Analizando Berserk. Capítulo #2: el estigma

¡Continuamos con analizando Berserk! Aquí tenéis el primero, por si os lo habéis perdido. Dicho esto, solo queda recordar que encontraréis toda clase de spoilers así que continuad con cuidado.

Bien, si el anterior capítulo presentó a nuestros dos personajes principales, ahora toca un poquito de lore, hablar de la religión (que es importantísima en el mundo de Berserk) y dejar caer que Guts no es el monstruo que se esfuerza por ser.

Lo importante antes de continuar es entender por qué Guts se comporta como lo hace. Y es que, básicamente, es consciente de que el estigma que le marca el cuello le convierte en un agente de destrucción. Gracias al mismo, la vida de Guts es un infierno, no encuentra descanso durante las noches y, aunque él no lo sabe, la pesadilla se va a prolongar más allá de su muerte. Un día acabará junto a sus compañeros en el corazón de la Idea del Mal, sufriendo para toda la eternidad. No hay mayor lucha inútil que la suya. Da igual cuánto se resista, el destino que le aguarda es inamovible.

¿O no lo es…?

El caso es que una persona así de herida no debería preocuparse por nadie más que sí misma, ¿verdad? Y más si es un tipo sanguinario y despiadado como Guts.

De acuerdo. Entonces ¿por qué no ha matado a Puck? Sería tan fácil como aplastarlo con el tacón, mucho más sencillo que ladrarle amenazas.

Podríamos considerar que siente nostalgia por Chicchi, pero la hadita todavía ni rondaría la mente de Miura, de modo que ¿cuál es la respuesta?

Ya que estamos, te aviso que no soporto a los elfos como tú. Porque sois débiles. Tan inútiles que me ponéis enfermo. Me dan ganas de estrujaros y aplastaros.

Quizá es que Guts es más bien perro ladrador, poco mordedor porque siente empatía por los niños, por los débiles, por mucho que intente convencerse de lo contrario.

Además, mirad la cara de Puck. Está repleta de consternación, no de enfado o miedo. No olvidéis que este hada puede sentir las emociones de los demás. Sabe lo que está pasando por la cabeza de Guts.

Por eso Puck es tan importante. No es solo que sin él no habría diálogos, dado que Guts sufre de mutismo (probablemente porque se dedica a pensar en bucle «encontrar Apóstoles, matar, hur hur») sino porque mientras Puck esté, sabemos que hay esperanza en esta historia. Si Guts fuera a dejarse llevar por lo peor de sí mismo, Puck, que todavía no es su amigo, abandonaría la historia. Entones tocaría respirar hondo y prepararnos para algo aún peor que el gore, porque Guts es un hombre que mira al Abismo y este, por desgracia, tiende a devolverle la mirada.

Pero, de momento, Puck está. Y Guts no le mata.

Hay esperanza.

Entonces es cuando el capítulo nos presenta dos temas importantísimos en Berserk: la seguridad de los inocentes y la religión.

Pongámonos en situación. Guts acaba de atravesar un bosque lleno de espíritus y, claramente, está herido, cansado. Ha roto a llover, se aproxima la noche, momento en que sus perseguidores cobran más fuerza.

Parece un pequeño milagro que se le aproxime un carro conducido por un cura y su hija Colette. O puede que, más que un milagro, sea una tentación para pecar. Al principio Guts se niega a montar.

Lo digo por tu bien. Estoy maldito, ¿sabes? Me persiguen espectros malignos. Y no pocos precisamente.

Es decir, a pesar de sus circunstancias, Guts antepone la seguridad de los demás.

 

Pero entonces el cura insiste que Dios está de su lado.

Dado cómo acaba el capítulo, podríamos asumir que Miura es un tipo cínico a morir y dejarlo ahí. Sin embargo, dios y la religión permean Berserk de forma más que tangible y a día de hoy estamos lidiando con un miembro de la Mano de Dios encarnado en un aparente redentor. Es evidente que Miura siente interés por la religión, tanto la de las clases populares, la institucional como la más metafísica.

Y es que… ¿qué haces en un mundo donde la divinidad asociada a los humanos existe para castigar y hacer sufrir a sus creadores?

La respuesta la encontraremos en arcos como el de los Niños Perdidos y en las historias de otras criaturas mitológicas que pueblan el mundo de Berserk, las cuales son una mezcla de elementos paganos europeos y sintoístas. Estos seres no son buenos o malos, sino que viven sus propias vidas y ayudan (o no) a los humanos dependiendo de sus propias personalidades.

