Cuatro Spokon únicos

Las historias de deporte forman parte de uno de los géneros que más trayectoria tienen en el mundo del manga. O, como también se les suele conocer, spokon. Como detalla el propio significado de la palabra en japonés, supotsu y kondo (espíritu), estas obras se bañan en ese espíritu deportivo y de compañerismo, la ambición por superarse y llegar a lo más alto. ¡Y competición! Que no falte la rivalidad entre escuelas y que el protagonista tenga un némesis a superar.

Por esto es fácil que, como ocurre en bastantes obras shonen, uno se ponga a buscar y encuentre que muchos spokon parecen sacados del mismo molde.

No es algo malo per se. Por ejemplo, en las últimas temporadas de anime han salido dos spokon que podrían encajar en esa categoría: 2.43 Seiin Kōkō Danshi Volley-bu y Bakuten!!, pero que aun así son obras fantásticas. O ahí tenéis, también, Haikyuu!! y el gran amor que le profesamos en la página.

Pero sí que es posible que alguien quiera algo distinto ya sea porque quiera una obra que trate un deporte menos conocido, o porque busque algo más original.

También hay que tener en cuenta los “límites” del género.

Tuve un debate con Ryuuju sobre si, por ejemplo, Runway de Waratte se puede considerar un spokon. Lo sé, parece una idea descabellada, ¡pero escuchadme un momento! No está centrado en un deporte, sino en un diseñador de moda que tiene la ambición de exponer sus obras en una de las pasarelas más prestigiosas del mundo. Para ello, debe enfrentarse a otros diseñadores profesionales, crecer como artista, trabajar compenetrado con todo un estudio de moda. Vamos… todas las características que definen a un spokon, solo que intercambiando el deporte por un arte. Claro que hay deportes que están íntimamente ligados con el arte como puede ser la danza, la frontera entre los géneros se desdibuja. Al final, aunque decidimos que no era un spokon, creo que cualquiera que disfrute este género estaría encantado con Runway de Waratte y otras historias parecidas.

Y por eso, he querido recopilar una pequeña lista de mangas que rozan los límites del género o que tratan deportes menos comunes.

 

Moon Land – Sai Yamagishi


A pesar de mis razones para escribir este artículo, me gustaría empezar por una historia más típica. Para calentar motores, digamos. Y es que Moon Land se la recomiendo a todo aquél que busque un spokon tradicional pero que esté interesado en deportes más de nicho. ¡Y que no se vaya a los cientos de capítulos de duración!

El mangaka novel Sai Yamagishi dedica sus 79 capítulos a la gimnasia artística masculina. Por supuesto y, como todo buen shonen, se concentra en las categorías juveniles de unos chavales de instituto.

Podemos encontrar muchas características que suenan familiares si se tiene un mínimo bagaje en el género. Tienes a Sakura, el niño prodigio con talento innato que se convierte en el rival y compañero de Mitsu, el protagonista. Este es un chavalín que, a pesar de sufrir por la diferencia entre sus talentos y técnicas, es capaz de sobreponerse a sus rivales gracias a una perseverancia brutal que combina con su capacidad para saltar grandes distancias —sí, suena mucho a Haikyuu, y no será lo único—. También están los torneos, con sus primeras derrotas para destrozar mentalmente al protagonista y que pueda levantarse de nuevo más fuerte que nunca. Y quién sabe, quizá conquistar ese sueño que tan inalcanzable parecía en un principio.

A pesar de parecer lo mismo de siempre, cada salto de Mitsu consiga mantenerte enganchado a las páginas.

Al joven se lo enfoca desde el primer momento como un personaje muy callado. No por ser una persona introvertida —que también—, sino que, cuando le vemos por primera vez, ya es alguien con experiencia en el deporte. Alguien que está pensando constantemente en el cielo. En la Luna. En poder mover su cuerpo a su completa merced. Vamos… que tiene, casi literalmente, la cabeza en las nubes. También es curioso y original cómo Mitsu carece de espíritu competitivo durante gran parte de la obra. No quiere ser el mejor, ni quiere demostrar nada a nadie. Simplemente quiere satisfacerse a sí mismo y así, según él, ser libre. De hecho, si se apunta a las competiciones, es por poder ver de cerca los pasos de Sakura, su novio rival, y así aprender de él.

