Este artículo se publicó originalmente en Deculture.es, ¡donde todavía podéis leerlo!
¿Quién es Guts? Se lo conoce como el Guerrero Negro, incansable destructor de Apóstoles, fue uno de los grandes capitanes de la banda del Halcón, marcado posteriormente por un miembro de la Mano de Dios, enemigo de la divinidad misma representada en Neo Griffith y condenado al peor de los destinos tras la muerte.
Guts es un hombre que se enfrenta al Destino, que rompe expectativas, que lucha hasta su último aliento para ganar en una carrera muy, muy destructiva. Es, a su vez, una laboriosa deconstrucción del macho hipermasculino, hecho que solo se acentúa una vez conocemos las influencias queer de Miura. Guts es una persona destrozada, todavía joven, que elige proteger antes que destruir cuando está a punto de perderlo todo una última vez —dicen que a la tercera va la vencida— y que ahora cuida y aprecia a un grupo que se ha hecho un hueco en su corazón.
Pero va mucho más allá en su compleja caracterización e historia. De modo que tendremos que empezar… Bien. Desde el principio. Esta serie de artículos llevarán su tiempo y la dedicaremos a examinar a Guts por arcos más o menos cerrados para ver cómo evoluciona su personalidad e historia. Puede que haya alguna que otra elucubración sobre su posible destino final pero, de momento, nos centraremos en el material que tenemos entre manos. Para ello quiero resaltar que la historia de Berserk es un ciclo. Se plantan muchas ideas y situaciones que, en el futuro, se repiten una y otra vez. Por eso hemos de atender a los inicios de Guts, tan maltratados en las adaptaciones animadas, y tomar nota de cómo Guts se esforzará en romper ese ciclo infinito.
Aviso de flagrantes spoilers de Berserk y menciones e imágenes de violencia sexual
El nacimiento de un niño (no) maldito
Guts nació de una forma muy extraña. Su madre fue colgada de un árbol junto con otras tantas víctimas de la guerra. El parto, por tanto, fue póstumo. El cordón umbilical se rompió y el primer contacto con el mundo de Guts fue caer, desnudo y vulnerable, a los pies de una veintena de cadáveres que se balanceaban con el rechinar de las cuerdas de un árbol muerto, en un páramo frío y abandonado. Parecía destinado a morir y, sin duda, lo habría hecho de no haber sido porque ciertos mercenarios pasaron por el lugar: Shisu —que tendrá dolorosas reminiscencias con Casca— y Gambino.
Shisu había perdido a su hijo recién nacido y, al ver a Guts en el suelo, corrió a hacerse con él. Los pulmones del pequeño no funcionaban, por lo que lo dieron por muerto. Hizo falta dejarlo caer de nuevo para que rompiera a llorar como un pequeño campeón. Gambino, líder del grupo mercenario, permitió que su Shisu se quedara con el bebé, convencido de que moriría al poco tiempo. Pero Guts comenzó desde el primer instante de su vida desafiando al Destino.
Sobrevivió. Igual que, tiempo después, sobreviviría su propio hijo en una escena muy similar a la que Kentaro Miura dibujó en el tomo 3. Pero, para eso, falta bastante. Un camino de lágrimas y sufrimiento.
Primeros años
Guts era tan pequeño cuando murió Shisu, solo tres años, que probablemente no guarda recuerdos de ella. Nunca se la ve en las reminiscencias, que tiene varias, ni tampoco se la vuelve a mencionar excepto en los labios de Gambino. Sin embargo, su personaje fue importante para Guts. No solo lo adoptó y cuidó de él, sino que le mostró verdadero amor cuando era una criatura. No dejó que fuera solo un añadido más al grupo de mercenarios.
Y esto lo vemos cuando Shisu está muriendo. Gambino se encontraba luchando, por lo que ella estaba asustada. Lo suficiente para no hacer caso a las mujeres que la atendían. En su lugar extendió la mano hacia Guts. El valor de este no consistió en tomársela aunque tuviera la peste —un crío de su edad no entendería las implicaciones— sino en acercarse y consolar a su madrastra, como sin duda ella hizo con él más de una vez, a pesar de lo deforme que había quedado su rostro y lo aterrorizado que se encontraba.