Es decir, la idea es vivir. Ser buena personas. Las meras palabras, la mera fe hueca no sirven de nada. Los humanos debemos tendernos las manos los unos a los otros, ya que nadie más lo va a hacer.

Pero eso no significa que haya que ser temerario. Por eso cuando Guts se encuentre con otra niña a la que su presencia pone en peligro, no permitirá que siga a su lado. Por eso, Guts podrá salir adelante una vez tenga amigos y la saga se centrará en el compañerismo y el amor, pero también en la sinceridad.

Y aquí Guts no es sincero. Termina por decirse que le importa «un comino» lo que les pase a los demás y se sube al carro tras echar un vistazo hacia el bosque, donde los espíritus pululan tras él.

Ahora, dejadme que aclare una cosa: a estas alturas Guts no ha condenado a nadie. Las muertes que se suceden son por falta de preparación y porque el chico está totalmente exhausto.

Pero antes hablemos del cura y su hija.

Siempre encontraré curioso que el hombre no tenga ningún problema con la existencia de Puck. Probablemente Miura ni se había planteado un conflicto religioso a gran escala como el que veremos más tarde, pero también podemos interpretarlo como que los curas que se crían en el campo, entre leyendas paganas, son mucho menos… asertivos que los que viven dentro de las instituciones oficiales.

En fin, que el cura y la niña ofrecen no solo refugio a Guts, sino bebida. Gestos universales de bienvenida que no tendrían por qué ofrecer a un hombre con una espada más grande que él. Y, ojo, cuando Puck pide un poco del vino, Guts se lo da. Sí, de acuerdo, le arroja la bota encima, pero le ofrece sustento. ¡Ah, qué corazón más chungo tiene este muchacho!

Colette, como toda persona corriente, siente curiosidad por la espada de Guts. La conversación deriva a la posibilidad de usar la Matadragones como tabla de planchar y sabiendo que Farnese fantaseará con lavar la armadura berserker,¿por qué no? y a que Guts sonría con tristeza cuando le preguntan si es mercenario.

Porque, seguramente, la palabra mercenario le hace recordar tiempos mejores.

Entonces el cura da lugar a una discusión interesante sobre la forma de vivir que asume que tiene Guts:

No termina de gustarme… Ganarse la vida matando a gente y cobrando por ello… Uno responde por lo que hace. Es el sino.

Es una idea interesante. Uno termina por pagar. Pero ¿es cierto? Vivimos en mundos donde los ricos mueren tranquilamente en sus camas, mientras los pobres mueren de hambre. Berserk no es muy distinto. De hecho, Guts y compañía eran mercenarios porque querían poder comer y vivir mejor. A cambio, todos se mancharon las manos y asesinaron a gente que sin duda tenía familias que sufrieron por ellos. Como la historia es desde el punto de vista de Guts, resulta fácil olvidar que Pippin o Judeau asesinaban sin parpadear y que, cuando fueron sacrificados, cargaban con el peso de cientos de vidas a sus espaldas.

Es una idea fascinante. Los pobres a veces no tienen otro remedio que hacer cosas terribles para sobrevivir. ¿Eso les convierte en malas personas? ¿Merecen un castigo proporcional a sus actos cuando trabajan para otros que impulsan estas matanzas?

No parece que se vaya a tratar, pero, como digo, da para reflexionar.

En fin, el cura comenta que su sobrino murió trabajando con mercenario y que, si hubiera sido más listo, habría tenido familia, un porvenir. La respuesta de Guts es rotunda:

Hizo lo que deseaba y murió por ello. ¿Qué tiene de malo? Mucho mejor así. Aunque claro, si la palmas se acabó todo. No hay nada más allá.

Pero lo hay, Guts. Y desearás que no lo hubiera.

Y fijaos, parece vagamente distante mientras murmura estas palabras y mira al horizonte. Puede que sea porque está mirando al pasado mientras defiende su ideal de luchar por la espada, poner su vida en riesgo hasta que un día no pueda más. ¿Qué más da lo que hagas siempre y cuando asumas las consecuencias?

Eso es lo que se dice, porque cuando Guts decidió hacerse fuerte y seguir su propio camino, sus actos desembocaron en lo inimaginable. Pero está superado, ¿verdad? Carga con las consecuencias.

¿No?

