Entre una infinidad de otras cosas más negativas, 2020 fue el año de los furrys. O, al menos, el año en el que varias obras de anime con animales antropomórficos llegaron a un público más mainstream de la mano de Netflix. Amor de gata se subió en junio a la plataforma un poco de rebote, como forma de compensar el estreno en cines japoneses, que se vio truncado por la pandemia. Tal y como dije en su día, era una película que estaba interesada en ver, y lo hice poco después de que estuviera disponible, pero la vida pasa y hasta ahora no había sacado ni tiempo ni ganas para quejarme escribir una reseña en condiciones.
Pero aquí está.
ATENCIÓN: esta reseña contiene spoilers de la película
El planteamiento de Amor de gata es sencillo. Chica con problemas se enamora de Chico. Chico no hace caso a Chica. Chica hace un trato para dejar atrás la situación en la que vive y gana la habilidad de convertirse en gato. Chico sí hace caso a Chica cuando esta es un gato. Chica pasa cada vez más tiempo siendo un gato, ignorando el resto de aspectos de su vida. Ser un gato acaba planteando problemas graves a Chica. Chica, Chico y amigos se enfrentan a la criatura con la que Chica hizo el trato para deshacerlo. Chica y Chico acaban juntos, final feliz (o eso dicen ellos). No me parece que los creadores tuvieran la intención de hacer algo más allá de una historia de amor con tintes sobrenaturales, inspirada probablemente en el mito del bakeneko. Lo cual en sí sería perfecto… si la ejecución fuera buena.
Mi problema fundamental con esta película es el personaje de Muge, la protagonista. Muge tiene razones para querer escapar de su vida actual y para tener problemas a la hora de establecer vínculos con los demás. Su madre se fue de casa cuando era niña, motivo por el que se metían con ella en la escuela. Hasta su mejor amiga, Yori, se distanció durante un tiempo porque la proximidad hacía que también acabara siendo objeto de discriminación. Ya sabéis, los niños pueden ser muy crueles a veces, y más si necesitas crear un conflicto (ya resuelto para cuando la historia de la película tiene lugar) que justifique que el papel de Yori sea bastante desagradecido, pero me estoy desviando del tema. Muge le sigue guardando rencor a su madre por abandonarla, y considera que tomó una decisión egoísta al irse, por lo cual rechaza sus varias invitaciones para vivir juntas. Y tampoco se encuentra a gusto en casa, ya que no termina de conectar con la nueva pareja de su padre, a la que ve como una pobre imitación de su madre; alguien que solo es amable con ella por motivos deshonestos. Se trata de una persona que evidentemente busca el amor y cariño del resto pero, al haber sido “traicionada”, le cuesta aceptar esos sentimientos, hasta el punto de preguntarse qué sentido tiene el mundo y desear que desaparezca.
De hecho, la película nos muestra explícitamente una conversación con su madre, que hace que todos estos sentimientos estén a flor de piel, como lo que acaba desembocando en el trato con el vendedor de máscaras a través del cual Muge puede transformarse en gata. La historia podía proseguir con una Muge transformada encontrándose con Hinode (su crush), recibiendo cariño que ella considera genuino por primera vez en mucho tiempo (obviemos convenientemente a Yori) y pasando cada vez más tiempo transformada en gata porque no está segura de que Hinode vaya a tratarla con el mismo cariño siendo humana, etc. Lo cierto es que esta idea no se aleja mucho del argumento real de la película, pero se quitaría de encima la razón fundamental por la que el romance se me va a pique totalmente.
Muge tiene problemas, sí. Y es, también, una acosadora.
En la primera interacción que vemos entre ella y Hinode, Muge se le acerca por la espalda a la entrada del instituto para… chocar su culo con el de él. Más adelante, entra a la clase de Hinode por la ventana del pasillo para intentar grabar su “voz sexy” en el móvil, diciendo que la quiere para escucharla antes de dormir y que le provoque sueños maravillosos. Resulta evidente que Hinode está incómodo ante semejante tipo de atención, pero tampoco es demasiado agresivo enfrentándose a ella. Más bien se resigna a soportarla.
Un inicio del romance espectacular.
Muge vive en su propio mundo, uno en el que Hinode le dirigió unas palabras de cariño cuando estaba en su momento más bajo y, sí, Hinode se las dijo… cuando ella estaba convertida en gata (aunque este detalle no se descubra hasta más adelante). Pero aunque ese encuentro reforzara la obsesión de Muge y la convenciera de que Hinode está también enamorado de ella, lo cierto es que su fijación ya existía de antes, a juzgar por las reacciones del resto de alumnos ante sus intentos de “ligoteo”. De hecho, según sabemos por un comentario de Yori, Hinode ha ido cambiando de estrategia para lidiar con Muge. Al principio, le dejaba indirectas de que no estaba interesado para pasar a ignorarla, probablemente tras ver que el gasto de energía era inútil si el acoso no iba a cesar.