Ese fue el último recuerdo, que pronto se borró de su memoria, de Shisu. Un triste destino para la mujer que permitió que existiera la historia de Berserk. En cualquier caso, primero se había quedado sin madre e, inmediatamente después, sin madrastra. La influencia femenina en su vida fue casi nula hasta la llegada de Casca y su posterior viaje en busca de venganza. Esto influenció mucho en la construcción de su persona; al crecer en un mundo de hombres donde lo que importa es la fuerza bruta, sobrevivir y rechazar los sentimientos, Guts se aisló emocionalmente para poder salir adelante.
Algo muy necesario en un mundo como el suyo, pues antes de los siete años participó en su primera batalla haciendo las veces de apoyo para Gambino. Empezó entonces a forjar unos nervios de acero. Sin embargo, un niño así ni servía como escudero. ¿Estaría la compañía de Gambino pasando apuros económicos o simplemente este que pretendía deshacerse de Guts? No creo que alguna vez obtengamos respuesta a esta pregunta; lo más probable es que Miura quisiera mostrar que Guts creció en medio de sangre y vísceras, consciente de que ese será su destino y, casi con seguridad, sin que se le pase por la cabeza que podrían existir otros caminos.
Así, no es de extrañar que se obsesione con Gambino. Pero ¿qué supone este hombre para Guts?
Gambino, la espada y el trauma de la violación
Gambino es una imagen de lo que Guts podría haber sido. No solo se parecen descaradamente en el peinado y en detalles como intentar asesinar a su hijo/hijastro —sin éxito— o que sus respectivos intereses amorosos acaben perdiendo la cabeza, sino en su dedicación total y absoluta a la guerra.
Su influencia marcó la historia de Guts hasta prácticamente el final de la Edad Dorada, mientras que su fantasma lo perseguirá siempre. Gambino, aparte de ser una figura alta y protectora, también es el ideal de Guts. Como todo niño, aspiraba a hacer que su cuidador lo alabase, aunque solo fuera una sola vez. El hambre de amor de Guts se enfatizó al no tener unos padres corrientes ni criarse en un ambiente protegido. Con un profundo sentimiento de inferioridad, incapaz de satisfacer a la persona querida (ya sea Gambino, ya sea Griffith. Cuántas G, por cierto), Guts pasó años intentando ser lo que no era: un mercenario adulto.
Por eso, cuando hirió a Gambino, llevado por la furia de un entrenamiento en el que este no tuvo ninguna piedad con él, insistiendo en que debía comportarse como un adulto, se quedó anonadado. Gambino, furioso por haberse puesto en ridículo delante de sus hombres, le hizo una cicatriz que llevó de por vida en la nariz, una prueba de su fracaso, una vez más. Solo estaba respondiendo con la ferocidad que su maestro le exigía y ni siquiera entonces, haciendo las cosas bien, consiguió una felicitación. Para colmo, mientras yacía indefenso en su cama, cuando debería haber alguien cuidando que la herida no se infecte, escuchó murmullos sobre su nacimiento, sobre que era un ser que traía mala suerte.
Y, a partir de entonces, no volvió a ser capaz de dormir bien sin su espada excepto con Casca. Se abrazaba a ella como la única protección que había tenido hasta la fecha y se forjó entonces un vínculo que ya nadie fue capaz de romper.
Poco a poco ganó la fuerza necesaria para portarla sin que le pesase demasiado. Como bien dice: «Mientras empuño esto, no pienso en nada más». Era más fácil centrarse en mejorar y ser más fuerte. También su única salida. Algo que, más tarde, Casca le echará en cara y que lo sacará completamente de quicio. Pero es que es la única forma que tiene de tirar hacia delante. Resulta interesante cómo este trato se queda en su forma de pelear: Guts se acostumbra a cargar con una espada que lo dobla en tamaño. Como si siempre fuera un niño luchando en campo de adultos. Y, como veremos adelante, no termina de ser una idea muy descabellada.
