Analizando Berserk. Capítulo 8: Guardianes de la codicia (VI)

¡Analizando Berserk Capítulo 8 está aquí! Si queréis leer el anterior análisis, seguid este enlace. El resto de los análisis están aquí. Dicho esto, ¡es la hora de echarle un vistazo al Infierno!

Comenzamos con un flashback, porque si el conde podía tener uno (aunque fuera forzado), Guts no iba a ser menos. Está claro que Miura ya tenía una idea asentada sobre Griffith en, al menos, una cosa: la montaña de cadáveres. Esta idea, que persigue a Griffith durante toda su trama, es lo primero que vemos de él. Solo que el punto de vista pertenece a Guts. Tuvo que ser un momento especial para que lo recuerde en un momento así, y da la sensación de que fue una de las primeras veces en las que Griffith se abrió a él, porque menciona que no suele hablar de esa manera con nadie.

Por eso, quizá, en lo alto de esta montaña ve al sol y a una persona que se alza sobre los demás, impoluto y lleno de energía. Dominando la situación mientras le tiende la mano a un Guts extraordinariamente joven y que aparta la vista, casi a lo tsundere.

Y entonces Miura hace que Griffith dé un discurso. De una forma extraña, casi como si pudiera percibir la existencia de la Idea del Mal, el joven resume la idea de que todo parece ser arrastrado por una corriente llamada Destino que gobierna sobre todas las vidas. Incluso las de los reyes. Nadie puede decidir del todo qué hacer con su vida.

En este mundo existen personas que nacen como llaves que mueven el mundo, al margen de las castas y las clases promulgadas por los propios humanos. Un estamento especial y verdadero establecido por las inquebrantables leyes del universo. ¡¡Gente con poder divino!! ¡Y yo quiero saberlo! ¿Qué lugar ocupo en el engranaje del mundo?

Madre mía, Griffith era prácticamente un vidente. ¡Y un MARXISTA QUE QUERÍA ABOLIR LAS CLAS-! O no, porque luego busca alzarse sobre ellas.

A todas luces este discurso es más explicativo del argumento y de las leyes que rigen Berserk que un estudio de personaje. Más tarde Griffith mantiene algunas de estas ideas, pero de forma menos definida, menos… profética. Su aspiración es la cumbre social, alcanzar lo más alto del mundo humano.

Su destino, sin embargo, es aún mayor. Y no tendría tanta gracia si lo supiera desde el principio.

Cuando Griffith sonríe, leemos a Guts pensando:

En aquel instante vislumbré en aquel hombre un aura bella, regia e inquebrantable.

Unos pensamientos contrastados por la sombra de Femto, que muestra en lo que Griffith se ha convertido ahora. Bello, no sé yo, reconozco que el carmín de los labios le queda divino, eso sí, pero desde luego ha sido quebrantado y se ha conve

Miura siempre se ha esforzado por hacer a Griffith extraordinariamente bonito, y me alegra decir que mejorará mucho con el tiempo, porque aquí esta sonrisa parece más maliciosa que traviesa.

rtido en un rey oscuro, muy alejado de lo que entendemos como «regio». Me pregunto si NeoGriffith estaría siquiera pensado por entonces. Probablemente no. El caso es que sirve para clavar un puñal en el corazón del lector, que a estas alturas sabe: que Griffith quería a Guts, y, con esta escena, que Guts probablemente también. Como mínimo, lo admiraba a morir.

Pasamos de página y tenemos una ominosa imagen inversa de los Mano de Dios sobre la pobre Theresia, diminuta e insignificante, a punto de ser aplastada por la presencia de estas crueles criaturas. Y comienza la presión:

¡Vamos! ¡Entona de nuevo esas palabras! ¿Vas a sacrificar a la niña o no?

Los siguientes paneles son puro sufrimiento. El estigma arde ante Theresia y todos están pendientes de la respuesta del conde, al que se le acaba el tiempo. En particular, Femto le contempla desde lo alto.

No me cabe duda de que piensa que va a aceptar. Femto lo hizo. Todos lo hacen.

¿Por qué esta vez iba a ser diferente?

Guts, entre tanto, mete prisa a Puck.

Como no te espabiles, tu querida amiguita acabará con una marca igual a la mía.

Por si al lector le quedaba alguna duda, es la aclaración definitiva de que Guts ha vivido esta situación y fue sacrificado, si bien se las apañó para sobrevivir. Nada indica que la pobre Theresia vaya a correr la misma suerte.

