Analizando RG Veda #2 (1/2). La tempestad de las seis estrellas

En el anterior análisis de RG Veda nos quedamos en que Yasha y Ashura continuaban su camino, medio huyendo medio buscando al emperador Taishaku. Ahora es el momento de que vayan formando un grupo a partir del resto de las Seis Estrellas… Como se puede imaginar por el título de los largos, laaaaargos capítulos (no comprendo cómo podían publicar algo tan larrrrgo) que conforman este tomo. Recordad, ¡cuidado con los spoilers, que están por todas partes y llegan hasta el final de la historia!

La tempestad de las seis estrellas I


No hay forma humana de que podamos olvidar la profecía de las Estrellas, ¡pero da igual, porque seguirán repitiéndola hasta la saciedad! Hanranya, la hermana de Kuyoh, recita parte de la misma para prevenir los Generales del peligro que supone Yasha para el Emperador. Si en el anterior tomo conocimos al para nada amante de Taishaku General Bishamon, en esta ocasión se presenta al enérgico Zohchoh, del este, y a Kohmoku del oeste. Con solo echar un vistazo sus diseños creo que queda claro cuál va a ser el cruel, despiadado y menos memorable. ¡Más importante aún! Vemos por primera vez a la cruenta y bellísima emperatriz Shashi y a su hijo, el príncipe Ten. CLAMP tendrá problemas, pero me encanta que los saque juntos porque así establece una clara dinámica de poder entre ambos… donde el príncipe sale perdiendo.

 

Es una pena que la escena no dé mucho de sí; Shashi aparece para soltar un discurso contra Ashura, momento que Kohmoku aprovecha para recordarnos que, aunque no lo parezca, es su madre y está pidiendo la sangre de su hijo. En cuanto la pierden de vista, el General Zohchoh (que es una de las pocas buenas personas, al menos en teoría, del palacio) no tarda en quejarse de ella, exponiendo su pasado… Y lo peor es que la historia corrobora todas y cada una de sus palabras. Muy profundo y feminista:

¡No sé qué pretende esa mujer! Está demasiado orgullosa de ser la emperatriz. Antes era la consorte del Rey Ashura, ¡pero no pertenece a la esfera divina! Es una mujer corriente. Cuando se le otorgó la divinidad, traicionó a su clan. Puede que esté jugando al mismo juego con nosotros… Con la criatura de Ashura en su vientre, se citaba en secreto con el Emperador, que entonces era un rebelde.

Vaya, Zohchoh es racista. ¿O especista? Y Shashi cumple todos los estereotipos sobre las mujeres malvadas, solo que es aún peor porque no quería a uno de sus bebés. Nada nuevo bajo el cielo, aunque por desgracia tendremos que examinarlo a fondo cuando continúe la historia. En cambio, más interesante resulta esto:

Dudo que pueda asegurar que el príncipe Ten sea hijo del emperador.

Esta es una de las pocas escenas que está bien construida para mostrarnos las dinámicas de una familia disfuncional y que, a la vez, demuestran el carácter de Ten. El príncipe intenta hablar con su padre, preguntándole cuándo va a venir la reina Kendappa (su crush). Sin embargo, quien le responde es el General Bishamon. Su padre no solo le ignora, es que ni siquiera se molesta en ser sutil; le da la espalda y guarda silencio, como si no existiera, a pesar de que claramente le ha escuchado. Siempre me he perguntado por qué motivo concreto Taishaku desprecia a Ten: ¿porque es una persona adorable y no ambiciosa, porque no tiene sangre de su amado Ashura o porque sospecha que no es suyo?

De una forma u otra, Ten no se parece a ninguno de sus padres, así que no es tan raro que la gente sospeche. Yo también lo hago. Intensamente.

Abandonamos el palacio después de enterarnos de que Bishamon ha situado espías entre los reyes restantes y volvemos a las aventuras de Yasha y Ashura.  Perseguidos por unos guardias, están a punto de librarse de ellos cuando hace aparición Soma, que se encarga del asunto para no «mancillar» la espada de Yasha con vidas tan repugnantes. Qué bonito y poco clasista, gracias Soma.

