Analizando Fullmetal Alchemist Vol. 1: El alquimista de acero

Incorporamos Fullmetal Alchemist a nuestra lista de fandoms favoritos, y vamos a celebrarlo por todo lo alto con unos análisis tomo a tomo del manga. Considerada pionera del género de alquimistas, la gran obra de Hiromu Arakawa lleva encabezando las listas de mejores shônen desde hace años, y ahora que he tenido el placer de descubrir por qué, no puedo hacer más que dedicarle su propio apartado.

Ni qué decir que estos artículos van a estar plagados de spoilers de todo Fullmetal Alchemist, manga, animes y películas incluidos.

Sin más dilación, ¡empecemos!


Fullmetal arranca con un flashback, un prólogo de apenas un par de viñetas que nos muestra a Edward justo después de llevar a cabo la transmutación humana. Acaba de perder la pierna y a su hermano Alphonse en el proceso, y maldice su suerte. Todo esto para darnos el siguiente mensaje, la gran norma por la que se rige su universo:

Una lección sin dolor es inútil. El que no sacrifica nada, nada puede lograr.

En otras palabras, la ley del principio equivalente. Una máxima que Arakawa ha aprendido y aplicado a partir de sus experiencias en la granja de sus padres: cuánto más te esfuerces en algo, mejores resultados obtendrás. Para ella es tan importante que aparecerá una y otra vez tanto en Fullmetal Alchemist como en otras obras como Silver Spoon.

Este diminuta escena, aunque innecesaria —todo lo que nos explica lo vamos a ver en las próximas páginas, pero un prólogo siempre queda bonito en una historia para adolescentes— nos muestra que Arakawa tiene bien claro el trasfondo de sus personajes, quiénes son y adónde se dirigen. A decir verdad, antes de publicar el primer tomo ya había planeado y desarrollado todos los momentos clave de la trama y su final, con un pequeño margen para los imprevistos que pudiera llevarse a lo largo de los años. Si Miura es un escritor brújula, que en gran medida se dedica a improvisar sobre la marcha, Arakawa es justo lo contrario, una escritora de mapa. Por suerte para ella y para los lectores, su creatividad no se ha visto limitada por eso.

El arco de Liore: Un inicio redondo


Saltamos al presente, unos cinco años después del flashback, y empieza el arco de Liore. A diferencia de la gran mayoría de shônen, Fullmetal Alchemist es una historia muy cohesiva, y no se divide en arcos muy diferenciados. En realidad, apenas podemos distinguir unos pocos: el de Liore, el de Briggs o el del Día Prometido, y eso que el primero sólo dura un par de capítulos. Aún así, es importante agruparlos y resaltarlos, porque a pesar de ser una simple introducción, Arakawa empieza un círculo perfecto que se cerrará con el final del manga.

Liore consiste en una serie de temas y situaciones paralelos a los que aparecen al final del Día Prometido. Edward y Alphonse deben derrotar al padre Cornello, que con el poder de una piedra filosofal manipula a sus seguidores para que crean que puede obrar milagros como el de resucitar a los muertos. En consecuencia, ha empezado a desarrollar un grave complejo de Dios, y quiere hacerse con un ejército de creyentes para dominar el mundo. Lo normal, vamos. Los Elric le derrotan justo por eso, porque está tan cegado por su propio orgullo que no se da cuenta de que un humano no puede ponerse a jugar a ser Dios, a alterar el orden natural con la alquimia. Las consecuencias, como termina por descubrir, son mortales.

¿Y con qué nos encontramos al final de Fullmetal Alchemist? Pues nada menos que con otro Padre con una piedra filosofal. Esta vez se trata de un homúnculo, que gracias a su inconmensurable poder también se cree un ente superior y promete inmortalidad y gloria a los que le siguen. Ha trazado un plan para llegar hasta donde está, un plan que ha durado siglos y que incluía los eventos de Liore que vemos en este tomo. Y cae de la misma manera que Cornello, y por la misma razón.

Pero si hay algo todavía más bien hilado que las similitudes entre principio y fin, eso es la evolución de Edward. En estos dos capítulos, el hermano mayor es el protagonista absoluto. Lleva la voz cantante tanto en los enfrentamientos verbales como en los físicos, idea los planes y hasta es quien le dice a Rose, una de las creyentes más devotas de Cornello, que siga adelante y renuncie a la idea de resucitar a su novio. En este punto de la historia, Ed es tan arrogante como sus adversarios: actúa con superioridad y trata con ironía y desfachatez a los demás. Sus intenciones no son malas, pero siente que por culpa de sus experiencias, la única persona que merece su respeto y buen trato es Alphonse. Y eso es algo que demuestra cada dos por tres.

Puede que no lo parezca porque ya ha perdido un brazo y una pierna, pero Edward está casi al nivel de Cornello. Hablando con Rose, Menciona el mito de Ícaro, el personaje de la mitología griega que quiso volar hacia el sol con unas alas de cera y murió cuando el calor se las derritió, y enseguida vemos que se compara con él a raíz de su historia con la transmutación humana. Edward y Alphonse —pero Ed en especial, ya que la idea fue suya— tuvieron la insolencia de creer que podían engañar a la muerte y traer de vuelta a su madre. Se acercaron demasiado al sol (la alquimia) y salieron muy mal parados. Eso es lo único que les diferencia: Cornello, autodenominado mensajero del dios del Sol, vive en una fantasía; Ed, en cambio, ya ha sufrido un castigo por su orgullo. A pesar de ello, todavía vanagloria la alquimia y la ve como la solución a sus problemas. Llega hasta el punto de afirmar lo siguiente:

Los alquimistas son científicos, no podemos creer en conceptos vagos como el de «Creador» y el de «Dios». Explicamos los fundamentos de la creación de cada cosa en el mundo y perseguimos la verdad. Es irónico que, como científicos que no creen en Dios, seamos los más cercanos a Él.