Eso sí, me pregunto quién se encargaría de matarla. Los personajes se encuentran en el dominio de la Mano de Dios, pero no hay Apóstoles cerca, de modo que… En el flashback se ve que el propio conde acababa con su esposa. Parece que el entregar a los sacrificios como comida a los Apóstoles es un evento especial que se da solo cuando nace un Mano de Dios, motivo por el cual estaban todos tan excitados ante la matanza.

Así pues, esto añade un peso más sobre el conde. No solo tendrá que condenar a su hija, sino desmembrarla él mismo.

Yay.

Lo cual me lleva a pensar que Griffith quizá podría acabar con Guts, si quisiera, pero nadie lo menciona. ¿Quizá un mano de Dios no puede eliminar a sus sacrificios?

De un modo u otro, Guts está fuera de sí. Utiliza a Theresia para convencer a Puck de que le cure, pero su atención está dedicada por completo a Femto que, a su vez, hace como que no existe:

Conque no vale la pena tenerme en consideración, ¿eh…? ¡Espera y verás cómo te tragas esas palabras, desgraciado!

Por suerte para Guts, la Mano se encuentra en su clímax de sadismo. Porque, si no les importara lo que está ocurriendo, podrían limitarse a guardar silencio y esperar a que el conde se decidiera. En su lugar pinchan, insisten, acosan psicológicamente. El punto más importante lo marca Slan al señalarle que, aunque muera, no podrá descansar en paz.

Y entonces Femto interviene. No podía hacerlo otra persona, siendo él quien ha iniciado el capítulo hablando del Destino y de lo que más se parece a la Idea del Mal:

¡Observa, conde!

(Por cierto, me encanta que el pobre hombre parece llamarse conde, igual que el presidente Shinra de FFVII no tiene nombre de pila.)

El estigma de Guts estalla en una espiral de dolor que proviene de los espíritus que se aproximan. En palabras de Puck, es como si todos los demonios del mundo se hubieran acumulado en un único sitio y se precipitaran sobre ellos. Una vorágine de maldad, de sentimientos maléficos.

Es solo una pequeña parte, pero… Sí, lo es. ¡¡Es el infierno!!

Cómo me gustaría que este arco contara, algún día, con una animación decente…

Porque qué gran escena. Qué forma de presentar el horror del viaje de Guts. Sabemos que estamos lidiando con algo más allá de lo insoportable cuando vemos su mirada de franco terror.

Y llega la revelación:

Conde, las ondulaciones de tu alma te acercan sobremanera al Mal. Cuando tu cuerpo carnal se consuma, las ondas maléficas atraparán tu alma y la arrastrarán al Averno, y serás condenado a vagar por esa marmita de oscuros anhelos hasta el fin de los tiempos. Tarde o temprano llegará el punto en que serás incapaz de mantener la conciencia de ti mismo y, cual gota que cae en el agua, te fundirás en la tenebrosa superficie de almas y pasarás a ser un gemido más entre tantos.

¿Sabéis qué es esto? Es tortura.

Y también es una lección para que jamás firmes un contrato sin haber leído la letra diminuta. Seguro que muchos Apóstoles se lo habrían pensado de saber que irían al Infierno al terminar su segunda vida.

Slan añade:

¡Tal es el destino de aquellos que se involucran con el Mal!

Guts da un respingo, Puck mira hacia su estigma y la comprensión cae sobre nosotros como un cubo de agua helada.

No creo que los fans sean conscientes de que Guts y Casca van a acabar en el Infierno. De que la Banda del Halcón ya está ahí. Rosine está ahí. Los niños a los que convirtió, también. La madre de Theresia. La duda es si entran también quienes han sido devorados o asesinados. Al fin y al cabo, si Guts puede acabar ahí siendo una víctima, ¿por qué no ellos también?

Es posible que Guts no tenga tiempo para asimilar todo lo que está ocurriendo, todo lo que implica esta revelación. Curiosamente, quizá por la introducción de la Edad Dorada, tampoco se vuelve a reflexionar sobre ello. Puede que Miura se arrepintiera de incluirlo tan pronto, igual que ocurre con la Idea del Mal, pero dudo mucho que sea algo que se deje de lado o no vuelva a aparecer.

