Analizando Réquiem por el rey de la rosa. Capítulo 3

Continuamos con el tercer capítulo de Réquiem por el rey de la rosa. Recordad que todo esto está lleno de spoilers. Si queréis leer los anteriores análisis, ¡aquí los tenéis!

El rey y el niño


Richard regresa a su celda empleando el túnel que empleó para escapar. Una vez reunido con su familia, informa a su hermano y a su madre de que se ha encontrado con Edward y que su padre está bien. ¿Y Cecily se alivia o algo? No. La mujer está tan convencida de que Richard es un demonio encarnado que ignora abiertamente los hechos (como que hay un agujero en la celda) y afirma que ha empleado sus poderes para abandonar el lugar. No solo eso, sino que empieza a despotricar sobre que su cuerpo es la prueba de que es un demonio. Evidentemente, refiriéndose al hecho de que es intersexual.

Podéis imaginar el efecto que tiene esto en la mente de Richard. Porque no es una vez, no. Su madre siempre lo ha esquivado, ha dejado claro que no quiere tocarlo, que lo desprecia y teme. Richard, porque no es estúpido, sabe que todo tiene que ver con su cuerpo. Se nos lo lleva repitiendo machaconamente desde el primer capítulo; él mismo lo comentó frente a Catesby y luego Jeanne se identificó con él porque no tenían «cuerpos normales». A todo ello hemos de sumar el simbolismo de las rosas, de las espinas y todos los elementos respecto a lucha respecto al género que no van a dejar de incrementarse a lo largo de la historia. Una representación de su disforia respecto a un cuerpo que rechaza y odia porque sabe que los demás lo verían como un monstruo.

Y ahora, su madre lo confirma delante de su hermano.

Todos los temores que ha albergado Richard cobran forma por culpa de su madre.

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Analizando Réquiem por el rey de la rosa. Capítulo 1

¡Al fin Tomodomo nos ha traído Réquiem por el rey de la rosa, que ya recomendamos en mangas históricos! Y aquí vamos a analizarlo pasito a pasito con algunas comparaciones respecto a las obras en las que se inspira (Enrique IV y Ricardo III de Shakespeare) y el correspondiente histórico.

Dicho esto ¿de qué va esta historia? Sigue la vida, muy dramatizada, de Richard, el futuro Ricardo III de Inglaterra, y sus experiencias durante la Guerra de las Dos Rosas que enfrentaron a los Lancaster y a los York en una guerra civil por la corona. La suya es una vida de dolor, insatisfacción y sufrimiento. Ya no solo porque su madre lo crea maldito, sino porque Aya Kanno decidió que su Richard sería una persona intersexual, lo que obliga a tocar ciertas ideas de género de forma un tanto problemática. Numerosos personajes históricos, convertidos en bishonen, pasan por las páginas de esta obra y bien caen rendidos bajo los encantos de Richard o deciden jugar a un peligroso juego de tronos (sí, pun intended. Canción de Hielo y Fuego se inspira muchísimo en la Guerra de las Dos Rosas para relatar los enfrentamientos de Lannister y Stark) que termina con sus vidas.

A todo esto se suma un arte impresionante con un tono que se inclina más a lo gótico y dramático antes que a respetar los elementos históricos.

 

Richard y las profecías autocumplidas


Auguraré tu porvenir, Richard: Algún día, millares de ancianos que habrán perdido a sus hijos, millares de viudas, millares de huérfanos llorarán que no tuvieras piedad con los tuyos. Se preguntarán por qué naciste. ¡Maldiciendo la hora en que veniste a este mundo!

El primer capítulo de este manga, con un estilo que recuerda mucho a Count Cain/Godchild de Kaori Yuki, abre con Cecily York contándole un cuento de terror a su hijo mediano, George: hay una bruja en el bosque. Este de inmediato establece una comparación con Juana de Arco (Jeanne de ahora en adelante). Cecily sonríe y responde que sí, que esa mujer fue quemada viva por vestirse de hombre. Y es cierto que ese fue uno de los principales crímenes que apareció en su juicio. Pero, por supuesto, Juana de Arco fue famosa por levantar a la población francesa contra los invasores ingleses, «reinstaurar» al «legítimo» rey en el trono y ser capturada cuando ya no era de ninguna ayuda a la monarquía francesa.

Acto seguido aparece el bello Edward, mayor de los tres hermanos. Busca a Richard.

Como si se diera cuenta de lo que ha hecho, justificándose para sus adentros con un «error», Cecily dice:

No fui yo… Fue la criatura… Fue la criatura la que se soltó de mi mano.

Punto uno: no se refiere a su hijo por su nombre, ni siquiera lo trata como si fuera humano.

Punto dos: lo ha abandonado, ¡en el bosque donde afirma que hay una bruja culpable del mismo pecado que considera que carga el niño! Esta Cecily tiene un sentido griego de la tragicomedia, desde luego.

Desde este momento, al mostrarnos a Richard acosado por cosas sobre las que no tiene ninguna responsabilidad, se gana al lector. Es un recurso inteligente para que nos pongamos del lado de un personaje con el que empatizaremos y cuya caída en el lado oscuro seguiremos con creciente frustración.

 

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Mistral Chronicles