Creando el clásico de Walt Disney: Blancanieves

Blancanieves de Walt Disney tuvo unos inicios más que interesantes. Ya no solo porque fuera el primer largometraje animado del mundo, sino porque sufrió sus altibajos y nadie podía imaginar en la clase de referente que se convertiría. Visto con presentismo, parece que el éxito de Blancanieves fuera inevitable. A la hora de la verdad las predicciones de la prensa eran desastrosas para Disney. Así que echemos un vistazo al proceso de producción para crear a la primera princesa Disney.

Un poco de contexto


Blancanieves no fue la primera opción de Walt Disney para crear un largometraje.

No, antes valoró la posibilidad de hacer una película sobre Alicia en el País de las Maravillas, una conclusión natural después del éxito que habían cosechado los cortos de Disney sobre el mismo personaje. La diferencia es que estos cortos mezclaban animación con una pequeña actriz que bailaba y actuaba para los espectadores. Esta vez había que lograr que el público empatizara con un personaje totalmente animado, y pocos creían que nadie fuera a prestar atención durante más de una hora a una película así… Aparentemente, entre otros motivos, porque los colores harían daño a los ojos. Pero, si lo consideramos, Alicia es una gran elección para la animación, donde los dibujantes pueden crear las imágenes más absorbentes y fantásticas del País de las Maravillas.

De este modo, Walt Disney compró en 1931 los derechos de los afamados dibujos de John Tenniel para que sirvieran de base a su película y hasta escogió a Mary Pickford para que interpretara a Alicia. Hay unas cuantas fotos flotando por internet de la actriz vestida como Alicia para efectos publicitarios. Sin embargo, los primeros conceptos rozaban lo grotesco y terrorífico para una película que estaba destinada a los niños. Y puede que también echara atrás a los adultos. Además, resultó que Paramount Pictures estaba preparando una película de acción real sobre Alicia. Walt Disney descartó el proyecto y buscó un cuento que dar vida sin competidores tan inmediatos.

Cuando Disney se arrojó de cabeza a la creación de Blancanieves, la situación no era muy estable. Por un lado, sus cortometrajes empezaban a generar pérdidas. Por otro, no tenían formas de paliar las mismas porque todavía no poseía un estudio que pudiera equilibrar las ganancias con películas seguras de acción real. Crear una película de 88 minutos que fuera completamente de dibujos animados era un riesgo, pero también un golpe de mano que, si triunfaba, lo sacaría del agujero económico al que se acercaba.

Habría que reclutar cientos de artistas, llegaron a ser más de seiscientos, quinientos de los cuales estaban dedicados en ocasiones exclusivamente a Blancanieves, y prepararse para una inversión inicial que se estimaba en los 500.000 dólares. Terminaron por ser casi 1.500.000, lo que obligó a Disney a hipotecar su propia casa, suscitando asperezas con Lilian, su esposa, y su propio hermano Roy. Pero como Blancanieves se puso en marcha durante la Gran Depresión pudo permitirse pagar salarios más bajos a sus trabajadores. Particularmente a las mujeres.

Y luego estaba el dilema de cómo adaptar un cuento tan oscuro. Los hermanos Grimm habían unificado un cuento extendido por toda Europa que en ocasiones tenía a la misma madre de Blancanieves como enemiga, que incluía fuertes críticas a la «vanidad» femenina por la apariencia con la sujeción de tres visitas de la bruja ofreciendo bien corsés, bien lazos, bien peinetas hasta que al fin la manzana hacía su trabajo y, sorprendentemente, dado su historial, los hermanos descartaron incluir el canibalismo de la bruja que trataba de devorar los pulmones y el hígado de la pequeña. Lo que no dejaron fuera fue el castigo final de Blancanieves a su madre/madrastra: obligarla a bailar en zapatos al rojo vivo hasta que caía muerta. Por otro lado, los Grimm establecieron la edad de Blancanieves en siete años cuando escapaba de su madrastra, por lo que no podía tener mucho más de diez cuando el príncipe la encontraba en su féretro de cristal.

La cantidad de remiendos y cambios necesarios para adaptar un cuento así al siglo XX es abrumadora. Lo extraño es que Disney tampoco volvió muy mayor a Blancanieves. La Wikipedia le establece unos catorce, pero cuando la película salió al mundo no había ninguna edad explícita.

Y, en cualquier caso, catorce años sigue siendo menor de edad.

