Analizando Berserk. Capítulo 3: Guardianes de la codicia (I)

En el anterior capítulo de esta serie de Analizando Berserk, en el que se presentó un sacerdote, comenté que a Miura le gusta tratar el tema de la religión corrupta, de modo que no debería sorprendernos que el tercer capítulo empiece nada menos que con un inquisidor condenando a muerte a una supuesta bruja. Se ve que Miura tenía ganas de tratar el tema y tuvo que aguantarse muchos años.

Hay que conceder que el autor se asegura de humanizar a la pobre, pobre mujer al mostrarnos su rostro mientras suplica para que no le corten la cabeza y que lo último que hacemos es mirarla directamente a los ojos, pero la brutalidad de las expresiones y la secuencia de escenas se inclina más que nada a una violencia gratuita para causar impacto en el lector. Al fin y al cabo no lo vemos desde su punto de vista. Sigue siendo un espectáculo grotesco. Sin embargo, es cierto que esto es la idea para poder plasmar después por qué el pueblo no mueve el dedo.

En todo caso, casi de inmediato nos quedan claras dos cosas: que la mujer era inocente y que la iglesia da muchísimo asco porque están sacrificando personas para complacer a una fuerza superior.

Así, el inquisidor Dahl informa al conde de que ha ejecutado su orden con presteza… Pero…

Si… Sin embargo, es la quinta en lo que llevamos de mes… Tal vez… sea demasiado… Si seguimos a este ritmo, el mismísimo Pontífice podría llamarnos la atención…

Dahl está aterrorizado, igual que el pueblo que ha acudido a un sangriento espectáculo. En todas las edades se han ofrecido ejecuciones y castigos públicos para permitir que la gente corriente sepa lo que le aguarda si rompe las reglas, pero también con la intención de entretenerlas y que puedan volcar sus ansias de violencia y acción en cabezas de turco. Aquí, en esta ciudadanía, falta la segunda parte. Lo único que encontramos es miedo y silencio, ningún jaleo ni disfrute por la sangre vertida.

La gente empieza a preguntarse quién será el siguiente.

Y, sobre todos, la presencia del conde sumido en la sombra, con sus proporciones perturbadoras y su retorcida sonrisa mientras asegura que todo es «por el pueblo». De paso insiste en ejecutar a cualquier persona que parezca espía o peregrino.

A Miura le gusta establecer a los Apóstoles de una forma concreta; primero como bestias crueles y desalmadas, para después ir quitándoles capa tras capa hasta mostrar al humano destrozado que hay dentro, solo que ya es demasiado tarde para salvarlos o perdonarlos. Sin duda por eso Wyald es el personaje más gratuito e innecesario de Berserk, y aplaudo a las adaptaciones por librarse de él. No es necesario para las escenas que Miura presentó, y no ofrece nada que ningún sustituto humano no pueda cubrir.

Pero volviendo al tercer capítulo, Guts entra en escena y recoge la cabeza de la pobre muchacha. La estudia en silencio, casi con frialdad. A día de hoy, es una acción que resulta muy out of character. Pero si arañamos las posibilidades, al arrojar la cabeza contra el conde quizá no buscara solo llamar la atención, sino que fuera una condena pública para hacerlo responsable del asesinato. Voy a inclinarme hacia esta interpretación porque Guts ha mirado al hermano menor de la ejecutada, que grita y solloza, aislado en medio de la multitud silenciosa, y solo merece una sonrisa sarcástica por parte de nuestro protagonista. Casi sin lugar a duda, está confirmando una vez más sus ideas nihilistas porque es evidente que no hay una pizca de valor ni nobleza en esta gente.

De modo que se planta y se opone a la autoridad escupiendo en la cara de un soldado y lanzando la cabeza contra el conde.

Con la sangre que mana de su estigma, Guts ha dibujado el signo en la frente de la mujer y, como si no fuera suficiente, ofrece una visión de la cicatriz al conde. Acto seguido, utiliza la sangre para trazarse una línea por el cuello. Más claro, agua. El Apóstol va a ser el siguiente en perder la cabeza. Podría haberse ahorrado tal escena, que resulta un poco infantil para Guts, por lo que insisto en considerar que lo plantea como vengar en cierta manera la muerte de la mujer.

En cualquier caso Guts carga, de forma indirecta, con los sacrificios del conde y puede aparecer como una suerte de héroe byroniano… Si bien al final el núcleo de sus actos reside en motivos totalmente egoístas y vengativos.

Riendo, el conde hace explotar la cabeza de la mujer (de verdad, es todo muy gratuito) y acepta el desafío.

Y Guts, igual que en el primer capítulo, acaba teniendo que huir después de haberse opuesto a un poder institucional; antes fueron mercenarios al servicio del Apóstol, ahora directamente guardias de la ciudad. En cuanto puede, se deshace de ellos cortándolos por la mitad tras hacer una pose guay con su Matadragones. La escena no tiene mucho que comentar, excepto que me encanta que se ha traducido el horror de los soldados gritando esto:

¡Los corta como si fueran de mantequilla!

La guardia está lo suficiente organizada como para desplegar a unos ballesteros y Puck salva la vida a Guts al brillar, dejándolos cegados y permitiendo así que Guts derribe el balcón en el que se encuentran. Sigo albergando unas cuantas dudas acerca de quiénes pueden y no pueden ver a los elfos, pero con esto queda claro que los soldados lo pueden ver y atrapar sin problemas. ¿Quizá todo se deba a que conviven con Apóstoles, de modo que su resistencia a la magia desaparece?

En cualquier caso, en cuanto un soldado captura a Puck no transcurre ni un instante y Guts corta las manos del hombre. Después afirma que ahora están en paz.