Pero, en cualquier caso, el bombazo es brutal para Guts y para el conde. El recto y creyente conde, que fue traicionado por su esposa y la sacrificó al Mal, ahora se encuentra con que va a ir al Infierno. Toda una vida de «rectitud» para esto. Vaya, resulta que asesinar a gente y vender tu alma para castigar tiene sus consecuencias, ¿quién iba a decirlo?

Femto continúa aguijonéandole, encarnando el papel de los otros Mano de Dios en su personal paralelo para asegurarse de que elija sacrificar. Le plantea, pues, dos opciones. Morir e ir al Infierno, o retrasar un poco más este terrible destino. Los otros Mano intervienen con una dulzura venenosa:

—Es muy sencillo… ¡Basta con que digas «ofrezco a mi hija como sacrificio»!

—Entonces, ella será marcada…

—Y pasará a ser propiedad del Mal.

—DILO.

Joder, la presión, son peores que Úrsula cantándole a Ariel para que venda su voz.

Por cierto, me he detenido a comprobar los raw de este tomo porque sentía curiosidad por si el «Mal» del que se habla es el mismo concepto que la Idea del Mal que aparece más tarde y, en efecto, el kanji empleado es «魔». Así que aunque esto no significa que la idea ya existiera y estuviera arraigada, al menos confirma que Miura la recuperó para su Dios.

Siguiendo con la tragedia del conde, su inmediata reacción es querer gritar sí, sacrifico. Sin embargo, Miura se asegura de que empaticemos con él porque no es una decisión fruto de la crueldad o de la maldad, no. Es puro sentimiento de supervivencia, de acabar con el dolor, de escapar de un destino terrible. Es algo que todos podemos entender:

Tengo frío… Me estoy desangrando cada vez más rápido… ¿Voy a morir…? Con este aspecto asqueroso… Un pedazo de carne inmunda, monstruosa… ¿Y luego caeré en ese remolino para siempre? Ni hablar. ¡Ni hablar! ¡¡No quiero morir!!

La muerte de una persona debería tener significado, sobre todo si esa persona eres tú. El conde no reflexiona sobre lo que ha hecho, sobre toda la gente que ha ejecutado (o devorado) a placer. La reflexión es completamente egoísta, centrada en su aspecto (que reconoce como horrible. Es el único momento de claridad que parece tener sobre su yo) en vez de en lo que le ha llevado a esa situación y a tener… bueno, ese aspecto.

Lo que le empuja, sin embargo, es la eternidad del sufrimiento. No quiere morir. Nadie quiere. Pero morir para acabar ahí…

Entre lágrimas, está a punto de aceptar. Pero, poco a poco, panel a panel, Theresia va entrando en su campo de vista. Ella también llora.

Le llama.

Theresia va a ir al Infierno.

Y Theresia es pura. Todo el panel en el que sale desprende luz, hasta con volutas. Theresia no es una persona, no es su hija ahí mismo, es una idea. Es el ideal, el recuerdo de una etapa idealizada y perfecta, el último reducto de humanidad del conde. Uno que ama con locura y que tiene que manchar.

Uno que no está dispuesto a sacrificar, al contrario que Griffith.

Antes de que nadie se me lance encima, soy consciente de que las situaciones eran diferentes y había cosas muy distintas en juego. Para empezar, el conde ya ha sacrificado a la persona que más amaba, y posiblemente tras convertirse en conde sus sentimientos por Theresia sean distintos a cuando era un ser humano. Es decir, no ama a Theresia con la misma intensidad que a su esposa. No solo eso sino que aquí el conde no quiere vengarse, no ha sufrido ninguna traición ni ha pensado en suicidarse. Se trata de elegir la muerte o salvar a su hija, no elegir entre el castigo y perdonar. Digamos que es una decisión que se puede tomar, si es que es posible, con la mente «más clara», menos consumida por el odio y el despecho. Algo parecido podemos decir de Griffith, que estaba psicológicamente destrozado tras un año de torturas y un par de días de muchísimas emociones encontradas, por no hablar de la sugestión de la Mano de Dios y haber intentado suicidarse.

Sin embargo, el paralelismo es el que es.

El estigma se desvanece en una explosión de luz. Una que Guts se queda mirando con incredulidad. El silencio que se abate sobre la Mano de Dios también es revelador. Me apuesto cualquier cosa a que no suelen encontrarse ante un espectáculo semejante, en el que no un humano, sino un Apóstol, una de esas criaturas supuestamente rendidas por completo al Mal y sin sentimientos, se niega a sacrificar a una persona.

