Impresiones: ‘Dakaretai Otoko’ #6. Es mío. Mi tesoro. Él vino a mí.

El sexto episodio de Dakaretai Otoko empieza con la misma intensidad con la que lo dejó en el anterior. Normal, si te pones a pensar en ello, ya que nos abandonaron a medias en una escenita intensa en la que estamos a punto de ver cómo violan de nuevo a Takato. Lo importante es que esta vez sí o sí se considera violación porque el culpable no es nuestro angelito de la guarda Chunta, sino el nuevo actor principal —retírate, Takato, esas compañías te hacen daño—, Chihiro Ayagi.

Retomamos la escena con Chihiro acariciando los labios del prota mientras piensa que le gustaría que se despertara para ver cómo se resiste. Qué encantador, quiere disfrutar del pack del violador al completo. Claro, es que si la víctima no opone resistencia pierde parte de su encanto. En cualquier caso, no hay que preocuparse, que va resistirse exactamente igual ya que Takato está acostumbrado a estos menesteres y —alucino pepinillos— le confunde con Chunta, su violador de confianza pareja.

Así es. Susurra «Chunta» en sueños, muerde a Chihiro y le pide mil yenes.

El ¿pobre? Chihiro no tiene tiempo de asimilar lo que le ha pasado cuando suena un teléfono móvil… ¡Y es el tal Chunta llamando a su víctima!

Nota: cuando digo «su víctima» me refiero a la de Chihiro, aunque realmente también lo sea de Chunta. Cuesta diferenciarlos cuando el anime va de Takato siendo violado día sí, día también, pero no hay que olvidar que Takato ya tiene interiorizado su bello síndrome de Estocolmo y cree que tiene una idílica relación no tóxica con Chunta.

Como a Chihiro le va la marcha, tiene la magnífica idea de coger el teléfono y hacerse pasar por Takato así como con muy pocas ganas de dar el pego. Como era de esperar, Chunta se hace cierta idea de lo que está ocurriendo en su ausencia y se cabrea. Dicho cabreo alcanza niveles solo comparables con sus calentones a medida que Chihiro le pica dejándole caer lo bien que lo estaba pasando con su amante. No me gustaría estar cerca de esa mole alta y fuertota después de que Chihiro le cuelgue para seguir con sus actividades delictivas.

No sabemos qué ocurre exactamente tras la llamada pero sí que a Chihiro le da exactamente igual que Takato tenga pareja. Y no lo sabemos porque nos lo den a entender. Es que lo dice claramente. ¡Qué amor de persona que no discrimina a la hora de violar!

A la mañana siguiente, Takato se despierta con resaca y dolor que, vaya, asocia directamente con Chunta, lo cual dice mucho de su relación. Va a quejarse a su amante cuando descubre que se trata de Chihiro y flipa en colores. Intenta recordar en vano lo que ocurrió esa noche en el hotel y se dice que —a pesar del envoltorio de un condón que hay por ahí— no pasó nada de nada.

Las cosas como son. Takato estaba en un coma tan profundo que podrían haberle operado a corazón abierto sin anestesia y ni se habría inmutado.

El protagonista huye del hotel a una velocidad récord y al volver a su apartamento se encuentra con una retahíla de llamadas perdidas al móvil de su querido Chunta. El pobre se siente muy culpable porque seguramente le hayan violado y le manda un mensaje a su amante para intentar hacerle creer que se distrajo y por eso no contestó a sus llamadas.

Lo que Takato no sabe es que alguien sí cogió una de sus llamadas.

Chunta llama al ver el mensaje y le pregunta con un tono así como de película de mafiosos si anoche pasó algo. La conversación es tensa a todas luces así que Takato intenta disimular y le desea buena suerte en el trabajo.

Takato, gran persona y mejor escapista.

Llega la mañana siguiente y a Takato no le queda otra que ir a trabajar con su violador. ¿Estáis teniendo el mismo dejà vu que yo? Es una situación similar a la del primer episodio, solo que esta vez Chihiro no se corta y le acosa sin muchos miramientos. Se regodea a lo grande de lo bien que lo pasó con él en el hotel y le dice que no hace falta que le pague la habitación porque él ya se lo «cobró» sobradamente.

