los miembros perdidos. Sin embargo, sólo encuentran oro y plata.
De pronto, ese mismo oro se adhiere a los hombros de Phos y forma una caja que le encierra dentro. Y, para rematar, aparecen los Lunarian a atacar a Antarc. Completamente impotente, Phos ve cómo su compañero es destruido y llevado a la Luna. Lo único que deja atrás es un pie y una mano, y sus últimas palabras para Phos:
—No quiero que el Maestro se quede solo, así que cuida del invierno por mí.
Es un mensaje que, en el punto actual de la historia, resulta todavía más descorazonador que en el momento de la muerte de Antarcticite. Phos pasó más de cien años dormido mientras asimilaba la cabeza de Lapis Lazuli, cien inviernos en los que tuvo que ser Cairngorm quien cuidó del invierno junto con el Maestro. El Maestro, al que ahora Phos ha traicionado abiertamente, intentando que todas las demás gemas lo abandonen.
Pero volvamos con Antarc. Phos consigue liberarse de su prisión y utiliza sus nuevos brazos de oro para luchar contra los Lunarian y salvarle. Su estilo de lucha recuerda al de Cinnabar, siendo el oro una sustitución de su mercurio, y no es coincidencia: es algo que seguirá perfeccionando a lo largo del invierno. A pesar de sus esfuerzos, fracasa, y Antarcticite es llevado a la Luna.
Cuando volvemos a ver a Phos, el invierno ha terminado. Su aspecto ha cambiado y recuerda al de Antarc por los tacones de oro, el pelo más corto y el arma que utilizaba para cortar el hielo. Su personalidad se ha vuelto menos risueña y entusiasta, fruto del trauma, pero se sigue reconociendo al viejo Phos en él. El cambio gordo todavía está por llegar.
Ese nuevo aspecto no es el único recuerdo de Antarc. En distintas ocasiones, Phos verá apariciones suyas (también fruto del trauma) y revivirá su muerte una y otra vez. Eso hace que sea capaz incluso de llorar —oro en vez de lágrimas, pero llorar, al fin y al cabo—, una reminiscencia de los antiguos humanos.
«Con el poder, viene la soledad»
Esta frase del Maestro describe a la perfección al nuevo Phos. Los brazos de oro han provocado toda clase de reacciones en sus compañeros, desde el miedo hasta la admiración. Tiene un encuentro con Cinnabar en el que, como temíamos, empieza a darse ese alejamiento —Phos miente diciéndole que está haciendo progresos a la hora de encontrarle un trabajo, pero Cinnabar le cala enseguida y se marcha enfadado—, y luchar ha perdido su antiguo atractivo. Ahora, en palabras del propio Phos, «sólo es trabajo peligroso».
Cuando los Lunarian lanzan un ataque, es él quien los derrota en solitario y protege a las amatistas, dándole la vuelta a sus roles en el anterior combate. No sólo eso; también toma la decisión de luchar sin descanso hasta que el Maestro despierte y se recupere del esfuerzo que le ha supuesto este invierno. Empieza a madurar. A evolucionar de forma visible para todos, incluso en los detalles más sutiles, como apunta Alexandrite poco tiempo después:
—Odio admitirlo, pero de verdad estás prestando atención. […] Incluso tu personalidad ha cambiado. Antes lo exagerabas todo.
Y empieza a plantear la teoría de la Paradoja de Teseo. Y es que cada cambio en Phos va estrechamente ligado a los miembros que va perdiendo, algo que, a su vez, nos lleva a pensar en la teoría de los Siete Tesoros del budismo chino.
¡Y hasta aquí la primera parte de este artículo! En el próximo, seguiremos los pasos de Phos empezando por su nuevo compañero, Ghost Quartz, y todo lo que formar equipo con él conllevará. Y sí, habrá más Cinnabar x Phos. Claro que lo habrá.
¡Que el viento sople a vuestro favor!
—Q-quiero que me ayudes.
—No.
—Va… Vale. ¡Entonces te encontraré un trabajo mucho más divertido que las patrullas nocturnas! ¡Un trabajo que sólo tú puedas hacer! ¡En serio! ¡Ya lo verás! ¡Tan sólo deja de decir que vas a ir a la Luna! ¿De acuerdo?
Pero tanto encontrar una tarea para Cinnabar como la enciclopedia quedan de lado cuando, en un fatídico encuentro con Diamond y Bortz y los Lunarian dejan caer un caracol gigante que devora a Phos.
En el océano: Ventricosus
Resulta curioso cómo, a pesar de que Ventricosus se come literalmente a Phos, le engaña y le traiciona, éste es incapaz de culparle. Ni siquiera de juzgarle.