En cualquier caso, Gambino fue quien definió al Guerrero Negro que nosotros conoceremos. Feroz, brutal y capaz de enfrentarse a monstruos muy superiores a él.
Pero, en realidad, sucedió otro detalle que consiguió humanizar a Guts: Gambino le dio una pomada para la herida. Por la fuerza bruta, el niño consiguió hacer que su mentor lo reconociera lo suficiente para que le diese un premio de consolación. Eso supuso un gran paso para Guts, una forma de juntar los pedazos de su corazón y pensar que no lo estaba haciendo tan mal. Y duele verlo tan feliz e ilusionado porque su maltratador le haya dado algo para curarse las heridas.
Con todo, la relación viciosa que Guts tenía con su mentor no era completamente ciega. Incluso mientras se echaba la pomada en la herida, el pequeño oía una vocecilla decirle que, quizá, Gambino solo buscaba aplacar la culpabilidad que sentía por haberlo herido. Guts era, por tanto, un niño inteligente. Arrojado, cansado, fácil de enfadar, pero listo. Y, aun así, sometido por completo a Gambino en una incesante búsqueda de cariño. Para ello solo podía volverse un digno mercenario.
Y así, unos pocos años después, lo encontramos en el campo de batalla.
Esto, la verdad, ya no es tan raro. A pesar de la juventud de Guts, en los períodos de guerra los niños de doce años o menos iban a la guerra si los requería un señor o si les ofrecían comida a cambio de pelear. De modo que es más creíble que le dieran armas y esperaran que empezara a ganarse el sueldo. Sin embargo, apenas tenía suficiente experiencia para sobrevivir. De no haber sido porque Gambino apareció para rescatarlo, sin duda Guts habría muerto. Eso no hace más que incrementar el vínculo de ambos y, aparentemente, fortalecerlo. Llegamos a pensar que Gambino podría parecerse a un mentor que puede llegar a mejorar. Todavía más cuando Guts le dio su sueldo y Gambino le devolvió una moneda para que se la gastara en lo que quisiera. Guts parecía a punto de deshacerse de felicidad.
La situación de Guts parecía, por tanto, algo más estable. Había cumplido, había conseguido reconocimiento y dado sus primeros pasos como mercenario. Pero todo lo que sube, cae, parco consuelo para nuestro protagonista. Esa fue la última noche que Guts durmió desnudo y sin su arma por propia voluntad quitando la que compartirá con Casca y aquellas en las que yacerá demasiado herido para moverse. Si nos fijamos, resulta evidente que le está costando la vida estar desprotegido. Pero ¿por qué lo hizo? ¿Por su primera victoria? ¿Intentó darse una oportunidad a ver si era capaz de superar sus miedos?
En cualquier caso, fue una cruel elección. Esa noche, Donovan, un compañero mercenario, violó a Guts. casi sorprende que lo que le sucede poco después no hubiera ocurrido antes.
En realidad, sorprende que no le hubiera pasado antes. Nos habla, hasta cierto punto, de la influencia de Gambino como jefe de la tropa: nadie le puso un dedo encima a su protegido hasta que decidió retirar su ala y venderlo al peor postor posible. Es un giro de guión casi original, pues pocas veces fuera del yaoi he encontrado a un hombre violado. A un protagonista. ¡A alguien como Guts que, aparentemente, representa la masculinidad hecha carne!
Pero esto ya nos demuestra que Miura quiso que Guts fuera algo más. Una víctima desde el momento en que nació y Gambino y Donovan no hacen más que aparecer pisando fuerte para terminar de destruirle la poca infancia que le quedaba.
