Analizando Berserk. Capítulo 9: La Edad de Oro (I)

¡Analizando Berserk, capítulo 9, es el comienzo de una nueva etapa! ¡La de la Edad de Oro! ¡La saga más adorada por los fans, la más adaptada a la pequeña y gran pantalla! ¡El momento en que Miura se arremangó y elevó Berserk por los cielos!

Y, a pesar de todo ello, a pesar de la lustrosidad y grandeza del título… Comenzamos con un árbol. Uno del que cuelgan, ahorcados, numerosos cadáveres.

Una banda de mercenarios se aproxima y, por suerte, el líder Gambino no pasa por alto la presencia de un bebé recién nacido.

Este abrupto comienzo afirma el inicial tono de Berserk, tan grimdark que roza lo increíble. Así, los fans iniciales pueden sentirse tranquilos: sí, entramos en un flashback diciendo adiós al protagonista mazado y dominante. Ahora lo que tenemos es un bebé vulnerable. Pero no tienen que preocuparse. Esta historia sigue siendo una de terror, una que habla del Mal, de la desesperación, de la injusticia. El árbol es una metáfora hecha carne de la clase de mundo en el que han nacido los protagonistas. No hay que esforzarse mucho para descubrir que varias de las víctimas que cuelgan del árbol son demasiado pequeñas para ser adultas. Hay un esqueleto bien limpio (que sorprendentemente sigue colgando de su cuerda aunque ya no cuente con tendones o músculos) y cadáveres en plena descomposición con las ropas en distintos grados de destrozo. Los agujeros en las mismas podrían ser consecuencia de los pájaros que vienen a alimentarse de su carne putrefacta. Pero también hay cuerpos más frescos.

El de la madre de Guts, por ejemplo.

Por ningún lado encontramos carteles, mensajes o cualquier indicación de por qué se ha colgado a estas personas. No ocurre como en Canción de hielo y fuego donde George R.R. Martin exhibe a unas cuantas mujeres colgadas con un cartel que constata que se las condenó por acostarse, o, vaya, ser violadas por los enemigos de los soldados que pasaban por ahí. Martin utiliza este recurso para demostrar que los Stark y los Tully, supuestos héroes, destruyen a los plebeyos igual que harían los Lannister. Es una espiral de violencia injusta, monstruosa.

¿Aquí?

Aquí es aún peor porque los cadáveres guardan silencio. Peor aún, ni siquiera hay casas alrededor. Lo que sea que le pasó a esta gente, tanto si procedían de una misma aldea como si no, fue escalonado en el tiempo y el espacio. Alguien decidió traer a mujeres embarazadas, niños y más hasta este punto desolado, alejado del resto de la civilización, para que sus cuelgos colgaran a modo de advertencia.

Contra qué… No lo sabemos. Pero sí podemos imaginar que la madre de Guts fue arrastrada lejos de su hogar y vio hacia dónde la llevaban mientras estaba de parto. Y supo que la iban a colgar al mismo tiempo que su cuerpo se dilataba para dar a luz a su bebé. Lo más probable es que muriera mientras la cabeza de Guts ya había salido, o de lo contrario es poco probable que el parto hubiera llegado a término.

Nunca vemos su rostro. Es una mujer anónima que fue castigada sin piedad, quién sabe por qué. Lo único que sabemos es que murió hace muy poco.

Podrían haber llegado a tiempo para salvarla.

Podrían haberse cruzado con sus asesinos.

Hasta Gambino, que no es el hombre más amable o sensible del mundo, se queda mirando y masculla:

—Vaaaya, vaya. Qué horror, oye.

El tono puede disimular sus sentimientos. Su gesto, casi de compasión, no. Un mercenario de su talla ha debido ver y propagar muchísimo dolor, pero esta terrible estampa lo desestabiliza.

¿Y cómo no hacerlo? Cuando Shisu salta de uno de los carromatos para recoger al pequeño Guts, uno de los mercenarios dice:

—Me da lástima… Su aborto de hace tres días la volvió loca. ¿No era tuyo el hijo, Gambino?

—¡Y yo qué coño sé, joder!

Que Gambino reaccione así, a la defensiva, diría que es muestra de que pensaba que sí, el hijo muerto podría haber sido suyo. Y ahora, ante sus ojos, hay otro bebé recién nacido que ha perdido la vida.

Antes de continuar vamos a dejar claras un par de cosas. Para que podáis sentiros tan incómodos e incómodas como yo:

Shisu fue, básicamente, la madre de Guts y enloqueció tras perder a su hijo. Casca enloqueció tras ser violada y abortar a su hijo. Uno al que Guts culpa por existir.

