Analizando Berserk. Capítulo 11: La Edad de Oro (III)

¡Analizando Berserk capítulo 11 ha llegado! ¿Sabéis lo que significa eso? ¿No? ¡Pues que en el siguiente capítulo vamos a conocer a nuestro antagonista favorito!

Pero, antes, hay que sufrir con Guts.

Mucho.

Encontrarte con que has atravesado la garganta del hombre a quien querías llamar «padre» no suele ser una situación agradable. Para Guts, asistir a cómo Gambino aún así se las apaña para insultarle y echarle la culpa de la muerte de Shisu, es…

Más de lo que puede asimilar.

Hasta el momento Guts se ha limitado a reaccionar de forma inconsciente, el resultado esperable tras años de combatir. Pero ya no hay enemigo al que enfrentarse. De pronto se queda solo en la tienda, cubierto de sangre, con el cuerpo de Gambino a sus pies… Y, simplemente, no puede digerirlo. El impacto es tal que ni se percata de que, durante el enfrentamiento, un candil ha caído y la lona ha comenzado a arder.

Los hombres de Gambino llegan atraídos por el fuego y de inmediato asumen lo que ha ocurrido. Qué más da la mirada de Guts, lo importante es que está cubierto de sangre, que tiene una espada y que Gambino está muerto. En… ¿su defensa? Diré que primero se muestran incrédulos y exigen saber qué ha ocurrido. Por desgracia, parece que décadas en el campo de batalla, afrontando el PTSD, no les ha enseñado a lidiar con soldados sumidos en el mutismo: uno de ellos desenvaina. No va a matar a Guts, pero hace uso de la fuerza, de la amenaza, en un absurdo intento de recuperar el control de una situación sobre la que no lo hay.

 

La autodefensa arranca a Guts de su estupor y ataca para protegerse. En otras palabras: firma su sentencia de muerte. Solo entonces, al darse cuenta de lo que ha hecho, trata de explicarse… Y, por supuesto, es demasiado tarde porque los otros dos hombres arremeten a matar. De modo que Guts no tiene otro remedio que escapar mientras el mundo se desmorona sobre él. Al menos sabe lo que debe hacer. Aún al borde de las lágrimas, mientras se pregunta por qué ha tenido que pasar esto, roba un caballo y escapa con lo puesto. Nada de comida, de pertrechos, ni siquiera botas. Solo la espada y él mismo. No hay tiempo para nada más.

Su decisión ha sido acertada, porque podemos ver que todos los mercenarios se dejan llevar por la rabia. Guts ha matado a Gambino, mira la recompensa que le ha dado por cuidarle durante 10 años. No es como si todo el campamento supiera que Guts idolatraba a Gambino. Es más, hay unos cuantos mercenarios con dos dedos de frente que encuentran raro lo que ha ocurrido. No es puro melodrama donde solo el protagonista es persona y los demás son NPCs que actúan de acuerdo a lo que la trama quiere. Hay personas entre estos mercenarios, con opiniones a favor y en contra de dar caza a un niño pequeño al que conocen desde hace una década.

Pero el tipo que amenazó a Guts y ahora tiene un corte en el brazo está en caliente. Se siente doblemente traicionado y asustado (lo cual dice mucho sobre su madurez acerca de los actos de un niño prepúber). Y como ocurre siempre que estás enfadado, piensas lo peor:

—Nunca debimos haberle recogido de debajo de aquel árbol, hace once años… ¡Es un pájaro de mal agüero! ¡Un niño maldito que atrae la mala suerte!

Señor, sois mercenarios que tratáis con la muerte a cambio de dinero. Lo raro es que alguno de vosotros vaya a llegar a viejo.

El caso es que toman la decisión de ir de caza. Y digo caza porque no quieren juzgarle, sino matarle como si se tratara de un animal. Podrían haberle dejado marchar, sabiendo que es muy probable que muera de hambre, de frío o sed. Pero no. Quieren castigarlo sin escuchar sus motivos o intentar comprender la situación.

Es una escena brutal, horrible, desmedida. Y, aun así, este niño debe suscitarles verdadero terror, porque van armados de arriba abajo y utilizan ballestas. No puedo dejar de preguntarme cómo han podido alcanzar a Guts, que es pequeño, ligero y les lleva bastante ventaja, si se han detenido a armarse y añadimos ese peso extra a sus monturas.

Al final fuerzan a Guts a dirigirse hacia un acantilado y, arrinconado, una flecha termina por acertarle y arrojarlo al abismo.

—¿Le has dado?

—Sí, estoy seguro.