¿Por qué Gambino vendió a su hijastro? Es difícil de decir. Gambino todavía no había descendido a su peor estado, para eso falta un tiempo. Estaba sano, fuerte, triunfante. Pero tenía una cicatriz de Guts y le había hecho sentir culpable. ¿Es posible que esto influyera en su decisión, aparte de que Gambino sea un ser humano despreciable, o fue un mero impulso de destrozar a Guts antes de que creciera demasiado? Lamentablemente, solo conocemos a este mercenario a través de los ojos de Guts, de modo que es difícil entender su mentalidad. En cualquier caso, no es difícil asumir que hubo un sentimiento de venganza detrás de la venta a Donovan. ¡Y es que además a Donovan gusta de hacer sufrir al niño! Una de las primeras cosas que hace es dejarle muy claro que su padrastro, al que todo el campamento sabe que el niño idolatra, lo ha vendido para que lo violen.
Desde luego, se merece la muerte que tiene.
La cicatriz física y emocional que deja un hecho así es inenarrable, más en un mundo como el de los mercenarios donde Guts no recibe ninguna clase de cuidado o consuelo. Pero tratar este tema es básico porque forja en gran medida la relación de Guts con las personas que no son de su inmediato círculo. Con Gambino no tuvo nunca problemas a la hora de acercarse (aunque, por motivos obvios, jamás los vemos abrazarse ni nada similar), pero a partir de este momento el temor de Guts al contacto físico con desconocidos (hombres) se tornó tan brutal que lo persiguió durante buena parte de su vida. Guts dio por sentado que los hombres interesados en él iban a forzar su voluntad sobre su persona. Una debilidad psicológica que, a su vez, definirá bien su relación con Griffith y también su resolución con Gambino porque, como he comentado antes, la subordinación que tiene con este crea ciertos paralelos.
Cuando Guts acudió, poseído por una ira fría —miradlo con su enorme espada, plantado delante de su figura paternal. Ni siquiera se ha puesto ropa—, a Gambino, este actuó como si no supiera nada. Guts se lo creyó de inmediato. No se le pasó por la cabeza que estuviera mintiendo, igual que nunca, hasta el final, pondrá en duda las acciones de Griffith. Entonces, seguramente con alivio, tomó las riendas y emprende su venganza. Podríamos verlo también como su salvaguardia: si Donovan lo ha violado, volverá a hacerlo y nadie se lo impedirá. Así que tenía que actuar.
Guts acabó con sus propias manos con la amenaza, como haría un soldado. Y lo hace consciente de que nadie debe saber que él ha sido el responsable. Es la mentalidad de un niño frío y superviviente… pero también desesperado.
Guts quiso creer que Gambino no le haría daño. Por eso, cuando torturó a Donovan para sacarle el nombre de la persona que lo vendió, no fue capaz de aguantar hasta el final. No quería saberlo. No quería afrontarlo. Prefería fingir que la única persona a la que quiere no lo ha vendido a un brutal monstruo.
Se había librado de la amenaza, de modo que todo estaba bien. En teoría. Poco después, durante la batalla, Gambino perdió una pierna —es en parte reminiscente del estado inútil en el que acabará Griffith antes de volcar su rabia en Guts—, de modo que los roles se dieron la vuelta. Ahora Guts debía ocuparse de cuidar de su padre, buscando desesperadamente su aprobación mientras arriesgaba una y otra vez su vida en la batalla.
Como respuesta solo recibió odio, desprecio y envidia, hasta que al final, Gambino culpó de todo lo que le había sucedido a su ahijado.
¿Por qué?
Hemos de ponernos en contexto y pensar en la situación de debilidad el mercenario y la escena justo después de que Gambino perdiera la pierna: cómo Guts le cogió la mano, cómo Gambino llamó a Shisu. Cómo se muestra que es algo más que un cabrón sin sentimientos, una persona destrozada, que seguramente no tuvo una infancia muy diferente de Guts. Eso no lo justifica, pero le da una mayor introspección. Quería a una mujer y no estuvo a su lado cuando murió porque estaba ganándose el pan. Siguió cuidando de su Guts, al que identifica comó lo que trajo mala suerte a su vida y puede que llegara a encariñarse con él.