Por otro lado, Gambino guarda descaradas similitudes con Grififth que ya examinaremos más adelante, pero la primera de toda es ser un jefe mercenario que dejó embarazada a una mujer cuyo hijo fue abortado.

Ejem.

Miura, por favor.

Volvamos a la historia.

Cuando Gambino trata de arrastrar consigo a Shisu, Guts cae a un charco de «sangre y líquido amniótico» a los pies del cadáver de su madre. Y es ahí, gracias al impacto, que comienza a respirar, a llorar. No tengo ni idea de si esto es posible, pero Guts tiene suerte de no haberse roto nada con dos caídas tan seguidas.

Por suerte para él, Shisu lo recoge y se niega a dejarlo ir. Como una niña pequeña que espera que se le siga el juego si no hace caso a los demás, huye de Gambino y se sube al carromato con su nuevo bebé en brazos.  Gambino mira a Shisu…

Y la deja ganar.

A lo largo de este capítulo y el siguiente diré mil y una cosas terribles sobre Gambino, pero en gestos como este podemos asomarnos a una persona más profunda de lo que parece. Ahora, dado que nunca accedemos a sus pensamientos, no sabemos qué es lo que impulsó esta decisión. ¿Lo hizo por Shisu? ¿Porque quería ese hijo perdido?

Gambino insiste en que Guts va a morir en poco tiempo, así que puede que se tratara más bien de lo primero. Sin embargo… Guts no solo crece, sino que Gambino se lo queda tras la muerte de su pareja. Y esto es importante, porque si no hubiera un mínimo de compasión por parte de Gambino, la tragedia no funcionaría.

Y es una tragedia que, por cierto, se construye a partir de este momento de «debilidad», de consideración humana. Los mercenarios temen que el niño sea un signo de mal agüero. Gambino desprecia la posibilidad, poniendo en entredicho el valor de sus hombres. Sin embargo, no puede evitar echar un último vistazo al terrible árbol, que se contrapone al luminoso grupo de mercenarios.

Es una imagen que perseguirá a Gambino hasta el día de su muerte. En el siguiente capítulo examinaremos este dilema acerca de si Guts trae, o no, mala suerte. Aquí solo quiero establecer que, cuando crees que algo va a ocurrir por culpa de una persona concreta, entonces cualquier coincidencia parecerá una acción deliberada. En eso consiste ser un cabeza de turco. Cualquier cosa es tu culpa, simplemente por existir. Y los mercenarios marcan así a Guts desde que nace, lo cual modela cómo ve Guts el mundo. Si te enseñan desde pequeño que, por ejemplo, ser pobre es consecuencia de ser mala persona o no haber trabajado lo suficiente en vez de una derivación del sistema en que vives, te lo crees. Porque es lo que te han enseñado y lo que piensa la gente de tu alrededor. Si escuchas desde que tienes uso de razón que traes mala suerte, es más que probable que te lo creas y ello modele tu forma de verte a ti mismo y al mundo.

Esa es la situación de Guts.

Saltamos a la siguiente escena. Una batalla en plena noche. Los hombres de Gambino están intentando tomar un castillo. Los cañones resuenan y cortan la oscuridad, una perfecta representación de lo que experimenta Guts mientras ve morir a la mujer que lo ha criado.

El niño no está solo. Unas mujeres, prostitutas o esposas, cuidan de Shisu y hablan con él como si lo conocieran de toda la vida. Probablemente lo hacen. Las prostitutas suelen acompañar a los mercenarios y no es raro imaginar que formen familias con ellos. En este caso se encargan de cuidarse unas a otras, cumpliendo una función similar a la de Luca y sus compañeras, que cuidan de una desventurada Casca. Curiosamente solo salen en esta escena. Miura borra su existencia, imagino que porque no puede permitir que Guts trace ningún lazo positivo con ellas. Su historia tiene que ser una tragedia. Una, debo decir, bastante masculinizada, construida alrededor de los estereotipos que se supone que debe seguir un hombre.

Y precisamente es interesante porque los fuertes de Guts aparecen cuando no obedece esos estereotipos.

Mientras Shisu se apaga entre gritos de dolor y de miedo, las mujeres critican a Gambino por no estar allí. Entonces Guts, que es prácticamente un bebé, se arma de valor y toma la mano de Shisu, ofreciéndole su compañía, su compasión. Todo lo que Gambino se negaría a hacer como «hombre» de la casa. Su valor y actitud desinteresada (dentro de lo que se le pueden atribuir a un niño de tres años) impactan tanto a las mujeres que no intentan apartarlo para evitar que se contagie.

