La pequeña forastera: luz y oscuridad

¿Lo has entendido? Si ves a un Ser del Exterior, no se te ocurra tocarlo. Tienes que huir enseguida. ¿Por qué? Pues porque… están malditos

Así empieza La pequeña forastera. Siúil, a Rún (Totsukuni no Shoujo), del mangaka Nagabe. Puede que, al leer esta descripción tan típica y cliché, os estén saltando las alarmas. “Cuidado, ¡otro manga clónico sobre el bien y el mal!”. Y es que, nada más lejos de la realidad. Solo hace falta pasar media docena de páginas para darnos cuenta de que esto puede no ser lo que esperabas.

La pequeña forastera nos cuenta la historia de Shiva, una pequeña humana la mar de alegre, y el Doctor, un Ser del Exterior, y la relación que estos comparten. Ya solo ver la primera viñeta en la que salen juntos nos llama inmediatamente la atención. Ella, que apenas debe de superar el metro de estatura, blanca tanto de piel, como cabello y ropajes; y él, un monstruo altísimo dotado de cola y el cráneo de un antílope —más concretamente, según mis investigaciones en Google, de un Addax nasomaculatus, y tan negro que el autor debe de delinearlo con un fino halo blanco para poder distinguirlo de la espesura del bosque. El contraste físico entre ambos es brutal. Sin embargo, cuando abren la boca y dicen sus primeras frases, vemos que su relación no es la de un predador y su captura, ni la de una niña que esté amenazada por un engendro horrible. Más bien parece una relación entre un cuidador con una persona a su cargo, o incluso una relación de hermanos.

Y es que el manga, a través de la interacción entre estos dos personajes junto con una narrativa tirando hacia la introspección y la contemplación, destila una simpatía y una ternura increíble a pesar del peligroso mundo en el que viven.

La región en la que se sitúa esta historia se haya separada en dos países, el País Interior y el País Exterior. El primero de ellos, separado del resto del mundo por un muro altísimo y hábitat para los humanos, se haya en constante disminución, pues el País Exterior cada vez extiende más su maldición, provocando que los habitantes se conviertan en seres oscuros y de aspecto monstruoso que pierden todos sus sentidos y recuerdos, y contagian a todo aquél que tocan.

Hace mucho, mucho tiempo… había dos dioses, un Dios blanco y un Dios negro. El Dios blanco repartía alegría a todo el mundo. En cambio, el Dios negro no solo la arrebataba, sino que además iba sembrando dolor. El Dios blanco, harto, finalmente se enfadó y se propuso escarmentar al Dios negro, y decidió castigarlo. Al recibir el castigo, el Dios negro fue despojado de todo y su aspecto se tornó abominable. El Dios negro, encolerizado, transformó su castigo en una maldición que fue contagiando por doquier. El Dios blanco, desconcertado, expulsó al Dios negro al exterior, y construyó un muro muy muy alto para evitar entrar en contacto con la maldición. Desde entonces, al Dios negro lo llamaron Ser del Exterior, y al Dios blanco, Ser del Interior.

A pesar de todo esto, Shiva vive junto al Doctor en una pequeña casita en una aldea abandonada del País Exterior. El elegante monstruo la puso bajo su protección dos semanas antes de empezar la historia, al encontrarse que la pequeña acababa de ser abandonada por su tía. Con esto queda claro que, ni Shiva es una humana normal, ya que podríamos pensar que vive en el país equivocado, ni el Doctor es un Ser del Exterior como los demás malditos, pues se comporta de manera distinta, ya que estos en vez de proteger a las almas, las capturan para llevárselas a su Madre.

A partir de aquí, a través de un ritmo calmado e intimista, seguimos el día a día de nuestros dos protagonistas, a la vez que poco a poco se nos va arrojando algo de luz sobre los misterios que envuelven a la historia: ¿por qué abandonaron a Shiva? ¿Quién, o qué es Shiva? ¿Son los Seres del Exterior tan malos como las leyendas dicen? Claro que, el manga actualmente sigue en publicación, así que muchos de estos enigmas siguen sin respuesta.

La oscuridad del arte


Nos encontramos con una obra atípica en cuanto al tratamiento de las ilustraciones. Nagabe dibuja de forma artesanal unos entornos que no solo son preciosos, sino que muchas veces son muy detallados y realistas, sobre todo cuando la acción se sitúa dentro de la casita del Doctor. Allí, si observamos sobre todo los muebles y las paredes de la casa, se nota bastante el uso de fotografías como base para dibujar encima —cosa que para nada resulta negativo, por supuesto—.

Pero, a pesar de que la parte mencionada es una belleza y tiene un estilo único, donde más destaca es en dos cosas: el uso del negro y la oscuridad, y el diseño de los personajes.

Por el uso del negro y la oscuridad, no me refiero a que todo el manga se encuentre bañado en una penumbra eterna, como ciertos capítulos de ciertas series —esa donde hay un asiento de metal muy incómodo para las posaderas—, sino que existe un equilibrio perfecto de cuándo las tinieblas deben de hacerse con el control de la viñeta, y cuándo debe de ser la luz quien inunde el panel. Lo maravilloso de esto, es que se enlaza directamente con el segundo punto: el diseño de los personajes.