Es que claro, no se preocupa por Puck.

Entonces aparece un soldado enorme armado con un enorme martillo y que porta una gigantesca máscara. Desde luego a Miura le gustan esta clase de enfrentamientos, pero no me extrañaría que de aquí hubiera reciclado ideas para la batalla contra Bazuso y así enmarcar cómo ha evolucionado Guts (a mayor crueldad y habilidad) desde ese crucial enfrentamiento. Para empezar, la mayor diferencia radica en que aquí Guts no se encuentra al borde de la muerte y sabe bien cómo enfrentarse a un enemigo armado de pies a cabeza (lo cual también recuerda al capítulo de Chicchi). Tan confiado está que ni siquiera se molesta en matarlo. El golpe que casi le costó la vida contra Bazuso aquí lo realiza sin prácticamente esfuerzo.

A cambio, antes Guts jamás habría pisoteado cabezas mientras se regodea de un enemigo caído a menos que hubieran tocado a Griffith.

Por otro lado, dice mucho de Guts que no se moleste en coger a este hombre como rehén para intentar retirarse. Toda la crueldad gratuita de Guts terminará por volverse contra él, dado que este hombre va a resultar poseído por el Conde… Y, dado que es un capitán enorme, que usa un arma desproporcionada, se deja llevar por la furia y solo vive para la pelea, me parece que no es exagerado afirmar que se trata de un paralelo de Guts. Una muestra de dónde puede acabar, solo, ignorando la gente que sufre a su alrededor y enfocándose en la venganza.

Justo en el momento que llegan refuerzos, Vargas lanza una bomba de humo que permite a Guts y a Puck escapar. Vargas los guía a lo largo de la ciudad hasta su refugio, y nos explica por qué no hay nadie en la calle, por qué toda la gente vigila nerviosamente desde las ventanas: por miedo. Todos temen ser denunciados o traicionados por vecinos o incluso familiares, una actitud muy típica de los regímenes totalitarios y que se explota en 1984 de George Orwell. La desconfianza arrebata la fuerza al pueblo, lo cual indica el motivo de que nadie se haya rebelado todavía contra el Conde.

Sin embargo, es una situación inestable que probablemente se habría terminado por venir abajo tanto si hubiera llegado Guts como si no. Cuando no dejas de matar, generas innumerables vengadores. Es solo cuestión de tiempo que alguno logre matarte. En este caso, Guts. No hay que olvidar que la gracia de su personaje es que no deja de ser un humano, que a menudo roza lo imposible, pero que no deja de ser creíble. En cierta entrevista, Miura señaló que quería a un personaje relativamente realista, como podría ser Capitán América, para incitar a la imaginación, a soñar si no podrías llegar a ser igual con constante entrenamiento.

De modo que es posible matar al Conde siendo un mero humano.

Simplemente, esta la historia de Guts. Tarde o temprano habría llegado otro, y otro, y otro, sin importar cuánto fallaran. Porque el odio se limita a generar más odio y desesperación. Los Apóstoles cosechan lo que siembran.

En el laboratorio de Vargas hay muchísimas criaturas sobrenaturales en botellas de toda clase, varias de las cuales han pasado por una evidente disección. Por suerte la elfa con la que se cruza dramáticamente Puck está entera y se limita a mirarnos con un rostro de eterna desdicha. Todo esto lleva a una conclusión clara: Vargas sabe que el Conde es un ser sobrenatural y lleva años investigando criaturas similares, pero dentro de su alcance, pequeñas, no muy dañinas.

Guts señala que lo podrían acusar de herejía con facilidad y Vargas replica que solo es un médico. Un médico, que debería existir para curar, ahora solo persigue la muerte y la venganza.

Entonces Guts le da una patada al bastón para asegurarse de que Vargas sepa quién tiene el control en esta súbita e inestable relación. Sin embargo, es cierto que Guts tiene motivos para desconfiar. ¿Por qué iba a ayudarle este desconocido cuando ha venido a su ciudad a cortar a gente por la mitad?

Es en ese momento cuando Vargas, que sabe muy bien que él solo no puede acabar con el Conde, pierde el control de sí mismo porque Guts le exige la verdad. Y se la da. Vaya que si lo hace:

¡¡Quiero que despedaces a aquel demonio!! Ese tipo… El conde… No es humano, sino un demonio. Mira mis piernas, ¡mi rostro! ¡Él me destrozó, me desfiguró…! ¡¡Me devoró!!

Y es que si el capitán anterior es un paralelo de Guts, Vargas es directamente su pasado y su futuro. Víctima de un Apóstol, lo ha perdido todo y por tanto dedica su vida a la persecución de la venganza. La mayor diferencia entre ambos es que Vargas ha sufrido tantas heridas que no es capaz de alcanzarla por sí mismo. Por eso debe recurrir a otra persona. Sin embargo, está claro que el camino de Guts es el mismo: acabar consumido, solo, desfigurado…

Y atado para siempre en el más allá a la cadena del odio.

Riendo sardónicamente, Vargas asume que Guts no le va a creer.

Pero Guts lo hace, porque ha visto lo que Vargas con sus propios ojos. En parte, lo ha sufrido en sus carnes, ya que su brazo también fue devorado. Sus amigos fueron consumidos. Su vida, marcada para siempre.

Y como colofón de este paralelismo entre ambos, Vargas guía a Guts hasta la manifestación del Destino:

El Beherit.

Que, por cierto, parece ser la palabra siria para «Satán».

Miura va plantando las semillas para presentarnos a Griffith.

Ojos destrozados

5

Gente partida por la mitad

8

Niños muertos

0

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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Mistral Chronicles