Pero, desde el momento en que su supervivencia quedó en manos de ese niño, se volvió incapaz de quererlo. Y es una escena desgarradora cómo vomita todos sus problemas, todo su odio sobre un destrozado Guts. Sobre todo cuando queda claro que el propio Gambino está desesperado.
Gambino: Deberías haber muerto. Sí, hace once años, a los pies del cadáver putrefacto de tu madre. Voy a confesarte una cosa. ¿Recuerdas la noche del día de tu primera batalla? Donovan te compró, ¿sabes? Por tres monedas de plata. ¡Yo te ofrecí!
Guts: «Mentira…» ¿Por qué?
Gambino: ¿Y lo preguntas? ¡Porque me tocabas los cojones, niñato! Mataste a Shisu. ¡Y rondabas a mi alrededor como un puto perro faldero!
Cuando vemos la escena en conjunto, no es difícil entender porqué Guts no solo dejaría de acercarse a la gente, convencido de que no tardarían en hacerle daño, sino que su horror a que lo tocaran se prolongase hasta bien entrados los veinte. Ese «traes mala suerte», o el hecho de que lo comparen con un animal, se convirtió en una herida abierta junto al trauma de la violación. Como ejemplo, solo hay que pensar en cómo reaccionará cuando Casca lo llame, años después, perro rabioso. Irónicamente, será ella quien cure buena parte de sus heridas de la infancia, al haber vivido algo similar.
Irónico también, para cerrar la temática que envuelve a Guts, es que Griffith lo convertirá en un depositario de esa mala suerte y calamidad que atraen a los demonios allá donde va.
Y, tanto entonces como ahora, Guts no entenderá por qué lo han traicionado. Qué ha hecho para merecerse tal odio, para haber nacido «condenado».
Guts alzó la espada para defenderse… Tal y como Gambino le había enseñado a hacer una y otra vez. Y, así, mató al único hombre que, hasta el momento, había querido. Los paralelismos son básicos con lo que ocurrirá en el futuro, si bien queda por ver hasta qué punto Gambino y Griffith tendrán un mismo destino, ya que se encuentran a niveles diferentes y Guts está buscando una forma de librarse de las cadenas de su sino, rehuyendo la violencia. Pero es necesario quedarse con esta idea en la cabeza: Guts cree que acaba destrozando todo lo que ama, incluso si no es directamente responsable. Y esa idea se forja con la idea de Gambino.
Para colmo, las últimas palabras de Gambino no fueron sino para Shisu, una mujer a la que Guts no debe recordar más que como la persona que lo acogió de bebé.
Cabrón… Tú… A Shisu la…
Gambino cargó con el remordimiento y la culpa de haber abandonado a su suerte a Shisu (¡más paralelismos!) hasta el último segundo. Fue incapaz de afrontar que no estuvo con ella ni supo cuidarla bien: era más sencillo culpar a alguien vulnerable.
Traumatizado, Guts huyó, perseguido por sus antiguos compañeros, que ahora daban la razón a Gambino en que era un niño maldito. Y lo cierto es que la mala suerte parece plagar el camino de Guts, hasta convertirlo en un infierno en vida, por lo que no van tan desencaminados, aunque no en el sentido que ellos interpretan.
La voluntad del superviviente
No parece casualidad que, durante su huida, Guts acabase chocando con tres grandes elementos que se construirán en su camino: un acantilado, que lo unirá a Casca; la luna, símbolo de los demonios y del eclipse, así como a Griffith hasta cierto extremo, y los lobos. Solo que los lobos vinieron en manada y Guts estaba completamente solo, abandonado y sin fuerzas.
La escena recuerda mucho a la huida de Guts de la realidad tras sobrevivir al Eclipse; también acabará solo en medio del campo, mirando al cielo, y rodeado de criaturas que claman por su sangre.
No tenía ningún lugar al que ir ni por lo que vivir. Y aun así, luchó por sobrevivir, como llevaba haciendo desde que nació. Esta forma de aferrarse a la vida es básica, intrínseca de su personaje, y lo que lo marca, como bien señala más tarde Skull Knight. Otra persona se habría rendido, en especial a su edad. Pero es su rebelión contra el Destino (que sabemos que existe canónicamente gracias al Capítulo Perdido) que Guts sale adelante aunque sea a ciegas, a pesar de que su camino solo le vaya a deparar dolor.