La mujer es la vanguardia de la gigantesca fortaleza flotante de la reina Kendappa. He de asumir que esta les invita a subir, ya que de pronto están charlando con ella sin que se dé ninguna clase de transición…

Kendappa ríe de buen humor, burlándose de Yasha por haberse rebelado contra Taishaku. Lo que puede parecer un personaje superficial, si lo examinamos sabiendo la verdad, se transforma en alguien siniestro y con doble rasero. Kendappa es fiel a Taishaku porque solo respeta a los más fuertes (lo cual indica que ella es superior a todas las Estrellas. Eso o serviría al otro Ashura) y es bastante sincera cuando le pregunta qué se le pasa por la cabeza.

Es evidente que, a sus ojos, tanto Yasha como Ashura están condenados.

La reina se abstiene a responder preguntas sobre por qué acepta a unos perseguidos y juguetea con Yasha como si fuera su hermana aunque todo su comportamiento supuestamente celoso indica que juega a que son amantes y se asegura de golpearlo siempre que puede. En una conversación con Soma se nos cuenta que resulta que la madre de Kendappa se enamoró de Yasha y terminó por morir de pena.

Gracias, CLAMP, necesitábamos ese tipo de historia para una madre muerta que no vuelve a salir más que una vez y solo de fondo.

Viendo en retrospectiva el conjunto del personaje que es Kendappa, resulta bastante out of character eso de que odia a Yasha porque su madre murió por su culpa. No solo reconoce que él no es responsable, sino que CLAMP decidió desarrollar a Kendappa en una línea psicópata y despreciaba a su madre por ser débil. Da la sensación de que el personaje que no estaba en absoluto delineado y fue evolucionando, dado que, más tarde, Kendappa se vuelve distante, misteriosa y elegante, cuando aquí es altiva, juguetona de una forma no maliciosa y pronta a convertirse en chibis adorables.

Ah, todavía no hay ninguna declaración de amor, pero los paneles perfilan a Soma y Kendappa de una forma romántica e íntima, con caricias y sonrisas así muy poco hetero. ¡Si solo se hubiera quedado todo así…!

Cuando Ashura cae dormido, después de decir con una sonrisa que echa de menos a Gigei y que seguro que está bien y sana y feliz por el amor de Dios, la narración de CLAMP era realmente artificial, Kendappa arrastra a Yasha a encontrarse con nada menos que… ¡Kishotten! La dama se comunica mediante su espejo para comunica la muerte de Gigei. Porque parece que ver morir a gente inocente durante siglos no es suficiente y lo que la ha conmovido es el asesinato de una chica, decide ayudar a Yasha. La forma parece ser… entregándole a Soma, que quiere vengarse de Taishaku, puesto que asesinó a todo su clan para que nadie pudiera adquirir la inmortalidad que su sangre puede conceder una vez al año.

Ahora, Soma es sierva de Kendappa, no de Kishotten. No termino de entender por qué es esta la que entrega sus servicios. Y menos cuando Kendappa está claramente en contra. Se va caminando entre refunfuños, con un aire cómico que no concuerda nada con la pena resignada que exuda más tarde ante la inevitabilidad de que Soma muera a manos de Taishaku. Apostaría cualquier cosa a que todavía no estaba pensada su trama.

Al chocarse con Ashura, que se ha despertado y abandonado su habitación, Kendappa le peina un poco y en un acto de total estupidez le comunica que la chica que está aguardando que llegue ha muerto. Y como las CLAMP no saben que el machaque constante de drama no funciona bien, y mucho menos si repiten una mismo tema una y otra, y otra vez, disfrutamos de nuevo Ashura desesperándose porque todo el mundo muere por su culpa.

