Houseki no Kuni, el foreshadowing y los Admirabilis

Advertencia de spoilers del manga, en especial el capítulo 73

Houseki no Kuni es una historia que, en principio, cierra muy bien todas las ideas que va presentando. Han quedado por ahí sueltos los icebergs, ciertamente, y no parece que vayan a volver nunca… ¡Pero quién sabe! En cualquier caso, creo que merece la pena hablar de cómo Ichikawa ha plantado ideas y luego las ha hecho crecer de maravilla, lo cual demuestra que aunque trabaje sobre la marcha, sabe cómo crear historias redondas.

Conocimos a los admirabilis con la maravillosa rey de los mismos, Ventricosus. ¿Y qué fue lo primero que pasó con ella? Bueno, los Lunarian la dejaron caer sobre la escuela de las gemas, a ver si pasaba algo. Exactamente el qué, no lo sé. Pero con ello nos dieron un dato que después Ventricosus desarrolló: que los Admirabilis son prisioneros de los Lunarian. Sus mascotas. Pueden hacer lo que quieran con ellos, en realidad.

Lo siguiente es que los Admirabilis tienen un especial gusto por las gemas. Las encuentran deliciosas. Algo así tendría que habernos disparado las alarmas. Sin ir muy lejos, Ventricosus consume a Phos casi sin pensar y lo asimila en su interior. Pero precisamente su digestión, extremadamente veloz, permite que las partes de Phos se cristalicen en su caparazón. Con la habilidad de Rutile, las gemas son capaces de devolverle la vida a nuestro protagonista sin que haya perdido memorias ni inclusiones.

Poco después, gracias a Aculeatus averiguamos que los Admirabilis se pierden a sí mismos en la Luna, engordados y tratados como animales con los que los Lunarian se divierten. Ventricosus era de las únicas de su especie capaz de mantener la cordura… y solo más o menos. Ya vimos cómo se le fue la cabeza cuando las gemas estuvieron cerca de ella. ¿Y por qué iba a encontrarlas tan deliciosas si no las hubiera probado antes?

De manera que, cuando averiguamos que los Admirabilis pululan «libremente» por la principal Luna y que se dedican a, bueno, desplazarse por encima del polvo de las gemas, resulta evidente lo que han estado haciendo: Ventricosus y Aculeatus, así como todos sus familiares, se han alimentado de gemas desde jóvenes.

¿Quizá es por eso que el ágata de Aculeatus se adapta bien a Phos? Claro que Rutile dijo que necesitaban que no tuviera inclusiones, pero es posible que las inclusiones de Phos notaran algo familiar en el ágata Admirabilis. Quién sabe.

En cualquier caso, se cierra un ciclo. Los Lunarian capturan Admirabilis y gemas. Cuando las gemas no sirven de acuerdo a sus propósitos, ya que Aechmea reconoce que enviaron algunas gemas de vuelta, pero no cumplieron su cometido y volvieron a llevárselas, las reducen a polvo. Los Admirabilis las devoran y pasan a formar parte de sus conchas.

Así que, cuando a Phos se le presenta la disyuntiva del último capítulo, vemos que Ichikawa nos ha dado esperanzas de una inmortalidad que no es posible. No solo las gemas de dureza inferior a 4 son irrecuperables, como la propia cabeza de Phos o Antarcticite, sino que incluso si consiguieran reconstruir a las demás, las memorias se habrían perdido. Serían personas diferentes.

No solo eso, sino que resulta que las gemas no están tan aparte del ciclo vital como parecía darse a entender. En este mundo en el que nos ha tocado vivir, todo ser consume y es consumido de una forma u otra, hasta formar parte de una cadena cíclica. Las gemas son el alimento, pues, de los Admirabilis.

