El cuarto episodio, como no podía ser de otra forma, de Houseki no Kuni trata el tema de la muerte. Una a la que, en principio, las gemas son ajenas. Es un capítulo que desarrolla bastante su trasfondo, comparándolas con otras especies, y que también echa una mirada hacia atrás para contemplar de refilón a la especie humana.
Comenzamos escuchando la música de los lunarian y luego aparecen inclinándose en masa frente al Maestro Kongo, que se encuentra en el centro de un círculo. La luz cae sobre él, que ha adoptado una postura de meditación, y evidentemente todo sirve como referencia a Buda. Por otro lado, sabemos que la sala del Maestro no es tan grande y que tiene ventanas, por lo que no resulta difícil deducir que se trata de un sueño —en especial por los pétalos que caen de la nada—. Sin embargo, no se incluiría en una serie tan corta si no tuviera un significado detrás.
Los lunarian comienzan a tirar de las ropas del Maestro y extienden las manos, suplicantes. Kongo, todavía con los ojos cerrados, une las manos y los barre con una luz arrolladora. Recuerda un poco a la técnica que emplea para eliminar a los lunarian en general, pero aquí adopta una pose de rezo.
Entonces, el Kongo despierta —o emerge de una meditación muy profunda, que no queremos que nos odie— y se contempla las manos desnudas. Murmura que ha sido peligroso. ¿Acaso puede liberar ese tipo de energía en la vida real? Si es sonámbulo, como sabemos que es, la escuela sí que podría correr peligro…