Impresiones: Yuri!!! on Ice #2, los rusos no pagan en Yu-Topia

El primer capítulo de Yuri!!! on Ice nos sirvió para nada conocer a Yuuri, un patinador profesional fracasado que volvió a su Hasetsu natal con equipaje extra —en forma de masa corporal, no sabemos cuántos kilos— para que le diera el aire un poco y aclarar las ideas. Pasan cosas y unas trillizas suben a internet un vídeo que se vuelve viral de Yuuri imitando a su ídolo Viktor Nikiforov —el sueño de todo ludópata, pues es una apuesta segura— y acaba por recibir la visita de dicho idol —que, en contraste con Yuuri, no llevaba mucho equipaje— y se convierte en su entrenador porque va sobrao y es muy ruso y mucho ruso.

El segundo episodio empieza con una escena dramática con música de fondo que nos hace pensar en la despedida de dos amantes. No hay más que ver el ambiente bohemio, la blanca nieve contrastando con la oscuridad de la noche al caer, el viento meciendo la ropa de dos figuras en el aeropuerto… Y un joven acercándose a su compañero para susurrarle un adiós en ruso y darle un beso en la mejilla. Así es como Viktor deja tirado a su entrenador, un señor llamado Yakov que no cobra lo suficiente se acaba de quedar sin su estrella porque… ¿Por qué? Aún no me queda claro.

Ah, aquí viene la explicación. Minako entra en Yu-Topia like a wrecking ball para interrogar a Yuuri acerca de los rumores que había oído de Viktor dejando su carrera temporalmente para ir a entrenarle. Poco tiene que preguntar porque lo primero que se encuentra en el establecimiento es a dicho ruso durmiendo a pierna suelta, ajeno a la que se está liando por su culpa. Minako, que venía a preguntar, es la que nos da las respuestas que ¿buscábamos? Parece que Viktor Nikiforov vio el vídeo de Yuuri y se inspiró. Y, claro, cuando alguien se inspira lo normal es dejar su trabajo, su país y a sus conocidos —pobre Yakov— e irse un poco a la aventura con esa fortuna que todos tenemos en el banco.

Personalmente, mi parte favorita de la explicación es cuando la señora dice que Viktor eligió a Yuuri. ¿Sabéis eso de que la varita elige al mago? Pues el entrenador elige al pupilo. De toda la vida.

Volvamos a Rusia. Llevamos como dos desplazamientos en cosa de dos minutos. Esta vez podemos ver a Yuri (el ruso con problemas para controlar su ira) cabreado porque acaba de descubrir que Viktor se largó a Japón a entrenar al gordo aquel que lloraba en el baño tras quedar último en una final. Que conste que lo de gordo lo dice él, no yo. De todos los adjetivos para identificar a Yuuri, gordo es el más adecuado según el chaval. No sé, me parece un golpe bajo… Bajo como Yuri, que es un canijo. El caso es que el chaval está pasando por una adolescencia complicadilla, cosa que queda reflejada por la música chunga de fondo, y Viktor no ayuda porque se largó sin cumplir una promesa. ¿Cuál? Al ritmo que lleva esto, no tardaremos mucho en averiguarlo.

Hablando de rusos cabreados, Yakov explica a los medios que Viktor se ha tomado un descanso y es probable que ya se retire… Y bueno, grita que el deportista tiene el ego por las nubes y que por eso será una patata como entrenador. Lo grita con ganas al micro y, de seguir la escena, podríamos ver a los periodistas dando gracias a sus respectivos dioses por que el micro no estuviera conectado a un amplificador.

Conclusión: Viktor ha dejado muchos amigos en Rusia con ganas de verle.

Otra vez en Japón… Estamos haciendo más viajes que una azafata de vuelo, ¿o son cosas mías? Viktor se enamora perdidamente del plato favorito de Yuuri: el katsudon. Minako no tarda en comentar que, como Yuuri engorda con facilidad, solo lo come cuando gana alguna competición.

Mentira. Últimamente Yuuri come katsudon siempre que puede y por eso está como el muñeco de Michelin. Viktor le hace un pelín de bullying con una sonrisa adorable con forma de corazón —así que no cuenta como bullying, evidentemente— y le pone a dieta. No más katsudon hasta que adelgace. Y le da un mote super romántico que me hace pensar que el fandom tiene razón y el Viktuuri es canon desde el minuto cero. O bueno, desde el minuto cinco del episodio dos.

«Cerdito»

Ha nacido una ship.

Boda ya.

Después de llamarle Cerdito y de instalarse en su diminuta habitación sin sofá —por Dios, eso es tercermundista— Viktor coge a Yuuri del mentón y, acercándose —porque el dormitorio es enano y sus cajas ocupan todo el espacio disponible— le dice que quiere saber todo de él. ¿Y cómo es él? ¿En qué lugar se enamoró de ti? ¿De dónde es? ¿A qué ded… Ah, espera. Me confundí.