La obsesión malsana de Muge tiene varias consecuencias. La primera es que, personalmente, no me hace desear que esta pareja acabe junta. Y, como he dicho, la intención principal de la película parece ser contar una historia de amor, así que hacer que estés en contra de la misma parece un tanto contraproducente. Y también actúa en detrimento del guion en sí. El efecto humillante de que dos compañeros de clase le roben a Muge una carta de amor dirigida a Hinode y la lean en voz alta pierde muchísimo impacto cuando Muge lleva no sé sabe cuánto acosando a Hinode, “amenazando” a aquellos que hablan mal de él a sus espaldas y diciendo que quiere grabar su voz para escucharla antes de dormir. Y con esto no digo que dicha humillación esté justificada o que no tenga lugar, ya que está haciendo públicas unas palabras escritas para ser leídas en privado… pero al mismo tiempo los antecedentes diluyen el impacto de esta escena. Y eso es mortal cuando se supone que se trata de un momento clave. Hinode termina estallando a causa de la carta y dice que no aguanta a la gente pesada y que la odia, y la verdad es que lo único que pude pensar al verlo es cómo no se lo había dicho antes. Son estas palabras de rechazo definitivo las que hacen que Muge decida convertirse definitivamente en un gato, ya que ve que esa es la única manera de estar con Hinode. ¿Que eso implicaría abandonar a Yori sin que la pobre sepa adónde ha ido su mejor amiga? A quién le importa. Es más, al escuchar una conversación entre una más que evidentemente preocupada Yori y el padre de esta, esta cabeza hueca que tenemos de protagonista solo retiene que Hinode la está buscando. No le dedica ni un solo pensamiento a su amiga o por lo que puede estar pasando. Solo decide volver a intentar ser humana cuando la transformación avanza un paso más y, por un lado, se vuelve incapaz de entender a Hinode cuando le habla y, por otro, se da cuenta de que, con ese aspecto, no podrá confesar sus sentimientos… aunque entre la carta y todo lo que ha venido antes me parece que el chico puede hacerse una idea.
Por su parte, Hinode se siente culpable por la desaparición de Muge, y más cuando Yori le cuenta todo el tema de su madre, y cómo Muge siempre oculta su sufrimiento. Después de esto, Hinode reconoce que en realidad no la odia y… ¿ya se nos ha olvidado convenientemente el acoso? Porque una cosa es que exista una serie de razones por las cuales Muge haya acabado así, pero eso no justifica el acoso. Tuve un problema similar con el personaje de Sakura en Quiero comerme tu páncreas, ya que su situación explica parte de su comportamiento pero no debería justificarlo y… el resto de personajes parece hacerlo. Hinode inmediatamente pasa a romantizar el hecho de que Muge siempre estuviera sonriendo por él y admite que Muge es más fuerte que él por ser capaz de decir lo que piensa, y mientras yo estaba directamente alucinando.
En el último tercio de la película se revela que el vendedor de máscaras es un “villano”, ya que sus máscaras tienen un precio (quedarse con parte de la esperanza de vida original de la persona que acaba transformada en gato) y, por tanto, no quiere devolverle a Muge su cara humana. La película pasa de estar más centrada en los sentimientos y las relaciones más interpersonales a enfocarse en la acción. Muge, Hinode, Kinako y un grupo de personajes sin nombre derrotan al vendedor, y Muge recupera su forma humana. Yori no pinta nada porque para qué.
El mensaje final en sí, Muge dándose cuenta de toda la gente que la quiere y recuperando sus ganas de vivir, es bonito. Pero es la propia película la que lo desmerece. Si se redujera el nivel de la obsesión enfermiza de Muge y se cambiaran algunas cosas, podría contarse una historia muy similar a la que tenemos y que fuera a) más coherente y menos tóxica y b) que hiciera que pudiera alegrarme de que al final Muge y Hinode puedan tener un futuro juntos. Pero supongo que si consideras esta obsesión como algo quirky y no como un comportamiento problemático pues todo es genial. Por otra parte, que se responsabilice a Hinode de conseguir que Muge vuelva a poder ser humana, al demostrarle con sus sentimientos que no le espera una vida de sufrimiento, me parece un mensaje más que cuestionable.
Una de las cosas que me sorprendió para bien fue el personaje de Kinako. Al principio se nos presenta como la mascota de la madrastra de Muge, Kaoru, sin mucho más. Una gata que ignora las atenciones de Muge de la misma forma que Muge ignora las atenciones de su dueña. Su momento estelar empieza cuando Muge vuelve a casa y se da cuenta de que la ha sustituido al tomar su antiguo cuerpo humano. Sus motivos, pues, parecen malvados, o al menos antagónicos, por lo que averiguar más adelante la verdad resulta una buena evolución. Es el amor lo que la ha llevado a intentar encarnar a la hijastra de su dueña, para devolverle todo el cariño que ha recibido durante su vida como mascota. Kinako era una gata callejera hasta que Kaoru la encontró y empezó a cuidar de ella, y es consciente de que ahora mismo está al final de su esperanza de vida, por lo que decide encontrar una forma de seguir a su lado durante más tiempo. Es un sacrificio que al final acaba decidiendo que no sale rentable, puesto que Muge quiere volver a su cuerpo y Kinako ve cómo su dueña la echa tanto de menos, pero es un buen contraste con la motivación que lleva a Muge a hacer el trato con el vendedor de máscaras.
El worldbuilding no es muy complicado, pero funciona bien para la historia. Los gatos siempre se han identificado con lo sobrenatural o lo divino en diversas culturas, por lo que una ciudad invisible solo para ellos en un mundo en el que el resto de cosas parecen iguales a las del nuestro no necesita una explicación concienzuda para justificar su existencia.
La animación está bastante bien, y aun meses después (y antes de vérmela otra vez para escribir la reseña) recordaba con bastante detalle sobre todo la Isla de los Gatos, a la que se nota que le han dedicado tiempo y mimo. No hay nada especialmente reseñable en lo que se refiere a la música pero, en general, el apartado técnico es sólido. Las debilidades de esta producción están en otras partes, que ya he señalado.
En última instancia, Amor de gata es… una película. No me he enfadado tanto (aunque me he enfadado) con ella como con las dos últimas que reseñé para Mistral, por lo que me resulta en su conjunto también mucho más olvidable. Aunque supongo que, en este caso, eso es algo positivo.
¡Que el viento sople a vuestro favor!