Sin duda, la mayor pega artística de Moon Land es que visualmente es demasiado genérico. El autor podría haber desarrollado un estilo mucho más único para diferenciarse de otros spokon, pero parece que decidió tirar por lo fácil. También es que Sai Yamagishi ha corrido un gran riesgo al representar un deporte como la gimnasia artística, tan rápida y basada en movimientos precisos y milimétricos. Por supuesto, algo así es fácil de representar en papel, con la libertad de parar el tiempo y detallar cada una de las posturas. Sin embargo, el mayor problema que he encontrado es que muchas estas poses pueden parecer demasiado similares a un espectador sin mucha idea del deporte. 

¡Pero ojo! Si hay otra regla no escrita de los spokon es que una historia de este género, por lo general, debe hacer una buena divulgación para que el lector entienda qué está pasando y añadir tensión extra. Algunas obras tienen más espacio que otras para desarrollar las normas y peculiaridades y, desde luego, no todos los spokon pueden ser Haikyuu!! con su excelentísimo aprendizaje de cómo jugar a vóley, ni tener tantos capítulos como la obra de Furudate para desarrollarlo.

Aun así, Moon Land hace un buen trabajo en lo que respecta a entender cómo funciona la gimnasia artística. A pesar de ser individual, cosa que le resta un componente de complejidad táctica, sigue habiendo otros muchos factores a tener en cuenta cuando un gimnasta compite: la forma de balancearse, de cambiar de manos, los giros en el aire o la forma de aterrizar. Y a eso se le debe añadir la variedad de modalidades… Vamos, que no es tarea fácil y aun así Sai Yamagishi consigue que apreciemos cuándo Mitsu ha podido errar su ejecución, o la excelencia de los movimientos de Sakura.

Moon Land es una historia poco ambiciosa, pero que por ello resulta muy agradable y ligera de leer. A pesar de poder encontrar tantas características de Haikyuu!! —supongo que por compartir género y revista—, no pretende copiarla ni ser más que ella. Por eso, os recomiendo que le echéis un vistazo en mangaplus, ¡donde está la obra entera de forma gratis y legal!

 

Real – Takehiko Inoue


Si se hace un artículo sobre spokon, es casi obligatorio mencionar al grandísimo Takehiko Inoue. No en vano es autor de dos de los spokon más conocidos, uno de ellos siendo de los mangas más vendidos de todos los tiempos: Slam Dunk.

Pero yo vengo a comentar su otro spokon, el más reciente y que, de hecho, sigue en publicación —con numerosísimos hiatus—. Real es, igual que Slam Dunk, una historia sobre baloncesto. Pero, a diferencia de su ópera magna, Real es mucho más especial.

Primero, se aleja bastante de la estructura shonen que sigue Slam Dunk: por encima de todo, es un drama. Y uno de los más humanos que he tenido el placer de leer, por cierto.

Lo segundo y más importante es que Takehiko Inoue decidió centrarse en el baloncesto en silla de ruedas.

Real sigue a tres personajes: Nomiya Tomomi, un problemático estudiante que ha dejado el instituto después de salir ileso de un accidente y que pasa por una crisis existencial. Su pasión más grande es el baloncesto, pero no es lo suficientemente bueno para que un equipo importante decida incluirle entre sus líneas. Tomomi funciona como nexo entre todos los personajes y sospecho que puede ser una especie de avatar del propio mangaka.

Luego está Kiyoharu Togawa, un atleta al que tuvieron que amputarle una pierna por un tumor cancerígeno. A pesar de haber perdido un futuro como corredor olímpico, todavía aspira a ser una leyenda gracias a su enorme talento a pesar de no estar en ningún equipo de renombre. Togawa es nuestro primer contacto con el baloncesto en silla de ruedas y el punto de vista donde a los espectadores se les enseña la realidad de este deporte.