Menudo desafío.

Las modelos


El principal problema era crear un personaje emblemático, así que no sorprenderá a nadie que Blancanieves pasar por muchas etapas antes de alcanzar su forma final. Los animadores buscaron referencia en actrices y bailarinas, que se movían y actuaban frente a ellos para que pudieran captar el vuelo de una falda, el delicado movimiento de una mano, o la infantil sonrisa de la protagonista. Puede que por eso cada gesto de Blancanieves sea tan artificioso y calculado. Idealizado.

Uno de las mujeres que inspiró a Blancanieves fue la inventora, entre otras cosas, del salto en frecuencia que es la base del wifi actual, y actriz Hedy Lamarr, considerada como la mujer más bella de su tiempo. También se la acusaba de ser una mujer corta de entendederas porque eso era lo que se esperaba de ella, cuando Lamarr era especialmente hábil en áreas tradicionalmente masculinas como los diseños de aviones y la ingeniería (sin haberla estudiado) en general. Hedy Lamarr tenía una opinión bastante fuerte sobre su rol en la sociedad:

Cualquier chica puede parecer glamurosa. Todo lo que tienes que hacer es quedarte quieta y aparentar ser estúpida.

Lo cual es bastante interesante si pensamos en Blancanieves…

Otra mujer fue Marge Champion, bailarina de dieciocho años que también participó en Pinocho y Fantasía, y que fue el referente para los movimientos y el aspecto de Blancanieves. Le pusieron un casco de fútbol americano para que recordara más al diseño que querían hacer, con una cabeza algo desproporcionada, y ella tuvo que improvisar sus movimientos mientras pasaba un insoportable calor. Bailó con otros bailarines, con los animadores e incluso interpretó a otros personajes como Mudito para ayudar a imaginar sus movimientos. Merece mucho la pena verlo, así que no perdáis la oportunidad de echar un vistazo al documental.

No había coreografía: improvisaba sobre la marcha y les mostraba cómo bailar. Buscaban los sentimientos que Blancanieves sentía cuando bailaba con los enanos. Me dijeron que los llamara enanos. En realidad, los llamábamos hombrecitos. Al final usaron el movimiento que yo inventé mientras bailábamos.

Solo cobraba diez dólares por día, menos que la voz de Blancanieves, y Disney ocultó su papel de los ojos de los espectadores porque «no sabía cómo reaccionarían a su existencia».

El señor Disney sentía que la gente no entendería, no quería que supieran nada de mí. Creo que pasaron unos seis o quizá ocho años hasta que aparecí en uno de los libros sobre Walt Disney, y él se dio cuenta de que a la gente no le importaba. Todavía recibo correos de fans desde Rusia y Alemania, y de todo tipo de lugares.

Adriana Caselotti también tenía dieciocho años cuando comenzó a interpretar a la princesa y veintiuno al terminar. No le habían dicho que participaría en un largometraje, solo en un corto, y le pagaron de acuerdo a este último. En tres años solo cobró 970 dólares sin que su contrato le permitiera participar en otros proyectos. Además, tuvo que participar en las ferias y exposiciones vestida de Blancanieves, interpretando a una muchacha pura, inocente y joven. No apareció en los créditos de la película porque, al parecer, Disney consideraba que fastidiaría la suspensión de la incredulidad del público saber quién estaba tras la voz de la querida princesa. En realidad, Disney se negó a hacer aparecer las voces de los personajes hasta 1943, y tanto ella como la voz del príncipe, Harry Stockwell, demandaron a Disney en 1938 para intentar ganar parte de los beneficios que este se estaba llevando por las ventas del soundtrack. Sin éxito.

El diseño


En la actualidad Blancanieves es un personaje que podemos materializar en nuestra cabeza sin esfuerzo, dado que su diseño no es especialmente complicado, pero esto se debe solo gracias al trabajo que dedicaron sus creadores para volverla reconocible. Y lo primero que debemos comentar es que guarda un sospechoso y ligero parecido con Betty Boop, personaje increíblemente popular de Paramount Pictures y conocido por su sexualidad. No creo que sea casualidad que, en 1933, Betty Boop protagonizara un cortometraje de Fleischer Studios donde ella era Blancanieves. El largometraje de Walt Disney salió en pantalla en 1937.