Vamos a ver muchos altibajos para Ed a lo largo de Fullmetal Alchemist, pero es una maravilla llegar al final y saber que vence a Padre y a la Verdad reconociendo y renunciando a ese mismo orgullo.

El final de la serie completa a la perfección su principio, como podemos ver. Brotherhood, eres una adaptación fantástica, pero empezar con ese piloto cutre del alquimista de hielo fue un poco una cagada.

Complemento, que no relleno


El arco de Liore es el plato fuerte de este primer tomo. De cuatro capítulos, nos quedan la mitad para terminar, pero es obvio que no pueden estar a la altura de un comienzo tan fuerte. Aún así, eso no significa que la calidad descienda o que pasemos de golpe a leer relleno; al contrario, ambos nos ayudan a entender un poco mejor el universo de Fullmetal Alchemist y a los hermanos Elric.

Hasta ahora, sabemos lo más básico de nuestros protagonistas: quiénes son y qué es lo que buscan. Cuando eran niños, Edward y Alphonse intentaron llevar a cabo una transmutación humana para resucitar a su madre, lo cual acabó en desastre. Al perdió la vida, y Ed sacrificó su brazo además de la pierna para poder anclar su alma a una armadura. Con los años, su gran talento le lleva a convertirse en un alquimista estatal. Los alquimistas estatales son los mejores del país, un grupo de élite que sólo responde a las órdenes del Führer King Bradley. Cada uno tiene un título especial, y Edward adopta el de alquimista de acero (cuya traducción literal es… sí, Fullmetal Alchemist), en honor a su hermano y a las prótesis de metal que sustituyen sus extremidades perdidas. Con el poder y los privilegios que este rango le conceden, busca junto a su hermano una piedra filosofal con la que conseguir devolver los cuerpos de ambos a su estado original. Casi consiguen hacerse con la de Cornello, pero resulta ser falsa y deben emprender otra búsqueda desde el principio.

Lo que les lleva a la ciudad minera de Youswell. Ahí aprenderemos cómo los más desfavorecidos ven a agentes del gobierno como Edward. Porque sí, la alquimia en general siempre es bienvenida y se ve como un recurso útil, prácticamente al alcance de todos… pero siempre hay quien se aprovecha y le da un mal uso. Y aquí es donde entra en juego el gobierno, representado por el teniente Yoki en este capítulo.

Yoki es el dueño del terreno y de las minas de Youswell y, como tal, se dedica a explotar y amenazar a sus habitantes para sacar el máximo partido de sus riquezas. Es el clásico villano de segunda. Movido por la codicia, caricaturesco, siempre rodeado de matones que hacen el trabajo sucio por él y que al final queda ridiculizado por el inteligente héroe. Pero es un personaje que representa todo lo malo de un gobierno corrupto y basado en la desigualdad. Así que cuando los ciudadanos, al principio muy amigables, se enteran de que Edward es un alquimista estatal —alguien incluso superior a Yoki— le cierran las puertas en la cara.

No puedo perdonar a alguien que vende su alma a la militaría a cambio de privilegios especiales. Los alquimistas deberían vivir para ayudar a los demás.

Sea como sea, al final todo termina bien. Edward demuestra que Not All National Alchemists™ y engaña a Yoki para que le venda todas sus propiedades, que luego cede a los ciudadanos de Youswell a cambio de la cena y la noche en la posada que le habían negado. Entre todos expulsan a Yoki y a sus matones, que terminan perdiendo incluso sus trabajos. Un final feliz de cuento de hadas. Excepto que los cuentos de hadas no suelen continuar y darle un arco redentor al villano, que a su vez le da un arco redentor a más villanos. Pero bueno, sigamos.

Por su parte, el último capítulo de este tomo peca más de relleno que el anterior —un grupo de bandidos secuestra el tren en el que viajan los Elric—, pero se salva porque introduce personajes muy importantes para la serie.

Aparecen por primera vez Roy Mustang y su brigada, que esperan en la estación cuando llega el tren para capturar a los atracadores. Mustang y Hawkeye, su segunda al mando, son los oficiales que reclutaron a los Elric después del incidente de la transmutación humana, por lo que están al tanto de que violaron el tabú. Les perdonaron porque eran unos niños, y porque su talento les permitiría convertirse en grandes alquimistas estatales (aunque sólo Edward quiso hacerlo).

Él, en especial, jugará un papel importante como alquimista de fuego. El tomo termina con una demostración de su habilidad, muy poco convencional a causa de los círculos dibujados en sus guantes, y volveremos a verle en la portada del siguiente con un papel más notable.

Aquí termina el análisis del primer tomo de Fullmetal Alchemist. ¡Nos leemos muy pronto en el siguiente. Hasta entonces,

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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