La Balada del Viento y los Árboles #2. La perpetuación del maltrato

Ha salido el segundo tomo de La Balada del Viento y los Árboles, y la historia continúa a un ritmo lento pero sin pausa. En esta ocasión descubrimos parte del pasado de Gilbert, lo cual da contexto para muchísimas características del pobre chico. Al fin y al cabo, Gilbert no se despertó un día y se dijo que quería empezar a tener sexo con todo adulto que se cruzara por su camino por mal que lo tratara.

Pero vayamos por partes. Antes de llegar a esto, la historia presenta dos puntos interesantes:

Primero, nos habla de la sociedad heterosexual y patriarcal y presenta unos ejemplos a seguir para ser feliz en ella. La narración a menudo tiende a olvidar el color de piel de Serge, por cierto, lo cual le corta todas las vías abiertas a otras personas de piel blanca.

Segundo, nos muestra cómo Gilbert se somete a otras personas para conseguir buenas notas y por qué sufre tantísimo cuando alguien no se somete a sus encantos.

Centrándonos en el primer punto… ¡Llegan las vacaciones de Navidad! Serge, en vez de volver con su tía, que lo trata como si fuera un mono de feria, demuestra tener carácter y preferir quedarse en la academia. Sin embargo, Pascal se apiada y lo invita a su casa. Una vez allí resulta que el muchacho tiene una familia bastante grande y, atención, repleta de mujeres. Con un tono comédico, se las enfoca como ruidosas, molestas y no muy inteligentes a menos que nos refiramos a la más «masculina» de todas, Patricia. Ella se dedica a pintar, en ocasiones usando su cuerpo de referencia, sin mostrar interés por los vestidos o el mundo exterior. Con todo, esto es temporal, ya que la historia demuestra que solo necesita el reconocimiento de un muchacho para sentirse bella y validada. Lo cual no es muy interesante, pero al menos Serge no es el típico protagonista de shojo o shonen y hay cierta, digamos, ternura en el desarrollo de la relación entre los dos. Lástima que Patricia sirva más como paralelo de Gilbert que para tener su propio arco, por corto que sea.

Pascal parece ser el único que aprecia su excepcionalidad, mientras no oculta su «cariñoso» desdén por el resto de sus hermanas, todas desesperadas por ligar con Serge aunque sea muy joven o mayor para ellas. La autora se asegura de pintarlas como niñas despistadas que no pueden criar al hermanastro pequeño, fruto de una aventura del padre de todas. Y si bien la relación de Pascal con este chiquillo es lo que le redime a ojos de los lectores, la autora lo usa para verbalizar todas las ideas lógicas y necesarias de la sociedad decimonónica sin olvidarnos de la intensa misoginia.

Así pues, Serge experimenta lo que es vivir «de forma normal». En especial, como contraste con su vida en la academia, se encuentra súbitamente rodeado del sexo ajeno. Este le impresiona, pero no le termina de atraer a pesar de que se divierte. Ve a las mujeres más como damas que respetar que compañeras o amigas, cosa comprensible porque tampoco hay espacio para conocerse bien y pasa la mayor parte del tiempo con Pascal. La única excepción es con Patricia, aunque no queda muy claro si es que la que relaciona con Gilbert por su apariencia física, por cómo se le impone sexualmente o si ya está sufriendo un crush con su compañero de cuarto.

Por otro lado, la determinación biológica hace su estelar aparición de una forma vagamente interesante, ya que Pascal admira la creación de vida como algo que quiere hacer algún día. No viene apoyada porque sea un mandamiento bíblico. Así, tenemos un personaje muy poco creyente enfrentado al delegado o a Serge, más atados a su cultura católica. Pero sigue siendo una mentalidad que parece dar lógica a que solo deba existir lo heterosexual y que lo homosexual o cualquier sexualidad o relación que no sirva a la reproducción es… antinatural.

Lo cual, como señala el historiador Yuval Noah Harari es estúpido y, además, mentira. Los humanos no podemos hacer la fotosíntesis; por tanto, eso es antinatural. Los humanos (y diversos animales mamíferos) podemos tener sexo de cualquier forma. Si puede pasar, no es antinatural porque se encuentra en la naturaleza. Los límites siempre vienen de acuerdo a la cultura, a las necesidades del momento y al imaginario popular.

