Análisis: Me enamoré de la villana #1

Hace unos meses, mientras estaba en el extranjero, tuve la revelación de que podía seguir sacando libros de la biblioteca mediante el préstamo de ebooks. Cotilleé enteras las dos categorías que he leído fundamentalmente este año (Juvenil/Young Adult y no-ficción histórica) y guardé en una lista todos aquellos títulos que me llamaron la atención cual coleccionista compulsiva. Desde entonces, y cada cierto tiempo, le echo un vistazo a la página de adquisiciones recientes, porque una nunca tiene suficientes libros pendientes de leer. Decir que me sorprendió encontrar en una de esas nuevas remesas dos series diferentes de light novels/novelas ligeras sería quedarse un poco corta, ya que apenas hay un puñado de tomos de manga disponibles, y las LN tienen un público más minoritario. Como se puede deducir a partir del título de esta entrada, que fuera algo que no me esperase no quiere decir que haya desaprovechado la oportunidad, sobre todo cuando una de esas series prometía un romance sáfico.

Y así es como hemos acabado aquí.

Un pequeño aviso antes de comenzar. Aunque algún aspecto de esta obra me ha gustado, mi opinión general es bastante negativa, y no me he dejado ninguna crítica o queja en el tintero al escribir sobre ella. Si buscáis una reseña (o análisis) positivo, o incluso equilibrada en sus argumentos a favor y en contra, no la encontraréis a continuación.

ATENCIÓN: esta reseña contiene SPOILERS de la novela.

Me enamoré de la villana es una de tantas obras pertenecientes al género isekai. En caso de que alguien no esté familiarizado con el término, podemos definirlo a grandes rasgos como aquellas historias en las que el personaje principal, alguien de nuestro mundo, se ve arrastrado de una u otra forma a otro universo, generalmente de fantasía. Estas causas, de diversa naturaleza, pueden ser más o menos relevantes para el desarrollo de la trama. En el caso de Me enamoré de la villana, ni se explica el motivo, ni es en absoluto importante para la historia, salvo por ser el catalizador; al menos por lo que puede verse en el primer tomo.

Nuestra protagonista, Rei, se despierta un día convertida en el personaje principal/avatar dentro de un juego otome llamado Revolution. Un juego con el que está más que familiarizada: lo ha completado innumerables veces, ha comprado o buscado todo el material adicional disponible y hasta ha escrito sus propias historias inspiradas en él. Al contrario que otros jugadores, sin embargo, y tal y como adelanta el título de la novela, Rei no está interesada en los intereses románticos que el juego ofrece, los tres príncipes herederos del reino, sino en la “villana” o rival amorosa, Claire.

Quiero dejar claro que no soy una lectora habitual de light novels. Las únicas que he terminado son las de Naruto, que estaban integradas en un universo muy familiar para mí. No es el caso de Me enamoré de la villana; existe un manga, sí, pero es una obra posterior, que adapta la historia de la novela a un nuevo medio, y que, en todo caso, no había leído previamente. Digo esto porque no sé hasta qué punto mis problemas con cuestiones como las descripciones o los diálogos son simplemente consecuencia directa de la naturaleza intrínseca de las light novel, o si la prosa de Inori es tan o más responsable de ellos que el formato en sí.

Porque he tenido problemas con la escritura. Vaya que si los he tenido.

La historia está narrada en primera persona, con frecuentes alusiones al lector por parte de la protagonista: “¿No pensaríais […]?”, “Como ya dije”, etc. No existe ningún marco narrativo sobre el que apoyar dicha dinámica; no parece que Rei esté escribiendo unas memorias o un diario, o que se dirija a una audiencia “dentro” del libro. Al tratarse de un tipo de narrador tan particular, esta falta de justificación me descoloca un poco, aunque entiendo por qué se ha recurrido a él. Permite presentar aspectos del mundo y la historia del juego, con los que la protagonista está muy familiarizada, en función de qué es de interés para lo que narra en cada momento, y genera cierta tensión. El título del otome, Revolution, ya adelanta lo que acabará pasando a nivel general, pero lo importante es el futuro concreto de Claire. Uno tan sombrío que Rei busca impedirlo a toda costa. De ahí que intente hacerle prometer que nunca se rendirá, o que busque fuentes de dinero alternativas de cara al futuro. A fin de cuentas, quiere evitar que Claire acabe en la ruina o, incluso, ejecutada.

Al mismo tiempo, tener a Rei como nuestra guía personal genera ciertos problemas. No tiene por qué reflexionar cuando se le presenta una prueba o un misterio, ya que sabe la respuesta, con lo cual la mayoría de aspectos importantes de la trama aparecen de sopetón para el lector. O al menos esa fue mi sensación.

