Analizando Berserk. Capítulo 22: El dueño de la espada (I)

¡Seguimos con Berserk! Aquí podéis leer el último capítulo y aquí encontraréis todos los ensayos que hemos hecho sobre esta historia.

Dicho esto, ¡vamos allá!


Con la promesa de una muerte inevitable en el horizonte, Berserk empieza a enfilar la historia de Griffith hacia un camino más oscuro. El capítulo abre con una monísima panorámica del castillo de Wyndham, prueba de lo mucho que va a mejorar Miura en el futuro representando arquitectura. Dos nobles debaten lo que le ha ocurrido a Griffith. Claramente, son incrédulos y  creen que la Banda está mitificando un encontronazo duro para ganar más fama. A lo largo de la historia veremos a quienes engrosan las filas de la única religión institucional de Berserk, negándose a aceptar a trols, brujas y hadas a pesar de que aparezcan en su misma cara. Aquí, al menos, tienen la excusa de que no han visto a Zodd.

Pero, bestias míticas o no, la Banda sigue cumpliendo sus objetivos mientras la aristocracia no mueve un dedo. Luego, en toda su mezquindad y convencidos de que están amparados en el poder de su sangre, los nobles no dudan en plantar cara a un herido Guts. La forma en que este les desprecia, hiere y justifica su «torpeza» con sus heridas es, simplemente, hermosa.  Poco efectiva, porque al final lo que funciona es asesinar con la mirada al imbécil que decide matarte porque le has dado un pisotón con tu muleta, pero igualmente hermosa.

Con todo… no puedo dejar de notar que Miura cae en, uh, ideas incómodas.

Me explico.

Su forma de representar a una aristocracia inútil es feminizándola. Esos morritos que tiene uno de los nobles, esa forma de caer con las rodillas juntas, esa, ejem, ~cobardía~ ante un verdadero hombre que ha probado la sangre… Son ideas que han utilizado todos los historiadores, críticos sociales, clérigos y políticos para explicar la corrupción de sus tiempos. Los hombres que se dedican más a la política y a la moda que se feminizan abandonan la virilidad que debería corresponderles. En consecuencia, arrastran a su civilización a la decadencia.

Cosa que, eh… Ya. Decídselo a los atildados romanos que dominaban el Mediterráneo, o a los perfumados persas que controlaron un gigantesco imperio, o…

Vamos, que no.

Tristemente, es una idea muy prevalente en la fantasía y la ciencia ficción. Dune es uno de los principales culpables que se me vienen a la cabeza, pero ni Canción de Hielo y Fuego ni otros títulos semejantes se libran de ello. Os dejo un artículo muy interesante por aquí por si queréis leer del tema.

Volviendo al manga… Después de este encontronazo, Guts se dirige a lo que claramente es una iglesia (románica), pero que se va a presentar como un hospital donde se ha ingresado a Griffith. Lo cual es muy raro porque… porque siendo un noble debería tener una casa donde lo atendieran médicos. Pero bueno, que allí rondan los principales miembros de la Banda del Halcón, expulsados del recinto porque Griffith está lidiando con visitas aristocráticas muy interesadas en arrimar el codo y conseguir su amistad. De hecho, uno de estos hombres ha debido poner a sus guardias en la puerta para que no les molesten. Que no permitan pasar a nobles menores dice mucho de lo que la aristocracia piensa de la Banda del Halcón.

Entre tanto, hay un momento tenso entre Casca y Guts. Judeau que, no lo olvidemos, está colado por Casca, tiene los suficientes dos dedos de frente para no defender lo indefendible:

—No se lo tengas en cuenta. Tú no tienes la culpa de lo que pasó. Lo sabemos perfectamente.

Hasta ahí todo bien.

Pero entonces se le ve que está colado por Casca:

—Casca estaba muy afectada en aquel momento y gritó aquello sin pensarlo. Tranquilo.

Judeau es más inteligente que esto. La historia ya nos ha mostrado que Casca lleva pensando desde hace mucho que Guts es un estorbo, que es peligroso, que va a dar problemas. De modo que… No, Judeau. Lo ha dicho muy en serio.

Así que no es de extrañar que, cuando Guts decide ignorar las normas sociales y no permitir que unos ricachones se interpongan en su camino, Casca explote. Y le encaje un puñetazo.

Y luego se echa a llorar.

Quiero destacar que no encuentro ni adorable ni divertido este comportamiento por mucho que el manga enfoque como algo cómico que una tipa decida reventarle la cara a un compañero. Sí, Casca es mucho más pequeña que Guts, pero un puñetazo sigue haciendo daño. Es más, Casca tiene una desagradable tendencia a hacer daño a Guts cuando está herido y vulnerable. Aquí el pobre hasta pierde el equilibrio y cae al suelo.