No, no lo hace. Se resigna, pero sin meditar sobre sus propias acciones. Jamás imaginó que fuera tan importante para Griffith, Casca o la Banda del Halcón como para que su partida descalabrara tanto a Griffith. No tuvo en cuenta lo que los demás deseaban o pensaban. No es que no tuviera que seguir su camino, sino que el método fue nefasto. Su baja autoestima le impidió considerar que elegir su independencia era algo más que un «si pierdes, mueres». Y averiguó que hay muchas, muchas formas de perder sin llegar a morir.

Entonces Colette lo cubre con una manta y Guts acepta ese gesto amable en silencio.

Y a pesar de encontrarse en un sitio donde resulta acogido, Guts no encuentra descanso porque un íncubo se ve atraído por su estigma y le comienza a provocar pesadillas.

En el sueño, Guts se ve a sí mismo desnudo, corriendo por un pasillo estrecho y húmedo. Un ojo gigante (¿quizá de Griffith?) observa desde lo alto cada paso que da.

Los símbolos son evidentes; Guts se siente frágil y poco protegido, de ahí que se encuentre desnudo. Por otro lado, siente que solo tiene un camino a recorrer y por eso está en un pasillo que solo puede recorrer en una dirección. Por otro lado, se siente vigilado, convertido en una presa.

Pero, sobre todo, teme al pasado y por eso aparece su hijo, que le promete:

No escaparás. No escaparás de mí.

Entonces el mundo se vuelve contra él. Una estaca se le clava en un pie y no puede avanzar más. Vulnerable, herido y atrapado, Guts solo puede esperar mientras el feto se avecina sobre él porque hasta ha perdido su brazo artificial.

En otras palabras, Guts escapa del pasado, pero a la vez deja que defina su futuro. No es solo que no pueda evitar que los Apóstoles vayan a por él, sino que siente que debe vengarse de Griffith por lo que este hizo… Aunque no se atreva a pensar en ello porque reaviva un trauma demasiado reciente.  No soy capaz de expresar hasta qué nivel Griffith se aseguró de pulverizar todo lo que Guts amaba y podría haber llegado a amar. Le arrebató a sus amigos, a la persona que quería y hasta al bebé que ni sabía que había engendrado. Aún más, destrozó su futuro.

Pero, además, Griffith lo ha condenado a vagar en un limbo porque si Guts mira hacia atrás tendría que afrontar una cruda realidad: que las cosas no son blanco y negro.

Su bebé, quiera o no, fue humano. Incluso ahora no ha hecho nada salvo perseguir a unos padres que o lo rechazan o no están en situación de reconocerlo.

Los Apóstoles, los espectros, no son simplemente monstruos… Pero ni Guts ni los lectores están preparados para aceptarlo.

Ahora, por esta época Miura no había planeado que el feto fuera el hijo de Guts y Casca. Aun así, es evidente que no estaba planteado como una entidad maligna, dado no ha intentado hacerle daño. Es más, da la sensación de que está intentando advertir a Guts de que necesita despertar. En particular, lo que se clava Guts en el pie parece ser una clara premonición…

Así que  Guts despierta. Cuando ve al íncubo comprende que están en problemas porque estas criaturas nacen, al menos en el mundo de Berserk, de la mezcla de cadáver y semen de personas que, al morir estaban repletas de odio y rencor. Es decir, si hay un íncubo cerca es que no pueden estar muy lejos de mercenarios o bandidos ajusticiados.

Y este ha sido su error. Dormirse, descansar, permitir que se aproximaran a un lugar lleno de enemigos. Si hubiera despertado antes, si no hubiera cedido al sueño…

Entonces Colette muere atravesada por una lanza que se parece muchísimo a la estaca del sueño de Guts.

No solo eso, sino que los espectros la poseen y acaban con el cura, que imagino que no prestó ninguna clase de resistencia. Los seres que la poseen sonríen mientras sostienen la cabeza cortada del pobre hombre.

Todo porque Guts estaba ahí y su estigma agitó a los monstruos.

Cuando quieren darse cuenta, Guts y Puck estaban cercados por zombies. Por cierto, me recuerdan mucho al ejército del villano de Taron y el caldero mágico, y me suena que los cascos de aire vikingo no vuelven a hacer muchas apariciones en el resto de Berserk, al menos hasta la isla de los elfos. No tengo ni idea de cuánto pueden vivir los íncubos, pero da la sensación de que sean cadáveres más o menos recientes así que… Casi sin duda estamos ante otra prueba de que Miura improvisa sobre la marcha y todavía no tenía muy definido su mundo, porque los veykins son cosa de hace varios siglos.