Cuando acaban la jornada laboral ocurre algo completamente inesperado. Chunta ha ido al edificio donde su amante trabaja y, ¡sorpresa!, se ha cruzado con Chihiro. Por casualidades de la vida, este último está hablando por teléfono y el radar de violadores de Chunta lo ha detectado. Al animalico angelical se le cruzan los cables y acorrala a Chihiro, que tarda más de lo que podría considerarse normal en relacionar a Junta con Chunta. Por suerte —o no—, en ese momento sale Takato y la ira de Chunta cambia de objetivo.

El dulce ángel arrastra a Takato a su casa —a la de Takato, porque teme secuestrarle si le lleva a la suya— y le interroga en la ducha, donde le limpia. Le purifica. Le maltrata física y psicológicamente. Quiere borrar la presencia de Chihiro porque solo él puede darle alegría a su cuerpo, Macarena. El protagonista insiste en que él no hizo nada con su compañero porque, incluso aunque no recuerde nada, ¿quién iba a querer tirárselo?

Chunta, como buen maltratador-violador-patata, tiene respuesta para todo. Y es que ¿quién en su sano juicio no querría tirarse a Takato? No hay más que verle, es el sueño húmedo de cualquier tío y por eso Chunta no debió dejarle solo para que se lo quitaran.

Esto, para quien no entienda su mentalidad, es como cuando llevas tu chaqueta al colegio y le pones una etiqueta con tu nombre para que no te la chorimanguen. Pues la chaqueta es Takato. Sí, ya podéis derretiros con el romanticismo y la ternura del angelito.

Para rematar la faena, Chunta lanza a Takato (ropa mojada incluida) sobre la cama y le da un ultimatum: puede huir, pero si lo hace ya jamás podrá volver con él.

El protagonista, que sigue con su trauma por no recordar la noche anterior y por el trato que está recibiendo de quien se supone que le debería apoyar, le pide a Chunta que se quede y llora amargamente mientras se deja hacer porque se siente culpable.

Casi lo más triste de todo esto es que, a la mañana siguiente, Takato se despierta solo preguntándose por qué Chunta no está a su lado a pesar de que decidió no huir de su cama cuando éste le dio la oportunidad.

El día después de su regreso, Chunta intercepta a Chihiro cuando salía del trabajo de una forma parecida a la que Takato usó en su momento, pero imponiendo de verdad y haciendo que Chihiro temiera un pelín por su vida. Depredador sexual #1 se lleva a Depredador sexual #2 a un bar para interrogarle acerca de lo sucedido en la fatídica noche del hotel. Chihiro admite que no pasó nada porque le cortó el rollo que Takato no hiciera más que repetir el nombre de otro tío pero aun así decidió fingir que sí porque era divertido aprovecharse de la ingenuidad de su víctima.

A partir de ahora, cuando diga «trompeta» me referiré a Takato, porque me parece mucho más apropiado para ilustrar cómo cosifican al pobre protagonista en la siguiente escena.

Chihiro se interesa sobre si Chunta piensa librarse de su trompeta porque, si lo hace, él quiere quedársela. El coprotagonista cambia de tema y pregunta si son ciertos los rumores sobre que se tiraba a directivas para conseguir papeles. Chihiro confirma que ese es el caso y vuelve a preguntar por la trompeta. Chunta se larga porque ya escuchó suficiente pero no sin antes dejar bien claro que su trompeta es suya, que solo él la puede tocar y que no va a dejar que nadie se acerque a ella. El otro animalico de acequia se queda en el bar preguntándose por qué se están tomando tan en serio una simple trompeta. 

Para quien no logre entender del todo cómo va la conversación, aquí tenemos un vídeo en exclusiva de Chunta explicando que todas las partes de Takato son de su propiedad. Tened en cuenta que todo son metáforas que, igual que mi ejemplo de la trompeta, significan «Takato».

Al salir del bar, Chunta recibe un mensaje de su trompeta Takato diciendo que está en su casa. Va corriendo así como a la velocidad de la luz y tienen una conversación en la que Chunta se disculpa por hacer que Takato se preocupara esa mañana al ver la cama vacía. Insiste una y otra vez en que le quiere con locura y en que se alegra mucho de que Takato le corresponda. Acaba haciéndole paella al prota, repitiendo tantas veces como haga falta que es suyo.