Pero ya sabéis eso de los dobles estándares. Si una mujer pega no es para tanto.

Y, ya que estamos, hablemos de que Casca es una llorona.

Quiero desarrollarlo no porque tenga algún problema con que sea explosiva, sino con que es la única que tiene esta clase de comportamiento. Ni siquiera Rickert, que no deja de ser un niño, llora con la misma frecuencia.

Ya sabéis. Los chicos solo lloran en el momento álgido de la historia para que se nos quede bien metido. En cambio, las mujeres son emotiiiivas. Casca en concreto parece ser la encarnación de la Emoción. Es más, su arco va sobre explotar, y solo más tarde de explorar, su emotividad.

No sería un problema si Casca no fuera la única protagonista femenina que tenemos en mucho, mucho tiempo.

Más adelante Miura solucionará esto incorporando más protagonistas al elenco. Podríamos considerar que la princesa Charlotte cuenta, pero… no la cuento como un verdadero personaje. No hasta el rescate de Griffith. Y ahí apenas tiene papel. Es solo después, cuando Miura empieza a tratar a Jill y a otros personajes femeninos, que nos damos cuenta de que Casca, simplemente, es llorona. Ni Farnese, ni Isma, ni Schierke se desbordan de la misma forma que ella. Y eso está bien, da variedad al asunto. De hecho, me identifico con Casca porque yo también soy de lágrima fácil tanto para lo bueno como para lo malo.

Sin embargo, cuando Casca está aislada, como ahora, se convierte casi en un estereotipo de la «chica del grupo» porque Miura no dejó de marear la perdiz mientras decidía qué hacer con ella. No, no considero que todas las mujeres deban ser duras, inexpresivas y masculinas para ser fuertes. Aun así, dado el papel de Casca como mujer en la nevera justo cuando empieza a configurarse como un personaje real… Bueno.

Escuece.

En especial porque el manga no deja de enfatizar, lógicamente, lo equivocada que está Casca. Guts protesta sobre que es él quien debería estar sollozando. Rickert se pone de lado de Guts al comentar que comprende por qué quiere pasar por alto las normas y así evitar que Griffith se siga alejando de ellos. Es decir, se obliga a Casca a ver que no es la única que se siente apartada.

Pero espetarle que deje los puños quietos como que no hace falta.

Al fin y al cabo es mujer.

Se puede ignorar porque la pobrecita está llorando y sufriendo.

No tengo ni idea de si Miura ya había decidido aquí que Guts y Casca iban a gustarse. Me imagino que es posible. Pero debo decir que… que no le sale muy bien. Lo único que trabaja a su favor es que los hetero ven a una mujer y a un hombre interaccionar y ya asumen que son pareja. Por lo demás, se mire como se mire, Casca ha servido aquí como incidente para que Griffith y Guts se acerquen más el uno al otro. Guts se siente tan inseguro que se abre a Griffith y así es como sostienen un momento muy íntimo que en la película es aún más gay.

Así que…

Si estaba planeado, bueno. Miura mejora con el tiempo… Y deja de ser tan mala persona, porque pobre Casca. Todo lo que hace solo consigue robustecer la relación de Griffith y a Guts.

Y si no estaba planeado, me lo creo.

En fin. Saltemos a la escena gay.

Al día siguiente del incidente, nos encontramos a Guts dedicado a lo que ya se ha convertido en su sueño, aunque él no lo sepa: la espada. Claramente se está sometiendo a esfuerzo físico para no pensar, es un intento por canalizar su rabia, su desesperación. Y es que Casca le ha tocado la fibra sensible. Después de una vida siendo acusado de cosas injustas, Guts tiende a ignorar a los demás, pero no puede evitar sentirse responsable. Culpable. Ahora mismo no se encuentra en un estado mental muy distinto a cuando le entrenaba Gambino, la verdad.

Por desgracia, aunque se fuerza, no consigue evadirse porque no necesita a Casca para sufrir mientras piensa en Griffith. Ya la primera vez en que el jefe de la Banda se arriesgó por él, se sintió incómodo. Confuso. Vulnerable. Pero al menos la otra vez fue un triunfo. En esta ocasión, ambos habrían muerto de no ser porque a Zodd le dio por marcharse. Las palabras de Casca solo han echado aceite al fuego.

Lo interesante es que Griffith no considera que se sienta en peligro cerca de Guts. Todo lo contrario. Cuando entra en escena, lo hace expresamente para estar con él. Le pide perdón por no haber podido verle el día anterior y protesta por lo bajini contra los ricachones que han intentado aprovecharse de su debilidad.

Esto no es algo que haría con nadie más de la Banda.