¿No funcionaría todo mucho mejor si siguiéramos solo a Yasha y Ashura y nos enteráramos de las tragedias a la vez que ellos para que fueran un verdadero puñetazo emocional? No solo eso sino que se alarga y alarga, intercalando la captura de un espía por parte de Kendappa y a Ashura llorando y recriminando a Yasha que no le hubiera contado nada. Es agotador. Pero al menos podemos ver que Kendappa es una psicópata que disfruta haciendo daño a los que considera débiles. Así que algo ganamos en temas de profundizar personajes.

Después de matar al espía, que no podría haber contestado a su interrogatorio con Kendappa asfixiándolo, Soma y ella tienen una conversación bastante íntima acerca de sus miedos y deseos. La reina es brutalmente sincera:

No puedo pedirte que te quedes… No tengo ese derecho. Pero prométeme que no morirás en algún lugar remoto.

Por un lado, Kendappa respeta la voluntad de la gente fuerte y, en particular, la de Soma. Al menos hasta encontrar lo que considera su límite: la decisión sobre cómo muere su amada. En ese punto, dado que piensa que Soma va a morir sí o sí por la situación en la que se encuentra, decide actuar. Sin embargo, hasta ese extremo le da libertad absoluta a su pesar. Es un enfoque fascinante de control y respeto.

Pero no perdamos de vista el: no morirás en algún lugar remoto.

Porque entonces ella no tendría autoridad sobre su muerte.

Soma, que se niega a ver a Kendappa como una mujer fría y cruel, defendiéndola como una artista, le entrega un pendiente para que lo guarde hasta que regrese tras cumplir sus objetivos. Kendappa se lo queda.

No hay beso, no hay abrazo, pero es que ni siquiera es subtexto, es literalmente texto. Y eso es bastante raro en las obras posteriores de CLAMP…

Después de que Ashura y Yasha repitan por enésima vez su conversación sobre que Ashura trae desgracias, y las que nos quedan, Kujaku hace su aparición porque la trama debe avanzar y sin él aparentemente Yasha no tiene ni idea de hacia dónde dirigirse: hacia la espada Shura.

La leyenda dice que, desde la creación del mundo, solo el Rey del clan Ashura de guardianes celestiales puede heredar esa espada. El que la empuñe dará vida a una llama que reducirá a cenizas a todos los demonios. Solo la espada Ashura podrá instaurar una paz verdadera en el Reino Divino.

¿Una paz mediante la eliminación de toda vida existente?

Las CLAMP aprenderán con el paso de los años a utilizar mucho mejor sus profecías, ya que aquí todos sus esfuerzos se centran en la de las Seis Estrellas. Aquí, de momento, solo sirven para crear expectativas y una falsa sensación de grandiosidad típica de la fantasía clásica. Además, cual espada de Wander en Shadow of the Colossus, la espada Shura puede guiar hacia las otras Estrellas.

¿Por qué? Ni idea. No está explicado. Magia conveniente.

Aparte de toda la verborrea que hay de por medio medio, me gustaría destacar que Kujaku menciona de forma explícita que está ahí para asegurarse de que Ashura se encuentra bien. Dado que fue él quien entregó la espada Yama a los Yasha, que fue encerrado por haber nacido con su madre, y rechazado por sus progenitores, no es de extrañar que haya volcado todas sus esperanzas en Ashura. Si Ashura consigue triunfar, si consigue amor a pesar de todo, significa que no hay una ley, una especie de lógica superior que confirme que gente como ellos no debería haber existido. Es un tema que reaparece mucho a lo largo de CLAMP, en particular en ciertos personajes de Tsubasa Reservoir Chronicle, y es una pena que quede tan reducido a unas últimas páginas añadidas en el último momento y a apariciones para hacer de exposición.

Esta parte del capítulo, que podría ser uno por sí solo, termina con una bella y melancólica escena en la que Kendappa toca el arpa mientras los protagonistas abandonan su palacio. Cuando Soma acude a espiar las tropas del ordenador por orden de Yasha, se detiene a escuchar a su amada tañendo las cuerdas y no podría quedar más claro que es la primera vez que Kendappa llora. Simplemente, lo hace mediante la música.