Y es que merece la pena echar un vistazo a los conceptos iniciales de la Blancanieves de Disney. Su estilo es mucho más cartoon, redondeado y exagerado, más cercano a los enanitos que a la versión final cuasi-realista de la película. Hasta sus expresiones eran pícaras y juguetonas, en ocasiones irradiando una languidez inquietante para una niña. Poco a poco se la estilizó hasta la versión que conocemos, pero no deja de ser curioso que Blancanieves bebiera tanto de una compañía rival.

Sin embargo, al final Blancanieves adoptó una estética propia, que en gran medida debe mucho a sus colores. Sin duda es revelador que en los créditos aparezcan los nombres de los animadores, pero no de las cien coloristas que dieron color, una por una, a cada una de las 250.000 páginas de Blancanieves y los siete enanitos… Y muchísimos más dibujos.

Un trabajo muy desagradecido, dado que las coloristas trabajaban sin descanso, en ocasiones durmiendo en el propio estudio, como se nos cuenta en Vanity Fair:

«Blancanieves tiene que estar lista para Navidades o será malo para Disney» escribió la rubia-platino Reidun «Rae» Medby a su novio desde su apartamento en Hollywood una noche en el invierno de 1937. Apenas podía mantener los ojos abiertos después de un mes trabajando los fines de semana con doble turno en el departamento de Ink and Paint, la exclusivamente femenina escuela final de animación a mano, durante el último empujón de la rompedora película. «El momento en que cojo un lápiz, mi cerebro se entumece, igual que le pasa a todo el estudio.»

Durante Blancanieves no era extraño ver a las «chicas» —como Walt se dirigía, paternalista, a ellas— delgadas y exhaustas, colapsadas en césped, en el salón de señoras o incluso bajo sus escritorios. Despertaban alrededor de las cuatro y media de la mañana para ponerse a completar el trabajo que habían hecho los hombres que sí se llevaban el mérito del trabajo.

«Agradeceré tanto poder vivir de nuevo como una persona cuando Blancanieves esté terminada», escribió Rae después de trabajar 85 horas a la semana. «Trabajábamos como pequeñas esclavas y caíamos redondas donde estábamos», dijo la entintadora Jeanne Lee Keil, una de las dos zurdas del departamento, que tuvo que aprender a hacerlo todo al revés. «Vi la luna elevarse, el sol elevarse, luna elevarse, sol elevarse». La pintora Grace Godino, que se convertiría en la doble del estudio de Rita Hayworth, también recordaba los largos días que se mezclaban en noches: «Cuando me quitaba la ropa, me detenía frente el armario sin terminar de aclararme: ¿voy a dormir o voy a levantarme?».

Gracias a estas mujeres, Blancanieves cobró vida y cada color que veis en la película lo hicieron ellas, incluyendo las sonrojadas mejillas de la princesa, que se hicieron aplicando cosmético a cada célula. Y trabajaron en muchos otros proyectos de Disney, sin que sus nombres tuvieran relevancia a pesar de haber dado color a Chernabog, entre otros icónicos personajes. Si queréis escuchar anécdotas sobre todas estas trabajadoras, escuchad este podcast con Mindy Johnson, la autora del libro Ink & Paint: The Women of Walt Disney’s Animation.

Por otro lado, la producción y creación de Blancanieves no se libró de momentos de tirar todo a la basura y volver a empezar de cero. Walt Disney era un perfeccionista en algunos aspectos y tenía ideas muy claras sobre lo que quería crear, de modo que cuando escuchó de una cámara multiplano que podría dar profundidad y realismo a la animación, decidió que iba a emplearla. La primera escena de El viejo molino en la que vemos cómo se aproxima lentamente dicho molino, ¡como si se estuviera grabando un escenario real!, fue una de las pruebas que se hicieron antes de saltar a Blancanieves. Los animadores también jugaron con la cámara multiplano en el momento en que Blancanieves se asoma al pozo y se ve reflejada en el agua, todo un logro de la animación.

Pero hubo que hacer recortes y sacrificios también. Los storyboard planteaban secuencias de ensoñación en Mi príncipe vendrá, con Blancanieves caminando entre las nubes, encontrándose con el príncipe y mucho más. El mismo príncipe iba a gozar de un papel más destacado, hasta iba a tener un poco de personalidad. Una de las ideas que luego recogerían para La bella durmiente o en Enredados era que el príncipe sería secuestrado por la reina, encadenado a un pilar y retenido hasta que pudiera abrirse camino para salvar a Blancanieves.