Y por último tenemos a Hisanobu Takahashi, el antiguo capitán del club de baloncesto del instituto de Nomiya, una persona egocentrista y típico bully de instituto, que se ve inmerso en un accidente después de robar una bicicleta… que hace que pierda por completo el control sobre sus piernas. La parte de Takahashi es la que más se enfoca desde el dram. Ayuda imaginar lo duro que es que, de un día para otro, pierdas el control y el sentido de toda la parte inferior de tu cuerpo, y toque empezar de cero.

Lo interesantísimo de Real es cómo estas tres personas se interrelacionan entre ellas y cómo consiguen ir creciendo poco a poco gracias a sus interacciones. No esperéis unas relaciones de amistad profundas y emocionantes, como puede pasar entre los compañeros en Haikyuu!!. Aquí crecen observando más bien de lejos las experiencias vitales de los demás. Nomiya admira la determinación de Togawa: ni siquiera perder una pierna le frena para lanzar el balón al aro, y eso hace que entrene todavía más para lograr su meta. A Takahashi, en cambio, no le queda otro remedio que cambiar su modo de ver las cosas y fijarse en gente como Togawa, en cómo hay una luz al final del túnel por muy negro que él vea las cosas al principio.

Ya es raro encontrar, de por sí, personajes con discapacidades físicas… A Silent Voice, Puedo Oír el Sol o Atelier of Witch Hat (todos licenciados por Milky Way en España) son los únicos aparte de Real que me vienen a la cabeza. Y si lo juntamos con el ambiente tan realista con la que Inoue infusa su obra, nos encontramos con que el mangaka divulga y da visibilidad a una realidad: los deportes para personas con discapacidad existen, y son mucho más que una simple variación del deporte original.

En el baloncesto en silla de ruedas no basta con, simplemente, coger una y ponerse a jugar. Existen otro conjunto de reglas para hacer más justo los partidos. Por ejemplo, por frío que suene, a cada jugador se le asigna una “puntuación” del 1 al 4.5 (este último es el menor grado de discapacidad física) según su movilidad, para después sumarlo al resto de miembros del equipo. El equipo en la cancha no puede superar los 14 puntos con tal de hacer lo más justo posible el partido.

Cómo no, la historia cuenta con el excepcional dibujo de Takehiko Inoue, forjado por varias décadas de experiencia. Sigue, de nuevo, con las caras semi-realistas que tanto le gustan al autor y que tan icónicos hacen sus mangas. Y como ya tiene sobre sus espaldas el hecho de haber dibujado el extenso Slam Dunk, Takehiko Inoue tiene una facilidad tremenda a la hora de dibujar la acción dentro de la pista de baloncesto. Solo hace falta ver esa velocidad que se transmite cada vez que un jugador coge la pelota… y lo bien que quedan los silencios y los ritmos pausados cuando debe haberlos.

Real es una obra que está formada por dos grandes temáticas: el amor tan grande que Inoue siente por el baloncesto, y el drama humano que en ningún momento se regodea en el dolor por fácil que lo tenga el autor. Estos dos filamentos se entrelazan de una forma perfecta para crear el ADN de un manga único.

 

Kenrantaru Grande Scène – Cuvie


Muchas veces se olvida que el ballet, aparte de ser una de las expresiones artísticas más bellas que existen, también es una disciplina deportista. Ser bailarina requiere una dedicación extrema y un esfuerzo monumental que no tiene nada que envidiarle a ningún otro deporte, por duro que sea. De hecho, es tanto el sacrificio que hay que hacer para ser profesional que es de conocimiento común lo mal que se pasa.

Por suerte no es de los deportes o danzas que más pasan desapercibidos, a diferencia de lo que le ocurre al baile urbano de WonDance. Tenemos ejemplos de historias como el precioso manhwa Like a Butterfly, el adorable Jing Jiu o Tetsugaku Letra. Sin embargo, ha sido Kenrantaru Grande Scène el título que más me parecía que tenía lugar en esta lista. Por ello, quiero recalcar que no vengo a desmerecer al resto. Son historias fantásticas, sobre todo lo adorable —y doloroso— que resulta Like a Butterfly.