El mercenario solitario
Después de ser recogido por una caravana de mercenarios, Guts siguió actuando como uno, yendo de un sitio a otro, de batalla en batalla. En el capítulo 328 (tomo 37) se nos narra lo que ocurrió antes de conocer a los Halcones y que plantea el conflicto básico de Guts:
Me daba lo mismo cuándo y dónde morir. Así es como pensaba. No tiene ningún sentido vivir en esta mierda de mundo, un campo de batalla constante. Y aún así… ¿por qué? Cada vez que me machacan mis piernas se empeñan en levantarme con fuerza.
Después de haber perdido una batalla, Guts acabó entre varios prisioneros destinados a trabajos forzados. En particular un mercader parlanchín se mostró preocupado por sus heridas. Al cogerlo del brazo para que no tropezase, Guts gritó que no le tocara. ¿Cuántos años debía tener? Pocos, eso desde luego, aunque su aspecto dé a entender lo contrario. Al final acabó teniendo que dejarse ayudar y, ¿cuál fue su reacción?
Esta:
No estoy a la venta.
¿No os recuerda a lo que le comentará a Griffith en el futuro? Guts no confía en los hombres e imagina que, si no requieren simplemente su espada, todos quieren dos cosas: o matarle o aprovecharse sexualmente de él. Además, como deja bien claro, no cree en Dios ni nada similar, porque no puede ser que exista algo así y el mundo esté en el estado en que se encuentra. Irónicamente cruel, Miura. El mundo ha vuelto a Guts un cínico solitario, que solo cuenta consigo mismo.
Y Miura nos demuestra que Guts tenía todos los motivos del mundo para actuar como lo hizo. El hombre lo liberó y aprovechó la huida de Guts, que atrae la atención, para escapar él mismo. Guts terminó en una celda para ser utilizado en una batalla a muerte como diversión para los nobles. Le trataron las heridas, pero no lo suficiente para que pudiera suponer una verdadera amenaza contra el hijo del noble.
No es de extrañar que Guts desarrollase un instinto de supervivencia tan exacerbado que le impedía acercarse a los demás. Es en parte de una de las lecciones que, como se ve en un flashback, aprendió de Gambino: no debe confiar en nadie.
Aquellos que se dedican a otros, mueren.
Reminiscente, en cierta manera, de las futuras palabras de Griffith que tanto impactarán a Guts: Griffith solo puede valorar a alguien como amigo si vive por sí mismo y no para los demás. ¿No es fascinante la cantidad de puntos en las que coinciden las dos grandes figuras masculinas de Guts?
Pero no nos adelantemos. Creyendo que estaba alucinando, entró en contacto con su primer ser mágico: una hadita, Chicchi, ligada a la única flor que había crecido en la fría celda donde han encerrado a Guts. Es curioso que Guts le asegurase que no le haría daño y tratase de hablar con ella. ¿Se debe a que era una niña? Guts siempre ha tratado muy bien a los niños —tema que se tratará en otro artículo—, pero también es posible que se debiese a que creía que lo iban a matar. El caso es que su actitud es marcadamente distinta que con cualquier hombre o adulto.
Chicchi se ofreció a hacerle un favor por haber acabado con la rata que atacaba su flor. Guts le pidió agua y le dio las gracias (¡hasta sonriendo!) cuando ella le ofreció una gotita. Como veía que Guts sufre de frío y heridas, lo calentó con la energía solar que había albergado y también le curó las heridas. Al contrario que el mercader que lo utilizó, ella ayudó de verdad compartiendo algo propio con él como muestra de buena voluntad. Con inocencia. Y así, Chicchi le contó que no quiere estar sola. Le daba miedo la oscuridad.
