Impresiones: ‘Dakaretai Otoko’ #4. Secuestros y fetiches

El tercer episodio de Dakaretai Otoko marcó el final del fatídico rodaje que unió a Takato y a Junta. La verdad es que los tres primeros capítulos han dado para mucho humor, cliché, sexo y toxicidad, pero lo interesante en cuanto a la trama debería llegar por fin. ¿Qué será de esta extraña y tóxica relación ahora que ya no se ven día a día en el trabajo? Chunta prometió visitar cada día —seguro que sin segundas intenciones porque es un ser de luz— y Takato ya ha demostrado creer ser capaz de llevar la iniciativa en la relación, si bien lo hizo de forma un tanto barriobajera esperando a Chunta a la salida del curro.

Este episodio empieza con el protagonista rodando un anuncio de café. Es importante apreciar que los primeros planos siguen siendo de una calidad aceptable, pero en cuando dirigimos la mirada al fondo nos encontramos unos seres que han perdido completamente su humanidad. Nada que no haya visto en el otro anime que estoy comentando, así que ya estoy curada de espanto.

En cualquier modo, no hay nada que temer. Si algo he aprendido de estos artículos es que la calidad vuelve cuando más la necesitamos. En este caso, debería ser en las escenas subiditas de tono. El problema es que parece que podría tardar, ya que podemos ver el historial de llamadas de Takato y «Chunta» brilla por su ausencia. Mal rollo. El manager se da cuenta del detalle y comenta que seguro que está saturado de trabajo tras haber sido elegido como el Mejor Actor según la Asociación. De hecho, ya está grabando una serie junto a una actriz de renombre, no como Takato que está haciendo puro fanservice para una compañía de café.

El protagonista está tan ensimismado en su rage porque Chunta vuelve a no noticearle —se suponía que iba a visitarle cada día y ni una llamada— que acaba siendo secuestrado así como quien no quiere la cosa justamente por el objeto de su obsesión. Bueno, pensándolo bien… ¿Es secuestro si le ofrece mil yenes? ¿Es soborno? ¿Una transacción comercial?

Parece que el equipo de animación leyó mi anterior crítica a su indiferencia por la seguridad vial porque Chunta le pide a Takato que se ponga el cinturón y le da sus recurrentes mil yenes para que lo haga bien rápido. Todo esto, debo añadir, lo hace con un semblante serio que incluso le hace parecer un tipo maduro. Nuestro protagonista acepta el billete a pesar de las quejas de que no es una persona que se vende por tan poco dinero. Se nota que acabó su contrato guay y que ahora vive a base de hacer anuncios cutres. Qué bajo ha caído quien fuera número uno del ranking durante tantos años seguidos.

La escena que sigue a continuación es tensa.

Chunta se pasa el viaje con cara de mala hostia mientras mastica caramelos con cierta agresividad—pobres dientes— y Takato teme por su vida porque se adentran en una zona industrial medio desierta. El protagonista le comenta así como quien no quiere la cosa a su ¿secuestrador? ¿cliente? que a la mañana siguiente trabaja y que quiere volver a casa. Chunta se niega porque ha invertido mil yenes en ese secuestro y los va a amortizar.

Intuición femenina: Takato no va a poder presentarse en el trabajo al día siguiente.

El señor denso que protagoniza esta serie sigue pensando que Chunta está cabreado con él cuando éste se le lanza y confiesa que no había querido molestarle porque era consciente de que tenía mucho trabajo y se sabía hasta su horario —alerta stalker— pero que todo le daba igual porque no podía resistirse más. El nivel de calentón que tiene el secuestrador-cliente-violador-amante ya ha superado el de una central nuclear. ¿Cómo es que no está fundiendo el cuero de los asientos? Está que arde, señores.

Por fin Takato se da cuenta de que el animalico de corral no estaba cabreado sino en celo y le echa la bronca porque le preocupó al desaparecer de su vida tan de repente tras irrumpir en ella like a wrecking ball y presentarse así, en modo secuestrador, un poco como él mismo hizo en el episodio anterior pero imponiendo más y negociando menos.

Al final a Takato se le va la fuerza por la boca porque, a pesar de que dice que no quiere nada con Chunta, pasan cosas en el coche. Hay un movimiento que, no sé, me hace pensar que deberían llevar el vehículo al mecánico a que le eche un vistazo porque seguro que se han cargado algo con tanta actividad erótico festiva. No sé hasta qué punto los amortiguadores de un automóvil pueden soportar semejante traqueteo. Tienen que haber pasado a mejor vida a no ser que estén hechos con las uñas de los pies de Chuck Norris o algo por el estilo… A saber. La magia de la ficción es fascinante.

Eventualmente, cuando las cosas se calman y Chunta se refrigera, disfrutan de las vistas cuquis de las factorías desde una especie de mirador abandonando en una carretera así como en el bosque donde Chunta podría hacer lo que quisiera y nadie oiría las súplicas del protagonista. Allí tienen una charla bastante adorable para lo que es el tono del anime en general; Takato anima a Chunta a que contacte con él diariamente porque no puede soportar sus momentos de reactor nuclear. Vale, no es adorable, pero os reto a ver la escena sin audio ni subtítulos y disfrutaréis de los colorines de las fábricas de fondo. ¡Es que si nos ponemos exquisitos con esta serie no podré decir nada bueno, jo! La conversación finaliza con Chunta dejando caer que podrían vivir juntos, pero parece que no cuela y deciden volver a poner a prueba la suspensión de su coche.