Y entonces, por fin, tenemos algo de verdadero e irónico desarrollo de personaje que sirve a un propósito temático. Ashura se despierta y jura que se volverá fuerte cual protagonista de shonen para:

Nunca más perderé a personas como Gigei… Porque aprenderé a ser fuerte y protegeré a los que me importan.

Y acto seguido se presenta a Naga, o el Rey Dragón, el personaje más obsesionado de RG Veda por tornarse fuerte para proteger a los demás. Se entrelazan sus dos tramas con total descaro para el final cruel y despiadado que sufrirán ambos. Porque ya desde el principio las CLAMP, o debería decir Ohkawa, jugaban con la idea de deconstruir tópicos. Naga es otra de las Seis Estrellas y, supongo, un intento de deconstrucción del protagonista de shonen que solo piensa en volverse más fuerte.

Los dos se vuelven fuertes, oh, sí, pero no lo suficiente. Ashura acaba cediendo a su segunda personalidad y acaba con sus propias manos con los que aprecia porque es puro caos y destrucción. Y porque la fuerza nunca es suficiente. La fuerza lleva a la competición y a la muerte, al comportamiento de Taishaku, y la intención termina por ser lo que menos cuenta de todo.


Lo primero que sabemos de él es que es el heredero al reino, que su abuelo está muriendo y recae la sucesión en él (su madre protegió muriendo a una humana, aunque esto se cuenta más tarde. Otra madre muerta al saco, si bien al menos no fue por parto y Naga la recuerda como el ejemplo a seguir mientras que su padre es una figura mucho más casera y suave que nunca llega a aparecer). Los hermanos Dragón Verde y Dragón Blanco son dos bishonen que se encargan de hacernos la exposición de todo lo que necesitamos saber sobre el príncipe. Entre otras cosas, Naga se siente rechazado porque los hermanos ya no entrenan con él; de acuerdo a Dragón Verde, es porque es tan fuerte que no podrían ni soñar con vencerlo. Naga se queda un poco tocado, ¡pero en vez de permitirnos un momento de descanso, el argumento ataca: Yasha ha traspasado la barrera y Naga, totalmente hiperactivo, decide ir a luchar contra el supuesto guerrero más poderoso del mundo!

Al menos he de decir en su defensa que Naga se presenta y le dice a Yasha que quiere pelear con él. Pero Yasha no está por la labor, de modo que Naga le ataca igualmente hasta que el rey no tiene otra opción que defenderse. La pelea alcanza proporciones épicas y Ashura, muerto de hambre, la interrumpe exigiendo que se le alimente.

Naga, muy amable él, les monta un picnic y se sienta a hablar con Ashura. No termina de creerse que pertenezca al clan Ashura y cuando le pregunta su edad, tampoco está dispuesto a asumir que Ashura tenga trescientos años: debería aparentar ser un adulto, como su hermano, después de todo.

Es curioso pensar que Ashura es bastante más mayor que Naga…

El príncipe comenta deja caer su malestar porque cuando se convierta en rey tendrá que servir al general Kohmoku y sueña con una época que para él casi es de leyenda, con el rey Ashura gobernando a los cuatro reyes divinos. Sin duda atraído por su amabilidad y su lisonjería para su familia, Ashura se asegura de averiguar que Naga es fuerte y se alegra mucho al saber que es así.

—¿De qué hablas?

—Pues que no te morirás por mi culpa. Seguro, seguro que no te pasará nada.

Podéis sentir la tragedia rondando el aire… Y, por una vez, bien establecida. Porque Naga no aparece para morir, sino que acompaña al grupo y pasa a formar parte del mismo antes de que Ashura acabe con él de un one-hit.