En cuanto a la narración en sí… como he dicho, no sé si es a causa de las características de las light novels, pero las descripciones me parecieron en su mayoría escasas. Para que os hagáis una idea, así es como se nos presenta el escenario en el que tiene lugar la historia del juego:

Aunque Revolution estaba ambientado en un mundo similar a la Europa antigua, la política del reino de Bauer, el reino donde se ambientaba el juego, era muy corrupta.
Los nobles heredaban la mayoría de los puestos claves del país, y los funcionarios importantes del gobierno eran nombrados a dedo gracias a sus conexiones personales. Esta discriminación no hacía más que aumentar la disparidad entre la nobleza y los plebeyos año tras año, hasta que el malestar y el descontento del pueblo eran tan grandes y evidentes que ya no podían ser ignorados.

Me hace especial gracia que diga que el único aspecto en el que se distingue el reino de Bauer de la “Europa antigua” (sea lo que sea que signifique eso, le doy un pase porque esto está escrito para un público japonés) sea la corrupción. No solo porque evidentemente era (y es) un fenómeno existente en Europa, sino porque, con el avance de los capítulos, descubrimos que el reino de Bauer tiene: magia, monstruos y electrodomésticos como nevera y horno (que funcionan con magia).

Sin embargo, he llevado mucho peor los diálogos. La representación continua de onomatopeyas e interjecciones, unido a la falta de acotaciones de tono o acción y al contenido de las intervenciones en sí, es lo que más ha hecho que la lectura se me hiciera cuesta arriba. Estoy bastante segura que el estilo es cosa del género literario, y no de Me enamoré de la villana en concreto, pero no por ello quería dejar de comentarlo.

¿Y qué hay de la historia en sí? Revolution tiene lugar en la Academia, donde alumnos de familia noble, como Claire, comparten clases con plebeyos como Rei. La existencia de la magia, ciega ante las diferencias de clase, unida a las protestas por parte del pueblo, ha terminado por obligar a la corona a desarrollar un sistema basado en la meritocracia, de la que esta escuela es el máximo exponente.

Ahora que no está limitada por las restricciones que tendría si estuviera en una partida, sin embargo, Rei no se limita a contentarse con acudir a la Academia y cruzarse con su interés amoroso cuando toque según la historia “canónica” del juego. A pesar de la antipatía que siente Claire hacia ella, logra convertirse en su criada, una posición que le permite estar siempre a su lado. Incluso si no deja de interactuar con los tres príncipes, las opciones románticas reales, este cambio hace que, en los “eventos” que compartiría con alguno de ellos (quedarse encerrados en un almacén, un mal encontronazo con un noble extranjero, etc.), quien esté junto a Rei sea Claire. Por ello, la esperanza de derrotar la inmutabilidad del juego, de evitar que el destino de Claire se torne trágico y conseguir vivir con ella una historia de amor, crece. Porque eso es lo que hemos venido a ver aquí, ¿no? Un romance sáfico.

Ilustración de Claire incluida en "Me enamoré de la villana".

Tengo sentimientos encontrados sobre el tema de la representación lésbica y cómo se desarrolla la trama romántica. Por una parte, agradezco mucho que no se hable de manera ambigua: términos como “lesbiana” y “homosexual” aparecen de forma explícita en el texto (incluso “bisexual”, palabra a la que muchas obras de ficción parecen tener alergia). El romance está construido sobre ciertos elementos del enemies to lovers, un tópico que me encanta, aunque aquí solo sea algo unilateral. También agradezco que, por parte de la protagonista, al menos, tengamos a alguien que sabe perfectamente que no es heterosexual desde el principio y no se deba pasar por momentos de rechazo hacia sí misma o de negación. No digo que sea malo representar estos sentimientos en una obra, ni mucho menos, pero está bien tener una historia sáfica en la que no se tenga que pasar necesariamente por dicha fase antes de entrar en el romance en sí.

Por otra parte, hay ciertos aspectos que me hacen levantar, y mucho, la ceja. Rei, en el mundo real, es una oficinista. Nunca se especifica su edad, y no recuerdo si se menciona la de los estudiantes de la Academia, pero no me parece muy desencaminado asumir que, no solo es mayor que Claire, sino que esta última es una menor. Asumo que caracterizar a Rei como mujer trabajadora busca resaltar el hecho de que su vida es gris y monótona, cuya única fuente de felicidad y escape son los videojuegos y la ficción. Pero ese puede ser también el caso de una estudiante de instituto o universitaria, lo cual solo habría mejorado la trama, ya que Rei no se termina de comportar como una adulta.

