El canto a la libertad de ‘Sombras sobre Shimanami’ #1 y #2

Me enamoré de Shonen Note desde que empecé a leerlo. El estilo de dibujo, la historia, la forma de narrarla… Su autora, Yuhki Kamatani, había logrado algo increíble y, al terminar el manga, creía que no sería capaz de superarse. Me equivocaba. Y por eso hoy vamos a hablar de Sombras sobre Shimanami.

La editorial Tomodomo trajo el primer tomo poco después de finalizar la traducción de Shonen Note, pero, a pesar de que se trataba de la misma mangaka, no terminó de atraerme. Por una parte, estaba el altísimo listón que había dejado la obra anterior y, por otra, la sinopsis me parecía demasiado floja. Demasiado básica. ¿Un chico al que acosan por ser homosexual? Es la premisa de cientos de series, películas, libros, cómics, que a pesar de visibilizar un problema muy real, no van más allá de señalar que la homofobia es mala y que debemos ser tolerantes. Vamos, algo cualquiera con dos dedos de frente ya sabe.

Y es verdad… a medias. Porque si conocéis a Kamatani, ya sea por Shonen Note o por Nabari no Ou, sabréis que tiene una forma muy particular de transmitir sus ideas, por básicas que puedan parecer a simple vista. En vez de limitarse a un «la homofobia es mala, respetad a los demás», Sombras sobre Shimanami disecciona a sus personajes para demostrar toda clase de actitudes, no sólo con respecto al género y la sexualidad, sino también sobre la identidad personal y el sentido de una comunidad que lucha contra la opresión. Temas muy presentes en todas sus obras, pero ensalzados al extremo en Shimanami.

Preludio: El nacimiento de Sombras sobre Shimanami


Antes de empezar con la reseña, un pequeño inciso. La sinopsis es básica, sí, y es cierto que buena parte de la historia —de momento— es una crítica a la LGBTfobia destinada a señalar microagresiones, discriminación y estereotipos nocivos. Sin embargo, cabe señalar que Kamatani, al contrario que otros autores y autoras, no recurrió a esta temática porque fuera popular y a vender bien. Shimanami es, ante todo, una necesidad urgente de la autora de expresarse.

No pasó nada a lo que pueda llamar una razón [para publicar Shimanami]. Simplemente se trataba de la incomodidad que sentía hacia mi sexo/género desde que tengo memoria, la irritación de ser incapaz de encontrar las palabras correctas para expresar ese sentimiento a adultos, el dolor, el hacer daño a otros. [….] A medida que pasó el tiempo, esas heridas en mis recuerdos se cerraron, y cuando empezó la serialización fui capaz de mirar atrás hacia esas experiencias de forma calmada.

Kamatani, no binaria, arromántica y asexual, quería desarrollar la parte más psicológica de su historia en un lugar visualmente distintivo. Un lugar que, al contrario que por Internet, la gente pudiese sentarse, mirarse y mantener una conversación cara a cara. Así demuestra que, a pesar de la cercanía y del tiempo que puedes pasar junto a alguien, no puedes llegar a conocerle del todo. En sus palabras, quería que «las historias de los personajes se interconectaran en ese lugar», que todas fuesen distintas y sorprendentes, y que lo único que compartieran en realidad con las demás fuese ese punto de reunión: El Consultorio. Este se encuentra por la enigmática Nadie, que sirve de espejo para reflejar las inseguridades y los miedos de cada persona que habla con ella, para personificar el deseo de que alguien te escuche sin juzgar ni hacer preguntas incómodas. El resto de la historia se desarrolló a partir de este punto.

¿Por qué cuento todo eso? ¿Es importante para la trama? Bueno, en realidad no. Pero saber las intenciones de Kamatani y su proceso creativo ayuda a entender el sentido de Sombras de Shimanami, por qué se escribió y se dibujó, e incluso por qué motivo la editorial Tomodomo decidió traerlo a España. Si coges los dos primeros tomos y te los lees sin más, puede que la historia te sepa a poco. Es entretenida y emotiva, sí, y te despierta curiosidad, pero no es una obra que te cambia la vida. Ahora bien, si lo lees como una reconciliación entre la autora —y puede que tú mismo— y una época pasada de disforia, incomprensión y mucho dolor… quizás la cosa cambie. Sólo quizás.

 

Un espejo de múltiples caras


Ahora sí: empecemos con la reseña. En el punto anterior ya hemos visto la trama por encima y posibles interpretaciones de los mensajes que Kamatani quiere dar con ella, de modo que saltemos a los personajes. Siguiendo un poco el estilo de Shonen Note, cada tomo se centra en alguien concreto: el primero gira alrededor de Tasuku, un chico gay que tiene dificultades para aceptar su sexualidad, y en el segundo conocemos a Misora, un niño al que le gusta llevar faldas y vestidos, pelucas y maquillaje. Cada personaje tiene su propia manera de ver y comprender el género y la sexualidad, y personifican una actitud distinta que podemos adoptar ante ello.