Como Yasha se quiere marchar y se niega a concederle un duelo, Naga decide que irá con él a toda costa y regresa apresuradamente a convertirse en el Rey Dragón. Lo cual es… es… ¿Podríais haberle desarrollado un poco más antes de que se pegara como una lapa a Yasha, en especial después de que este diga que quiere derrocar a Taishaku? Dado el interés que tienen las CLAMP con Yasha y Karura para expandir su rol como reyes y responsables de su pueblo, castigado por sus actos individuales, rechina como nunca que Naga no tenga ni un pensamiento que dedicar al peligro al que pone a todos. En parte es porque se lo quiere plasmar como un niño irresponsable que no debería heredar el trono por bueno que sea, pero es un tema que nunca se vuelve a tocar ni a explotar, de modo que…

Rápidamente Naga se hace con la espada Diente de Dragón y literalmente escapa, tras explicarle a Dragón Blanco que pretende entrenar para volverse más fuerte. Dragón Blanco respeta su decisión porque, bueno, es el rey…. Y porque las CLAMP no pretendían tocar más el reino acuático. Para colmo, Yasha le explica que matarán a todo su clan como castigo y Naga descarta la posibilidad diciendo que está en un «viaje iniciático». Y Yasha podría haber derrotado a Naga para que se quedara, pero no. Que haga lo que quiera. No llega a ser tan ridículo como cuando Cait Sith se te une al grupo de FF VII, pero ahí ronda. Lo más divertido es que Soma aprecia que Yasha se preocupe porque maten al clan de Naga y por eso afirma que el rey es muy amable. Mal, CLAMP. Muy mal. Deja de imponernos opiniones a través de Soma, que tras haber perdido a su familia debería estar, no sé, advirtiendo un poco a Naga del peligro que corre.

Entre tanto, se presenta al siguiente enemigo, Kumara, que guarda la espada Shura en la tierra de Kusumapura, y espera al «vástago del rey Ashura» (¿no es divertido cuando la traducción impone género femenino a Ashura y luego se olvida de ello?). Muy amablemente, le cuenta al aire sus objetivos: necesita la espada Shura y la vida de Ashura para así derrocar a Taishaku.

Se ve que eso de el enemigo de mi enemigo es mi amigo no va mucho con él.

Kumara emplea una especie de cristal mágico para vigilar a Ashura, y aprovecha para maltratar física y psicológicamente a una doncella llama Kara. Burlón, le dice que debería «alegrarse» de que vaya a acabar con la descendencia su «antiguo amo y señor». Kara replica intentando convencerle de que no es buena idea matar al heredero de los Ashura.

La fragilidad de la escritura de CLAMP se manifiesta como nunca. Para empezar, Kara es la tía de Ashura, así que estas vueltas evitando mencionar que «oye, voy a matar a tu sobrino» para poder revelarlo después apestan a escritor novato. Por otro lado, Kara lleva con Kumara trescientos años, y juntos han sobrevivido a la destrucción de Kusumapura a manos de Taishaku. Si Kara no tiene apenas influencia sobre Kumara no es porque las CLAMP quieran explorar una relación abusiva, sino porque están limitando información con la intención de dar golpes de efecto más tarde y crear un drama innecesario. Kara puede seguir siendo una persona sumisa sin necesidad de que haya vacíos absurdos de información, y podría no sentir cariño o compasión por Ashura hasta verle la cara y recordar los viejos tiempos, por ejemplo. Pero eso de decir «no mates al heredero de los Ashura» en vez de «bueno, a ver, es mi sobrino, no sé si me voy a alegrar de que mates a un niño pequeño como los que murieron a manos de Taishaku» es… en fin.

Yasha y los niños llegan a una caverna donde se oculta la parte superior de Kusumapura, y Kumara aprovecha un despiste del rey para hacer que el suelo se trague al principito. Es una escena larga, pero apropiadamente angustiante, en especial por parte de Ashura que se va hundiendo con lentitud mientras solo puede aullar pidiendo auxilio.

Al quedarse inconsciente, Ashura consigue, en cierta manera, comunicarse con la espada Shura, que le llama y tiene la seguridad de que es una energía que le protegerá.

Acto seguido despierta en la sala que alberga la espada Shura. No está solo. Kumara lo recibe con severidad y vomita un poco de lore acerca de cómo Kusumapura era la «ciudad de las flores» (cosa que se ha mencionado muchas veces y que, con ver la devastación, debería quedarnos claro cuál fue el destino que le dedicó Taishaku, pero hay que repetirlo otra vez). Resulta que la espada se ha envuelto en un capullo irrompible, y que dentro de siete días podrá hacerse un ritual con la sangre de Ashura para obtener el arma. ¿Os imagináis que Ashura hubiera llegado un poquito más tarde? Menuda faena.