Las villanas antiguas de Disney eran muy kinky y me encanta.

Sin embargo, el príncipe quedó más y más descartado porque era difícil de animar. Según el animador Mike Gabriel:

Una de las cosas más complicadas de animar es un ser humano. El nivel más difícil es un varón humano.

Cómo cambian las cosas, eh.

Sin embargo, creo que no es muy desacertado afirmar que el príncipe perdió protagonismo por el mismo motivo que en todos los antiguos largometrajes: Disney no confiaba en el drama y quería seguir atrayendo a los niños con los animalitos que tanto gustaban en los cortos.  Los animalitos tienen una barbaridad de protagonismo en Blancanieves, Cenicienta y en La bella durmiente y las hadas madrinas, mucho más fáciles de animar e incomensurablemente más divertidas, se adueñan de la acción. Por eso en Blancanieves hay tantas escenas que no van a ningún lado, con canciones sobre lavarse las manos, o animales bellamente animados que suben y bajan por las escaleras para hacer reír al público. El tono es un desastre, pasando de los momentos más goofy a otros escalofriantes como la aparición de la bruja o de los buitres relamiéndose antes de ir a devorar su cadáver.

Pero, al fin y al cabo, estaban probando. Debían lograr que la película atrajera a toda la gente posible, incluso si significaba alternar entre escenarios sacados casi de Mickey Mouse y otros más propios de los Grimm. Y para ver esta disonancia solo hay que fijarse en la evolución del diseño de la reina, más propia de la Reina de Corazones de Alicia en sus inicios, hasta la elegante y terrible dama oscura de la que gozamos en la película. Según el historiador Rudy Behlmer, es posible que este cambio se debiera a la película She de 1935, con la imponente actriz Helen Gahagan Douglas como villana.

 

 

 

La historia


Blancanieves fue una apuesta para Walt Disney de la que salió tremendamente bien parado. Lo que todos los periódicos habían profetizado que se convertiría en su ruina terminó por ser un increíble golpe económico que catapultó a Disney hacia el éxito y el renombre. Pero ¿qué es lo que dice sobre Blancanieves?

Primero de todo, Blancanieves se esfuerza en presentar estereotipos sociales a partir de personajes sin verdadera personalidad.  Como comenta el animador Mark Henn en Designing Disney’s First Princess, por la época no había una narrativa sofisticada, ni tampoco unos personajes especialmente profundos. Blancanieves era un personaje que reaccionaba a lo que ocurría a su alrededor, como casi todos los otros personajes de su era, y por tanto debía ser atractiva al ojo y atraer por el hecho de ser un dibujo muy vivo.

Aparte de eso, Blancanieves es una niña ingenua, con cierta chispa para abrirse camino por la vida, pero que no sabe cómo afrontar a una sospechosa anciana que le ofrece comida mientras todos los animales la atacan o rehuyen, aterrorizados por la misma. La historia no es de Blancanieves, igual que La Sirenita no es la historia de Ariel, sino la de lo que su existencia provoca en los demás. Porque se hace como un rol a seguir, inmutable en sus atributos, que no aprende ni evoluciona. Tampoco es que lo hagan los otros personajes, pero…

Muerta o inconsciente, encerrada en un féretro de cristal, Blancanieves despierta cuando un hombre al que ha visto hace semanas o meses la besa y se la lleva a su castillo. Un hombre joven, pero indudablemente mayor que ella, con poder y estabilidad económicas, y gusto por niñas muertas. ¡Su sueño hecho realidad!

Por otro lado, Blancanieves no tiene personalidad real, pero tampoco está vacía. A lo largo de la película la hemos visto trabajar sin descanso en casa de los enanitos. En la versión de los Grimm, el hogar estaba limpio y aun así se negaban a aceptar a Blancanieves si esta no trabajaba para ellos. Era, básicamente, un contrato a cambio de protegerla. Disney suavizó esta situación volviendo a los enanitos una suerte de ancianos-niños que necesitan de la presencia de una mujer a la que mimar (ya sea bailando, haciéndola reír o preparándole mantas y regalos en escenas que acabaron por eliminarse) y que se ocupe de traer equilibrio al establecer un horario, hacer comida y limpiar la casa.