Metiéndonos en materia, Kenrantaru Grance Scène sigue los pasos de Kanade desde que asiste a una representación de La Sylphide que protagoniza su vecina Rin. En ese momento, Kanade lo tiene claro: quiere dedicarse al ballet. Quiere ser tan increíble como Rin, la persona a la que idolatra.

Pero esta idealización del ballet se viene abajo muy pronto. La primera bofetada le llega tras su primera lección, cuando no debe de tener más de seis o siete años. Es entonces cuando se da cuenta de que el ballet es muchísimo más que bailes bonitos encima de una tarima y ponerse de puntillas para girar.

Para empezar, los ejercicios a los que Kanade se debe someter son… aburridos. Y muy poco elegantes comparados con lo que Kanade está acostumbrada a ver en Rin. De hecho, si no fuese por esta última, la niña habría tirado la toalla tal como le vaticinaron sus padres. Desde ahí, la figura de Rin sube un pedestal más en el corazón de Kanada y comienza a idolatrarla de verdad. Se convierte en su senpai, su maestra extraoficial y mayor apoyo emocional. ¡Hasta le deja sus trajes de cuando era pequeña y le cose unos nuevos!

Además, a diferencia de otros mangas donde todo el trayecto del protagonista sucede en un corto periodo de tiempo —un año, normalmente—, aquí podemos ver cómo Kanade teniendo a Rin como su amiga y maestra a lo largo de los años. Gracias a este importantísimo pilar que es Rin, Kanade consigue ir cumpliendo poco a poco sus objetivos como bailarina y artista, e ir conociendo a compañeras que estarán a su lado encima de la tarima. Es una suerte, además, que la competitividad que se representa entre las niñas sea tan sana: a pesar de los inevitables roces que pueden surgir entre unas adolescentes, acaban apoyándose las unas a las otras para mejorar.

La historia quizá podría beneficiarse de un dibujo menos rígido, y más teniendo en cuenta que… bueno, es ballet, y este no existe sin gracilidad, elegancia y movimiento. Aun así no es para nada algo que eche para atrás: Cuvie consigue crear aun y todo unas escenas preciosas de Kanade y sus amigas encima de la tarima junto con unos trajes y vestidos la mar de detallados.

 

Echoes – Ayumi


La última obra es también la más breve: un tomo único de 200 páginas que ha llegado a España gracias a la joven editorial Kodai y salido de la pluma de su autor Ayumi. Cuenta con pocas características de un spokon, y es que posiblemente sea el título que menos se acerca al género. Pero, igual que con Real, los problemas de sus protagonistas están tan entrelazados con el deporte que practican, que se me hace difícil no incluirla en la lista.

Echoes es la historia de Sei, un adolescente con problemas para encajar que acaba de llegar al equipo de baloncesto femenino del instituto. Esta falta de pertenencia a un sitio, de sentirse el bicho raro de su alrededor es algo, por desgracia, familiar para Sei. Porque igual que su autor, Sei sufre por su identidad de género y su sexualidad. De hecho, el nombre de Echoes bien podría venir porque se trata de una reminiscencia de la vida del propio mangaka.

Así, en Echoes se cuenta la llegada de Sei al equipo y cómo, por fin, encuentra un hueco donde sentirse a gusto. Allí conoce a Asuka, persona por la que siente algo más que admiración. Asuka también tiene problemas para encajar pero, al contrario que Sei, es una chica antisocial. Entrena sola y no se esfuerza en el trabajo en equipo. Por eso a pesar de ser la mejor jugadora del equipo, acaba siendo más una molestia que una baza ganadora para el equipo de las leonas. Hasta que llega Sei, por supuesto.

Como es una historia tan contenida, tan breve, puede llegar a saber a poco. Dan ganas de conocer más sobre el equipo de las leonas, o ver cómo avanza la relación entre Sei y Asuka. Por ello es que Ayumi decidió expandir este manga que llevaba construyendo desde que iba a bachillerato y que tan personal le resulta. En 2018 empezó a publicar en forma de web-comic Break the Border, una reinterpretación de la obra donde, con los mismos personajes, cuenta una historia ligeramente diferente, pero que va a durar más y se podrá permitir el lujo de profundizar en los personajes.