Ashura, como es lógico, trata de escapar y Kumara prácticamente intenta matarlo porque es un tipo inteligente con control sobre sus accesos de ira. El principito se salva solo gracias a Kara, que interpone su cuerpo para protegerlo, y le asegura que velará por su vida aunque le cueste la vida. No solo eso, sino que se inclina y lo reconoce como Su Majestad Real. Debe ser la primera persona hasta ahora que otorga a Ashura su título legítimo. Una idea que entronca de forma extraña con las palabras de Kujaku (que se ha reunido con Yasha y Naga para asegurarles que Ashura está a salvo y que «ahora es Su Alteza Real Ashura» y que si es legítimo, podrá volver con la espada Shura), que cuchichea con Naga sobre cómo Yasha parece impertérrito a todo, como si fuera una novedad, y que da la sensación de que lo haya abandonado su amante. Sí, empezamos a jugar con la idea de amor romántico entre Yasha y Ashura, algo que solo solo es realmente aceptable en Tsubasa Reservoir Chronicle, donde son dos adultos hechos y derechos sin asomo de relación paternal. El caso es que para que el grupo no se quede sin nada que hacer, les da alcance Naruna, discípulo del general Kohmoku, y el tono del encuentro deja más que claro que no tenemos que preocuparnos por sus destinos. Por los desgraciados que han venido detrás de ellos, en cambio…

Entre tanto, Ashura ha acabado encerrado en una barrera y Kara intenta ganarse su confianza asegurándole que le entregará a Shura y los devolverá juntos a la superficie. Como esta táctica no funciona, procede a compartir información a un niño hambriento de deseos de conocer a sus padres. Sin duda, que Kara sea nuestra principal fuente de conocimiento de los Ashura es una forma inteligente de advertirnos de la idealización de este clan masacrado. Kara no conocía personalmente al Rey Ashura, y solo vende propaganda nostálgica, mientras que cuando toca hablar de su hermana opta por no hacer daño a Ashura y limitarse a suavizar todo lo que puede compartir sobre ella.

Se suelta entonces ciertos detalles interesantes acerca de los humanos. Kara y Shashi eran humanas, pero parece que había una costumbre de entregar a las más dotadas como sacerdotisas. El título en sí les daba la posición de, prácticamente, diosas. Sin una traducción más específica o notas que aclaren este particular proceso es imposible afirmar nada con rotundidad, pero da la sensación de que los títulos sean en sí la fuente del poder entre los dioses, de ahí que Naga tenga que ser Rey para obtener la espada o lo mismo ocurra con Ashura. Ahora, nunca se explica bien cómo funciona este sistema. En Doce Reinos existe una entidad suprema que concede poder a los emperadores y a los funcionarios, que al rellenar ciertos formularios pueden conceder inmortalidad a la gente… y arrebatársela por el mismo procedimiento. Es posible que se persiga una idea similar, pero que no termina de definirse.

El caso es que la dinámica entre las hermanas es… bien. Misógina, cuanto menos. Ambas encuentran finales truculentos, porque esto es RG Veda, pero Kara está envuelta en una luz pura y amable porque es dulce, tierna y apocopada, mientras que Shashi es una mujer ambiciosa, traicionera y que no duda en acostarse con varios hombres, intentar matar a su hijo y promover el genocidio con tal de obtener lo que quiere: el título de la emperatriz. Diría que es una psicópata por su crueldad con los animales y la gente en general, pero dudo mucho que las CLAMP hayan afinado tanto. Kara es la Santa. Shashi es la Puta. Una que ascendió, da la sensación, «aprovechándose» del Rey Ashura y que planeó traicionarlo desde el primer momento (como se ve simbólicamente en que descuartice al pájaro que le entrega como regalo si asumimos que el pájaro es la voluntad de Ashura de desposarse con ella), y que en cuanto vio la oportunidad saltó a los brazos de Taishaku con información sobre las debilidades del palacio, de las formaciones de combate y mucho más.