—Es imposible que haya sobrevivido al caer de esta altura… Joder, Gambino, qué mala suerte.

Y qué buena suerte para Guts que hayas dicho esa frase. De verdad, es como magia, y cada vez que se dice el personaje en cuestión sobrevive.

La escena que viene a continuación es una de las más bellas del manga. Guts despierta al fondo del acantilado, simbólicamente el punto más bajo de su vida (incluso tras la violación). El cielo se despliega sobre él y bajo su cuerpo, porque ha caído en un charco que refleja las estrellas. Casi da la sensación de flotar en medio del espacio. Y la cúpula celeste es fría, distante, en especial con la luna resplandeciendo en lo alto.

Ahora que tiene espacio para pensar, lo abruma la súbita realización de que está… solo. De que lo ha perdido todo. De que nadie, nadie, se preocupa por él. De no ser por el delicado enfoque, casi podría tratarse de terror cósmico al sentirte peor que diminuto en medio de un universo cruel y despiadado. Sin embargo, para nosotros Guts no es pequeño. La historia no pretende desprenderse de sus sentimientos y centrarse en el «abismo» que lo rodea, sino en cómo el mundo… se le está cayendo encima.

Ahora, si el eclipse es un elemento antinatural en Berserk, que fusiona el misticismo de la luna y con la ausencia del sol, la luna por sí sola es un signo casi positivo. Es la luz en medio de la noche, el color de Griffith antes de que se corrompiera, y también el del hijo de Guts y Casca. Si bien a partir de este momento queda asociada al dolor, también reaparecerá en momentos cruciales de la vida de Guts, como su primera gran batalla con los Halcones, o cuando Zodd les perdona la vida, y también es frecuente que acompañe a Skull Knight. Más importante aún, la luna se emplea como ejemplo en la causalidad, utilizando su reflejo sobre el agua y comparando a Gusts, si acaso, con un pez.

Y ahora mismo, Guts está a punto de ceder al aparente destino. No puede moverse, tiene frío, se le han roto dos costillas. Es demasiado.  Las estrellas dejan paso a la oscuridad. Lo único que permanece es la luna.

Pero Guts no cede a la inconsciencia y trata de levantarse. Cuando lo consigue… camina. Camina aunque no sabe a dónde ir. Camina aunque el pesimismo se apodera de él:

Ojalá me hubiesen dejado bajo aquel árbol… Ojalá hubiera muerto allí… Aquí no hay nada… Es todo sufrimiento… ¿A dónde…?

¿Puede alguien darle un abrazo? ¿Por favor?

Y, esto es interesante, es en este momento cuando llegan los lobos. Tras la sorpresa inicial, Guts sonríe con resignación, apenas sosteniéndose sobre las piernas. Los lobos aúllan, atacan.

Es el fin… Se acabó. Ya está.

Pero Guts hace lo que le han enseñado a hacer.

Se defiende de enemigos más fuertes y numerosos que él.

Por irónico que pueda resultar, diría que debemos dar las gracias a los lobos por su aparición… Porque si Guts hubiera seguido pensando, sin duda se habría dejado morir. Sin embargo, la aparición de unos inmediatos enemigos asegura que las ganas de vivir regresen, aunque solo sea momentáneamente. Guts ha aprendido a depender de su instinto, pero es a partir de ahora que se vuelca por completo en su aprendizaje y en las reacciones automáticas para sobrevivir. No hay que pensar, solo actuar.

Por supuesto, no pensar no es equivalente a no sentir. Guts cae varias veces, pero siempre se levanta para defenderse de los lobos, y a medida que lo hace, la frustración y el miedo rompen la superficie. Al final llora de rabia, de dolor y de puro sentimiento de rebeldía ante un mundo que lo quiere definitivamente muerto.

QUE ALGUIEN LE DÉ UN ABRAZO.

Esta secuencia funciona a modo de un microcosmos de la vida de Guts, de su deseo de morir y su rebelión para no caer sin más. El manga deja claro que su impulso de aferrarse a la vida está imbricado en él desde su nacimiento, y que ha sido templado por Gambino al ponerlo en situaciones de vida o muerte cuando no le llegaba a la gente ni por la cintura. Ahora se convierte, simplemente, en la forma de sobrevivir, que no vivir, de Guts. La única diferencia es que no pretende obtener dinero para ganarse el afecto de otra persona, sino que actúa por sí mismo. Eso sí, todavía faltan muchos años para que empiece a apreciar su dominio de la espada como algo más que un método de mantenerse en el lado de los vivos.