En el apartado artístico es hermosamente peculiar. Aparte de las típicas tintas para definir los contornos de los personajes, Ayumi hace un uso intensivo y muy inteligente de la acuarela para… básicamente todo lo demás. Desde el sombreado de las protagonistas, los fondos y texturas y, lo que más me ha llamado la atención y donde creo que el autor ha dado en el clavo: los reflejos en la pista de baloncesto y los trazos de acuarela que acompañan a los movimientos en los partidos que incrementan el dinamismo de la obra. Si se le pueden sacar fallos a esta obra, es la falta de fluidez de las escenas y una composición muy sencillita. Pero tratándose de un autor novel, no es algo que eche para atrás e impida disfrutar de la historia.

El baloncesto, como muchos otros deportes, es una actividad frenética. Una jugadora nunca está un segundo en el mismo sitio y, por eso, los autores de spokon deben buscar maneras de transmitir ese movimiento a su obra para evitar un manga estático y carente de vida, como puede ocurrirle a veces a Kenrantaru Grande Scène. Ya hemos hablado cómo lo hacen en WonDance, otro ejemplo maravilloso de cómo solventar este problema. En este caso Ayumi lo soluciona con estos trazos de acuarela, que a veces casi parecen la sombra que dejan los personajes al moverse.

El diseño de personajes también es extraordinariamente efectivo. Todas las jugadoras de las leonas son muy distintas entre sí y transmiten muy bien un abanico de actitudes solo con verlas, además de contar con unos espectaculares primeros planos que les confieren una personalidad tremenda.

Por cierto, la editorial Kodai intentó traer Break the Border a España mediante una campaña de micromecenazgo. Por desgracia, no acabó de salir adelante. Ojalá en un futuro puedan volverlo a intentar, o la editorial y el interés por la obra crezca lo suficiente como para que lo editen sin necesidad de los aportes de la gente. De verdad, me muero de ganas de leer qué nos cuenta Ayumi en este nuevo retelling, porque la historia merece la pena, y el tratamiento de temas como la identidad de género o la sexualidad en obras de deportes es algo único.

¡Que el viento sople a vuestro favor!

Autor

  • Judeau

    Amante de todas las dimensiones, pero especialmente de la tercera. Hago imágenes que se mueven llamadas vídeos y escribo sobre lo que más me ilusiona. También soy el editor del canal de Youtube y de los podcast.

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Hugo2003DBZ
Hugo2003DBZ
3 years ago

No soy muy fan de los mangas/animes de deportes, la verdad, pero me resultan entretenidos y algunos me gustan bastante.
Recuerdo un anime cuyo deporte era el Balón Prisionero, Bola de dan. Muy curioso.

Estos que recomendáis tienen buena pinta. Les echaré un vistazo cuando pueda.

Un saludo!

April
April
2 years ago

Interesantisimo este articulo. Recuerdo que siempre evite los spokon por puro prejuicio hacia el género, pero después de como ha ido creciendo decidí darle una oportunidad y es genial. Así que encontrar este articulo justo ahora me cae como anillo al dedo; sobretodo porque realmente son únicos! No sabia que historias como «Real» existían un aplauso a Takehiko Inoue por ello, va a mi lista definitivamente. Al igual que «Kenrantaru Grance Scène»… han estado como en mi punto ciego porque, admito, he iniciado con lo más comercial como «Dance Dance Danseur» o «Ballroom e Youkoso» (mi favorita, debo decir) aunque también he podido encontrar otras interesantes como «Tsurune: Kazemai Kōkō Kyūdō-bu» o «Kaze ga Tsuyoku Fuiteiru» (mejor conocido como Run with the Wind), creo que estas historias han permitido acercarse a deportes que generalmente no vemos representados o que no son tan famosos, por decirlo de alguna forma. En fin, ame el artículo, y tal cual, he agregado varios de estos mangas a mi lista.

Mistral Chronicles