Eso resonó en Guts. Tanto que pensó:
Mi alucinación… Mi debilidad está surgiendo en forma de niña…
Y es que Guts no dejaba de ser un chico al que se obligó a no ser nunca un niño. Un joven que dormía abrazado a su espada, asustado de todo lo que lo rodeaba, encerrado en su propia cárcel interna. Exactamente como Chicchi, una diminuta flor amenazada por las ratas y sin compañía. Quizás por eso le juró llevarla fuera, a un campo de flores donde estará acompañada. Todo eso tras cogerla en sus manos y achucharle los mofletes. El estoico y duro Guts se durmió mientras Chicchi se ocupaba de sus heridas y soñaba con la idea de encontrar… amigos.
Al despertar, sin embargo, la flor se había marchitado. Chicchi usó todas sus hojas para curar las heridas de Guts. ¿Una simbología de la pérdida de la inocencia o del simple sacrificio? Queda en manos del lector.
¿Qué… egoísta he sido… para dejar que una niña flor se sacrifique… por mi beneficio? ¡Oye Chicchi, sal! ¡Déjame verte…!
Pero Chicchi no reapareció, de modo que la arrancó con cuidado (sin romper la raíz) y se la llevó consigo para cumplir su promesa. Todavía atesoraba lo que él identifica con su infancia. Guts peleó, a pesar de su agotamiento, contra el hijo del noble, que era una mala bestia. Pero todo el rato pensaba en darse prisa para poder salir y plantar a Chicchi antes de que se le acabase el tiempo.
Creo que lo más interesante, con todo, es que a pesar de que todavía sufría por Gambino, recurría a él una y otra vez por medio de flashbacks para sobrevivir. Gambino fue un mal padre, pero al menos le dio las claves que necesitaba para no morir en los fregados en los que se mete solo.
Cuando iban a disparar a Guts, la flor salió volando y el chico se echó adelante para recogerla, de tal modo que la saeta acertó al noble. Al final, la flor acabó pisoteada bajo los cascos de un caballo de los mercenarios que asaltaron el castillo —y entre los que se encuentra el «mercader» que lo usó para escapar— pocos instantes después. Es decir, la salvación de Guts supuso el fin de Chicchi. Un precio alto a pagar por seguir viviendo.
En una escena que recuerda a cuando Griffith deja escapar las flores que le han entregado, renunciando simbólicamente a su sueño, Guts llegó al campo de flores y dejó que a Chicchi se la llevase el viento.
Espero que pueda encontrar amigos… o que ellos me encuentren.
Las palabras de Chicchi, una evidente premonición, cierran estos capítulos. Y Guts se alejó, dándole la espalda al campo de flores. Uno que, sin saber si fue sueño o realidad, identificó con su infancia.
Un lobo sin manada, un lobo que busca la muerte
Guts vivía como podía, aislado y sin destino ni sueños. Servía a un amo y se alejaba antes de que fuera demasiado tarde. Así una y otra y otra vez. No importaba qué sucediera, se acercaba a los campos de batalla más peligrosos. ¿Se autocastigaba? ¿Buscaba inconscientemente la muerte? Eso es lo que afirma Griffith después de verlo luchar contra su hombre de la forma más arriesgada posible. Y lo cierto es que a Guts le gusta jugar con la muerte. Una contradicción fascinante, pues parece estar probando si será capaz de sobrevivir a la próxima. Ya que Gambino no lo mató, busca de forma inconsciente si hay alguna forma de morir que supere su instinto de seguir adelante.
Eso unido a su trauma (vemos cómo grita al noble que quería contratarlo que no lo toque) sexual lo aísla por completo de los hombres, que son los únicos que pasean por su mundo de sangre y destrucción. Con todo, los lobos solitarios no aguantan mucho tiempo. En cuanto un grupo se vuelve en su contra o aparece alguien más fuerte que él, Guts está perdido.
Por eso había llegado el momento de que formara parte de algo más grande que él mismo. Que por fin su camino fuera algo más que vagar sin rumbo. De formar parte de una manada de la que poder cuidar y a la que querer proteger. Y el Destino lo puso a prueba.
El Destino hizo que conociera a Griffith.