Con esto no pretendo dar a entender que hubiera preferido leer una historia donde una persona de claramente… ¿veintipico? ¿Treinta? años persigue románticamente a una menor. Sin embargo, el que los diálogos de Rei me parezcan pueriles o a veces me den vergüenza ajena, que sean impropios de alguien que se supone que es una adulta, hace que resulte aún más innecesario que sea mayor en primer lugar. Podría comparar esta situación a la que tiene lugar en muchas novelas de fantasía romántica, donde el demonio/vampiro/ángel caído/*insertecriaturaaquí* de cien, doscientos o mil años se sigue comportando mayormente como un adolescente. Excepto que no existe gente con doscientos años, pero sí adultos que intentan aprovecharse de menores. Como digo, Rei no me parece adulta, así que no era difícil ignorarlo la mayor parte del tiempo. Pero es algo que está ahí.

Igual que está ahí la forma en la que Rei se relaciona con Claire. Al ser la “villana” y alguien de familia noble, Claire trata a la protagonista, una plebeya, de forma condescendiente y altiva. Al principio de la historia le oculta los libros para que llegue tarde a clase, la empuja, la hace de menos, etc. En cierto sentido, Rei comenta que las acciones de Claire no son extremas (por ejemplo, no la empuja en sitios como las escaleras, donde podría hacerse mucho daño; no le rompe los libros, etc.), pero lo que realmente evita que considere esta novela un bully romance es la propia actitud de Rei. Su forma de reaccionar es alegre, hasta agradecida, con respuestas como “Me gusta que se meta conmigo, señorita Claire” o “Por esto es por lo que me gusta, señorita Claire”. No existen aquí connotaciones negativas; estas frases no buscan atenuar la ira de un maltratador, ni son síntoma de síndrome de Estocolmo, ni nada parecido. Es como un juego, hasta cierto punto, algo que refleja que Rei se lo está pasando bien en su “nueva vida”, y que al mismo tiempo desarma el comportamiento más abrasivo de Claire, un claro ejemplo del arquetipo tsundere.

Este recurso, sin embargo, esta forma de equilibrar las fuerzas, por así decirlo, se lleva al extremo, ya que acaba pareciendo directamente acoso por parte de Rei. Un claro ejemplo de ello es cuando lanza al aire la sugerencia de hacer “ejercicio nocturno” (guiño guiño) para compensar la ingesta extra de calorías, después de que Claire dude entre si comer una segunda creme brulée o no. Es, quizás, el caso más grave, pero comentarios similares, unidos a la insistencia de Rei en declarar su amor por Claire de forma constante, cuando esta, en principio, no está interesada (ni siquiera quería a Rei como criada, solo la aceptó por orden de su padre), cansa. Y mucho. Es cuanto menos curioso que, al mismo tiempo, en la propia novela se aluda a los estereotipos negativos que aún pesan sobre las personas homosexuales. Que si se enamoran de todo miembro de su mismo género, que si son acosadores o gente obsesiva, etc. El tópico de la “lesbiana depredadora” viene especialmente a colación aquí. En su narración, Rei comenta que todo esto no son más que prejuicios sin base; entre otras cosas, porque a ella solo le interesa Claire, y sus relaciones con otros personajes femeninos carecen de toda connotación turbia o negativa. El que este fragmento aparezca en el texto, es decir, que Inori sea perfectamente consciente de estos estereotipos homófobos, hace, sin embargo, que este “acoso de jajas” llame aún más la atención. Sí, no tenemos a una lesbiana que vaya insistentemente detrás de toda mujer, solo de una; evidentemente, podría ser peor. Y, sin duda, también mejor.

Considero que la actitud de Rei presenta una serie de matices, que comentaré a continuación, pero quería dejar eso claro en primer lugar.

Resulta evidente que su comportamiento es una elección activa; en su narración aparecen comentarios sobre el aspecto de Claire cuando estrena un nuevo atuendo, o apreciaciones sobre su carácter y habilidades, pero nada parecido a lo que llega a decirle a ella. Sigue siendo acoso, sí, pero al menos Rei no está escrita como una persona completamente obsesiva. En varias ocasiones, recurre a esta clase de comentarios cuando el ambiente es muy tenso o Claire está muy preocupada, como forma de distraerla y llevarla a un terreno familiar —algo que siempre funciona. Por otra parte, el objetivo último de Rei es la felicidad de Claire, de ahí que no tenga ningún problema en aprovechar sus conocimientos del juego para propiciar encuentros entre esta y uno de los príncipes, del que está enamorada. Si bien, como resulta evidente, preferiría poder vivir un romance con ella, sus prioridades son otras. Esto, sin embargo, a su vez puede llevarnos a la reflexión de que su dinámica, en última instancia, está desequilibrada. Rei lo sabe todo de Claire: sus gustos, sus patrones de comportamiento, sus posibles destinos. No es así en caso contrario, y Claire ni siquiera se acerca a imaginar que Rei tiene y se aprovecha de dicha información.