El amor, pues, ha podido sobre todo lo demás.

En medio del silencio, Void anuncia:

El hilo del karma se ha truncado.

Es una afirmación contundente, impresionante en particular porque no es algo que haya provocado un protagonista, sino un villano. Guts ha sobrevivido al karma, al Destino, por pura terquedad, pero sobre todo por intervención de Skull Knight.

Desde el principio se ha dejado claro que el Destino es insalvable, que Guts parece ser el único, junto a Skull Knight, capaz de prestarle más o menos frente. Sin embargo, en este arco tenemos esta increíble declaración. Una que traza ecos a lo largo de todo Berserk de forma indirecta, porque nos confirma que la maldad no lo es todo. Que incluso cuando has caído más bajo, puedes tomar una buena decisión.

Es una realidad que da esperanzas, si bien no termino de aferrarme a ellas en cuanto a NeoGriffith.

Pero el conde ya ha firmado su pacto con el diablo, así que una vez renuncia a prolongar su vida, el Infierno viene a arrastrarlo. Vemos cómo una espiral de espíritus parte del remolino y se precipitan sobre el conde. Entre todos estos destaca el alma de Vargas.

Ah, por cierto, un breve desvío: tengo dudas respecto a cómo funcionan estas criaturas en el mundo de Berserk. El bebé de Guts y Casca se desvanecía con la llegada del sol, igual que los que se empeñan en acosar y poseer al primero durante sus viajes, pero no tenemos ni idea de a dónde iba a parar durante el día. La presencia del bebé daña a Guts, igual que la del torbellino de almas sacrificadas. Por tanto, si correlacionamos estos dos fenómenos da la sensación de que los acosadores de Guts sean todos víctimas incapaces de descansar. Pero ¿provienen de este lugar? ¿Son capaces de escapar y perseguir a los seres humanos durante la noche?

Volviendo a lo importante: vemos a Vargas, pero no a la madre de Theresia venir a buscar el cuerpo del conde. Muy mal, Miura. Si pones a una de sus víctimas más destacadas, ¿por qué no a la otra? Podría justificarse con que lleva tanto tiempo dentro del remolino que su personalidad ya se ha desvanecido, pero meh.

Por cierto, Vargas no fue devorado por el conde, sino ejecutado en una plaza pública. ¿Significa eso que todos los que han muerto a sus órdenes acaban en el Infierno? Me cuesta creerlo, y diría que Vargas es una excepción porque entró en contacto físico con él, fue torturado y afectado por el Mal. Es decir, Zondark seguro que también ha acabado ahí.

Y dado que Berserk tiene a muchos demonios violadores… ¿Qué pasa con una mujer (o un hombre) que sobrevive a una violación? ¿Y si engendran bebés después?

¿Por qué Theresia se salva? Es posible que se deba a la falta de contacto. No puedo asegurarlo, pero da la impresión de que la niña haya rehuído a su padre desde que este se convirtió, pero quiero pensar que no todo el que toca a un Apóstol acaba destinado al Infierno. Pobre Jill, entonces…

El caso es que, cuando las almas se llevan la del conde, eso le revierte a su estado original mientras aúlla por Theresia. La niña lo reconoce y extiende las manos hacia él, como no ha hecho durante años. Y sabemos que esta separación se le va a quedar para siempre en la memoria, porque qué puede haber tan horrible como tu padre extendiéndote la mano, suplicándote ayuda, llamando tu nombre, pidiendo por un último contacto…

Y no ser capaz de alcanzarlo, mientras sabes que se lo llevan a un lugar donde solo encontrará sufrimiento por toda la eternidad. Da igual que asesinara a su madre, da igual que fuera un monstruo. En ese momento era su padre.

Guts está a punto de correr un destino similar, puesto que al ser un marcado atrae al Mal, que ansía devorarlo. Por poco, muy poco, consiguen llevárselo. Y lo último que habría hecho es mirar hacia Femto, que le da prestamente la espalda junto al resto de la Mano de Dios, que se prepara para retirarse.

Si el amor fue el último acto del conde, el de Guts habría sido el de odiar, porque lo que hace es disparar con su cañón hacia Femto. Y falla. En una interesante secuencia que se enfoca en el ojo antinatural de Femto, se nos deja claro que es este quien utiliza sus poderes para protegerse con una barrera invisible, y no que haya una permanentemente a su alrededor. El efecto secundario (y vital) del disparo es que el impulso lo libera de las manos de los espíritus y lo arroja al suelo.

