Impresiones: Yuri!!! on Ice #4. ¿Empezará a competir algún día?

El tercer capítulo nos dejó bien claro que Yuuri es el Yuri prota de Yuri!!! on Ice. Era evidente desde el inicio, pero el equipo de animación siempre disfruta haciendo sufrir innecesariamente a los espectadores de las formas más crueles. Y sigo hablando del tema de Yuuri vs Yuri, no de la animación en sí, que también tiene su cosilla en cuanto a sufrimiento.

Empezamos el cuarto episodio viendo cómo Yuuri (o ser deforme #1) llega tarde a su entrenamiento con Viktor (o ser deforme #2) y, bueno, entrenan muy deformemente. Es que no tiene más la escena. Sí, a veces Yuuri se sonroja… Pero para mí que es por la carrera que se ha dado desde su cama hasta la pista de hielo. Eso y que está pensando en que Viktor —su ídolo— va a estar con él día a día como entrenador y posiblemente tenga que prostituirse para pagar sus honorarios.

Es broma, no existe la prostitución en Yuri!!! on Ice!

Así como tampoco existe la animación de calidad más allá de las escenas de fanservice y un mediocre porcentaje de primeros planos que ni siquiera llega al 80%.

Es cierto que a continuación tenemos escenita en HD en la que Yuuri intenta convencer a Viktor de que necesita mejorar sus saltos y aprender a hacer cuádruples, pero le cuesta concentrarse por la anatomía brillante del ruso. ¿Ese señor se ducha con jabón o con aceite de cocinar? Su piel brilla más que mi futuro.

Como lo bueno, si breve, es dos veces bueno, una explicación a base de chibis interrumpe la escena antes de llegar a ver ese culo que todos echamos de menos. Yuuri nos explica que la puntuación final de una actuación se reparte entre puntos de técnica (saltos y giros) y componentes de programa (coreografía e interpretación). A esto, evidentemente, hay que restarle las penalizaciones. El protagonista tiende a recibir puntuaciones mediocres en el apartado técnico, pero las compensa en cierto modo gracias al apartado de programa. Vamos, que no usa un gran repertorio de movimientos, pero que los usa con clase.

Volvemos al HD para ver cómo Viktor le dice a Yuuri que ha llegado el momento de elegir su propia música para el programa libre —hasta entonces lo hacía su antiguo entrenador— mientras se toma mucha confianza con su alumno y le manosea inocentemente.

Mientras tanto, el resto de clientes del onsen les miran así como desde lejos porque menudo espectáculo homoerótico tan gratuito que están dando.

Se nota que no les conocen para nada, porque esa escena ni es homo ni es erótica. Es Viktor haciendo el canelo.

Volviendo al tema de la música, los animalicos deciden llamar a Celestino Cialdini, un señor de calidad variable —depende del plano—, para preguntar por qué nunca le dejó elegir a Yuuri sus canciones. La respuesta que el señor da, combinada magistralmente con unas pullitas a Viktor que bien recuerdan a las de Yakov, es cuando menos impactante y se merece una cajita guay de citas.

(Flashback)

—Yuuri, ¿crees que podrás ganar con esto?

—Mejor elige tú.

Ni ha parpadeado. No es que Yuuri tenga problemas de confianza. Es que no tiene nada de eso. ¿Sabrá lo que es? ¿Conocerá el concepto? ¿O es que cree que la confianza es un condimento que se le echa al katsudon?

Al otro lado del mundo, Yurio lee los mensajes que le manda Yuuko en una postura muy natural a la par que característica del deporte que practica. De vez en cuando veo a gente así esperando al metro o haciendo cola en el supermercado y pienso «este —o esta— fijo que patina».

Aquí es cuando conocemos a Mila, una patinadora que —según Yurio, gran fuente de conocimientos— está caliente como cierto personaje de cierta serie que quizás esté comentando por estos lares porque le acaba de dejar el novio. Mila es una chica pelirroja de ojos azules que adora meterse con Yurio y así lo demuestra… levantándole con sus escuchirrimizados brazos en High Quality por encima de su cabeza. Con un par.

Mila le comenta a Yakov —pobre señor, siempre le tengo en mis oraciones por lo que sufre en este anime— lo mucho que ha cambiado Yurio desde su vuelta de Japón. El entrenador confirma las impresiones de su patinadora: Yurio perdió parte de su arrogancia —y su nombre— tras su duelo con Yuuri y usó su derrota como motivación. Vamos, que ahora no le reconocería ni su propia madre.

¿Y qué mejor manera de mantener la motivación del adolescente rebelde que llamar a uno de sus contactos para que le dé clases de ballet, igual que Yuuri hizo en su día?

Así es como entra en escena Lilia Baranovskaya, una señora con un maquillaje intenso y una personalidad más rusa que la ensaladilla y el vodka. Esta señora, que en su día fue la prima ballerina del Ballet Bolshoi —vamos, que lo petó en sus años mozos—, le propone a Yurio convertirle en la prima ballerina —imagino que es una metáfora porque el animalico no ha cambiado de deporte— y hacerle su programa libre a cambio de su alma.

Yurio acepta y, además de venderle su alma, le ofrece hasta su cuerpo.

De esta manera, Yurio se va a vivir con esa señora mayor —alerta, llamen a la ONU— y, ya que estamos, también Yakov, que por lo visto estuvo casado con ella tiempo atrás.