Dicho esto, al menos la estancia con Pascal sirve para que Serge se encuentre un poco mejor. Sin embargo, termina bruscamente porque el hermano pequeño contrae un grave resfriado que en una época como el siglo XIX es muy peligroso. Este veloz regreso implica que Serge vuelve a encontrarse con Gilbert.

Y este está… desesperado. Lo cual nos lleva al punto número dos. Gilbert está en el colegio contra su voluntad, siempre sometido a la promesa de que su tutor vendrá pronto a buscarlo. Sin embargo, por todo lo que se está viendo, da la sensación de que los responsables disfruten y tengan como misión que Gilbert se pierda a sí mismo como persona. No solo lo aíslan, como hace Rosemarine (sometido, a su vez, al poder de Auguste y que parece utilizar su influencia sobre otro estudiante, Jules de Féri), sino que permiten que los profesores y otros alumnos abusen de él.

Gilbert, como ya tratamos en el anterior tomo, depende del sexo. Se aferra a este como un clavo ardiendo para mantenerse sano. O, quizá, la mejor metáfora sería comparar el sexo con una droga. Ya que no le dejan otra escapatoria, se place en interpretar el papel de demonio mientras que a la vez busca ejercer cierta autoridad rechazando a sus «pretendientes» después de jugar con ellos. Pero en Navidad se ha quedado solo. Es decir, lleva años en un ambiente nocivo, sometido a maltrato físico y psicológico, y ni en vacaciones es capaz de escapar por un tiempo. Todo es una representación a gran escala de su relación con su tío Auguste, al que desea y desprecia a partes iguales.

Gilbert se ha acostumbrado, pues, al sexo como forma de poder y evasión. Se tortura a sí mismo permitiendo que otros alumnos abusen de él, en un ciclo de autodestrucción muy desesperante. Pero en Navidades… está solo. Así que se abraza a Serge y le suplica que duerma desnudo con él, prometiéndole que no hará nada (y no llega a pasar nada en sí, a pesar de que Gilbert hace un pequeño intento). Su orgullo le impide ser agradable con Serge al día siguiente y, de nuevo, trata de expulsarlo de su vida. Cuando Serge se niega, Gilbert empieza a vacilar, porque no sabe cómo responder. Siempre ha sido capaz de romper a otras personas «bienintencionadas» que se hartaban de él, de su «suciedad» y que no querían ver su imagen manchada.

Pero Serge, no. A pesar de que se confiesa por haber pasado la noche abrazado a Gilbert, asegura que no hizo nada malo, pero lo atormenta confirmar que se siente atraído por un chico. Y las ideas que Pascal había establecido como la lógica universal, se empiezan a venir abajo. Al fin y al cabo, hablar de cosas naturales o antinaturales no deja de ser más que un discurso. Por eso será tan importante el que se incluya la homosexualidad como enfermedad y desviación en el siglo XX. Porque las enfermedades, incluso si son lo más natural del mundo, son negativas, son malas para la salud, tienen que curarse. Y será gente como Pascal quien cree este sistema de opresión, negándose a ver más allá de su sociedad y sus ideas preconcebidas.

Volviendo al manga… No es que su presencia mejore muchísimo la vida de Gilbert, pero su existencia no pasa desapercibida para Auguste. El destino quiere que, al final, Serge se encuentre con el mentor de Gilbert durante una breve visita que este efectúa a la academia. Serge es testigo, aunque hubiera preferido estar en cualquier otro lugar, de cómo Auguste y Gilbert tienen una relación abusiva y tumultuosa. Gilbert depende patológicamente de Auguste, se arrastra detrás de él con la esperanza de que tengan sexo, de que le muestre cariño y lo trate como alguien importante a sus ojos. Auguste se niega y disfruta haciéndole sufrir, prolongando su estancia en la escuela a pesar de que sabe de las violaciones y maltratos que sufre Gilbert. No solo eso, sino que, como buen manipulador y abusador que es, conoce a la perfección el comportamiento de su víctima. Gilbert grita, golpea y se marcha, todo con la esperanza de que Auguste se rinda. Pero no lo hará, porque Auguste sabe que Gilbert siempre, siempre, siempre va a volver. Porque él le muestra el cariño y la preocupación justas para que no escape de la red, además de la esperanza de permitirle salir del maldito colegio.