Desde ahí su mirada se encuentra por última vez con la Mano de Dios. Ubik y Slan, los más interesados, contemplan a Guts con sonrisas.

Femto podría ignorarle, como hacen Conrad o Void. En su lugar, se da la vuelta para que sus ojos se encuentren.

Así que… Sí. Le importa Guts. Por mucho que lo considere una hormiga, le importa.

—Our job here is done.
—But you didn’t do anything…

Y así, como si nada, la Mano se desvanece. El castillo vuelve, el cielo está súbitamente despejado para el desconcierto de los pobres ciudadanos. La luna resplandece sobre el destrozado castillo, sobre el mancillado cuerpo del conde, que ahora ha recuperado su aspecto humano.

Theresia llora. Todo parece haber sido una pesadilla, pero el cadáver que hay frente ella es la viva prueba de que su vida, tal y como la conocía, ha terminado. Cuando Puck trata de acercarse, Theresia lo rechaza, igual que da la espalda a la realidad:

¡Ni hablar! ¡¡Ni hablar!! ¡¡Me niego!! ¡¡¡Esto no puede estar pasando!!! No… No puede ser… Es mentira… ¡Quiero volver a mi habitación! ¡Devolvedme a mi habitación! ¡¡Quiero volver!! Yo no quiero… estar aquí… No quiero… Antes… Antes… prefiero la muerte…

¿Recordáis qué fue lo primero que pasó cuando Guts se encontró con que su última esperanza, Casca, tampoco estaba ahí? Que el hilo de la cordura se vino abajo. Guts huyó, corrió durante horas intentando escapar del pasado, de lo que ya ha ocurrido. Theresia hace lo mismo. Sabe que su habitación ha sido destrozada, pero lo que importa es el simbolismo. Mejor estar dentro de ese cuarto donde se asfixiaba a enfrentarse a esto. Mejor estar muerta.

Guts… está escuchando.

Guts, que ahora sabe que va a ir al Infierno. Guts, que acaba de ser torturado, humillado y ninguneado. Guts, que ha perdido su oportunidad para matar a Femto. Guts, que ha visto cómo alguien salvó a su ser querido en vez de condenarlo. No importa que Theresia sea una niña. A sus ojos, ahora mismo, es la debilidad que odia de sí mismo. Es el saco de boxeo perfecto para dejar escapar su furia.

Y le arroja un cuchillo.

Entonces… muere.

¿No es bonito? ¿No habéis tenido nunca un momento en que os rendís, en que os laméis las heridas y dijisteis que ojalá os murierais? Ahora imaginaos estar en la situación de Theresia, sola, sin nadie que se ocupe de ella (y mucho me preocupa su futuro, siendo hija de un conde tan odiado)… y que el asesino de vuestro padre os diga eso.

No me extraña que Puck le dé una bofetada. Una que Guts no se ve venir, porque hace demasiado que nadie le hace las veces de compás moral ni le pone en su sitio a pesar de que, claramente, le hace daño golpear a una persona cientos de veces más grande que él.

No te pases, Guts… ¡¿Tienes idea de lo que ha tenido que pasar Theresia?!

Amo todo en esta imagen, desde el shock de Guts y su reacción tocándose la mejilla a la mano hinchadita de Puck.

Y la cosa es… que sí. Que lo sabe. Precisamente por eso está proyectando en ella todos sus empeños suicidas.

Por eso mismo, que se suicide, que se rinda si tanto está sufriendo. Es facilísimo. Un corte bien dado en las muñecas, y ya está. Sanseacabó. Adiós a esta vida de padecimiento… Supongo que tú sí que podrás ir al Cielo. ¿O acaso prefieres el Infierno? Allí podrías reencontrarte con tus viejos, al fin y al cabo. Es tu vida. Haz lo que quieras con ella.

Es imposible comprender este diálogo si no vemos que Guts está identificándose a muerte con Theresia, aunque sea en la vertiente más horrenda de la empatía. Puck mismo se da cuenta de que habla completamente en serio, pero no comprende qué hay detrás. Porque Guts es un suicida demasiado terco para morirse. Es alguien que se lanza de cabeza a las situaciones que le podrían asegurar la muerte, que se castiga a sí mismo, que se pone a prueba para ver si merece la pena vivir. Desde niño ha buscado una razón para estar vivo, y la ha perdido una y otra vez. Ahora, cuando muera, sabe que le espera lo peor. Ni siquiera tiene el descanso eterno, no.