Blancanieves gana independencia de su madrastra al convertirse en una suerte de madre sustituta para los enanitos, a los que besa cariñosamente antes de ir a dormir. En el cuento, Blancanieves se mete en líos cuando deja de trabajar en casa porque una mujer viene a interrumpir sus labores. En cierta manera, la imagen decimonónica es «positiva» porque refleja a una mujer capaz de cuidar de sí misma y otras personas. A la vez, se la pone en peligro mortal porque su «vanidad» hace que acepte regalos para mejorar su aspecto por parte de otra mujer. En la película Blancanieves también recibe exclusivamente influencia positiva de hombres y negativa de una mujer, pero su situación se suaviza y no da sensación que esté explotada. En particular, porque canta y ríe, pero también porque recibe la ayuda de los animales para cuidar de sus desastrosos anfitriones. A día de hoy nos resulta absurdo ver a Blancanieves feliz mientras limpia y cocina, pero siendo una película de la Gran Depresión y viendo cómo los enanos también son felices simplemente por trabajar parece evidente que refleja un deseo general de tener algo con lo que ganarse la vida.

En una escena donde Sabio y Gruñón se enfrentaban por si Blancanieves podía o no quedarse, ella interrumpía la pelea y se levantaba con dignidad, diciendo «no permitáis que yo destruya vuestra feliz vida». Arrogancia o un poquito de manipulación, en cualquier caso lograba que la aceptaran y tenía *un papel* para lograrlo.

Blancanieves pasa mucho más tiempo despierta que Aurora, pero no deja de ser tan objeto como ella hacia el final de su propia trama. No tiene nada que decir o hacer respecto a lo que le sucede, excepto soñar con que un príncipe venga a salvarla. Son los animales quienes traen a los enanos para que venguen su muerte, y después despierta y es llevada a un lugar donde tendrá un «final feliz». Todo transcurre sin que ella pueda opinar o pensar, desde la persecución de su madrastra hasta la muerte de la misma a manos del destino. Un cambio fascinante, porque Blancanieves tiene que ser el epítome de la bondad y del rol femenino a seguir, cuando su versión aún más infantil del cuento no dejaba la venganza de lado, oh no. Nada de animales ni de rocas, o escalofriantes buitres que nos insinúen la muerte de una bruja. Blancanieves castigaba a su asesina haciéndola bailar con zapatos al rojo vivo.

Pero las mujeres deben saber perdonar y ser felices con lo que les ha tocado, ¿no?

El resto es historia


Blancanieves y los siete enanitos recaudó millones y sigue haciéndolo a día de hoy. Ya en su día se dobló a más de veinte idiomas. ¡Pensadlo, en la década de los treinta, veinte idiomas una película de animación! Los nombres grabados en las camas de los enanitos están escritas en distintos idiomas, el libro de la reina también cambia según el país donde se estrenara la película. Fue un movimiento calculado e inteligente, que facilitaba al público la inmersión en Blancanieves.

Esta película cambió el concepto de la animación para siempre. Fue pionera y demostró que se podía triunfar con la animación, que la gente podía sollozar en el cine porque un dibujo animado había muerto y sus seres queridos lamentaban su pérdida. Hubo gente que especuló que Blancanieves y los siete enanitos merecía el Oscar para la mejor película, mientras que otros la desdeñaban porque no se podía competir con las películas de actores. Al final solo se llevó una nominación a la mejor banda sonora, pero al año le entregaron un Oscar especial como reconocimiento por el impacto que había tenido su película. Años después, La bella y la bestia logró ser nominada a la mejor película antes de que se creara una categoría aparte para animación.

Blancanieves salvó a Disney y se convirtió en parte de la infancia, de la vida de innumerables personas. Mi abuelo siempre hablaba con infinito cariño de la primera película de animación que fue a ver al cine. Otras tantas personas mayores me han dicho lo mismo. Cumplía sueños.

También consolidó el inicio de esa imagen hipócrita de Disney donde todo es felicidad y polvo de hadas, y se oculta la explotación de los trabajadores. Más importante aún, sentó una base para gente que quería más Blancanieves, más películas similares, más princesas. Más de lo mismo. Permitió a Disney construir su estudio, convirtiéndose en el centro de la animación comercial hasta muy, muy finales del siglo XX. Y ahora tenemos a un imperio a punto de acabar con la libertad y variedad creativa de tantos sectores que da miedo.

Todo gracias a la pequeña Blancanieves.

¡Ve, Blancanieves! ¡Rumbo a conquistar el mundo!

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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