Se siente cómodo junto a Guts. Lo suficiente para abrirse un poco porque su compañero sabe escucharle. Aun así, no se baja por completo la máscara. Murmura para sí mismo que está pagando el precio para ascender en el escalafón y se mantiene risueño, ligeramente infantil. Puro. Más tarde veremos que arrastra a Guts hacia caminos terribles, sucios, y que teme que su imagen se esté manchando. Ya discutiremos si abrirse en esos momentos específicos en los que busca palmaditas en la espalda así es cosa de manipulación o no, pero de lo que no cabe duda es de que orbita alrededor de Guts y le importa su bienestarsu opinión…

Siempre y cuando sea manejable, por supuesto.

Pero centrémonos en la conversación. Griffith señala que le cuesta tragarse la existencia de Zodd. Que es como si hubiera tenido una pesadilla. Lo cual tiene mucha gracia cuando consideramos que los Apóstoles no dejan de ser fruto del dios del subconsciente, de las pesadillas encarnadas de la humanidad.

—Aunque, mirándolo desde otro punto de vista, eso podría ser la prueba de que en este mundo hay efectivamente existencias sobrehumanas, inimaginables para nosotros. Como, por ejemplo, aquello a lo que llamamos dioses.

—Dirás demonios.

—…tal vez. Es lo mismo, ¿no?

Esto es, por supuesto, una de las ideas más potentes de Berserk. A estas alturas, Miura no debía tener muy pensado el lore que hay tras la Mano de Dios, ya que no será hasta dentro de bastantes tomos que nos soltará las primeras leyendas alrededor de Gaiseric y la antigua Mano. En cualquier caso, sabemos que en este mundo la gente la ha confundido con las figuras benévolas como ángeles. Casi seguramente, esta confusión es intencional. Al fin y al cabo, la fe institucional en Berserk está muy relacionada con la Mano de Dios, hasta el extremo de que profetiza la llegada de Femto. Los dioses antiguos de Schierke y de Flora han sido aplastados y olvidados, aunque continúen existiendo en su propio mundo.

De modo que Griffith tiene razón.

No hay una verdadera diferencia entre dioses y lo que entendemos por la Mano de Dios, es decir, demonios.

Al menos no desde la perspectiva de un ser humano, que no puede comprender lo que son.

Más interesante aún, lo que dice Griffith resuena bastante con un Guts que siempre se ha sentido abandonado por el mundo y que desprecia a la iglesia. La diferencia es que nuestro protagonista no ha reflexionado demasiado sobre temas metafísicos.

En cambio Griffith, siempre ávido de conocimientos que le puedan favorecer en el futuro, parte desde un lugar muy distinto. Uno que le permite tener una perspectiva más amplia de la religión, la historia y los males que plagan el mundo. No creo que sea casualidad que, precisamente él, sea el que es capaz de ver más allá de las falacias perpetradas por las instituciones. Al comprender cómo funcionan los entresijos del sistema, es capaz de escalar por el mismo. Por otro lado, Griffith no parece tener fe en nadie excepto en sí mismo, pero tampoco es cerrado de mente. De hecho, es supersticioso. Así que es fascinante que haya sido capaz de mirar hacia Midland y el mundo que le rodea y determinar que demonios y dioses no son diferentes.

Y, bueno, que Griffith no puede evitar preguntarse por qué sobrevivió. Guts señala su Beherit, pero no encuentra el valor para hablarle de la profecía de Zodd. Es algo que le afecta en lo más profundo, ya que su vida ha cobrado un nuevo sentido gracias a Griffith.

La mera idea de que el hombre que sueña con tener un reino pueda fracasar debe dar miedo.

Griffith, muy feliz y ajeno a las turbulencias de Guts, dice con una sonrisa de oreja a oreja:

—Pues parece que sirve como talismán contra demonios, ¿eh? Tengo que agradecérselo a aquella vieja gitana.

Poético.

Y muy cruel, Miura. Tremendamente cruel.

En fin, que Guts no está por la labor de seguirle el juego a Griffith. Tiene demasiadas cosas en la cabeza. Ya que hablar de demonios y futuras profecías es demasiado, decide ir a por algo más… concreto. Y es que Zodd le dijo, explícitamente, que si se considera amigo de este hombre… estuviera preparado.

Así que suelta:

—Te… debo otra.

Por los morritos de Griffith, y la iluminación de su panel, no parece muy satisfecho con el cambio de conversación, pero como es una persona que sabe escuchar (algo totalmente necesario tanto para ser buen jefe como para manipular a los demás) guarda silencio y deja que Guts se exprese:

—Hace tres años me dijiste que no querías perder a un excelente peón. Pero arriesgarse a perder la vida por un simple peón no casa mucho con tu carácter taciturno y calculador. ¿Por qué?