Además, está el tema de los lobos. Desde luego no tienen que ser un elemento simbólico, pero Berserk hace un buen trabajo alejándose del tópico del «lobo solitario» al representar que estos viven y atacan en manadas. Es decir, Miura está separando a Guts de la imagen de un lobo, porque siempre se lo ha comparado y comparará con un perro. Los perros nacen en camadas, pero son separados y vendidos para que se críen como mascotas, como pastores o bestias de caza. El mejor amigo de los humanos ha sido criado para ser totalmente utilitario; si se sale de esos esquemas y se convierte en un perro callejero, entonces se vuelve peligroso y poco deseable.

Guts es un perro entrenado para matar y que ahora mismo no tiene amo, que muerde, que desconfía y que no se amansará hasta dentro de muchos años.

Sin embargo, ya no querrá, aunque caiga varias veces en la tentación mientras sirve a Griffith, ser el perro de nadie. Cuando acaba dentro de los Halcones encuentra amigos, seguidores, rivales. Un sitio al que pertenecer. Uno donde todo giraba alrededor de Griffith, del hombre de quien se sentía amigo. Y los perros, como mejores amigos, lo sacrificarán todo por estos… Hasta que el sacrificio es demasiado. Como sabemos, Guts caerá en la misma espiral de odio, de rechazo y hambre emocional hasta que se gane un grupo de amigos donde no haya un líder absoluto ante cuya presencia quedar cegado. No es una manada como tal, pero sí una evolución fascinante que pasa de un evidente utilitarismo (mercenarios) a una amistad formada por lazos de confianza y respeto. Es decir…

De amigos.

Guts sobrevive a una manada de lobos por pura suerte y terquedad. La luna resplandece a su espalda. Su destino, que parecía ser el de morir (ya fuera a manos de Gambino, de los mercenarios o de los lobos), ha sido trastocado.

En cierta manera, es un renacimiento. El comienzo de una nueva etapa. Y dentro de muchos, muchos capítulos, en el 105, Guts volverá a encontrarse sin familia, sin amigos, sin hogar, con su futuro perdido mientras la lluvia cae y la luna se apaga sobre su cabeza bajo la presencia de espíritus malignos.

Pero para eso falta mucho.

Todavía llorando, Guts se desploma y susurra:

—Gam…bino…

Casi como una recompensa, o una demostración de que Guts no es un avatar de la mala suerte, aparece un carromato de mercenarios. Esta es otra prueba de que la figura del «lobo solitario» no funciona en Berserk. Guts puede haber vencido en la batalla, pero su victoria es completamente pírrica. Sin la intervención de estos mercenarios, habría muerto.

Desde luego no le salvan desinteresadamente. Los hombres demuestran admiración porque ha matado a los lobos y es su habilidad la que les impulsa a rescatarlo, ya que el jefe ha comentado que necesitan más «hombres». Es imposible no sonreír con ironía al leerles comentar:

—Hay que ver la suerte que ha tenido de que hemos decidido atravesar esta inhóspita área.

En definitiva, la habilidad de Guts es lo que le permite vencer, pero son otras personas las que le hacen sobrevivir. Hasta Griffith y Neogriffith comprenden que necesitan ejércitos, aliados, para que haya un mañana. Esta es una lección que Guts tiene que recibir a golpes una, y otra, y otra vez.

Pero basta de hablar del futuro. Hablemos de cómo los mercenarios afrontan la flecha clavada en el brazo. ¿Se preocupan? En absoluto. Desdeñan el tema asumiendo que Guts debe ser un esclavo huido, porque son los tiempos que corren. Aparte de ser un pedacito de lore, creo que podemos utilizar esto como un reconocimiento de que Guts era un esclavo de Gambino.

Simplemente no quería huir ni deshacerse de sus cadenas, como se ve en cómo sueña con un Gambino sonriente. Uno que le deja correr hacia él sin echarlo a patadas.

Cuatro años más tarde, y tras el glorioso plano de un asedio que ya les gustaría hacer a los que dibujan para revistas históricas, aparece un gigante. Bazuso, futura inspiración del querido Siegmeyer, el caballero cebolla de Dark Souls, se presenta como el gran defensor de este castillo. Hay toda clase de rumores sobre él. Asesino de 30 hombres, estrangulador de osos a lo Hércules, y sin duda imbatible enemigo, provoca que los mercenarios no quieran jugarse el cuello por enfrentarse a él…

Bueno, todos menos uno.

