Analizando Devilman. Volumen #2. Invirtiendo roles de héroe y villano

En el segundo tomo de Devilman se nos presenta a uno de los personajes más emblemáticos de la franquicia. ¿Será porque va totalmente desnuda? Es muy posible. Pobre Sirene, tan maltratada en otras entregas cuando es un personaje bastante digno en general.

Empezamos asomándonos al pasado. Un demonio contempla a Sirene mientras se baña (o hace otras cosas) y considera que es muy bella. Lo cierto es que la escena es perturbadora, no solo por el tinte sexual que desprende ella, sino por cómo estamos contemplándola a escondidas en un momento íntimo. Es el ejemplo más claro de Mirada Masculina. Por suerte en otros historias, como Cinderella Kishi, Nagai también suele dar este trato vulnerable a sus hombres. Entonces se escucha el rugido de una pelea. Sirena levanta la vista y vislumbra a Amon derrotando a uno de sus enemigos. Murmura su nombre y se queda mirándolo.

En otras adaptaciones, Sirene (o sus distintas encarnaciones) está enamorada de Amon y eso se convierte en el punto central de su historia. Qué ironía que en el manga más antiguo y aparentemente machista, Sirene sea un personaje libre para querer pelear por el puro placer de hacerlo en vez de estar enfocada hacia un único hombre.

Millones de años después, una voz (Zenon o Psycho Jenny, probablemente) despierta a Sirene de su letargo. Su misión, derrotar al humano que ha robado el cuerpo de Amon. Y no por amor o algo similar, sino porque Amon es de los demonios más fuertes de Satán y ella es la guerrera (de entre las mujeres) más poderosa. Envían, pues, a alguien que esté más o menos al nivel de las habilidades físicas de Amon.

Así pues, la amenaza se abate sobre el protagonista.

Bueno, volvamos a Akira, reunido con la familia de Miki al caer la noche. La escena se esfuerza por mostrarnos al grupo con una madre en recatada postura, muy sonriente y poco llamativa, un padre amable, pero que controla la conversación… Y los niños pequeños. El chiquillo admira a Akira como referente de fuerza y masculinidad, todo gracias a las interpretaciones de Miki, que desborda energía y aire burlón. Akira, por su parte, no podría estar más cómodo con su nuevo rol. ¿Recordáis que en el tomo anterior negó creer que tenía un corazón amable o servir para mucho? Ahora demuestra falsa modestia por todas partes, intentando que Miki no cuente sus pequeñas anécdotas, pero sumándose a las mismas poco después.

—Habría estado bien sin pelear, pero mi mano actuó por su cuenta. Jejeje, últimamente no puedo controlarme.

Y hasta se ríe.

Sirene llega poco después al hogar de Akira y… Desata una tormenta. En sus palabras, para evitar que la Luna mire lo que va a suceder, no vaya a ensuciarse. Sirene tiene un alma poética, desde luego, y unos poderes que parecen ir mucho más allá de la fuerza bruta de Akira. Con el aguacero que empieza a caer, la demonio envía a uno de sus compañeros, Gelma, que puede tomar forma de agua, a infiltrarse en el interior de la casa.

Miki intenta adoptar el rol de doncella frágil y se abraza a Akira como si tuviera miedo de los truenos. Este sonríe con arrogancia, pero el hermano pequeño fastidia un poco la escena cuando señala que su hermana nunca antes había tenido miedo de los truenos o relámpagos. Las subsiguientes bromas sobre tetas sobran bastante, pero merece la pena por cómo Miki pone a su hermano en su sitio. Ay, no tiene nombre lo mucho que quiero ver más personajes como ella, contradictorios pero con carácter y evolución propia.

Akira regresa a su cuarto, donde se quita la camiseta y se sienta en un sillón como si fuera el villano de una serie, con la sensación de que lo están observando y un mal presentimiento. No sabe poner en palabras las ganas que tiene de pelear, ni tampoco cómo nota que algo malo está a punto de suceder.