Y aquí Griffith vuelve a demostrar que se permite bajar un poco la máscara ante la persona que considera más importante, o no veríamos esa mueca de disgusto, quizá de cansancio, que adopta antes de componer una sonrisa risueña. Con todo, no dejéis de notar que rompe el contacto visual, que deja que su mirada se pierda en la lejanía.

No se siente tan seguro como intenta dar a entender.

—Vaya… dije eso hace tres años… ¿Aún te obsesionas con la respuesta? Por ningún motivo… Ninguno. ¿Lo necesitas? ¿Quieres una razón? ¿Es necesario que haya un motivo cada vez que decido arriesgarme por ti?

Y, sumidos en silencio, los envuelve la voz del viento mientras lidian con la confesión de Griffith.

A cualquier otra persona probablemente le habría ofrecido un buen motivo. Uno que habría hecho que se sintiera necesitada, querida y apreciada.

Que con Guts sea capaz de mostrarse tan ambiguo es una prueba de que no lo tiene todo pensado porque Guts le desvía de su futuro meticulosamente planeado.

Pero bueno, en mi opinión los motivos para esta respuesta se podrían reducir a dos:

1. Griffith sabe el motivo, pero no se atreve a reconocerlo, porque le haría demasiado vulnerable y jamás va a reducirse (voluntariamente) a tal extremo. Este motivo podría ser que le considera su amigo… Sino fuera porque no es el caso. No por nada vamos a asistir a ese interesante discurso acerca de lo que cree que es la amistad entre dos personas iguales. Y no cree que Guts sea su igual porque lo que le romperá durante su batalla en la cima nevada será darse cuenta de que Guts lo es. Así que, no, no lo considera su amigo. Parece mucho más fácil decir que tiene un crush con Guts y que está enamorado.

2. No ha conseguido identificar sus emociones, ya sea por condicionamiento social, testarudez o por el trauma que aún debe cargar, muy, muy escondido, tras haber sido violado por Gennon. Y sí, digo violar porque tener que prostituirte por necesidad (en este caso, evitar que muchos de tus soldados mueran) es violación. Si cabe alguna duda, solo hay que ver las heridas que se autoinflige Griffith y lo sucio que se siente.

En cualquier caso, las palabras que arroja a Guts son fascinantes.

¿Necesita una excusa para querer a alguien?

¿Es eso lo que Guts está insinuando?

Vamos a ser justos; las dudas de Guts vienen de un lugar razonable. Griffith es contradictorio. Habla de peones, pero luego arriesga la vida por él. ¿Qué sentido tiene? Guts no es idiota. Sospecha. Diría que está empezando a acariciar la posibilidad de que lo considere su amigo.

Lo cual es una tragedia porque ya hemos comentado que Griffith no lo ve así. El papel de Zodd, pues, es esencial para desatar el siguiente arco entre estos dos personajes. El sacrificio de Griffith (¿veis lo que he hecho?) sumado a las palabras de Zodd inducen a Guts a atreverse a creer que de verdad son amigos.

Pero lo más interesante, para mí, es que Griffith está comenzando a exigir la opinión de Guts. A dejarse influenciar por él. A buscar su opinión en algo que no está relacionado ni con la guerra, la política o la Banda.

Por eso, como veremos en el siguiente capítulo, le va a clavar semejante mirada, repleta de intensidad.

¿Tan distante le considera Guts que necesita una razón?

¿No puede aceptar que quiera arriesgarse por él?

¿Es que las acciones no son suficientes para expresarse?

Y así, gente, es como se labra la tragedia. Porque estos dos no son capaces de sentarse a hablar.

¡Con esto terminamos el tomo 5! ¡Nos vemos en el siguiente capítulo, cuando comenzaremos a analizar el tomo 6!

Ojos destrozados

0

Gente partida por la mitad

0

Niños muertos

0

¡Que el viento sople a vuestro favor!

5 1 vote
Article Rating
Subscribe
Notify of
guest

2 Comments
Oldest
Newest Most Voted
Inline Feedbacks
View all comments
Dorameg
Dorameg
1 year ago

Qué maravilla de post, estaba esperando como una desquiciada una nueva entrada y me dio cuenta que llego tarde a la repartición de premios, como siempre. Muchas gracias por tremendo escrito, querida Suzume. Leerte es un placer que vas más allá de lo mero superficial y que se convierte en un ejercicio de reflexión y un juego de análisis maravillosos que nutren mi hambre de Berserk, y siempre estaré agradecida de que me ayudes a colmarla. Por cierto, QUÉ TAL DECLARACIÓN DE AMOR POR PARTE DE GRIFFITH A GUTS, EH. Y creer que aún existen fans que niegan lo evidentemente y postulan que esos dos solo se querían como amigos. xD Un gran abrazo y que tengas un excelente fin de semana. ❣️

Mistral Chronicles