Volviendo al capítulo… En lugar de escapar como sería lo normal, Guts esboza una sonrisa forzada al ver a Colette y se niega a retroceder un solo paso. Quedaos con esto, porque es una tendencia que plaga a Guts desde que era muy joven, y que solo cuando tiene a Casca a su cuidado comienza a abandonar.

Pero hasta entonces falta mucho y Guts, sin duda repleto de remordimientos porque sabe que esto ha ocurrido por su presencia, realiza una carga suicida contra los zombies.

Como si buscara que lo castigaran.

En ese caso, lo consigue cuando el cuerpo de Colette logra hundirle la espada en el vientre.

Si en algún momento cupo alguna duda sobre la crueldad de Guts, aquí debería desmoronarse. Y es que Guts tendría ser capaz de evitar ataques así, pero… no reacciona. Ya sea porque Colette es una niña y Guts no hace daño a niños intencionalmente, o porque retroactivamente podemos imaginar que está recordando el día en que mató a un chiquillo… el caso es que no se defiende.

Al menos no hasta que es demasiado tarde. Tras haber resultado herido, la parte por la mitad de un tajo, pero es un movimiento mecánico, fruto de muchos, muchos años de pelear por su vida.

No le vemos la cara, pero sí hay un panel enfatizando gotas de sangre que pueden recordar a lágrimas.

Y entonces Puck se abraza a sí mismo y rompe a llorar, abrumado por las emociones de Guts, que empieza a vomitar de la impresión, del rechazo ante lo que acaba de hacer.

Pero no hay tiempo para descansar. Guts debe defenderse con uñas y dientes de los zombies, y es aquí, cuando está entre la espada y la pared, que encuentra la rabia para sobrevivir. Solo que hay algo más que furia. Puck está totalmente consternado ante la desesperación que emite Guts, convencido de que nada, jamás, saldrá bien y porque sigue destrozando vidas a pesar de que sea lo último que quiere.

¿Cómo no va a aislarse de los demás, a intentar ningunear las vidas de quienes le rodean, si este es su día a día?

Por fin amanece, y la luz del día espanta a los espectros. Guts permanece junto al cadáver de Colette, procesando. Quizá guardando un breve luto.

Y, entonces, Puck le dice que no ha tenido la culpa.

La expresión de impacto de Guts habla por sí sola. ¿Podéis imaginar lo que debe ser que alguien le haya perdonado? Y, sin embargo… ¿Es cierto que no es su culpa?

¿Seguirían vivos el cura y Colette si Guts hubiera decidido no priorizar su propia vida?

Rápidamente se refugia en su rol de crueldad e indiferencia y ríe:

Yo siempre digo que los que se ven involucrados en batallas ajenas y mueren son simple morralla. Si uno no es capaz de hacer lo que le plazca con su propia vida, está mejor muerto.

Sinceramente, Guts no ha dicho eso siempre. Quien decía algo parecido era Griffith.

 

Ellos dos no tenían la fuerza necesaria para defenderse de la calamidad que represento yo. Tan simple como eso. Si te preocupara aplastar a las hormigas ni siquiera podrías andar.

Pero no son hormigas, ni Guts es un noble que ignore a la gente corriente y piense que sus vidas no valen nada.

Como si la trama quisiera gritarle que sí, que puede mentir, pero que la verdad sigue ahí, las voces de los espectros resuenan entre los árboles recordándole que no puede escapar. Le juran que será suyo, que todo su cuerpo les pertenece, que jamás podrá huir.

Que un día lo alcanzarán.

Aterrorizado, Guts comienza a disparar a la nada. Después, agitado por su pérdida de control… vuelve a escapar.

¿Y podemos culparle? Como bien dice Puck mientras contempla la masacre…

Este es el mundo de Guts.

Los que no viven en él, los que no temen a la noche, no pueden comprenderle. Pero un día, por suerte, Guts tendrá compañeros aparte de Puck que se sacrificarán por protegerlo. Que le demostrarán que puede confiar en ellos, que no necesita estar solo. Que el dolor y la venganza no son lo único que le queda.

Hasta entonces le queda mucho camino por delante.

 

Ojos destrozados

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Gente partida por la mitad

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Niños muertos

1

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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