Claro que esto no ha sido una «consecuencia» natural. Imagino que, aparte de por aburrimiento, los Lunarian tienen algún motivo para capturar concretamente a los Admirabilis. Quizá porque pueden sobrevivir (de alguna forma) en el espacio. El caso es que, sea para investigar su relación con los antiguos humanos o por otra razón, han alterado su forma de vivir. Desde Ventricosus a Variegatus, su encantadora descendiente, pasan al menos cinco generaciones de Admirabilis. Teniendo en cuenta que han transcurrido unos 100 años desde que la cabeza de Phos se tuvo que sustituir, eso significa que viven menos de 25 años cada uno. Como nos cuenta Barbata, en ese tiempo se han dado cambios ridículos en la genética de los Admirabilis. Si Ventricosus y Aculeatus dejaron una descendencia capaz de adoptar forma humanoide en el mar y de vivir sin su caparazón, ese no es el caso de los Lunarian que viven en la Luna. Con cada generación hay menos que puedan vivir sin su concha.

Teniendo en cuenta que todos se alimentan de gemas y que las han asimilado en sus caparazones, eso significa que habría que matarlos para procesar sus casas. Sería como si a nosotros decidieran quitarnos la piel para extraer ciertas cualidades.

Los datos estaban todos desde el principio y se han construido poco a poco hasta llegar a un punto inevitable. Phos debe tomar una decisión: ¿revivir a unos pocos miembros de su gente a cambio de extinguir a todos los Admirabilis de la Luna? Como si los pobres no tuvieran suficiente con vivir reducidos al papel de meras bestias…

Lo más fascinante es la intención de la autora al preparar este camino desde el inicio de Houseki no Kuni. Las gemas se consideran inmortales no solo porque vivan muchísimo, sino debido a que pocas cosas son irreversibles. Hasta en el caso de las piernas, los brazos o la cabeza de Phos, las gemas pueden seguir viviendo mientras tengan material con el que sustituir lo que les falta. Por eso no son capaces de aceptar la muerte. Como mucho, relacionan la desaparición con ser llevados a la Luna, e incluso entonces asumen que los hermanos que han perdido seguirán vivos, sirviendo de decoración.

Pero esa no es la realidad. Muchas gemas no van a poder volver. Antarcticite, por ejemplo. Phos jamás podrá recuperar su cabeza, por lo tanto Lapis tampoco regresará.

Eso es la muerte.

Como ya se ha dicho muchas veces, Houseki no Kuni está inspirado por fuertes elementos budistas. Entre muchas otras cosas, las gemas deben aprender a adaptarse a lo que la vida les ofrece, tanto bueno como malo, y una de esas lecciones es lidiar con la muerte. Yellow tiene cerca de seis mil años, y todavía no ha podido asimilar que sus compañeros están muertos. Aún se rompe cuando ve el polvo, porque guardaba la esperanza de reencontrarse con ellos.

Phos, que es quien más insiste en cambiar la sociedad en la que se encuentran, siempre a la defensiva, siempre inmóvil y esperando a que los Lunarian bajen a por ellos, lucha por conseguir que los Lunarian revivan a sus compañeros, sea como sea, aunque a cambio deba matar a Kongo, el cual no les ha sabido proteger de las almas de los humanos.

¿No es irónico y perfecto que Phos tenga que hacer frente al concepto de la muerte precisamente con la especie menos longeva de todas? ¿Con los parientes de Ventricosus, que fue la primera en hablarle de lo que es la muerte, en el dolor de perder a los seres queridos, pero que fue capaz de renunciar a su deseo de recuperar a su familia para no volver a hacer daño a Phos?

La dicotomía está clara. De acuerdo al budismo, para detener el ciclo de reencarnaciones y alcanzar el Nirvana, eso que buscan tan desesperadamente los Lunarian, debemos renunciar a las obsesiones que nos atan en esta vida. Los Lunarian, insistentes en los bienes materiales, en las distracciones mundanas, no parecen reflexionar mucho sobre el mal que hacen a otras criaturas. Las gemas, por otro lado, no asumen que pueda haber algo distinto a vivir eternamente.

Pero lo hay.

La pregunta es cómo podrán aceptarlo, si es que llegan a hacerlo.

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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