Guts no está pensando en proporcionarle a Theresia una forma de evitar todo el horror que le aguarda, no. Está volcando en ella esa tentación de rendirse. Sabe muy bien cómo hay que suicidarse. Me pregunto cuántas veces se lo habrá planteado, y cómo justifica ante sí mismo no haberlo hecho.


Así que contempla a Theresia fijamente. A la espera.

Es tan fácil olvidar lo joven que es Guts debido al estilo de Miura…

Y, antes de seguir, debo comentar que aunque las situaciones no son las mismas, es interesante cómo Guts y Griffith se presentan de formas tan distintas en las vidas de dos jóvenes que lo han perdido todo. Jill será un caso distinto porque todavía le queda un lugar al que volver y Guts la impulsa a no recorrer el mismo camino que él. Con Theresia y Casca, en cambio, tanto Griffith como Guts les tienden armas para que decidan por sí mismas. En el caso de Griffith, dio fuerzas a Casca para alzarse y defenderse por sí misma, de modo que se adhería así a la psicología de Griffith. En la de Guts, tiende un arma y anima a suicidarse, proyectando también su propia forma de pensar en una niña pequeña.

Es una inversión total.

Así pues, Theresia se habría cortado de no ser porque Puck, que es un AMOR Y NO SÉ CÓMO LA GENTE LE ODIA, interpone su propio cuerpo para evitar que se corte, gritándole que no se deje llevar por la pena, ¡que piense!

Entonces, antes de que Theresia pueda decidir, el suelo se vence bajo sus pies. Guts la contempla caer con indiferencia o, más bien, diría yo, está tan exhausto, tan lejos que no consigue pensar.

Pero sí reaccionar cuando comprende que la niña se va a matar. Puede que, más tarde, Miura tuviera esta escena en mente cuando construyó la escena en la que Casca renuncia a la vida y trata de suicidarse al dejarse caer por la cascada. No podemos decir que Guts esté pensando en Casca, porque a estas alturas ni estaba concebida, pero retroactivamente puede que Miura elaborara algo tan parecido para que podamos imaginar que Guts reacciona porque recuerda a Casca en una situación similar.

El caso es que le tiende la espada y Theresia se aferra a ella, desesperada. Y a pesar de que sangra y que le debe costar una barbaridad mantenerse aferrada, la chica no se suelta.

Porque quiere vivir.

No es muy distinta, pues, a Guts y su obsesión con lanzarse al peligro para luego luchar con todas sus fuerzas y salir vivo. De modo que Guts logra arrojarla a terreno seguro y, mientras la ve llorar, contempla su propia mano. La que le arrojó el cuchillo. La que la invitó a morir. Su expresión y los temblores hablan por sí solos.

Puck trata de curar las manos de Theresia, que se niega a abrirlas para él. Y entonces Puck percibe, aunque no se explicite, el odio que emerge de Theresia. Exactamente igual que Guts, que sustituye la desesperación por furia.

Todo ha ocurrido por tu culpa… Si nunca hubieses aparecido… Si tú nunca…

La cara de Guts también es reveladora. Pura resignación. ¿Cuántas veces ha escuchado lo mismo desde que era pequeño? ¿Que es alguien que trae desgracias a los demás? ¿Que no tendría que haberse interpuesto en el camino de Griffith para que este no hubiera sido herido? ¿Que no tendría que haber existido porque así Griffith no se habría desviado de su sueño?

No merece la pena negociar, ni mucho menos explicar las cosas. Guts sabe lo que es odiar. Sabe que te mantiene vivo.

Y aunque la alternativa a que nunca hubiera aparecido es que el conde habría continuado matando gente, que Theresia jamás habría salido de su habitación, nadie puede negar que Guts ha llegado a escena como un puñetero elefante gigante a aplastar y destrozar todo lo que se interponía en su camino.

—Veo en tu mirada que se te han pasado las ganas de morir. En fin… No me parece mal.

—Te mataré… Demonio… Te juro que algún día… ¡¡TE MATARÉ!!

—Muy bien. Ven cuando quieras.

Sigo esperando, señor Miura, a que Theresia vuelva algún día a la historia. En serio. Por favor. Lo necesito. No puedes meter esto, que va tan bien con la evolución de Guts, y olvidarlo por completo.