Ninguno de los matices mencionados cambia, como creo que ha quedado claro, mi consideración de que Inori ha ido demasiado lejos con este comportamiento y, si me quejé de actitudes similares en dos de las películas que he reseñado en Mistral, sería impropio no hacerlo aquí también. (Parece que colecciono historias en las que te venden el comportamiento acosador de sus protagonistas femeninas como algo quirky, pero juro que no lo hago a propósito; solo me las encuentro).

No obstante, y sin hacer de menos esta cuestión, fue otro aspecto el que tuve que comentar de inmediato con el resto de miembros de Mistral, en vez de esperar a que leyeran la reseña completa: el plot twist. O la consecución de plot twists, más bien.

Ilustración de Lene y Claire incluida en "Me enamoré de la villana".

En la segunda mitad de la novela empieza a hacerse justicia al título del juego —Revolution—, ya que un grupo de alumnos plebeyos de la Academia empieza a organizarse y a manifestarse a favor de la igualdad con los nobles. A pesar de los pasos dados en dirección a un sistema meritocrático, recordemos que la sociedad sigue siendo mayormente estamental. Es la nobleza la que recauda los impuestos del pueblo llano, gobierna y controla sus territorios, y toma las decisiones políticas junto a la corona. Muchos de estos aristócratas se siguen considerando inherentemente mejores que la plebe, tienen actitudes desdeñosas hacia esta y consideran que no debería participar en la política porque no está cualificada para ello.

Hay varios roces y discusiones entre alumnos de ambas clases sociales, pero la tensión crece exponencialmente tras una pelea en la que un plebeyo acaba envuelto en llamas y a punto de morir por el ataque de un noble. El castigo que recibe dicho alumno —que defiende en todo momento que no quería ser tan agresivo, que su varita “sobreactuó”—, además, es irrisorio, y con este ambiente caldeado llegamos a “la noche de los plot twist”, como me ha parecido adecuado llamarla. Rei, por supuesto, sabe que esa noche va a tener lugar un evento del juego, por lo que deja a Claire en su dormitorio y va al laboratorio donde va a desarrollarse la acción.

Este es uno de esos momentos en los que el profundo conocimiento sobre Revolution con el que cuenta Rei va en detrimento de la historia. Es posible que hubiera más pistas enterradas en capítulos anteriores y yo me las saltara (reconozco que llegado un punto leía rápido para terminar cuanto antes), pero, desde mi punto de vista, en su mayoría esta parte sale de la nada. Porque de pronto tienes que preocuparte de que haya alguien que pretenda usar una campana mágica —de la que no se había hablado antes—, para invocar a una quimera —que es un monstruo totalmente diferente a los que se habían presentado antes—, para matar a los alumnos nobles de la Academia. Oh, pero no pasa nada, porque Rei ya ha destruido la campana. (Spoiler: al final sí pasa porque el villano secreto consigue reparar la campana e invocar a la criatura, pero esa es otra cosa). Ella no necesita deducir nada, ni dejar constancia de su proceso de razonamiento, porque ya lo sabe todo, ya conoce la identidad de la persona con la que se va a encarar en el laboratorio. Así que el único que se come los plot twists es el lector. A saber:

  1. Quien viene a activar la campana es Lambert, un personaje secundario que, aunque de origen plebeyo, es miembro de una familia muy rica que hace numerosos negocios con la nobleza y la corona. Fue él quien saboteó la varita del noble pirómano (el cómo es irrisorio) e instigó desde las sombras las acciones de la plataforma plebeya. Pero, ¿un momento? ¿No iría en contra de los intereses de su familia que fomentase el descontento del pueblo? Lo que nos lleva a:
  2. Rei afirma que sabe que Lambert no cree necesariamente en la causa plebeya, pero que ha hecho todo esto bajo las órdenes de otra persona, que amenaza con hacerle daño a su hermana Lene (la otra criada de Claire y compañera de Rei). Ante esta acusación, Lambert dice que si le cree capaz de poner en riesgo a toda su familia solo para proteger a su hermana. Lo que nos lleva a:
  3. Lambert y Lene no solo son hermanos, sino que también son amantes. Y es por eso por lo que él está dispuesto a meterse en todo este berenjenal.