Tasuku es consciente de que le atraen los hombres, pero no es capaz de admitirlo ni ante sí mismo. Un día tiene un desliz en el instituto y sus compañeros de clase descubren porno gay en su móvil, por lo que empiezan a burlarse de él. Desesperado, Tasuku decide suicidarse antes de que el acoso vaya a peor, pero entonces conoce a Nadie.

El primer tomo de Shimanami se centra en el proceso de aceptación de Tasuku, un conflicto interno desgarrador. Lo suyo no es homofobia internalizada, sino el deseo de ser aceptado por los demás, de poder vivir una vida normal sin que le juzguen de forma constante. El problema es que no es capaz de llevar a cabo ni el primer paso, que es estar en paz consigo mismo.

Esa misma aceptación es la que desea Misora. El Consultorio es el único lugar en el que puede vestirse como quiere y oír cumplidos… en principio.

Misora es un personaje muy joven que hace las veces de ventana a la diversidad en niños pequeños. En un principio interpretamos que es una chica trans, pero descubrimos que, en realidad, no sabe cómo identificarse. Kamatani explora con él la sensación de no encajar dentro del género binario. Admira con fervor a Nadie, que vive su vida sin asignarse etiquetas, y desea imitarla en ese aspecto. Por desgracia, nada es tan sencillo, y en cuanto Misora descubre cómo quiere ser y actuar, se echa atrás y cierra todas sus puertas a una situación mejor. Todo ello estrechamente envuelto con Tasuku, en quien busca amistad y comprensión.

Me ha gustado mucho cómo se plantea su relación entre los dos, porque muestra que la comunidad LGBT no está libre de prejuicios, ignorancia ni insensibilidad. Tasuku estereotipa a Misora y cae en el victim-blaming cuando un desconocido toca al menor; él, por su parte, se queja de las explicaciones de Tasuku sobre su homosexualidad y, en un estallido de rabia, le insulta con términos como «maricón».

Normalmente, los personajes LGBT que vemos en los medios son idílicos. Su único conflicto es salir del armario o aceptarse a sí mismos; incluso entre la comunidad vemos sus relaciones como perfectas y adorables, sin discusiones ni peleas. Es un concepto muy peligroso que tiene que acabar, y agradezco que Shimanami haga esa reflexión con la amistad/hermandad de Tasuku y Misora o con el romance entre Daichi y Saki, en el que ambas tienen, como cualquier pareja, opiniones contrarias sobre cómo deberían llevar sus vidas.

Es difícil decir algo más acerca de los personajes, porque estos dos primeros tomos son bastante introductorios. Dejan abierta la trama de Misora y el enamoramiento de Tasuku, aunque no es de extrañar: estamos a la mitad de la historia. Tengo especial curiosidad por Nadie y su historia, pues tiene pinta de ser un personaje clave pero está demasiado rodeado de misterio por ahora como para permitirnos algo de comprensión.

 

Metáforas visuales insuperables


Es realmente increíble cómo Kamatani ha utilizado la arquitectura para reforzar sus ideas. El instituto está dibujado con las paredes deformadas, crece, se retuerce, se llena de gente que separa y aísla a Tasuku. Él ya no forma parte del entorno, está siendo devorado por él, lo que le lleva a gritar y a huir.

En cambio, el Consultorio son todo líneas rectas y sobrias que armonizan con el diseño de las viñetas. También tiene esos diseños que parecen sacados de un cuento de hadas, como cuando Tasuku está en la habitación de Nadie o cuando suena Winter Daydreams, de Tchaikovsky, pero a pesar de ser tan surrealistas como el instituto, transmiten paz y serenidad en vez de agobio, porque es un espacio en el que puede ser sincero con sus sentimientos y con su identidad.

A su vez, cuando Tasuku ve a Daichi y a Saki y se imagina a sí mismo en una relación con otro chico, se rompe en pedazos. Aceptarse a uno mismo es duro, y definirse todavía más. Como bien dice este artículo —que os recomiendo mucho a los que ya hayáis terminado el manga o si no os importan los spoilers—, «al igual que una casa, su identidad debe demolerse antes de que pueda tomar forma. Una escena particularmente preciosa en cuanto a dibujo, y el simbolismo con los edificios y la arquitectura no hace más que añadirle belleza.

(Me duele el alma haber tenido que recortar las imágenes, pero de verdad, Kamatani, ¿¿¿puedes hacer cosas menos guays???)

¿Vale la pena comprar Sombras sobre Shimanami?


Por supuesto. Esta obra no va enfocada sólo al público queer, se la recomendaría también a una persona cishetero. Es una gran forma de ver que hay mucho más allá de gays, lesbianas y transgénero, y de que lo poco que sabemos es ínfimo en comparación con la realidad.

Sombras sobre Shimanami es un manga encantador que combina la crudeza de la opresión con unos dibujos espectaculares (no, no me canso de fangirlear) y toques de humor enternecedores. La historia puede parecer simple, pero no se trata de la trama general sino de las historias individuales y del impacto que tiene cada personaje en ellas. Además, se trata sólo de cuatro tomos, no va a ser una serie larga en la que dejarse mucho dinero, y la traducción de Tomodomo hace que valga mucho la pena. ¡Nos morimos de ganas de leer el desenlace!

Y, como siempre:

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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