En realidad sí puede, pero no quiero. ¡Porfa, Miura!

En fin, culminamos el arco de forma perfectamente redonda. Durante todas las batallas a las que hemos asistido, Guts se ha asemejado más a un demonio, a un Apóstol, mientras que sus víctimas terminaban suplicando, llorando y pidiendo merced. Una total inversión de lo que uno espera cuando se embarca en una historia entre demonios y humanos. Y ahora Guts ha creado a alguien como él. Alguien que ha perdido todo a manos de otra persona y que encuentra las fuerzas para seguir viviendo mediante la venganza.

Y sabemos que está mintiendo, o al menos ocultando sus sentimientos, porque Miura le ha ensombrecido los ojos a propósito.

A la hora de la verdad, la situación lo ha destrozado y tiene que esforzarse por fingir que nada le importa. Por eso Guts sonríe. Porque decide encarnar el papel que Theresia necesita. 

Sabe cómo va a ser la vida de Theresia a nivel general: una llena de sufrimiento y soledad. Puede que precisamente por ella se comporte de forma diferente con Jill… Pero, como he mencionado, esta al menos tendrá a su madre. Theresia no tiene a nadie. Su única ventaja es no estar marcada.

Recuerdo perfectamente llegar a este punto de la historia hace algunos años. Había leído con vago desinterés los tres primeros tomos de Berserk, no muy impresionada con el estilo o el despliegue de vísceras, más o menos aburrida con Guts… Y entonces pasé la página y le vi.

Le vi así.

En ese momento comprendí que el autor sabía lo que estaba haciendo. Que Guts no era un Macho Alfa con algunas debilidades, sino un chico al que el juramento de una niña le hacía darse cuenta de todo lo malo que ha hecho, de que su vida es tan mierda que hasta una cría quiere matarlo… Y al que todo se le venía encima. Vargas, los interminables enfrentamientos, Femto/Griffith, su fracaso al intentar matarlo, saber que va a ir al Infierno y, ahora, Theresia.

Comprendí que no es que Guts se estuviera rompiendo, sino que ya estaba roto y Miura quería que fuéramos conscientes de ello.

La escena me hizo confiar en que habría algo grande tras Guts, que merecía seguir su historia.

Quería darle un abrazo. Quería que no se apartara de Puck, que no se cubriera con vergüenza y que no se alejara con su fachada reconstruida. Quería que dejara escapar las lágrimas y entender quién era esta persona, qué es lo que le había hecho caer tan hondo.

Puck es yo decidiendo continuar Berserk.

El arco del Guerrero Negro es flojo en comparación con la Edad de Oro, y normalmente no lo recomiendo para comenzar porque los gustos han cambiado con el paso de los años. La Edad de Oro nos provee de un inmediato lazo con Guts porque lo acompañamos desde que es un bebé y comprendemos todos y cada uno de los pasos que da. Precisamente tengo la sensación de que Miura decidió entrar en este monumental flashback porque no podía continuar la historia sin comprender del todo a Guts.

Por desgracia, leer la Edad de Oro y pasar al Guerrero Negro supone una lectura no muy agradecida, y más de un amigo se ha quejado de «tener que leerla». Guts parece superficial en comparación con cómo le hemos conocido, ¡y normal! Su pasado no estaba escrito, el arte de Miura estaba en sus inicios y la trama es, dentro de lo que cabe, más o menos cliché hasta que llega al último tomo y Guts se empieza a mostrar como alguien roto. Las revelaciones no nos afectan porque ya las conocemos, Puck parece simple en comparación con los personajes de la Edad de Oro y no tenemos ni idea de hacia dónde va a ir la historia.

Así pues… Creo que el Guerrero Negro es una buena forma de empezar Berserk. Irónicamente, lo he disfrutado mucho más cuando conocía el contexto y podía ver las insinuaciones que dejaba caer Miura, pero creo que es mejor ir desnudo y sin saber qué te vas a encontrar. Porque, a partir de ahora, la historia no hará más que crecer y mejorar. Leer el Guerrero Negro y luego la Edad de Oro es una verdadera recompensa.

Además, si Miura hubiera empezado directamente por la Edad de Oro, quién sabe si habría resultado ser tan buena.

¡Y hasta aquí hemos llegado! Terminamos este arco, comenzamos uno eternísimo y maravilloso.

¡Nos leemos pronto!

 

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