Irónicamente, las CLAMP son incapaces de ver más allá y ponerla como la villana final porque:

Sea Taishaku o sea quien sea, me da igual, mientras sea el futuro líder supremo. No me basta con ser la esposa del rel guardián del reino divino. Seré la esposa del amo del reino divino, que es mucho mejor.

Ya puestas, podrían haberla hecho la Emperatriz enemiga, en vez de reducirla a la Puta superficial y cruel, que se conforma con ser esposa. Es como Cersei, pero sin profundidad. El único punto interesante y vagamente a su favor, si es que podemos justificar su traición a un clan entero que en sí no vemos que le hiciera daño, es que cuando Kara le reprocha que si no ama al Rey Ashura, ella responde que el Rey jamás la había mirado a ella y que solo buscaba descendencia.

Curiosamente, no se explora la relación entre Kara y Shashi, excepto que la primera conocía bien a su hermana a pesar de lo cual le guardó las espaldas cuando supo que estaba traicionando a los Ashura (solo al final le suplicó que se detuviera, cuando ya llevaba en su vientre a Ashura y, supongo, a Ten) y que Shashi respetó su vida y parecía guardarle al menos cierto vago amor fraternal por permitir que siguiera viva… Si bien la amenazó con matarla con sus propias manos si volvía a interponerse en su camino. Muy vago y perezoso por parte de CLAMP, que han preferido tirar por lo espectacular y reforzar la idea de Santa/Puta.

Volviendo al presente, Kara persiste en su rol como Santa y caer en el tópico de que la mujer buena puede cambiar al hombre brutal al afirmar que Kumara es buena persona. No solo eso, sino que está «embarazada». Este punto es el único que realmente merece la pena de la verdadera tragedia, pero ya se tratará más adelante. Entonces entramos, una vez más, en el drama personal de Ashura cuando Kara dice que el bebé no debería nacer. Pero, por una vez, hay cierta evolución. En vez de romper a llorar, se debate con sus sentimientos y termina por decirle a Kara:

Es muy triste no poder decir que a uno lo quieren. Da muchísima pena ser alguien a quien no quiere nadie. Si nadie lo quiere, no deberías tenerlo.

Lo cual es una realidad como una casa. Si no se va a cuidar del bebé, si no se va a asegurar su futuro… El aborto está ahí.

Debo decir que los lamentos de Ashura resultarían irritantes, dado que evidentemente Yasha le quiere, de no ser por cómo se le ha grabado en la cabeza que allá donde va hace daño y todo el mundo le odia. La cosa es que estaría mucho mejor si las CLAMP representaran el dolor del principito en medio de silencios y ocasionales lágrimas, antes de insistir en vocalizarlo todo.

Kara regresa con Kumara, protagonizando una escena de manual de abuso en la que el pobrecito rey que quiere asesinar a un niño la insulta, la atrapa del cuello y luego se sonroja porque ella insinúa que se preocupa por su seguridad. ¡Lo peor es que las CLAMP así quieren indicarlo! Kumara lo niega, insistiendo en que el único objeto de sus atenciones es el bebé. Y ella rompe a llorar, con motivos más que fundados pero que resuenan como nunca una vez uno sabe que el bebé… no existe, es una mentira que ha creado para dar esperanzas a Kumara.

Entre tanto, en medio de comentarios de otros personajes como si contempláramos un partido de Oliver y Benji, a Yasha le brillan los ojos con un toque encarnado y se lanza a pelear como un animal sediento de sangre. Hay pobres intercambios verbales que terminan en gritos de nombres de técnicas y Yasha defiende a muerte el nombre de Ashura, porque gente como Varuna (que está bien dispuesto a torturar a un niño) no tiene derecho ni a mentarlo.

Y así termina un laaaargo episodio. ¡Vamos por la mitad del tomo! Nos leemos en el siguiente~

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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