En realidad lo que pregunta no es tan diferente a la canción de Perales. Que si dónde entrena (lo único normal), qué cosas le gustan, si tiene novia… Es como un test de compatibilidad de Meetic improvisado y exactamente igual de romántico. Seguramente sea por eso que Yuuri, siendo más tradicional, decide huir.

Aunque qué tradición se puede esperar de una relación cuya primera cita fue en un onsen con uno de los dos como su madre lo trajo al mundo.

Pues la tradición que dicta que Viktor, como su entrenador —¿así se llama ahora a eso?— debe conocerle bien y por eso aporrea la puerta de Yuuri, que entra en pánico y arranca a la velocidad de la luz los pósters del ruso que decoraban las paredes de su cuarto.

Me gustaría saber qué adhesivo usó para que pudiera retirarlos tan rápido sin dejar marcas ni estropear los posters. En serio. Me ahorraría muchos problemas.

El caso es que parece que Yuuri le dice que si no hay cita decente de cena con velitas en un restaurante, nada de cama, porque podemos ver a Viktor durmiendo abrazado a su mascota con algo que podrían ser lágrimas en los ojos. O legañas. No sé, no entiendo esta animación en general.

Diría que el Viktuuri murió porque sin cena bajo la luz de la luna no van a avanzar y todos sabemos que Yuuri está a dieta. Fue intenso los dos minutos que duró.

Vemos a Yuuri corriendo para ponerse en forma —no pisará el hielo hasta que no haya peligro de que este ceda por su sobrepeso—, Viktor entrenando, los Nishigori flipando y una especie de flashback con refritos. Esto último tiene especial mérito teniendo en cuenta que nos hallamos en el episodio dos. ¿Será que YoI fue solamente el primer capítulo y el resto son OVAS?

Es posible que el anime vaya a usar mil veces sus escenas buenas de animación para que no dejar tanto espacio libre al derp, que empieza a asomar la patita con cierta timidez.

¿Es posible juntar ballet, un interrogatorio tipo Perales y ninjas en una misma escena? YoI demuestra que sí lo es.

La siguiente escena empieza con Yuuri hablando de Minako, su antigua profesora de danza. De joven, viajó por todo el mundo actuando como bailarina y recibió varios premios. Perales Viktor interrumpe su empanamiento mental para preguntarle por sus parejas actuales y pasadas y el cantante patinador se empana —son tal para cual— mirando el castillo de Hasetsu: una antigua casa de ninjas.

Como estamos en pleno siglo XXI, Viktor sube fotos del castillo a Instagram y, como no tiene casi seguidores porque no es famoso, atrae a una horda de periodistas... Y al Yuri ruso, que es inteligente y se abstiene de subir fotos a las redes para que Yakov, el pobre señor que se está quedando sin deportistas a los que entrenar, no se entere de su paradero.

Retiro lo dicho: Yuri encuentra una sudadera con un tigre a juego con su chaqueta y maleta de estampado de piel de tigre y sube una selfie con ella a un sitio donde Yakov tarda como cinco segundos en encontrarla.

Yakov le grita por teléfono.

Yuri grita más.

Fin de la cita llamada.

El equipo de guionistas no tiene muy claro si ya ha presentado a Yuri así que decide meter un flashback de su tierna infancia —lo de tierna es un decir— actuando como un angelito sobre la pista y haciendo que a su entrenador casi le dé un infarto.

¿Creéis que Yakov llevará un marcapasos?

El caso es que Viktor le prometió a un Yuri más jovencito que si ganaba el campeonato junior sin cuádruples —que, por lo visto, son peligrosos para alguien en pleno crecimiento— le coreografiaría un programa.

¿Cumplió Yuri su parte del trato?

Claro.

Pero Viktor no, porque decidió liarse la manta a la cabeza y viajar a Japón en primera clase. Y a Yuri que le den. Todo el aprecio que el pequeño ruso pudiera sentir por el veterano murió.

O no, porque decidió seguirle a Japón.

Yuri llega a Hasetsu justo una semana después de la llegada de Viktor, fecha en la que Yuuri por fin regresa a su peso habitual.

A estas alturas la patada voladora —y agresiones varias— de Yuri Norris al japonés me importan un pepino en comparación con la dieta que debió seguir el protagonista.

¿Cómo perdió tantos kilos en siete días? ¿Usó los consejos de una dieta de estas de internet? ¿Fue a ponerse un balón gástrico? ¿En serio solo se dedicó a correr y a hacer ballet? ¿Esta gente se cree que somos imbéciles?

Yuri, que parece haber olvidado la paliza física y psicológica que acaba de propinarle a Yuuri, le explica que Viktor estaba muy cansado porque era incapaz de sorprender a su público. Tras tanto tiempo, se había quedado sin ideas para ello. Con toda seguridad, había dejado el listón demasiado alto.

En algún momento dejamos el género spokon (que, bueno, no ha estado muy presente) para pasar al shojo. Otra vez. En lugar de una romántica despedida, tenemos una escena de celos donde la ex del chico le pide que deje a su actual pareja y se vuelva a su hogar con ella. Vamos, que Yuri quiere que Viktor pase del protagonista para que le entrene a él en Rusia.