Y ese es el final de Shisu. Un instrumento en la historia de los hombres que la rodean hasta el último minuto.

O incluso menos. No sabemos cómo sobrellevó Guts la muerte de la que fue su madre. ¿Lloró? ¿Sufrió? ¿Los mercenarios discutieron qué hacer con él o simplemente asumieron que trabajaría con ellos?

Más importante Shisu no es importante para Guts, puesto que no le dedica ni un triste pensamiento. Su ausencia nos habla más a los lectores al propio protagonista, porque sabemos que si hubiera estado viva al menos Gambino no habría odiado tanto a Guts. Nada más.

Así, a los seis añicos, Guts no tiene nadie que lo quiera ni proteja del horror cuando Gambino lo lleva al campo de batalla. Su educación se forja sobre sangre y golpes. Nada lo ha preparado para algo así, de modo que no reacciona todo lo bien que se debe en una situación así. Es más, entrega una pica casi demasiado tarde a Gambino. Como si no fuera suficiente con que al pobre niño se le caiga un cadáver encima, su mentor arremete contra él y hace que se le salte un diente.

—¡¡Un poco más de garbo, hostia!! ¿¡Acaso pretendes matarme?! ¡Tsk! ¡Si no fuera por mí no tendrías qué llevarte a la boca!

Con estas escasas líneas ya sabemos cómo es la vida de Guts. Gambino no es su padre. Es su dueño. Y uno pensaría… Oye Gambino, a lo mejor llevar a un niño de seis años al campo de batalla no es la mejor puñetera idea del mundo, y si quieres que el crío te sea útil pues que te cocine, te zurza la ropa y te haga recadosMejor aún, deja de echarle la bronca a un crío y céntrate en que no te maten, que encima tendrás el morro de echarle la culpa al niño si te pasa algo.

Entonces pasamos de página y…

—¡¡Si yo muero, tú también morirás!! ¡Como un perro! ¿Y esa mirada? Si no te gusta esto, tú mismo. ¡Te largas y punto! ¡¡En plena batalla!! ¡Tsk! Menudo estorbo tuvo que coger la ramera de Shisu…

Hablando en plata: si Guts ha vivido esto durante años, es sorprendente que aun así consiguiera ser una persona más o menos estable y capaz de apreciar a los demás. Y no, no es algo que le enseñen a hacer solo en la Banda del Halcón, porque el episodio de Chichi demuestra que Guts es una persona encantadora con los niños.

Porque, desde luego, Gambino no le enseñó a querer. Si acaso, a odiarse a sí mismo. Porque, oh, vaya, Gambino le odia. Sí, los mensajes que ladra son contradictorios. Técnicamente lo trata como una cosa a la que da la libertad de marcharse. Pero, venga, ¿a dónde va a ir un niño de seis años? ¿Qué va a encontrar salvo la muerte? ¿Qué niño se atrevería a marcharse a lo desconocido cuando el mundo que le rodea es el de Berserk? Pensadlo: Guts solo huirá cuando Gambino ya no esté y porque literalmente lo persiguen para matarlo.

Lo que Gambino está haciendo es atar a Guts a su propia vida, convirtiéndolo en accesorio dependiente, consciente de su posición inferior. No basta con ser mezquino para explicar este tipo de mentalidad. Hay que odiar a una persona para hacerle eso.

Bueno, queda claro que la vida de Guts no es fácil. Gambino lo entrena con brutalidad para que se gane el pan, y lo trata como un adulto porque quiere a un hombre a su disposición, no a un crío. ¿Consecuencia? Guts insiste en pelear con la espada que le queda demasiado grande. Creo que no hace falta explicar el simbolismo, ¿no?

Ah, y aquí vemos como Gambino va plantando su propia destrucción. Solo hay que ver cómo disfruta haciéndole daño para saber que va a cosechar lo que siembra. A Guts le pueden las ansias asesinas de pura frustración, de modo que toma nota de todo lo que le ha enseñado Gambino y aprovecha esa característica particular que su dueño odia, es decir, que es un niño pequeño, para colarse dentro de su guardia y herirlo en la mejilla. Gambino no lo ve venir. Está tan ciego que no ve lo que está creando, y no se niega a aprovechar el potencial de Guts a pesar de que se supone que esto es lo que Gambino quiere. Sin embargo, no es capaz de tragar con este desafío público a su autoridad, a su habilidad, y le devuelve con creces el ataque, tanto que podría haber cortado la cabeza de Guts cual melón. Por suerte solo le hiere en la nariz, creando la famosa cicatriz que no desaparecerá ni con los poderes curativos de Flora.

