Milky Way se está ganando un buen nombre en España por traer numerosos títulos de calidad, algunos bastante ansiados por los fans. Cuando supimos que traerían Kaze to ki no uta, que nunca antes había salido de Japón, se generó una enorme expectativa. Se trata de un clásico del BL/yaoi de Keiko Takemiya, una de las afamadas autoras de la generación del 24 junto a Riyoko Ikeda, autora de La rosa de Versalles, o Hagio Moto, que creó Poe no Ichizoku o ¿Quién es el 11º pasasjero?, que nos ha traído Tomodomo. Sus obras no se limitan a este género, por supuesto, pero sí pusieron las bases de un estilo que se mantiene hasta hoy en día…
Y, en muchos casos, resulta mucho menos misógino o problemático que las obras actuales.
La Balada del Viento y los Árboles empezó a publicarse en 1976, tras nueve años de esfuerzos por Takemiya para que la revista Shogakukan aceptara la obra. Al parecer tenía demasiado contenido sexual. Todavía hoy resulta pionera en muchos aspectos como el maltrato y la violación, al acercarse a ellos sin fetichizar ni romantizar la idea. Al contrario, los personajes que insisten en romantizar el constante abuso que sufre uno de los protagonistas son representados como… lo que son. Seres muy despreciables. En particular, los adultos.
Porque, oh sí, La Balada trata de cerca la prostitución y la pedofilia. Y lo hace bien, no como otras obras que deben mucho a esta obra y no saben transmitir bien lo que deben.
La historia transcurre en Arlés, a finales del siglo XIX, en un internado obviamente masculino. Serge es, por azares del destino, el único heredero de su padre. Eso significa que ostenta el título de vizconde a la tierna edad de 15 años, aunque su cargo de noble tampoco se le ha subido a la cabeza. Siguiendo la tendencia de muchísimas de las obras de la época, o más bien inspirándola, Takemiya presenta a un protagonista inocente, recto y digno a pesar de los golpes que le ha dado una sociedad racista y clasista. Porque el padre de Serge renunció a todo por casarse con una gitana y el muchacho ha heredado no solo los rumores desagradables, sino la piel de su madre (aunque esto lo sabemos más por los personajes que por el sombreado del dibujo…). No solo eso, sino que sus progenitores murieron cuando era muy joven y quedó en las manos de su tía, a la que solo le interesaba su fortuna.
Serge, virtuoso de la música, ha crecido puro y fuerte a pesar de ser expuesto a la sociedad como un monito de circo. Perfectamente educado, se enfrenta al rechazo constante con resignada dignidad. En otro personaje resultaría demasiado maduro, en especial por su constante tendencia a ayudar y a esperar lo mejor de los demás solo para llevarse una decepción; y lo cierto es que en ocasiones Serge resulta increíble en su… falta de rencor. Solo que a veces asoma, siempre cubierta de una capa de buenintencionismo. Esperemos que en próximos tomos se enfoque más que se fuerza a encajar en una sociedad racista y clasista que lo desprecia con toda clase de epítetos a sus espaldas (y a veces a la cara).
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