El mundo del manganime está lleno de historias de ciencia ficción. De hecho, me atrevería a decir que la grandísima mayoría, si no son de fantasía, pertenecen a este género. Pero dentro de la ciencia ficción existen sub-categorías. Space opera, retrofuturismo, viajes temporales… Pero personalmente el que más interesante encuentro, y del que menos obras he tenido el placer de leer, es la ciencia ficción dura. Hard Scifi, como se le suele conocer. Y Planetes es el mayor exponente de lo que supone este subgénero dentro del manga.
A Makoto Yukimura puede que se le conozca como el mangaka de Vinland Saga, su excelentísima obra sobre vikingos. Pero años antes de esta aventura al pasado, viajó al futuro. Planetes pone sobre la mesa una grandísima variedad de temas sociales transportados al futuro hasta la década de los 70.
Su premisa resulta sencilla. Un grupo de tres astronautas, al que se le añadirá una cuarta con la inclusión tardía de Ai Tanabe, debe hacer frente a un problema. Uno que, hoy en día, con una sociedad cada vez más dependiente de los satélites espaciales, se está empezando a notar. Y es que los protagonistas cumplen el rol de basureros espaciales. Algo completamente esencial en una sociedad como en la que viven. A diferencia de los desechos terrestres, cada partícula que esté en la órbita espacial puede colisionar con cualquier cosa, desde satélites hasta estaciones espaciales, creando un efecto dominó y desencadenar el llamado síndrome de Kessler.
Un suceso totalmente catastrófico y que dejaría a la Tierra incapaz de viajar al espacio, cortando las alas de la humanidad y negándoles el futuro.
Así que navegando con su Toybox, Hachirota, Fee y Yuri deben cumplir con esta vital misión. No son héroes. Ni únicos. Aunque no se diga explícitamente, debe haber más basureros espaciales, porque ellos pertenecen a la Technora, la empresa que les “subcontrata”.
Pero el vacío del espacio está lleno de misterios. A pesar de que la mayoría de deshechos sean poco más que chatarra, existen ciertos residuos que ponen a los protagonistas en distintos dilemas morales y éticos. ¿Qué hacen si encuentran un ataúd espacial que ha fallado en su destino de a abandonar el sistema solar? ¿Lo devuelven a la familia? ¿Lo incineran en la atmósfera?
Por encima de todo, Planetes va sobre el amor y el ego humano. Dos cosas que, aunque no lo parezcan, en muchas ocasiones van de la mano. Yukimura somete estos temas a todos sus personajes a distintos niveles. Spoilers aparte, al final acaba siendo una historia de cómo afrontar estos problemas y, sobre todo, cómo aceptarlos. A veces vamos a renunciar a nuestro ego, a nuestros sueños por amor —no necesariamente romántico—. Y otras, el amor va a tener que quedar relegado para satisfacer una necesidad de nuestro propio ego.
Todo esto no sería creíble ni verdaderamente impactante si los personajes no se sintiesen tan humanos y realistas. A veces Hachimaki puede parecer un niñato molesto, o Tanabe puede resultar pesada con el amor, pero a lo largo de los capítulos crecen y se definen sus personalidades sin perder aquello que les hace únicos. Hachimaki sigue siendo arisco y borde, pero ha encontrado su lugar en el universo y se ha reconciliado con su ego. Por su parte, Tanabe y sus discusiones sobre el amor quedan lejos del idealismo de una joven inexperta.
Si con los temas anteriores Planetes ya es un gran manga, a todo esto se le añade que Yukimura aprovecha la madurez del manga para insertar más problemas que vemos en el mundo real. Y me quiero centrar en ellos.
Primero, el terrorismo. Es malo, mata gente y demás. ¿Pero de dónde sale? Obviamente no me voy a meter en esos fregados, pero está claro que detrás existen unos conflictos políticos extremadamente complejos que suelen conllevar a la opresión de un pueblo. En Planetes es algo que se cocina a fuego lento, tratando el tema de vez en cuando, hasta que estalla con todas sus consecuencias al final del manga. Y… es tremendamente realista. Se agradece que el terrorista no sea un monstruo, sino un humano con sus motivos e historia.
Aunque el tema del racismo también se trata por encima, también está hecho con sensibilidad por el tema, a la vez que se trata el efecto en sus víctimas. En concreto a Fee. Aunque ella no lo haya experimentado en igual grado, su tío sufre muchísimo y ve su vida arruinada por la sociedad conservadora norteamericana. País al que Yukimura se queda a gusto criticando.
Sí que se puede observar una sociedad global algo más multicultural y mezclada, propiciada por las numerosas estaciones espaciales y la extensa base lunar, pero el problema base sigue ahí.
¡Y no nos olvidemos el capitalismo! Tanto en el mundo real como en Planetes, la exploración espacial es una empresa enteramente capitalista por mucho que funcione en pos del bien de la humanidad, de evolucionar como especie y plantar nuestra huella a billones de kilómetros de la cuna humana. Pero… ¿a qué precio? En la obra se explora el peligro de desarrollar un motor experimental que facilitaría el viaje interplanetario, hasta Júpiter e incluso más allá. Por un error se cobran cientos, miles de vidas inocentes. ¿Merece la pena?
El precio más caro, pero a la vez ignorado, es el que tiene que pagar el tercer mundo por culpa de las potencias mundiales. Guerras, un voraz consumo de recursos… Lo que lleva pasando desde hace siglos no ha desaparecido en la sociedad de Planetes. A pesar de la normalización de las naves espaciales, los viajes a la luna y la proliferación de los astronautas, se habla explícitamente de cómo las potencias mundiales siguen pisando a las zonas más desfavorecidas del planeta para llegar al espacio. ¿Que posibilidades tienen las zonas más pobres? Cuando tengan la oportunidad de desarrollar su propia industria espacial, la Luna, Marte y Júpiter ya estarán ocupados por el primer mundo.
Es lo que tiene desarrollar una sociedad futura realista, supongo. Que no es bonito en absoluto.
También es digno de mencionar que Yukimura publicó esta obra entre 1999 y 2004, y en ella ya hay una aparición de los deepfakes, que solo son empiezan a ser factibles con la tecnología de hoy en día. Si no lo sabéis, es básicamente usar una inteligencia artificial para modificar un vídeo, cambiando la cara de una persona con otra. Esto puede llevar, por ejemplo, a entrevistas falsas a ciertas personas y hacerles decir cosas que ellas jamás dirían. Junto a los deepfakes, en Planetes también se habla sobre Fake News —aunque no con ese nombre—, que como podéis imaginar es algo que hoy en día está en boca de todos.
Y para variar, es una delicia leer a Yukimura explayarse al final de cada tomo sobre todos los temas que ha investigado para crear el manga. Así, en una especie de paper científico, aprovecha para extender el universo que ha creado, explicando el por qué de cada cosa que ha elegido y las bases científicas que rigen su historia. ¡Eso es pasión por una obra!
Planetes es una historia imprescindible para cualquier amante de la ciencia ficción, que además al no ser muy larga —4 tomos, 2 en su edición ómnibus—, es fácil de meterse en ella a pesar de ser algo densa. Quizá, si hubiese sido más larga, no hubiese sido tan efectiva. Tiene una adaptación al anime que no está nada mal a pesar de centrarse mucho más en el romance y en el terrorismo. Crea nuevos personajes y subtramas, y no acaba de seguir la historia del manga.
Acabo de ver el ánime y sí… te deja pensando, nuestra época actual (2021) es como la precuela del ánime.