No jodas que el «Yuri» de «Yuri!!! on Ice» era el ruso.

Mi mundo se cae a pedazos.

Pero debo ser fuerte y continuar esto, así que ¡a ello voy!

Viktor decide hacer competir a los Yuris. Es una forma inteligente de quitarse un marrón que él solito se creó al comprometerse a entrenar a dos personas que viven en dos países —continentes, de hecho— diferentes.

Yuri acepta con la condición de que Viktor haga lo que el ganador le pida.

Yuuri entra un poco en pánico, pero no le importa a nadie.

Las trillizas aparecen para exigir pedir ser las organizadoras de la competición. No sé si es un caso típico de eficiencia nipona, pero me fascina que unas crías que no llegan a medir un metro sean capaces de organizar una competición en solo una semana cuando en la vida real la gente normal con el doble, triple e incluso cuádruple de años es incapaz de organizar su vida.

En todo caso, que la crías organicen el tinglado —Aguas termales sobre hielo, se llama— es lo más creíble hasta ahora de este episodio.

Con la tontería, Yu-Topia gana un nuevo huésped. No sé si Yuri paga o gorronea como un pro, pero no tarda en darse un baño relajante en HD. Pero esta vez sin culo, que el chaval es menor. También prueba el katsudon —ya con una animación normal tirando a regulera— y gana un apodo.

Mari decide que es lioso que los dos se llamen Yuuri/Yuri así que decide que el ruso será Yurio.

Yurio se queja, pero a Viktor le parece adorable… Y como la palabra de Yuri vale patata, mientras que la de Viktor es la ley en casa de los Katsuki, pues Yurio se queda.

Como no hubo suficiente drama para Yuuri —el bueno, el prota—, el equipo de animación mete una escena con calzador donde el chaval empieza a dudar si merece que Viktor le entrene y sale a la calle a correr en medio de la noche. Se nota que el anime no es casi violento —hola, Yurio— y que están en un pueblecito, porque si hago yo eso en mi barrio seguro que me rajan.

Viktor se preocupa y sale a buscarle. Por el camino aprende cosas acerca de su futuro estudiante —asumámoslo, todos sabemos que la competición la ganará el prota por ser el prota— como que le gusta entrenar solo, que siempre le costó hacer amistades, que odia perder y que tiene buenos amigos que se preocupan por él.

El ruso parece olvidarse para qué salió, porque vuelve sin Yuuri.

Bravo.

Al día siguiente, Viktor revela la música con la que ambos competirán. La canción es la misma para los dos, pero cada uno tendrá un arreglo diferente. Primero está Agape, una melodía que habla de un amor dulce y romántico y por otro lado está Eros, que… no hay nada que explicar.

Sorpresa, sorpresa. Yurio quiere sentirse mayor bailar Eros, y Yuuri elige Agape.

Sorpresa, sorpresa, Viktor les dice que será lo contrario.

Yuuri grita emocionado que lo dará todo, Viktor sonríe, vemos gaviotas volando por un cielo azul y el episodio acaba.

Debo decir que el hilo narrativo ha dado un bajón importante. Ya lo comenté al principio, este capítulo está plagado de cambios repentinos de localización, escenas que acaban abruptamente y flashbacks que no llegan a estar bien ubicados.

Da la impresión de que muchas cosas pasan porque sí. Si tenemos alguna explicación, entonces es breve e incompleta y, aunque es posible que se las reserven para más tarde, casi sería mejor que se la ahorraran a que hagan intentos tan chapuceros. Pero en fin: dicen que Viktor se retira y viaja a Japón de la noche a la mañana porque Yuuri le ha inspirado y porque sentía que no emocionaba a la gente. Queda precioso, pero la vida real no es así de mágica. Un deportista tiene su contrato, sus patrocinadores e, incluso, sus fans y no puede tomar esas decisiones tan a la torera. Para un spokon cuyo objetivo era ser realista, al menos en cuanto al mundo del deporte, esto es un gran fail. No tenemos personajes profundos, sino meras caricaturas, y el mundo profesional no se está tomando muy en serio. Esto puede cambiar, insisto, pero no quita que el inicio deje un regustillo amargo.

Por no hablar de que de momento es más comedia que spokon. ¿Humor? A raudales. ¿Deporte? Algún flashback, escenas incompletas de entrenamientos y Yuuri corriendo en plan Rocky Balboa. El primer episodio era mucho mejor en este sentido, pero parece que de uno a otro el concepto spokon pasó a segundo plano.

Luego está la animación. No hay detalles tan derp como los de las actuaciones del otro día porque, claro está, no hubo nuevas actuaciones. Quitando esto, la animación tiene momentos muy buenos alternándose con otros más bien mediocres.

La salvación del segundo episodio es, sin duda, la música. La OST de YoI es, hasta el momento, magnífica. Nada que objetar al respecto.

¿Será posible que YoI sea capaz de alzar el vuelo? ¡Lo iremos viendo en el tercer episodio!

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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