Banana Fish vuelve una semana más y, con ella, nosotras también. Seguimos justo donde lo dejamos en el episodio anterior, con Eiji rodeado por Arthur y sus hombres en el lugar donde se esconden tanto Griffin como la droga.
Arthur, malvado como él solo, ve muy necesario resaltar que le han seguido hasta ahí —¡no es como si lo hubiésemos visto!—, y la consulta del doctor Meredith pronto se convierte en el escenario de un crimen. Acorralan y amenazan a Eiji, asegurándole que su destino es que Dino lo drogue y «se divierta con él» mientras obligan a Ash a mirar. Es importante tener en cuenta que todo esto es una venganza, una tortura para Ash, al más puro estilo película de superhéroes. ¡Ay, si Eiji fuese una mujer! Me pregunto cuánta gente habría criticado Banana Fish por machismo.
Y hablando de machismo, ¿no es curioso cómo el rehén de turno es la ayudante de Meredith? Ni Eiji ni el doctor, no, la única mujer de la escena y la ¿segunda? que ha aparecido en la serie. Sin nombre, por supuesto.
Y también por supuesto, aunque Eiji se asusta y le cuenta a Arthur por qué le ha enviado Ash, este dice de matarla de todas formas. A los hombres no, pero a ella sí, porque… sí, porque es muy malo. Por suerte para ella, en cuanto se hacen con la droga, ocurre algo inesperado.
Tan inesperado como que un hombre paralítico se levanta de su silla de ruedas después de una década en estado vegetativo. ¡Magia! Y yo que pensaba que la inmovilidad era por los disparos recibidos en Iraq y no por la droga. ¿O la recuperación milagrosa será por compartir los genes mágicos de Ash? Porque, pensándolo bien, él también estaba en una forma excepcional después de recibir palizas y violaciones… en este episodio incluso se pelea varias veces…
A ver si Banana Fish es en realidad fantasía pura y yo no me he enterado.
De todos modos, poco importa para Griffin, porque ante su aparición, los hombres de Arthur responden con disparos y terminan matándolo. Pienso que es una lástima porque tras haber aparecido en un solo episodio y empezar a mostrar signos de mejoría (mágica) ahora, ha perdido todo su potencial, pero quizás sea mejor así y todo. Al fin y al cabo, Eiji y los demás se negaban a llevarlo a un hospital por miedo a que Dino y sus mafiosos lo encontraran. Era más lógico dejarle ahí, donde sus enemigos ya sabían que se encontraban, y podían volver en cualquier momento con refuerzos y matarles a todos. Al menos ahora pueden irse. Ay, de verdad. La lógica.
Sea como sea, Griffin se suma a las víctimas de Dino que harán que la sangre de Ash hierva. Yupi.
Y hablando del rey de Roma, han transcurrido cinco minutos enteros sin nada más que unas menciones y el opening, así que pasemos corriendo a él.
En la cárcel, Max va a recibir una visita de su abogado y la serie nos deja caer de una forma muy sutil (no) que está a punto de terminar su condena. Normalmente, este rayo de esperanza sobre un personaje secundario suele ser un indicativo perfecto de que va a morir, y no creo que Banana Fish haga la excepción. Bueno, quizás no muera, pero puede pasar cualquier cosa y que le caiga una cadena perpetua, por ejemplo. Después de lo ocurrido con Griffin, que todavía podría haber tenido un desarrollo e incluso una subtrama propia, no creo que el guion vea muchas más opciones para este personaje cuando termine el arco de prisión. Max no va a tener un buen final.
A decir verdad, tampoco siento que Banana Fish se haya esforzado mucho en que hacer que sintamos nada por Max. La muerte de Skip nos horrorizó porque sólo era un niño y porque era injusta —además de racista—. Por otra parte, la muerte de Griffin es… sosa. Hace que soltemos un «oh, vaya», y poco más, porque no hay nada que nos haga empatizar con él. Es el hermano de Ash y probaron con él una droga misteriosa. Vale, ¿y qué? No hemos visto nada de su personalidad más allá de las versiones de otros personajes, que están distorsionadas por sus opiniones y puntos de vista. No podemos tener una opinión real de él porque no le conocemos. Y su muerte nos puede saber mal, pero dudo mucho que ningún espectador la haya llorado. Con Max pasará lo mismo: la mayor parte de su personaje gira alrededor de Ash. Se pasó el episodio anterior hablando y pensando sobre lo listo que era, lo rápido que le había calado, y eso es lo único que tiene un mínimo de desarrollo. ¿Su amistad con Charlie? Nada. ¿Su amistad con Griffin? Existió. ¿Otros presos? ¿Amigos fuera de la cárcel? ¿Pasado? ¿Familia? Ah, va a perder la custodia de su hijo. ¡Ya podemos sentir lástima por él!