Y es que Gelma está acosando a Miki y al resto de su familia. Go Nagai nos regala una segunda escena de baño —le gustan bastante, no es la primera ni la última vez que la veré en su obra, estoy segura. Pero también las incluye con hombres, así que sé que no es sooolo por mostrar a Miki desnuda o por crear una desagradable escena donde estamos espiándola en un momento de intimidad—. Encuentro encantador que Miki esté contenta con su cuerpo y se alabe a sí misma. No suele darse el caso con personajes femeninos. Desborda seguridad y también arrebatos juveniles que la vuelven bastante realista. Lástima que, mientras se dedica a fantasear, unas garras tratan de atraparla. Las del demonio Agvail. Aunque… ¿por qué intenta esconderse de ella? ¿Es por comedia? ¿O simplemente no quiere que grite y alerte a Akira? Aunque en ese caso podría inmovilizarla y asunto arreglado…

A la vez se superponen unas escenas con Sirene, que trata de insuflarse valor. No es para menos, es fácil olvidar que Akira ya ha matado a numerosos demonios de alto rango. Sirene sabe que se va a arriesgar y que no será una batalla sencilla, motivo por el que seguramente busque atacar a sus seres queridos y así desequilibrar a su enemigo. Se entendería así que priorice el engaño antes que la lucha cuerpo a cuerpo, si bien no reniega de esta, porque sabe que Devilman es un enemigo muy poderoso… y al que no considera digno. Sirene está buscando matar a un asesino, no un duelo con alguien de su especie. Lo importante es matarlo, no ganar un combate.

A todo esto debemos añadir que Sirene es el primer demonio que vemos tal cual, con personalidad, historia y un propósito claro y aparece como una persona poética, dramática e inteligente.

No es una simple villana que poner de fondo y de la que olvidarse sin más.

Nagai alarga mucho la escena con planos de caras de personajes y las acciones de Miki mientras se prepara para darse un baño y, la verdad, funciona muy bien para construir la tensión. Miki se hunde en el agua de la bañera. Es decir, dentro del cuerpo del demonio. De inmediato nota algo extraño y me parece un punto bueno para el personaje que se la nota en guardia, preocupada y capaz de saltar a defenderse. Nada de reacciones ñoñas de damas en apuros.

Al final, Akira siente que «el ring de combate» ha sonado y se arroja a buscar al demonio. La verdad es que, cuando te sientas a pensarlo, la escena se rompe un poco porque Sirene está gritando discursos al cielo mientras sus subordinados se ocupan de todo. Sin embargo, la ansiedad de Akira es palpable y la escena que sigue resulta perturbadora. Los padres de los niños han acabado medio fusionados con la pared, como salidos de una historia clásica de terror. No puedo dejar de preguntarme cómo es que siguen vivos tras una experiencia así.

Akira toma en brazos al pequeño y va a buscar, entre gritos, a Miki. Al mismo tiempo que Gelma se abalanza sobre ella, saltamos de escena.

En concreto, a Ryo, que se acaba de despertar en su cama. ¡Menuda forma de mostrarnos que está bien y a salvo, después del cliffhanger con el que lo abandonamos! Pero problemas de narración aparte, por favor, démonos cuenta que Ryo quiere tanto a Akira que ha presentido que se encuentra en peligro mientras dormía. Y sin pruebas ni nada que sostenga su corazonada, claramente sobrenatural y que debería darnos pistas de que hay algo extraño en Ryo, se viste, se hace con su escopeta y desaparece en la noche.

Cuando Akira corre a rescatar a Miki, convenientemente el niño que llevaba en brazos desaparece por arte de magia. Agvail demuestra sus poderes haciendo que Akira se hunda en el suelo como si fuera agua y este usa sus… cejas… extensibles —ya sabemos de dónde vienen los poderes de Bobobó— para intentar eliminarlo. Pero su muerte tiene que ser menos ridícula, así que se bate inteligentemente en retirada. Akira salva a Miki de ahogarse en el interior del demonio de agua y tenemos por fin el inicio de las batallas.

A pesar de que sea absurdo que dejen a los padres con vida, queda claro que sus métodos son crueles, retorcidos, y que les gusta el espectáculo. De lo contrario los habrían matado a todos sin parpadear. Casi da la impresión de que quieran tantear a Akira, para ver hasta dónde puede llegar… Lo cual es una estrategia muy absurda sabiendo que tiene a Amon en su interior. Se nota que es un recurso para que nos pongamos en contra de los demonios. A cambio, cuando Sirene entre en escena resultará mucho menos sibilina que sus compañeros y más memorable.