Y la mejor forma que se le ocurre de hacer daño a Gilbert es que empiece a odiar a Serge. ¿Cómo hace esto? Bien, tras encontrar a Serge espiándolos, lo invita a cenar. Su carisma permite que el protagonista olvide casi de inmediato que lo ha visto besar a su puñetero sobrino, y más o menos lo «seduce» con su personalida dominante y su buena educación. Hay que tener en cuenta que Serge está acostumbrado a que lo traten mal por su color de piel, así que quitando algunos profesores, en general los adultos lo tratan con desprecio. Auguste, en principio, no. No solo eso, sino que se interesa en su vida, lo trata casi como a un adulto permitiéndole beber y animándolo a hablar. Gilbert, que llevaba esperando meses una reunión con Auguste, se siente desplazado y le horroriza la posibilidad de que intenten sustituirlo con Serge, que a sus ojos no deja de ser un ideal de pureza.

Así que con una noche, Auguste logra que Gilbert se obsesione aún más con él, establece una brecha en su ya delicada relación con Serge y además gana otra posible víctima. Pocas escenas son tan inquietantes como verlo inclinarse sobre el cuerpo inconsciente de Serge… Pero vamos a asumir que no le hizo nada.

Auguste fue una víctima de su hermano, de modo que su historia merece un repaso para entender el motivo de sus actos. Traicionado por la mujer a la que apreciaba, torturado por su hermano, sin amigos ni protección, es comprensible que su carácter se volviera cruel y desconfiado. Sin embargo, Auguste nunca se culpa a sí mismo de nada. Marie, la esposa de su marido, fue la que lo «sedujo» y la historia apenas le dedica atención a pesar del terror que vemos que tenía a parir. Enajenada, se volvió contra su bebé. Cumplido su papel de madre forzosa, se la expulsa de la narración y queda Auguste. ¿Y este muchacho sintió alguna empatía por un niñito que vivía una situación no muy distinta a la suya? Por lo que se nos da a entender, no. Solo frialdad y odio. Gilbert era el niño que Marie le suplicó que matara. Y, bueno, a eso se dedica. Lenta y cruelmente, Auguste vuelca en Gilbert, desde que era una criaturita, todos sus traumas y problemas. El niño ya busca activamente dejarse mutilar, violar y golpear. El siguiente paso, el suicidio o que acabe muerto en manos de alguno de sus maltratadores, es evidente.

Las víctimas suelen convertirse en abusadoras. Es el caso de Auguste, que jamás debería haber sido quemado ni abusado por su hermano. Sin embargo, era un joven adulto cuando empezó a abusar de Gilbert. Es decir, es un pederasta y no porque se sienta atraído por Gilbert como tal, sino porque quiere vengarse.

Qué angelito caído del cielo, ¿verdad? No me recuerda nada a ciertos estereotipos que hoy en día se consideran románticos en el yaoi.

Sin embargo, establece la perpetuación del abuso. La academia misma se basa en lo mismo. Los profesores cierran los ojos o violan a sus alumnos, mientras que el jefe de los mismos, Rosemarine, está sometido a Auguste y no por gusto. Lo considera tan asqueroso o más que Gilbert. Sin duda, sabe que es una amenaza y le tiene tanto terror que llega a temblar cuando lo pierde de vista. Siguiendo la misma estela de Auguste, maltrata a Gilbert por sentir que tiene poder mientras cumple las instrucciones que le han dado. Y disfruta con ello. Curiosamente, ejerce otra vertiente de su autoridad sobre Jules, pero parece desear que este lo aprecie y comprenda.

Cosa difícil, por lo que se ha visto de Jules. Este, al contrario que él o Auguste, se niega a hacer daño a Gilbert y lo trata con compasión. Los paralelismos son evidentes. Dan cierta pequeña esperanza sobre que este ciclo pueda romperse. Jules y Serge ofrecen a Gilbert un tipo de cariño y preocupación no sexuales. Desde luego, Jules es más adulto, por lo que puede preocuparse de otras formas por Gilbert que Serge no es capaz de comprender… Pero, al menos de momento, ninguno puede salvarlo. Jules dice estar atado por Rosemarine, así que habrá que ver cómo evoluciona su personaje. Lo único claro es que hay personajes capaces de entender y ser amables.

La pregunta es si podrán crecer lo suficiente para hacer lo correcto.

¡Que el viento sople a vuestro favor!

0 0 votes
Article Rating
Subscribe
Notify of
guest

0 Comments
Inline Feedbacks
View all comments
Mistral Chronicles