Shiva, tan blanquita y pura, es un faro de luz en medio de la oscuridad, y mantiene esta a raya. No es de extrañar que tanto humanos como Seres del Exterior se vean atraídos hacia ella, y se convierta en el objetivo de ambos. Después tenemos al Doctor, de un negro absoluto que incluso podría estar hecho de vantablack. Su oscuridad es tal, que apenas nos deja entrever atisbo alguno de sus facciones, detalles o profundidad. De hecho, el detalle que distinguimos con claridad son sus ojos blanquecinos, quizá la única característica que le sigue atando a su humanidad, pues los demás Seres del Exterior poseen unas cuencas vacías, tan oscuras como fosas abisales. También ayuda que suela vestirse con un chalequito con una camisa blanca debajo, para ayudarnos a apreciar un poco más su figura larguirucha.

Un punto importante son las expresiones que ambos son capaces de transmitir. Solo podemos distinguir si el Doctor está alegre, enfadado, o preocupado, es el movimiento de sus ojos y cómo frunce el ceño con unas cejas claramente imposibles tratándose de un cráneo. En cambio, Shiva tiene una cara increíblemente expresiva aunque minimalista. El autor intercala dibujarle a la niña unos rasgos que rozan la simpleza de un emoticono, con unas caras mucho más realistas y trabajadas, dejando estas últimas sobre todo para situaciones cuando esta está más sonriente.

Cabe resaltar que hay un uso bastante notorio de planos detalle de los ojos, y se llegan a usar como espejos. Me pregunto si el autor se habrá inspirado en esa frase de “Los ojos son el espejo del alma”, pues tendría bastante relación con el tema de la obra.

Un vistazo atrás


Hemos hablado mucho de la obra, pero poco de su autor. Nagabe, mangaka nacido en 1993 en Tokio, tiene dos grandes pasiones. Por una parte, como resulta obvio, ama dibujar. Según él, si no está dibujando es porque está durmiendo o comiendo —con breves pausas para jugar de vez en cuando—. Ni siquiera en el encuentro con los fans que concedió en el Salón del Manga de Barcelona de 2018, dejó de dibujar ni por un momento. También encontramos que, a pesar de tenerles alergia, es un grandísimo amante de los animales. Está claro que ese amor se filtra en su obra, no por nada tanto la gran mayoría de personajes de La pequeña forastera como de sus otras obras, están protagonizadas en su casi en su totalidad por animales o monstruos. De hecho, si fuese por él y sus editores le dejasen, lo único que dibujaría serían historias de animales y no aparecerían humanos.

«El jefe es una onee», un BL de… ¿furrys? creado por Nagabe.

Si nos remontamos a los orígenes de este manga, Nagabe nos cuenta que lo primero que surgió fue el diseño del Doctor, seguido del de Shiva. Parece ser que le gustó tanto haber creado a esta pareja tan inusual que decidió darles un trasfondo, cada uno con su historia, sus misterios, y el mundo. Al principio iba a ser una serialización corta que no superaría los cuatro tomos. Sin embargo, tanto a él como a sus editores les encantó la idea y le propusieron alargar la obra. Nagabe accedió encantado para desarrollar la trama con más detalles y con un ritmo pausado. Y desde luego que este manga lo merece, pues la contemplación y la calma es uno de los puntos fuertes de La pequeña forastera.

Seguramente os estaréis preguntando de dónde viene el subtítulo del manga, ese “Siúil, a Rún. Es el título de una canción que nada tiene que ver con la obra. Cuando Nagabe le enseñó a su editor el manga, este le pasó la canción y le dijo que las sensaciones que transmitía su obra se parecían enormemente a las de Siúil, a Rún. El autor estuvo de acuerdo con él, así que decidió añadirlo como segundo título.

Este manga nos llega a España publicado por ECC en una edición preciosa a la par que sencillita. Los tomos son de tamaño estándar, con unas sobrecubiertas suaves que le dan un aspecto de calidad y elegancia impresionantes —puede que las maravillosas portadas dibujadas por Nagabe ayuden a esto—. De momento solo nos han llegado cinco de los siete tomos disponibles en Japón, donde es publicado en la revista Mad Garden, aunque en menos de un mes nos llegará el sexto.

La edición incluye al final de cada tomo un suplemento de un par de páginas que incluye una tierna y divertida mini historia protagonizada por Shiva, el Doctor, y los Seres del Exterior. Pase lo que pase a lo largo del volumen, al llegar a estas últimas páginas Nagabe siempre consigue sacarme una sonrisa con las cosas tan adorables que encontramos —como los dos protagonistas comiendo tarta o cosiendo, o los Seres del Exterior jugando con la cabeza cortada de uno de los suyos—.

La pequeña forastera es un manga tierno a la vez que oscuro. Las sonrisas de Shiva nos llenan de amor, pero a la vez hay temas serios y graves que nos pueden poner la carne de gallina y hacer que nos preocupemos por la integridad de nuestros queridos personajes.

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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