También sirve para forzar a Akira a luchar de una forma menos agresiva, con más cerebro. Tiene gente a la que proteger, una casa que defender. Los demonios han invadido su territorio y no al revés. Es una completa vuelta de tuerca a su nacimiento en medio de una orgía de sangre. No puede transformarse sin que Miki descubra su condición, ni tampoco tiene muchos más recursos que sus cejas eléctricas —no preguntéis—. Por otra parte, Akira reconoce a Gelma y este se dirige a él como Amon, lo cual no deja de resultarme curioso porque es como si le concedieran el título de demonio a un Devilman.

A pesar de que Miki está desnuda, hay poco de sexual en esta escena. Akira, frustrado y muerto de preocupación, está más interesado en hacer que su amiga expulse el agua que por comportarse como un adolescente hormonado. No puedo dejar de agradecerlo. Tampoco se sitúa a Miki en poses excesivamente sensuales y, si las hay, creo que podemos culpar más a los problemas de Nagai con la anatomía que otra cosa.

Una vez logra llegar a la habitación de Miki y ponerla a salvo, Akira se deja llevar por sus impulsos más bestiales, tanto que casi se transforma, y el demonio Gelma fallece sin pena ni gloria. ¿Qué harán con su cuerpo… y toda la sangre? ¡Misterio sin resolver!

Nagai continúa con la naturalización de un cuerpo femenino —eso sí, sobra el plano de su cuerpo entero. Pero, de nuevo, no hay un enfoque particular a los senos ni tampoco tenemos una Mirada Masculina tal cual—, y lo único que se le pasa a Akira por la cabeza es que espera que no lo haya visto convertido en Devilman porque, él mismo lo reconoce, es una imagen terrible. A pesar de lo mucho que se le sube la sangre a la cabeza, cuando se espabila vuelve el miedo a romper los moldes sociales y a convertirse en un monstruo ante sus seres queridos. Creo que hay pocas escenas que hablen tan bien de lo que siente Akira como cuando se intenta secar el sudor y se da cuenta de que está cubierto de sangre. Haga lo que haga, ahora mismo es un asesino, y no puede borrar las pruebas de la matanza que ha disfrutado como nunca en provocar.

Trata de volver a la idea de héroe que defiende a MIki y, con una sonrisa suplicante, una actitud infantil, dice:

—He ganado, Miki…

¿A dónde ha ido la falsa modestia, la arrogante confianza de la que hacía gala? Si Nagai hace algo bien es elaborar las batallas de Akira como un subidón seguido del golpe de la realidad. En el anterior tomo primero derrotó a los demonios, pero Ryo casi lo pagó con su vida. Sí, ha destruido ahora a Agvail y a Gelma… Y no habría sido necesario si no hubiera dejado un claro rastro que llevara a sus enemigos hacia la que ahora es su familia. Si son víctimas, es por su presencia, porque destruyó a demonios y se apoderó de Amon y no buscó un lugar más seguro donde instalarse, tan pagado de sí mismo como se encontraba.

Todo tiene su causa y efecto. Akira no puede ser un héroe clásico porque esta no es una historia de blancos y negros. No solo eso, sino que se ha hecho cargo de una misión que no termina de comprender en toda su complejidad. De modo que paga caro sus actos. Más de lo que puede imaginar.

Es más, de no ser porque Ryo es su ángel guardián (pun intended) esta batalla terminaría muy mal para él. Porque ni se le ha ocurrido que pudiera haber un tercer demonio a la espera, ha bajado increíblemente rápido sus defensas. Y así, Sirene lo captura cuando menos se lo espera. Al atraparlo con su garra básicamente lo apuñala en el pecho y es capaz de impedir su conversión en Devilman. ¿Por qué no aprovecha ese momento para cortale la cabeza o partirlo en pedazos? Akira, sabiéndose derrotado, le hace la misma pregunta y hasta le exige que lo mate. Porque es orgulloso y no quiere una muerte miserable o lenta, sino en plena batalla.