Volvemos con el protagonista, que decide ponerse las pilas y componer su programa de estilo libre, como Viktor siempre hizo.

¿Lo hace?

No.

Pero gracias a su procrastinación conocemos a Phichit, un patinador tailandés que se volvió a su país después de que Yuuri le abandonara en Detroit.

No lo dice así, pero hay que saber leer entre líneas.

En cualquier caso, Phichit no le guarda ningún rencor a su amigo e incluso se ofrece a hacerle de guía si se anima a visitar Bangkok. Como esto sería la madre de todas las procrastinaciones, Yuuri tiene que declinar la oferta. El prota saca el tema de la melodía que le pidió componer a una chica del conservatorio y nunca llegó a usar y el tailandés es tan majo que promete intentar contactar con ella ya que, a raíz de todo ese tema, la compositora se distanció bastante de Yuuri y él nunca supo qué fue de ella.

Normal, porque la mujer le dedicó mucho tiempo de su vida a esa canción para nada.

Parece que a nadie le gusta la dichosa melodía por lo débil que resultó ser, pero a Yuuri le encanta porque es precisamente lo que pidió: un reflejo de su decepcionante —sus palabras, lo juro— carrera como patinador.

Ahora pasan cosas que no entiendo, pero que voy a comentar para ver si alguien me explica: Viktor le recuerda a Yuuri sin querer que nunca ha tenido novia, Yuuri le mira mal y empieza a evitar a Viktor hasta que acaba aceptando una invitación para ir al mar. No sé si es por culpabilidad o porque Viktor pone una mirada rara. Rara de intensa, no de high quality.

Es en la playa donde Yuuri narra —porque sí— una historia de cómo se dio cuenta de que apreciaba a su familia y sus amigos porque le dejaban su espacio y no le trataban como a un debilucho.

Nota de la comentarista: si te abrazan para consolarte es que te consideran débil.

Vale, aquí Viktor le pregunta a Yuuri qué quiere que sea para él. Figura paterna, hermano, amigo… ¿novio? El protagonista hace un saltito así como indigno y responde que quiere que sea él mismo y que si le estuvo evitando era porque le admira y no quería que viera sus defectos.

Fanservice hecho, cambiamos de escena. ¿Para qué intentar ahondar en aquello que causa ansiedad a nuestro prota? Nada, con dejar caer lo que de Viktor podría fingir ser su novio es suficiente. A nadie le importa saber por qué Yuuri tiene tan baja su autoestima y siente esa imperiosa necesidad de alejarse de todo el mundo.

Yuuri deja la procrastinación y vemos cómo un emocionado ser deforme #1 le anuncia al ser deforme #2 que la compositora va a rehacer la canción, imagino que con esperanzas de que esta vez sí la utilice. Ya con calidad reconocible, Yuuri le pide a Viktor que le enseñe todos los saltos que pueda hasta que llegue la bendita melodía.

Mientras Yurio entrena bajo la crítica mirada de Lilia, Yuuri deja a Viktor para el arrastre con su aguante eterno. El chaval se queda empanado mirando el pelo de su entrenador y le toca la coronilla.

Viktor muere porque entiende que es su forma de decir que está quedándose calvo.

Por suerte para los amantes de las escenas quality —que es lo único que este señor ha aportado hasta el momento a parte de humor malo a base de estereotipos—, a Viktor no le dura mucho lo de estar muerto porque se le ve con cierta energía vital aunque hayan interrumpido su sueño cuando Yuuri va a enseñarle la versión mejorada de la música que piensa usar para su programa. El ruso le da el visto bueno, no sé si porque realmente le gusta o porque quiere volverse a dormir, y el protagonista se emociona y empieza a darlo todo para crear un buen programa.

En un entrenamiento, Yuuri revela que el tema que ha elegido para su música es su amor. Viktor lo aprueba. La industria del katsudon también. Y las fans shippers ya ni os cuento.

Como la trama tiene que avanzar y no vemos competiciones oficiales desde la gran cagada de Yuuri del primer episodio, los guionistas tienen a bien subir un poco el ritmo y anunciar en qué competiciones participará Yuuri con el objetivo de clasificarse para la gran final. El protagonista patinará en China, donde también estará Phichit, y en Rusia, donde se enfrentará a Yurio.

Aunque para eso tiene que pasar las preliminares. Lo hará porque de eso va la serie, pero tenemos que fingir que no lo sabemos todavía y el equipo de animación aprovecha para meter a los Yuris entrenando cada uno en su país diciendo frases así como motivacionales.

Para darle un extra de emoción al final, aprovechan para alargar las escena y mostrar a Yuuri rotulando el CD con su canción como «Yuri on Ice». Así nació el título del anime. Woah. Esto sí es creatividad en estado puro.

No hay mucho que destacar de este capítulo. La animación va a peor y el ritmo narrativo deja mucho que desear. Podrían centrarse un poco más en Yuuri y sus problemas de ansiedad, pero me da la impresión de que no hacen más que dejarle en mal lugar para que luego haya escenas así como pseudo-cucas con Viktor y ahí se queda un poco la cosa.

Por otro lado, la historia tampoco avanza. Llevamos como un cuarto de anime y cero competiciones oficiales. No es un gran problema ahora, pero será difícil de gestionar a medida que se acabe el tiempo.

¿Veremos a Yuuri competir de una vez por todas en el siguiente capítulo? ¡Pronto lo sabremos!

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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