Al liberar a Phos y adoptar la forma de un simpático y nada sospechoso caracolito, Ventricosus establece con él un vínculo telepático mediante el cual pueden comunicarse. Así, Phos descubre acerca del reino de Admirabilis, que se encuentra en el fondo del océano y del cual su nuevo amigo es monarca. El océano, donde quizás Cinnabar podría encontrar un trabajo que le hiciera feliz.
Phos desobedece al Maestro y a Rutile y se mete en el agua sin permiso, corriendo un gran peligro. Peligro que se confirma cuando Ventricosus le entrega a los Lunarian a cambio de su hermano, el rey Aculeatus de Admirabilis. Pero cuando éste hace acto de aparición y revela los verdaderos motivos de Ventricosus —que toda su familia había sido secuestrada y torturada hasta la locura por los habitantes de la Luna—, Phos dice lo siguiente:
—Qué injusto. ¿Cómo se supone que debo enfadarme contigo después de escuchar todo esto? […] No toquéis a Cinnabar.
«No toquéis a Cinnabar, pero podéis llevarme a mí.»
Los Lunarian pedían otra gema a Ventricosus a cambio de Aculeatus, pero los remordimientos le atacan en el peor momento y se niega, salvando a Phos. Y es que, utilizándole sin más de esa manera, Ventricosus siente que no es distinta a las criaturas que destruyeron a su familia. Eso es lo único que salva a Phos de la muerte.
Pero resaltemos el perdón. Ya no se trata sólo de él mismo o de Cinnabar, sino de empatizar con Ventricosus a pesar de lo ocurrido. Phos es inocente y puede parecer idiota y ridículo en muchas ocasiones, pero luego nos sorprende con diálogos como este:
—No tengo el poder para hacértelo pagar y, al contrario que tú, no sé idear planes inteligentes con los que salvar a mis compañeros. Agh, ¿qué he estado haciendo todo este tiempo? Hoy cumplo trescientos años. Y tú eres genial, a pesar de que estoy seguro de que eres mucho más joven que yo.
¿Sabiduría? ¿Madurez? No son rasgos que Phos haya demostrado antes, y sin embargo ahí están. El encuentro con Ventricosus, a pesar de culminar con la pérdida de sus piernas y de un tercio de sus recuerdos, es lo que detona la evolución de nuestro protagonista.
Y vamos a fijarnos en cierto detalle: cumple trescientos años. De acuerdo, sí, las gemas son prácticamente inmortales y el tiempo pasa en un suspiro, y Phos, en concreto, es la más joven, pero… se ha pasado trescientos años sin hacer nada en absoluto. Sin tener ningún propósito en la vida, sin trabajar, sin madurar lo más mínimo. Ha empezado ahora, en este preciso instante.
Por eso una lástima que todo lo ocurrido en el océano vaya a desaparecer de su memoria, incluida la leyenda que empieza a acercarnos a la verdadera naturaleza de los Lunarian, así como de las gemas y de los Admirabilis: carne, hueso y espíritu.
De poder recordar a Ventricosus y el sacrificio que hizo por Cinnabar —y el propio Ventricosus por su familia, salvándole a él en el último momento—, las cosas podrían haber sido muy diferentes. Por ejemplo, tendría en cuenta que entendió cómo se sentían los Admirabilis, y eso le habría ayudado más tarde a, quizá, comprende unpoco más a los Lunarian. Y a Cinnabar, en especial, que se siente tan aislado como el propio Phos.
Pero… ¿de verdad lo olvida todo?
Hay algo que sí que consigue retener: en el océano, a pesar de todo, no hay trabajo para Cinnabar. Al menos conserva las fuerzas para comunicárselo en persona antes de acabar en la enfermería, destrozado e incapaz de recuperar las partes perdidas.
Por suerte, Ventricosus no se marchó sin hacerle un último regalo: unas piernas de ágata. De su propio caparazón y del de su hermano.
Al haber olvidado estos acontecimientos, la personalidad de Phos no se ve muy afectada ni aprende a partir de su experiencia. Pero el Maestro, furioso por su desobediencia, le prohíbe volver a trabajar en la enciclopedia, y Phos pierde su oportunidad de demostrar su valía. Su papel en la sociedad de las gemas. Vuelve a retroceder, vuelve a ser ese Phos sin propósito que no había hecho nada durante trescientos largos años. Ichikawa nos plantea con esto lo siguiente: ¿se puede existir de verdad sin ocupar un rol social? Phos, desempleado otra vez, siente que no. Es lo mismo que le ocurre a Cinnabar, en cierto modo, que vive aparte de esa sociedad y se comporta, por tanto como «si no existiera.»
Pero no es algo en lo que Phos vaya a detenerse a profundizar. Como ya hemos dicho, recuerda demasiado poco como para darse cuenta de todo esto. Además, pronto encontrará otro trabajo.