Sirene le niega este derecho, lo cual conllevará su muerte. Para ella, Akira no es más que un animal cazado y está más que dispuesta a hacerle sufrir toda clase de tormentos por haberse atrevido a usurpar el poder de Amon y por matar a otros demonios. Técnicamente Akira está derrotado, no hay nada que temer. Para cuando lo entregue a Zenon y a sus compañeros, ni Devilman podría solo contra todos los demonios más poderosos reunidos en un único lugar.

¡Pero Ryo no permitirá que se lleven a su amor! Cuando su coche no puede llevarlo más lejos camino de un bosque, deja inconsciente a un motorista y le roba el medio de transporte. Creo que casi podemos escuchar la música cañera de fondo. Claro que… ¿Dónde aprendió Satán a conducir motos si ni siquiera tenía papeles para el coche? Psycho Jenny debe ser muy útil para transmitir conocimientos…

Y hablando de conocimientos:

—¡Akira, puedes ganar! ¡Puedes derrotar a Sirene!

¿Cómo sabe que está luchando? Y, concretamente, ¿contra Sirene? Es fácil pasarlo como un error típico de una «historia superficial de peleas», pero visto con retrospectiva parece evidente que Satán siempre ha estado muy pendiente de Akira y que, por supuesto, conoce a Sirene y a los otros demonios que conforman el ejército. Más interesante resulta que Ryo no se percata de lo que está haciendo. Necesita tiempo, acumular muchas de estas coincidencias y darse de bruces con la realidad para notar que es alguien excepcional.

Su sentido angélico le permite llegar, cual Deus ex Machina, al lugar apropiado para disparar a Sirene, que arroja una de sus garras contra Ryo para dejarlo fuera de combate —y muerto de no haber sido un ángel. Me pregunto si Satán es inmortal y por eso nadie se molestó en contarle a Sirene que encontraría a su amo y señor protegiendo a Devilman—. Akira cae desde una buena altura, pero puede convertirse en Devilman. Furioso, saca toda su masculinidad para jurarle a Sirene que aprenderá cómo se las gastan los insectos humanos… Lo cual no deja de tener gracia porque Akira, definitivamente, ya no es humano.

Sirene no tiene otro remedio que hacerle frente, herida y con una mano menos. Quizá habría sido más inteligente no cortarse una parte del cuerpo cuando ha perdido el control de la única criatura que ha logrado hacerse con la conciencia de Amon. Quizá. Pero, narrativamente, que Sirene quede malherida dice bastante de que Akira todavía está dando sus primeros pasos como guerrero. Sin esas circunstancias, sin la ayuda de Ryo y sin contar con la ventaja del shock que provocó a los primeros demonios con su conversión, tiene todas las de perder.

La batalla no se limita a la fuerza bruta, como le gustaría a Akira. Puede que Sirene esté en desventaja, pero es una guerrera que ha sobrevivido durante cientos de años a base de inteligencia. Arrastra al protagonista hasta un bosque, donde usa el terreno en su favor. Es más débil físicamente que Akira, pero eso no significa que no tenga recursos. Al final este debe recurrir al ingenio y a la intuición para sobreponerse a la velocidad de Sirene.

Y, por cierto, en ningún momento se hace comentario sobre la desnudez de la misma —cosa tan típica de las series actuales— ni Akira pretende perdonarla o ser más suave con ella porque sea mujer/hembra. Se reparten el uno al otro puñetazos y golpes con una brutalidad increíble, sin que sea necesario meter violaciones de por medio. ¿Verdad, Crybaby?

Al final, Akira logra vencer a Sirene por muy poco al lograr que empale con su propia garra. Sirene se niega a rendirse, el autor permite una carga sinceramente heroica, desesperada, la típica que veríamos en un protagonista… Y Akira se convierte en un verdadero villano. Harto de «jugar con ella», no la mata de un golpe, sino que le arranca una de las alas de la cabeza. ¿Puede haber algo más doloroso, cruel e innecesario?

Mientras Akira se ríe y amenaza a Sirene con cortarla en pedazos, ella se retira entre lágrimas de furia. No suplica por su vida, muy consciente de que le queda poco tiempo, sino por más poder para detener a Devilman. Toda la construcción de la escena nos grita que Akira es un monstruo, porque al menos Sirene tiene cierta dignidad como heroína de su raza.

