Uno de los errores más graves de una obra enfocada en el movimiento es que perdamos el hilo de una secuencia, que solo veamos personajes hacer poses fuera de contexto. Pero en WonDance de Coffee no pasa eso. El autor hace un trabajo espectacular en transmitir la fuerza del baile urbano y para que nuestros ojos se maravillen con una fluidez pocas veces vista en papel.
WonDance es una obra que baila entre varios géneros de manga. Si tuviese que elegir, diría que es un spokon diluido con tintes de romance y drama personal. Pero, como su título sugiere, es el aspecto de la danza y el deporte —o arte, más bien dicho— lo que predomina. Aun así, si este es un género que no os convence, ¡no os vayáis! Es una obra que es capaz de atrapar por la belleza de sus paneles y las introspecciones de sus personajes. Dicho esto, ¡vamos a hablar más de la trama!
Bailando voy, bailando vengo
Kaboku Kotani es un estudiante de secundaria muy reservado e inseguro, en parte por culpa de su tartamudeo. Le da pánico destacar. Su único deseo es confundirse en la multitud y pasar desapercibido. Wanda Hikari, su compañera de clase, es totalmente su opuesto, una total extrovertida y no hace caso a lo que los demás piensen de ella. De hecho, tiene la manía de poner unas graciosas muecas sea cual sea la situación, a pesar de las miradas que suscite. Eso sí, los dos tienen algo en común: las palabras no son lo suyo, es a través del baile como sienten que se expresan mejor.
A partir de ahí, ambos se apuntan al club de baile urbano del instituto —uno enorme— para mejorar y aprender a canalizar las emociones a través de la danza. Por cierto, los ratios de género en las clases de danza son aplastantes hacia el lado de las chicas, por lo que Kaboku acaba viéndose rodeado de docenas de ellas. Así, se le da la vuelta a tantos spokons donde los muchachos son mayoría y si acaso hay una mujer en el tradicional puesto de mánager.
En otra obra los propios personajes recalcarían este hecho de forma constante, pero en WonDance es simplemente algo anecdótico, y la presencia de Kaboku en ese entorno se convierte en algo natural. Es más, resulta adorable ver cómo algunas de las chicas le incluyen en sus grupitos para quedar a tomar algo a pesar de su timidez.
Ahora bien, un club de baile urbano tan masivo tiene sus desventajas. No llegamos a conocer a nadie en profundidad más que a los dos protagonistas, a la capitana del grupo, Miyao, y como mucho alguna que otra asidua. Si eso lo juntáis con otros personajes como rivales, entrenadores, jueces… se crea un elenco quizá demasiado amplio. Aun así no es un problema per se, pero es más que habitual, en parte por el sameface, confundir a varias de las integrantes del grupo. ¡Pero, ojo!, la obra todavía no está acabada, o sea que el autor todavía tiene tiempo de profundizar más en algunos de los personajes.
Por cierto, hay una parte de la obra que se enfoca en desarrollar la relación entre Wanda y Kaboku, una que seguramente acabará desembocando en un romance. No temáis porque ambos son adorables y en ningún momento se siente que se esté forzando nada, al menos ahora que son amigos. Podría decirse que tienen un principio de relación muy casual y típico: Kaboku encuentra a Wanda bailando sola fuera de la escuela, se queda embobado mirándola pero descubre que unos compañeros de escuela la están grabando a escondidas de forma maliciosa. Al día siguiente, Kaboku se arma de valor para contarle lo que vio y, aprovechando la situación, le confiesa a Wanda que también le gustaría bailar después de observarla. De esta manera es como conectan profundamente por primera vez, y les sirve como empujón para apuntarse al club de baile. Por cierto, es muy de agradecer que el protagonista no se quede callado ante una acción de acoso, y no dude un momento en ir a decírselo a la víctima. ¡Es una buena persona!
Después de eso, la obra se centra en las competiciones de bailes, conocer nuevos rivales y técnicas y practicar, practicar y más practicar. Y Wanda y Kaboku acaban forjando su objetivo: tenerse el uno al otro como pareja de baile y llegar lejos. Alcanzar el estrellato. Vamos… lo que sería un spokon al uso.
Arte, escenografía e inmersión
El diseño de personajes no es la parte más potente de Coffee; se nota una influencia en el estilo de los manwha, el equivalente coreano del manga, y las caras de las mujeres, como ya he comentado, son prácticamente idénticas. ¡Sameface! Sin embargo, la ropa es lo que más me ha llamado la atención.