Porque sus nuevas piernas son muy, muy rápidas y resistentes… ¿Quizás podría aprovecharlas para luchar contra los Lunarian?
Los primeros compañeros
No. La respuesta es no.
La constitución de Phos no ha cambiado; sólo sus piernas. Sigue siendo igual de peligroso dejarle luchar, tanto para él como para sus compañeros, que tendrían que estar atentos en todo momento de que no se rompa y se lo lleven. Pero Phos insiste. Su encuentro con Yellow Diamond hace que por fin exprese por qué quiere luchar, qué hace que valga tanto la pena arriesgar su vida una y otra vez, la suya y la de todos: el Maestro.
—¡Es porque quiero al Maestro y quiero ayudar!
Gracias a esa reflexión, a este se le ocurre una tercera opción: una suerte de período de prueba. Sus compañeros, las amatistas gemelas.
Amethyst 84 y Amethyst 33, diestros en el combate con espada, aceptan a Phos con entusiasmo. Pero no debemos pasar por alto cierto detalle: ellos no le necesitan. Ya se tienen el uno al otro. Todas las gemas tienen ya a un compañero —incluso Yellow, a pesar de todo—, y los próximos compañeros de Phos tampoco van a necesitarle a él. ¿Antarcticite? Siempre ha tenido al Maestro. ¿Bortz? A Dia; sólo quiere unirse a él para medir su fuerza. ¿Ghost y Cairngorm? A Lapis.
¿Quién es la única gema que nunca ha tenido un compañero y que necesita de verdad a Phos? Exacto: Cinnabar.
Pero ya profundizaremos en eso en la segunda parte de este artículo. Ahora volvamos con las amatistas. ¿Cómo es el primer día de Phos? En una palabra: agotador, y pide a Rutile que «le permita una larga recuperación por ansiedad y estrés.» ¿Tanto entusiasmo para esto, Phos? ¡Si no ha aparecido un solo Lunarian!
La situación se mantiene los siguientes tres días, igual de tranquilos, hasta que se acostumbra. Entonces, como no puede ser de otra manera, es cuando los Lunarian atacan.
De no haber sido por las apariciones de Bortz —tan puntual como siempre— y del Maestro, ambas amatistas habrían acabado en la Luna. Eso es lo primero que el diamante le echa en cara a Phos, que se había quedado atrás, petrificado de miedo.
En su primer combate, incluso a pesar de ser más fuerte que antes, Phos no ha sido capaz de hacer nada. Nada en absoluto. Sus compañeros podrían haber muerto ante sus ojos. Las amatistas no se lo echan en cara; es más, reconocen haber querido lucirse ante su nuevo camarada y haber bajado la guardia, pero para Phos no es excusa. Abrumado por la impotencia y la culpa, huye en mitad de la noche.
Es realmente incapaz de luchar.
El largo invierno
Antarcticite será la primera gema a la que Phos —y, dicho sea de paso, el lector— verá morir. Más que eso, tendrá un final injusto consecuencia de los errores de Phos.
Todavía sintiéndose culpable por lo ocurrido con Amethysts, Phos no se ve capaz de hibernar junto a las demás gemas, lo cual le lleva a tener que trabajar durante el invierno. Ante la falta de luz solar, tan sólo mantenerse en pie ya es toda una hazaña, y es por es que, hasta entonces, esa tarea era responsabilidad del Maestro y de Antarcticite, que sólo puede volverse sólido cuando bajan las temperaturas.
Phos y Antarc tardan un tiempo en aprender a congeniar. Acostumbrado a estar siempre sólo con el Maestro, Antarcticite es difícil de tratar. La propia autora lo describe en sus drammatis personae como un niño mimado, un «hijo único», pero poco a poco se irá abriendo. Tienen en común su baja dureza, pero les distancia su forma de ver las cosas. Al principio, al menos.
Phos agradece que Antarc comparta su trabajo con él, pero el serrar los bloques de hielo le resulta agotador. Ante eso, él le da una valiosa lección:
—Eso es porque sólo haces lo que puedes.
—Las cosas que puedo hacer, las hago lo mejor que puedo.
—Entonces nunca podrás hacer nada más que eso.
Esas palabras consiguen motivar más a Phos, que empieza a esforzarse con el hielo. Sin embargo, aparece un nuevo inconveniente, y es que el hielo empieza a hablar literalmente con él. Algo que no le ocurre a nadie más. Recuerda un poco a cómo se comunicaba con Ventricosus, pero lo único que le transmite a Phos son quejidos: «duele», «basta», «parad». El Maestro le asegura que no tiene de qué preocuparse, pero un desafortunado comentario hace que Phos siga prestándoles atención: ¿y si sus brazos fuesen tan fuertes como sus piernas?