Fue en ese preciso instante en el que sufrí la crisis y tuve que acudir al resto del equipo de Mistral. Meter incesto es un poco como lo de escribir que Rei sea una oficinista. Virtualmente, su inclusión no cambia casi nada en la historia. Es decir, que un hermano quiera proteger a su hermana pequeña, incluso si eso va en contra de los intereses del resto de su familia, me parece una motivación plausible de por sí. No necesito que me escriban un romance incestuoso para justificar las acciones del personaje. Pero su presencia hace que la ceja me llegue ya hasta la raíz del pelo, porque, encima, como guinda del pastel, esta revelación viene acompañada de la siguiente frase:

¿No pensaríais que el único amor prohibido de esta obra iba a ser homosexual, no?

Ya que, como todo el mundo sabe, la homosexualidad y el incesto son cosas equiparables. Supongo que el uso de “prohibido” se debe a que el matrimonio homosexual aún no está legalizado en Japón, pero, en cualquier caso, son unas palabras un tanto… desafortunadas.

Dejemos, no obstante, el incesto a un lado y volvamos al tema del movimiento plebeyo. El hombre bajo cuyas órdenes actúa Lambert es de otro país. Es decir, cuando, después de que Rei y Claire derroten a la quimera, todo este asunto se lleva ante la justicia, lo que nos queda es lo siguiente: las protestas estaban incitadas por agentes e intereses extranjeros, lo cual resta toda la credibilidad al movimiento, que acaba por disolverse. Doy prácticamente por sentado que esta subtrama reaparecerá en el siguiente tomo, pero, tal y como se resuelve en este, casi parece que esta gente solo se queja porque ha sido manipulada para que levanten la voz, y no porque tenga verdaderos motivos para hacerlo.

Y luego en esa misma escena te dicen que la corona ha decidido, como castigo, ejecutar no solo a Lambert, no solo a Lene, sino a toda la familia. Recordemos que por casi asesinar a un compañero de escuela, el noble no-pirómano solo tuvo que cumplir una semana de expulsión. Pero claramente esta gente necesita de agentes extranjeros que inciten la revolución, porque no tienen de qué quejarse.

Rei y Claire consiguen que esta pena se conmute por la expropiación de todos los bienes de la familia y su destierro, con el argumento de que la ejecución volvería a despertar la ira de las masas. Resulta evidente que el juego está pensado para que sean las acciones de la protagonista las que afecten a la historia de forma significativa; eso no quita que igualmente me haga gracia que a nadie se le pasara por la cabeza esa posible consecuencia. Es decir, el castigo sigue siendo injusto para el resto de miembros de la familia, pero al menos no ruedan cabezas. ¡Ah! Y la novela te vuelve a recordar que Lambert y Lene mantienen una relación incestuosa, al decirte que esa es la causa por la que su familia, con toda probabilidad, no querrá saber nada de ellos en el destierro. Como si el hecho de haber causado dicho destierro, con independencia de los motivos, no fuera razón suficiente. Una vez más, se saca a relucir este “amor prohibido” cuando la historia funcionaría igual sin él, vaya. Es más, la novela incluye un epílogo narrado desde el punto de vista de Lene, y pensé que ahí se incluiría alguna reflexión al respecto (cómo había acabado enamorándose de su hermano, cómo llevaban esa relación, etc.), pero no. Estas páginas estaban dedicadas a su relación con Claire, proporcionándonos detalles sobre la infancia y la adolescencia de esta.

Aunque, para el final del primer volumen de Me enamoré de la villana Rei y Claire no sean pareja, resulta evidente que su relación ha evolucionado en la buena dirección. Hemos pasado de Claire echando pestes de Rei porque estaba en su sitio/camino, a Rei consolando a Claire, afectada tras la marcha de Lene. Es una lástima que el camino hasta llegar aquí haya sido tan accidentado.

Empecé esta novela con la expectativa de encontrarme con la historia, cuca y sin pretensiones, de una chica que por fin puede hacer la “ruta” que quiere en su otome favorito, y mejorar el destino de la antagonista de este en el proceso. Si el comportamiento de la protagonista no rozara a menudo el acoso, seguramente habría sido más sencillo minimizar, que no ignorar, mis otros problemas con la obra, y el tono de este texto sería diferente. Tal y como está escrita, sin embargo, me deja pocas cosas positivas a las que aferrarme, y por eso he tenido que escribir algo tan largo.

He visto que el segundo volumen también está disponible en mi biblioteca, pero creo que, al menos por el momento, regresaré a mis lecturas habituales.

PD.- Me gustaría saber quién fue la mente brillante que decidió que una de las cuatro ilustraciones que acompañan al texto representara una escena de Claire en ropa interior.

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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