A sus gritos responde un demonio llamado Kaim —y otros cuantos de los que Akira se libra de las formas más gore posibles. Si no pillamos a estas alturas que nuestro protagonista se aleja mucho de ser un héroe y que va a encaminarse hacia una senda de arrogancia y sangre…—. La verdad es que su introducción es bastante torpe, más cuando quiere establecer que los demonios son capaces de sentir amor, respeto y sentimientos positivos. En apenas dos páginas, tras declarar su admiración por la belleza de Sirene, incluso ahora cuando está hecha polvo, se arranca la cabeza para que ella pueda fusionarse con él y asimilar su fuerza.

Es una pena que no se hayan establecido los personajes desde antes, porque un suicidio es un movimiento muy fuerte, y habría calado muchísimo mejor de haber conocido un poquito a Kaim y nos sorprendiera con este acto de sacrificio. Por otro lado, hasta ahora solo hemos visto a los demonios en su peor faceta, de modo que la aparición de Kaim y el amor que parece profesar por Sirene son una bofetada para el lector. Cuando Sirene llora, lo hace por el dolor de sus heridas, pero también por la muerte de su compañero.

¿Cuántas veces hemos sido testigos de esta clase de actos de compañerismo, donde los personajes ceden su fuerza a un protagonista? El poder de la amistad, del amor, de la lealtad… Siempre los hemos visto con rayos de luz y música dramática entre personajes que llevamos siguiendo durante meses y puede que hasta años. La fusión en Dragon Ball nos llena de satisfacción porque sabemos que se ha creado un guerrero capaz de enfrentarse a un enemigo aparentemente imposible de vencer. Cuando los niños de Digimon ceden sus emblemas a los chiquillos con más protagonismo, comprendemos que ha llegado una batalla definitiva. Si Sailor Moon saca su cristal de plata y acumula los poderes de los demás planetas, sabemos que todas sus compañeras también están defendiendo la Tierra.

¿Y aquí? Aquí tenemos a un Devilman cruel, despótico, sanguinario, que ve a los demonios como monstruos que deben desaparecer. Pero ¿quién es el monstruo?

No es Devilman quien recibe la inspirada ayuda de sus compañeros. No, Devilman está solo. Quien ha suplicado por la ayuda de sus amigos es Sirene. Quien ha decidido poner en riesgo su vida, arrojarse a un ataque final, es Sirene. Quien resulta bella —casi siempre los personajes buenos son más «bonitos» que los arquetípicos villanos— es Sirene.

Esto nos obliga a preguntarnos de qué lado estamos. Por supuesto, somos humanos, no queremos que estas criaturas venzan. Pero ¿es Akira un héroe? ¿Merece ganar ante unas personas que son capaces de encarnar todas esas ideas que tanto adoramos y encumbramos en nuestras series de entretenimiento?

Al final Devilman sobrevive por un golpe de suerte y es que, a pesar de la fusión con Kaim, Sirene muere antes de poder asestar el golpe final… Pero hasta en la muerte se admira su entereza como guerrera. Ryo y Akira no pueden evitar admirar su sonrisa de satisfacción y su apostura a la hora de morir. A su vez, visto en retrospectiva, resulta más que evidente que Ryo era Satán desde el principio porque Nagai deja caer detalles como las dudas del personaje acerca del repentino mal presentimiento que lo invitó a convertirse casi en un Deus ex Machina.

Y ahora que se ha vencido al personaje más emblemático, ¿a qué enemigos toca enfrentarse? A uno mucho más siniestro y personal, desde luego. Hasta entonces…

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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Emmanuel
Emmanuel
1 year ago

No sé si será efecto Mandela, pero sobre lo que mencionas de la primera vez que se muestra a Ryo sano y Salvo, creo haber visto alguna escena en la cual Akira va al hospital en el que está Ryo. Si mal no lo recuerdo ocurre después de la pesadilla que Akira sufre. Y sobre la primera escena de Silene, no recuerdo haberla visto jamás. Vaya, de todas formas como siempre tus análisis siempre son excelentes.

Ahhhhh, sobre la violación a Silene en Crybaby. Tenía entendido que Go Nagai quería dibujarlo, pero que no se lo permitieron. Ni modo toca investigar. Para algo existe Wikipedia

Mistral Chronicles