¿Y si permitiera al hielo comerle los brazos?
Perder las piernas supuso una mejora, ¿por qué no los brazos?
—Si esperas a la primavera, Cinn va a…
Con eso, el hielo tienta a Phos y casi logra convencerle. Pero, al echarse hacia atrás, resbala y cae al agua. Cuando Antarc consigue rescatarle, no queda ni rastro de sus brazos.
Antarc asume la responsabilidad cuando Phos pierde los brazos. Intenta recuperarlos, pero no tiene éxito. ¿Alguna vez se habrá preocupado tanto por alguien que no es sí mismo o su Maestro? Difícilmente. A recomendación de Kongo, van juntos a la Playa de los Comienzos, donde se forman las gemas y podrían conseguir algo de fosfofilita para restaurar los miembros perdidos. Sin embargo, sólo encuentran oro y plata.
De pronto, ese mismo oro se adhiere a los hombros de Phos y forma una caja que le encierra dentro. Y, para rematar, aparecen los Lunarian a atacar a Antarc. Completamente impotente, Phos ve cómo su compañero es destruido y llevado a la Luna. Lo único que deja atrás es un pie y una mano, y sus últimas palabras para Phos:
—No quiero que el Maestro se quede solo, así que cuida del invierno por mí.
Es un mensaje que, en el punto actual de la historia, resulta todavía más descorazonador que en el momento de la muerte de Antarcticite. Phos pasó más de cien años dormido mientras asimilaba la cabeza de Lapis Lazuli, cien inviernos en los que tuvo que ser Cairngorm quien cuidó del invierno junto con el Maestro. El Maestro, al que ahora Phos ha traicionado abiertamente, intentando que todas las demás gemas lo abandonen.
Pero volvamos con Antarc. Phos consigue liberarse de su prisión y utiliza sus nuevos brazos de oro para luchar contra los Lunarian y salvarle. Su estilo de lucha recuerda al de Cinnabar, siendo el oro una sustitución de su mercurio, y no es coincidencia: es algo que seguirá perfeccionando a lo largo del invierno. A pesar de sus esfuerzos, fracasa, y Antarcticite es llevado a la Luna.
Cuando volvemos a ver a Phos, el invierno ha terminado. Su aspecto ha cambiado y recuerda al de Antarc por los tacones de oro, el pelo más corto y el arma que utilizaba para cortar el hielo. Su personalidad se ha vuelto menos risueña y entusiasta, fruto del trauma, pero se sigue reconociendo al viejo Phos en él. El cambio gordo todavía está por llegar.
Ese nuevo aspecto no es el único recuerdo de Antarc. En distintas ocasiones, Phos verá apariciones suyas (también fruto del trauma) y revivirá su muerte una y otra vez. Eso hace que sea capaz incluso de llorar —oro en vez de lágrimas, pero llorar, al fin y al cabo—, una reminiscencia de los antiguos humanos.
«Con el poder, viene la soledad»
Esta frase del Maestro describe a la perfección al nuevo Phos. Los brazos de oro han provocado toda clase de reacciones en sus compañeros, desde el miedo hasta la admiración. Tiene un encuentro con Cinnabar en el que, como temíamos, empieza a darse ese alejamiento —Phos miente diciéndole que está haciendo progresos a la hora de encontrarle un trabajo, pero Cinnabar le cala enseguida y se marcha enfadado—, y luchar ha perdido su antiguo atractivo. Ahora, en palabras del propio Phos, «sólo es trabajo peligroso».
Cuando los Lunarian lanzan un ataque, es él quien los derrota en solitario y protege a las amatistas, dándole la vuelta a sus roles en el anterior combate. No sólo eso; también toma la decisión de luchar sin descanso hasta que el Maestro despierte y se recupere del esfuerzo que le ha supuesto este invierno. Empieza a madurar. A evolucionar de forma visible para todos, incluso en los detalles más sutiles, como apunta Alexandrite poco tiempo después:
—Odio admitirlo, pero de verdad estás prestando atención. […] Incluso tu personalidad ha cambiado. Antes lo exagerabas todo.
Y empieza a plantear la teoría de la Paradoja de Teseo. Y es que cada cambio en Phos va estrechamente ligado a los miembros que va perdiendo, algo que, a su vez, nos lleva a pensar en la teoría de los Siete Tesoros del budismo chino.
¡Y hasta aquí la primera parte de este artículo! En el próximo, seguiremos los pasos de Phos empezando por su nuevo compañero, Ghost Quartz, y todo lo que formar equipo con él conllevará. Y sí, habrá más Cinnabar x Phos. Claro que lo habrá.