Parece que el autor ha cogido inspiración de Bleach o Sailor Moon, donde en cada capítulo las protagonistas llevan puesta un conjunto distinto —con mucho estilo, por cierto—, y esto le permite contrastar con otros spokon: ¡no hay uniforme aunque pertenezcan a un club! WonDance se basa en la moda y cultura urbana contemporánea, donde predominan las ropas anchas, las gorras de visera dadas la vuelta, y cada uno viste de forma distinta. Juntando el aspecto visual con el hecho de que en la obra suenan músicos como Ed Sheeran o Kalid, es posible que genere una sensación de estar en un entorno muy occidental según nuestros estándares, pero hay que tener en cuenta algo: La cultura del street dance y el hip hop nacieron en algunos barrios de Nueva York durante nuestra generación, así que nuestro imaginario sigue ligado a esa idea tan estadounidense, aunque en Japón ya sea una forma de vestirse o comportarse más que asentada. Con el tiempo, imagino que acabará calando en los lectores de manga como ya lo ha hecho durante décadas la cultura yankii japonesa.
Además, la moda forma parte de todo el “movimiento” urbano, no es solo ropa con la que se actúa. En Kenrantaru Grande Scène, las bailarinas visten una gran variedad de indumentarias, pero es algo que se queda dentro de la tarima. En WonDance les vemos con ese estilo de vestir en todo momento —excepto en clase—, y generan una sensación de pertenecer a aquello a lo que dedican cuerpo y alma.
El último aspecto sobre el diseño de personajes de WonDance que merece la pena comentar es la anatomía. Sí, a veces puede dejar mucho que desear, las chicas por lo general son imposiblemente delgadas y los chicos tienen unos anchos hombros a la vez que están equipados con una cabeza pequeña en comparación —casi parecen el titán colosal de Shingeki no Kyojin—. Aun así, cuando Kaboku baila se puede ver que él también es extremadamente finito… así que, bueno, tampoco es tan terrible. Pero esta anatomía, a pesar de no ser realista, juega muy a favor cuando entran en la pista los increíbles bailes de la obra.
Y es que quita el aliento lo logrado que está el movimiento. Los personajes inmensos en su danza presentan un dinamismo espectacular, y podemos identificar perfectamente qué camino están siguiendo los brazos o las piernas, incluso llegamos a sentir el ritmo de la canción.
A veces la acción se representa de la forma más sencilla: líneas de movimiento que indican la dirección de las articulaciones. Otras, se le da una vuelta a esta técnica y utiliza un único trazo ancho para definir las partes del cuerpo, creando una sensación de fuerza y velocidad.
También están las constelaciones de movimiento, una técnica -de la cual me acabo de inventar el nombre- que consiste en dibujar los golpes de aire como si fuesen una especie de onda, y conectar su recorrido. Visualmente, las colisiones parecen estrellas, y las líneas que las conectan hacen que tengan la apariencia de una constelación. Claro que también pueden aparecer ambos elementos de forma aislada.
Y, por último, encontramos un recurso sencillo pero muy eficaz, y que visualmente tiene cierto parecido con el lightpainting: unas líneas que siguen los movimientos y conceden al dibujo de una tremenda fluidez. A veces son garabatos más abstractos localizados fuera del recorrido del personaje, con el objetivo de crear un ambiente dinámico en el que el personaje se mueve, y no tener un fondo plano o estático. Otras, las líneas salen directamente de alguna parte del cuerpo —mi favorito es cuando salen de la mirada— y siguen milimétricamente los movimientos.
A veces el mangaka también se permite jugar con la fantasía y la imaginación de sus personajes. Kaboku al principio se imagina sumergido en agua, con el líquido dificultándole el movimiento, pero a la vez permitiéndole analizar mejor cómo se mueve Wanda por las ondas que genera al moverse. Otras, se imagina que baila cogiendo una pelota de baloncesto, deporte al que le presionaban a jugar debido a su altura, y que le ayuda a integrar conocimientos previos en su nueva pasión. Al final, esto sirve para mostrarnos cómo entran en la zona para ejecutar pasos precisos y difíciles, enseñarnos el mundo interior de los personajes y, más importante, su forma de expresarse.
WonDance es una obra muy fresca que destila tintes de manwha, tanto en su parte artística como en el comportamiento de sus personajes. Puede que nunca os haya interesado el mundo del baile y no os llame especialmente la atención, pero aun así os recomiendo que, al menos, le deis una oportunidad. Se empezó a publicar en 2019 y tiene una periodicidad mensual, así que como podéis imaginar no hay muchos capítulos disponibles y por lo tanto no abruma como, no sé, empezarse Hajime no Ippo y su millar de capítulos.
Aun así, su propio estilo lo “condena” a no ser muy conocido, pero ojalá alguna editorial española le eche el ojo y lo traiga a España. ¡Cruzo los dedos!
¡Que el viento sople a vuestro favor!
Con lo que AMO los mangas sobre baile… este definitivamente va a mi lista!
¡Espero que te guste! Es una obra fantástica. Hace poco vi que la comparaban con Medalist, manga sobre patinaje artístico que tiene buenísima pinta y que tengo que leer sin duda.
¡Un saludo!