Todos los personajes de Banana Fish hasta ahora son sólo complementos del protagonista. Dino el primero, pero Eiji también. Lo que me lleva a preguntarme: ¿de qué va la trama? ¿Qué es lo importante de verdad, Ash o la droga? Porque me parece que si esta fuera una historia de abuso sobre un chico y la mafia iríamos mejor. Al menos, los guionistas no tendrían que distraernos con un supuesto misterio cuando se nota que quieren hablar sólo de Ash y sus traumas.
Bueno, me corrijo: sólo de Ash. Una vez más, y me temo que así seguirá hasta el final, la serie se acuerda de los traumas cuando le da la gana. Voy a dejar de repetirme e insistir en que Ash no tiene instinto de superviviente ni actúa como una víctima de abuso, porque creo que ya lo he comentado en todas mis impresiones, pero en fin, que así sigue. Tomándose a coña a los hombres que quieren violarle.
De verdad, guionistas de Banana Fish: eliminad la subtrama de la droga. Igual así alguien encuentra tiempo y espacio para decidir cómo vamos a ver a Ash, si como un sufridor y un superviviente o como un chulo rebelde y seductor sin ningún tipo de rechazo por sus traumas. Esto empieza a ser cringey.
Y siguiendo con lo cringey… ¿es que la serie pretende criticar Estados Unidos ahora? ¿O… qué? ¿En serio? Estoy muy confundida. ¿Qué es esta serie? ¿Qué está pasando? ¿Quién soy? ¿Por qué de pronto hay bourbon en las cárceles?
En fin, que sí. Ash termina enterándose de que Griffin muere y se enfada. Banana Fish establece una tregua conmigo llegados a este punto del episodio, y muestra lo que de verdad quiero ver en esta serie: evolución con un mínimo de credibilidad. Tras frustrarse, enfurecerse y desahogarse a base de golpes y patadas —porque dudo mucho que Ash haya conocido otra forma de liberarse de sus emociones que mediante la violencia—, Max y él por fin empiezan a abrirse y a confiar el uno el uno en el otro. Los dos se toman su tiempo calmarse y a entenderse, aunque sea un poco, compartiendo una bebida, sus recuerdos sobre Griffin e incluso sus temores. Max está en conflicto consigo mismo por no haber podido ayudar a su amigo, atormentado por los recuerdos de la guerra y porque los responsables de todo lo que ha ocurrido siguen ahí fuera, libres. Ash ha perdido a la única persona que le ha querido de verdad, y confiesa que sólo buscaba odiar a alguien, arrancarse esa ira y culpabilidad y volcarla sobre otra persona, sobre Max.
Es una escena calmada, con tonalidades oscuras pero que mantiene las caras de los personajes iluminadas a la perfección. Nos permite comprender y apreciar sus emociones y, sobre todo, cómo los dos han dejado atrás los rencores y también hacen una tregua entre ellos. El episodio termina en silencio, lamentando la muerte de Griffin (de una forma que no lamentó la de Skip) e incitándonos a que hagamos lo mismo.
No bebáis, niños.
¿Qué podemos extraer de este episodio? Mis impresiones ya han quedado bastante claras, creo, pero quiero invitar a reflexionar sobre dos temas. El primero y más breve es que, aunque a la serie se le olvide a veces, nos situamos en el presente, en la actualidad. Y hoy en día el servicio militar no es obligatorio ni mucho menos, y tanto Griffin como Max como el resto de soldados se alistaron a voluntad. ¿Por qué Griffin, una persona tan supuestamente dulce y buena, se enrolaría en el ejército? ¿Por qué tomaría la decisión de abandonar a su hermano pequeño cuando este tenía siete años y era lo único que tenía? Si se exploraran estos temas —que doy por sentado que no se hará, pero quién sabe— podría salir una historia muy interesante. Me atrevería a decir que más que la de la droga.
El segundo tema es, por supuesto, el título. No me olvido de él. A este lado del paraíso hace referencia a la novela de F. Scott Fitzgerald y, a su vez, es una frase del poema Tiare Tahiti de Rupert Brooke, un autor famoso por sus poemas sobre la Primera Guerra Mundial. En el libro de Fitzgerald se indaga en la moral de un estudiante de Princeton rico y guapo en tiempos de guerra, lo cual no sólo evoca a Ash y a cómo percibe desde una perspectiva externa la misión de su hermano, sino también a las vivencias de Max. En cuanto a Tiare Tahiti, resulta todavía más curioso. El poema habla de la muerte, y también de lo que ocurre después (el cielo), pero lo hace de una forma peculiar:
Well this side of Paradise!…
There’s little comfort in the wise.
Estas son las dos últimas líneas del poema. «A este lado del Paraíso / Hay poco consuelo en los sabios». Básicamente, sí, Griffin ha muerto y ahora está en el cielo… ¿pero sirve esto de consuelo para Ash o para Max? No especialmente.
Es un episodio triste y lento. La trama casi interrumpe su avance frenético para que nos detengamos a asimilar la muerte, de la que hasta el título nos advertía.