Hasta los mercenarios, en general sumisos a Gambino, salen a defender a Guts reprochando a Gambino que «es como un niño». Muy suave me parece a mí. Por supuesto no podemos pedirles a gente como esta que empleen términos modernos como «maltratador», pero sí insultos más enriquecidos como «grandísimo y miserable hijo de la gran ****».

Pero en fin. Es su jefe. Apreciemos el hecho de que se interpongan.

Gambino se ríe y masculla que le ha puesto demasiado ímpetu, pero a la hora de la verdad lo vemos sudar y mostrarse incómodo. Los maltratadores no son necesariamente simples. Los ciclos de arrepentimiento existen por algo, y él está comenzando el suyo.

Entre tanto, el pobre Guts acaba en su tienda. Porque los grandes eventos traumáticos de su infancia ocurren en una tienda, por contraste con la liberación que experimenta al aire libre con la Banda del Halcón. El pobrecito sufre por una alta fiebre y también se asfixia por el corte en la nariz. La oscuridad recuerda a la misma en la que se hundió Shisu, solo que ella al menos tuvo compañía. Metafóricamente, Guts no cuenta con ninguna mano amiga. Al contrario, como si se tratara de una pesadilla, puede escuchar a los mercenarios criticarle por lo bajo:

—¿Hasta cuándo se lo piensa quedar?

—¿Sabes de dónde sacaron al crío?

—Sí… Nació de un cadáver, ¿no?

—En nuestro negocio nos jugamos la vida, joder…

—¡Es de mal agüero! ¡Trae desgracias!

—Igual fue culpa del crío que Shisu muriera de peste, ¿no crees?

Eso, hablad delante del niño. Muy maduro.

Una parte de mí quiere pensar que esto es una pesadilla que acumula comentarios que Guts ha escuchado a lo largo de su corta existencia. Parece demasiado conveniente que les oiga justo ahora. Pero tanto si es un sueño como sino, en términos emocionales hace un trabajo magnífico. Guts está solo. Si él se muriera, como Shisu, nadie haría un esfuerzo por él.

A nadie le importaría.

Así que el niño busca a su única aliada: la espada. Se abraza a ella como si fuera una almohada, el mayor plot armor del universo es que  sobreviva sin cortarse.

A partir de este momento, Guts se vuelca en el entrenamiento físico para no tener que pensar en nada más. Para poder escapar y, a la vez, para cumplir las expectativas de Gambino, más tarde de Griffith y solo, con el tiempo, para sí mismo.

Debo añadir que hacer ejercicio a esa edad limita tu crecimiento, así que me hace mucha gracia que Guts se convierta en un gigante con todo el peso muscular y armamentístico que suele llevar encima.

Dicho esto, retomamos la escena. Gambino aparece y lo primero que le espeta a Guts es:

—¡Tardas mucho para haber ido a por agua!

Aparte de este exabrupto, es interesante que Gambino no regaña a Guts, pero cuesta discernir si se debe a que va con intención de hacer las paces a su torpe manera, o si es porque ve la espada de Guts y comprende que el chico está esforzándose por ser útil.

El caso es que le arroja un objeto y masculla, mientras se aleja dramáticamente (y dando la espalda a Guts para que esto no sea un cara a cara. Aquí si se pide disculpas es de forma masculina y poco directa):

—Es un ungüento. Aplícatelo sobre las heridas.

Guts, que todavía es un niño, intenta establecer una relación aunque le cueste. Y cómo no va a hacerlo. Gambino es la figura más similar que tiene a un padre y desea desesperadamente su reconocimiento, su amor. Es cierto que Guts ha intentado herirle, llevado por la rabia, pero todos nos rebelamos de críos cuando nuestros padres y no hizo falta que estuvieran a punto de matarnos con una espada.

Así pues, el miedo y la distancia que siente Guts se han aplacado con este gesto de Gambino. Ahora Guts tiene la seguridad de que al menos que lo quiere a su lado. Y por eso le da las gracias, muy avergonzado, haciendo acopio de valor.

Pero Gambino es como es, de modo que chasquea la lengua y vuelve a la dinámica de siempre, donde se siente seguro:

—¡Prepara la comida de una puta vez!

Encantador.

Lo más triste de todo es que, en su diminuta burbuja de felicidad, Guts no puede evitar especular que Gambino ha actuado por culpabilidad. Spoiler: tiene razón. Con seis años ya es capaz de leer las acciones de este hombre con claridad, pero eso no significa que deje de ser su víctima, ni vaya a poder librarse de su yugo sin más.