Acostumbrados como estamos a que Guts sea un tipo enorme e imponente, resulta fascinante que a los quince años siga siendo más o menos bajito. Simbólicamente, Guts sigue siendo un niño que carga con la espada de un adulto. Es un reflejo de su estado emocional y psicológico. De hecho, a esta edad Griffith le supera en altura por unos dedos. En otras palabras, no es hasta que se une a la Banda del Halcón que Guts puede crecer. Cuando deje de estar rodeado de adultos que puedan matarlo, forme amistades, encuentre un lugar donde le den de comer, de beber y le provean de cariño, que se convertirá en el titán al que estamos acostumbrados.

Pero hasta que llegue ese momento, Guts necesita comer. ¿Y cómo lo hace? Bueno, matando.

Todo indica que no pertenece a ningún grupo concreto de mercenarios. Después de lo de Gambino parece evidente que decidió no sufrir jamás nada igual, mejor estar solo a arriesgarse a violaciones o traiciones una vez más.

Guts exige un precio por derrotar a Bazuso y, una vez prometidas siete monedas de plata, se pone manos a la obra. Los espectadores no están muy convencidos de que pueda ganar a Bazuso. Al fin y al cabo, Guts es un crío con una espada demasiado grande para él. Está claro que no están acostumbrados a los niños-soldado… Y esa suele ser la ventaja con la que cuenta Guts. Una que le enseñará a Isidro a aprovechar.

Ahora, si bien la trama pretende usar a los mercenarios para construir el momento badass de Guts en el que les demuestra que están muy, muy equivocados, debo resaltar una gran verdad que suelta Bazuso:

—Tu ejército tiene serios problemas para reclutar soldados si se ve obligado a recurrir a criajos imberbes como tú. ¡O son unos cobardes que se escudan detrás de niños!

Guts no le hace caso, pero… ¿Tiene razón? Además, creo esto que nos permite asomarnos un poco a la situación de Guts. No es raro que se acepten críos en bandas de mercenarios, pero no les pagas igual y se supone que no van al frente-frente, al menos en este universo. Sí, Gambino quería explotarle, y los que le recogieron también, pero no es normal que alguien de la edad de Guts vaya a la vanguardia. Y diría que por eso está tan canijo: al no querer marchar con otros mercenarios, al tener que sobrevivir por sí mismo, no le queda otra que buscar trabajos extremos.

Por eso salta ante Bazuso exigiendo monedas al ver que nadie se va a enfrentar a él; no tiene una paga regular y necesita compensar como sea.

Por eso y porque Guts, inconscientemente. quiere que lo maten.

Si os fijáis, no es la fuerza sino la velocidad de sus golpes lo que obliga a Bazuso a ponerse a la defensiva. Resulta sorprendente porque Guts está cargando una pedazo de espada, sí, pero quiero resaltarlo porque los videojuegos han imbricado en nuestra conciencia la idea de que alguien alto y grueso es lento. Mentira cochina. Usad un hacha y veréis qué rápidos podéis ser con el peso añadido de la misma. Otra cosa es que alguien que vista de cuero se vaya a mover con mucha más libertad que quien porta una malla o una armadura, desde luego, pero a más tamaño no se suma lentitud.

En este caso, Guts contrarresta la fuerza de Bazuso con velocidad y golpes implacables, y poco importa lo bestia que sea su enemigo si logra colarse por algún punto débil de su armadura. Los reflejos de Guts (y la calidad de su arma) le permiten detener un golpe directo de Bazuso y partir su hacha. Esto es lo que le salva de acabar con el cerebro esparcido por la hierba, porque Bazuso le acierta en el casco y el golpe se suaviza solo gracias a que la hoja ya venía medio rota.

Llevado por la intensidad del momento, Guts coge suficiente ímpetu para atravesar la armadura de Bazuso y entonces…

Sinceramente, es fácil reducir esta escena a Guts siendo un «demonio» porque todo parece ensalzar su capacidad de combate. Pero no hay que perder de vista que esto va más allá de lo badass: es una ejecución. Una en la que no vemos la cara de nuestro protagonista, que parece dominado por una ira incontrolable.

Es posible especular que, durante mucho tiempo, para Guts los hombres como Bazuso son un constante recuerdo de gente como Donovan. No creo que sea casualidad que se lo enfoque como un demonio vengativo mientras hace saltar los ojos de Bazuso por los aires, de esa forma que no pudo cuando era aún más niño.

Y así terminamos con la transición de Guts. Es todo lo que Gambino quería, lo cual significa que está total y absolutamente solo.

Por suerte será por poco tiempo.

Ojos destrozados

2

Gente partida por la mitad

0

Niños muertos

0

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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