Si bien Takato no acepta la proposición de mudarse con el angelito calenturiento, sí acaba pasando la noche en su piso y se da cuenta de que, con la tontería, tiene allí su cepillo de dientes, sus mudas de ropas y a saber qué más. Comenta con Chunta que va a hacer una obra de teatro —cosa que su stalker ya sabía de antemano— y encuentra de forma totalmente casual un DVD de una película de miedo que grabó siendo adolescente. Chunta se hace el loco y dice de una forma que da mala espina que desearía haber conocido a Takato en esa época de su vida… Algo malo va a suceder.

Pero aún no, porque damos un salto en el tiempo y vemos a Chunta interceptando hábilmente a Takato a la salida del trabajo. Aquí conocemos a Ryo Narumiya, un chavalín que trabaja con Chunta y fanboyea intensamente al encontrarse con Takato.

No sé vosotros, pero esto me es familiar y estoy teniendo war flashbacks. Takato también.

De este encuentro sacamos un dato interesante: el tal Ryo es alumno del instituto al que Takato fue en su día y parece que el uniforme no ha cambiado para nada.

¿Recordáis esa conversación en que Chunta dijo que hubiera querido conocer al Takato adolescente?

Nuestro dulce angelito sí, porque suena la alarma que indica que vuelve a estar caliente como para abastecer de energía a todo el planeta. Al animalico le falta tiempo para usar sus encantos para convencer al pobre Ryo de que le consiga uno de sus uniformes y llevarse a Takato a un set de rodaje de un aula de instituto. Evidentemente, el protagonista se niega a ponerse esa ropa, pero acaba cediendo cuando Chunta le dice que cada vez que se niega se pone más cachondo.

El romanticismo ha muerto. Y las relaciones consentidas, pero de eso ya hace unos cuantos episodios.

Chunta confiesa que él podría haber trabajado antes como actor porque recibió ofertas desde que iba al colegio y que ahora se arrepiente de no haberlo hecho. Vaya, que podría haber conocido y violado a su ídolo desde que éste estaba en el instituto. Quiere absolutamente cada parte de Takato para él y no tirar nada.

Traducción: Takato es como un cerdo. Se puede aprovechar todo de él.

Ñam.

Como persona que se deja llevar por la gula, diré que el romanticismo no ha muerto. Es mejor, ha evolucionado.

Posiblemente os lo toméis como una broma que hago porque soy un bicho raro, pero el protagonista se ha sonrojado y ha aceptado ponerse el uniforme siempre que Chunta no mire mientras se cambia. Como si el chaval no hubiera visto, sobado y lamido cada centímetro de su anatomía…

Ya con el uniforme puesto, Takato responde a preguntas que Chunta le hace sobre su vida escolar… hasta que Chunta le pide que le llame «Sensei» y estalla. Se niega en rotundo. Pero, ¡sorpresa!, termina por ceder pensando que es mejor rebajarse a llamarle así antes que ponerse a hacer «paella» —esto es un eufemismo porque Chunta no sabe hacer paella— en el aula.

Craso error.

Al oír «Sensei» de boca de su crush, Chunta empieza a irradiar más calor que el sol. Por suerte para el público, parece que no toda la sangre se le baja al «fuet» porque se le ocurre la genial idea de ponerse en la piel de un profesor y hacer roleplay. Así es como terminan haciendo «paella» sobre un pupitre fingiendo que era la primera vez que Takato hacía «paella» y que a partir de ese momento solo haría «paella» con Chunta sensei.

Después de esta escenita culinaria —nunca mejor dicho, el culo del prota es imprescindible en lo que ocurre— nos encontramos a Takato queriendo morir y preguntándole a Chunta cuán desgraciado pensaba hacerle. Podría parecer poco romántico, pero jamás subestiméis a los guionistas porque ahí aparecen para salvar el día haciendo que Chunta le agradezca a Takato el haber cumplido su sueño y, como nuestro estudiante es un bocachanclas, acaban en la mesa del profesor haciendo más «paella».

El episodio finaliza con una escena en la que Chunta le devuelve su uniforme a Ryo y este, inocentemente, le ofrece su chándal con pantaloncitos cortos. Por otro lado, Takato se huele que va a estar haciendo «paellas» de cosplay hasta el día que se rompa la cadera así que le suplica a su manager que no le deje solo al acabar el rodaje… Cosa que no cuela.

En esta ocasión no tenemos escena eterna —ni de ninguna duración— tras el ending. Al equipo de Mistral Chronicles nos congratula que en Cloverworks nos lean semana a semana y sigan nuestros consejos.

Y no solo ellos. Gracias a todos por leer este artículo. ¡Nos vemos en el siguiente capítulo!

Es broma. Antes va mi predicción sobre el final. Creo, y dudo equivocarme, que Takato acabará mudándose a Valencia para aprender de los expertos el verdadero arte de hacer paella. Pero de la buena, no la entrecomillada.

Ahora sí. ¡Hasta la próxima!

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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