Otros tres años más tarde. Guts participa en su primera batalla. A un lado tenemos a un mercenario que apenas entra en la viñeta, simbolizando que no es importante para Guts. Este hombre le dice:

—No quieras pasarte de listo, crío. Haz lo que puedas y como puedas. Muerto no servirías para nada.

Ojo: esto es capaz de decírselo un adulto random con dos dedos de frente que no tiene por qué sentir nada por él. Hasta es posible que ni se conozcan, que solo vea a un niño y le dé un consejo básico. ¿Gambino? Nah, Gambino ladra  Guts con una sonrisa casi enloquecida y le dice:

—Es tu primera batalla. Procura ganarte el pan.

¿Le sorprende a alguien que Guts sea un temerario, viendo cómo le impusieron este comportamiento desde que nació? Gánate el pan, mata, arriésgate. Tu vida no importa. Demuestra que eres un hombre. Lo extraño sería que Guts no hubiera desarrollado de inferioridad tan agudo.

Las siguientes páginas son un despliegue artístico por parte de Miura. Batallones de hombres, caballos, impecables planos siguiendo la detallada acción… Un impresionante salto de nivel desde el comienzo de Berserk, quizá porque al abandonar lo sobrenatural y todas sus ventajas para presentar escenas impactantes, es más necesario que nunca atrapar con lo humano. Y Miura ha hecho sus deberes.

¡Además! Miura se presenta como un insistente defensor del casco. Tanto aquí como cuando conoce a Griffith, Guts sobrevive gracias a que enemigos, muchísimo más grandes que él, aciertan en su casco en vez de su cabeza. También, en parte, Guts sale adelante gracias a su tamaño, que le permite atacar desde ángulos más bajos y acertar en las debilidades de sus rivales. Pensándolo bien, no es raro que se convierta en un buen maestro para Isidro.

Pero la estatura y la suerte no son suficientes. Guts habría muerto de no ser porque Gambino mantenía un ojo sobre él.

Poco después, al caer la noche, el niño recibe su paga y, por primera vez, puede entregarle dinero a Gambino. Ya no es una mera carga. Por fin puede compensar todos esos años en los que Gambino se aseguró de hacerle sentir como una basura. Ahora puede demostrar que ha merecido la pena mantenerle vivo. Que sirve para algo.

Es… una forma insoportablemente triste de mendigar amor.

¿Funcionará? ¿Será suficiente? La angustia consume a Guts mientras Gambino estudia sus ganancias (con la cara más cómica del universo. No sabe cómo debe comportarse cuando tiene que dar feedback positivo). Y la prueba de que los maltratadores no someten a sus víctimas a un machaque constante es esta. Gambino no siempre quiere maltratar a Guts. No le odia durante cada minuto de su existencia. Por eso le entrega una moneda y le sonríe mientras le dice que no se duerma en los laureles.

Es decir, aprueba su comportamiento.

Guts, marcial, grita un rotundo «sí» mientras se sonroja porque se siente incómodo y fuera de lugar, pero sí, ¡sí!, lo ha conseguido por fin.

Y entonces, cuando Gambino parece haber demostrado, tanto a Guts como a sí mismo, que puede hacer algo bueno, que la relación podría mejorar ahora que Guts ha «dejado de ser un lastre»…

Donovan entra en escena.

Es muy difícil hablar de lo que pasa entre Gambino y Donovan, principalmente porque no lo vemos. Y esta laguna de conocimiento es totalmente intencional, porque nos permite experimentar la misma sensación de traición que Guts cuando se nos arrebata el privilegio del lector asomarnos a la mente de Gambino y entender por qué ha promovido esto.

Nos vemos reducidos, más que nunca, a un niño pequeño que está solo en su tienda. Uno que acaba de sobrevivir a su primera batalla, que no consigue conciliar el sueño sin su espada. Por lo que da a entender, suele dormir con ella. Esta vez no. ¿Por qué? Bueno, principalmente porque si estuviera armado, Donovan quizá se lo habría pensado dos veces. Pero si intentamos comprender a Guts, es posible que pensara que ahora que es «mayor» y «fuerte», ahora que ha recibido dinero, ahora que es un mercenario y cuenta con la aprobación de Gambino… Las cosas son diferentes. No necesita dormir abrazado a su espada como un crío cobarde y asustado, no.

Por desgracia, Donovan llega para sacarle de su error.

El pederasta lo visita de noche, sonriendo, y Guts se percata en seguida de que algo no está bien. Pero cuando se precipita sobre su arma…

Ya es tarde.

Ojos destrozados

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Gente partida por la mitad

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Niños muertos

4

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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