Takato tiene tan bien aprendida la lección de que solo será amado por Chunta que casi llora de alegría cuando a la mañana siguiente comprueba que éste no le ha abandonado y sigue durmiendo a su lado. En ese estado de euforia susurra que le gustaría vivir con él y… vaya, Chunta se despierta, digievoluciona a su forma angelical y se emociona hablando del piso que va a encontrar para vivir con su trompeta.

Al día siguiente, Takato acorrala a Chihiro en el trabajo para echarle la bronca por hacerle creer que lo habían hecho. Acepta su parte de culpa por estar borracho y… Madre mía la película que se ha montado. El protagonista cree que Chihiro le gastó una broma porque su vida es tan triste que no tiene amigos, las novias le dejan enseguida y no tiene nada mejor que hacer que fingir que viola a compañeros de trabajo. Takato ya tiene más imaginación que los creadores de este manganime.

Mientras Takato le reta a esforzarse al máximo en el trabajo, Chihiro le intenta decir que va en serio con conquistarle —a base de violaciones, imagino— pero su mensaje no llega a puerto porque aparece Narumiya, el chaval que curra con Chunta para darle un peluche que esconde un mensaje.

¿Qué mensaje?

Pues una grabación de Chihiro diciéndole a Chunta que se tiraba a todo lo que hacía falta para encontrar trabajos decentes.

Evidentemente, Chihiro huye con el peluche y el chaval, que quiere saber qué dice, le persigue. Es el karma. Seguro que es el karma.

Este episodio acaba con una escena bastante interesante en la que un editor de revista contrata a un cámara para que vaya tras Takato y Chunta (elegidos por casualidad por el bien del plot) en busca de trapos sucios que publicar en forma de jugosa exclusiva. Espero que esto acabe en un drama normal y no en el cámara violando a Takato, que es el patrón que más o menos va siguiendo Dakaretai Otoko, para qué mentir.

Este capítulo tiene de todo. Y nada es bueno.

Ya llevamos casi media temporada y veo necesario resaltar una serie de cosas porque, aunque parezca que hemos tocado fondo en cuanto a la relación de Takato y Chunta, ya me espero cualquier cosa de Dakaretai Otoko. 

Me estoy dedicando a comentar este anime desde un tono sarcástico y haciendo humor como buenamente puedo, pero no hay que olvidar que esto trata temas serios por mucho que parece que me vienen al pelo para hacer chistes malos y punto pelota. Hago hincapié porque Dakaretai Otoko se basa en una relación tóxica extremadamente romantizada así que no está de más comentar tres cosillas importantes que nadie debería pasar por alto en este episodio.

Primero, alguien debería decirle a Takato —y, ya que estamos, a Chunta— que si te violan nunca es tu culpa. Da igual que no te defendieras o que hubieras bebido. Si no consientes o no estás en condiciones de hacerlo, es violación y nunca jamás se debe culpabilizar a la víctima. ¿Por qué? Porque, como su propio nombre indica, es la víctima.

Segundo, la cosificación que sufre Takato es brutal. Nadie en ningún momento se interesa por lo que él siente. Chunta simplemente acepta todo lo que él mismo lleva 6 episodios haciéndole creer a base de maltrato puro y duro y Chihiro ni se plantea que el protagonista pueda tener sentimientos.

Por último, hay que admitir que Chunta ha hecho un trabajo perfecto —si bien es ilegal, inmoral y debería estar en la cárcel— a la hora de crear dependencia a Takato. El protagonista ya no puede vivir solo. Necesita sentirse querido y ha aprendido que solamente Chunta le va a querer y que a cambio de su amor debe entregarse a él de por vida.

Es terrible y apocalíptico que tenga que resaltar todo esto, pero no me gustaría que nadie se dejara llevar por el tono humorístico que tiene el anime —y yo misma— en ocasiones ni por la fachada de angelito de Chunta. Esa es la gracia: por muy mona, atractiva, tranquila, amigable que parezca una persona, nunca sabes cómo puede ser en la intimidad. Un violador o un maltratador no tienen por qué aparentar serlo.

Con todo esto, quiero pensar que Dakaretai Otoko acabará con Chunta en la cárcel y sus vecinos saliendo en la televisión diciendo que era muy majo y que siempre saludaba.

¡Nos vemos en el siguiente episodio!

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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