Impresiones: ‘Dakaretai Otoko’ #3: Relaja la raja, Chunta

Gracias al segundo episodio de Dakaretai Otoko, cuyo arroz con cosas sigo sin digerir, sabemos que Junta Chunta y Takato están hechos el uno para otro porque el plot y el pornillo así lo exigen; que mirar al frente cuando se está al volante es para cobardes y que, por mucho que Junta actúe de médico, no lleva bien el tema de medidas de protección para no contagiar resfriados.

El tercer episodio empieza con Takato estudiando su guion. Por el camino lloriquea internamente porque decidió quedarse en el bus repasando un texto lleno de jerga médica en lugar de irse de copas.

Enhorabuena, Takato, eres lo que se conoce como un «adulto responsable».

A continuación el tono de la escena cambia un poco: se oyen pisadas amenazantes, música apocalíptica y aparece su amante en plan «Shingeki no Chunta» lanzando vapor por la nariz porque vuelve a estar más caliente en un horno en modo pirólisis.

Para decepción de los fans, parece que todo esto fue solo imaginación de Takato. O no, porque Junta es pura pasión y está más pegado al prota que un chicle a la suela de un zapato. Además, dice cosas raras que no vienen a cuento hasta que el equipo de guionistas nos desvele su malvado plan para que acaben fornicando como conejos.

Pongámonos en situación: Chunta y Takato están en un bus. Ellos… y el conductor. Les separa una cortina… Y Chunta mete la mano dentro del pantalón de Takato para cogerle el pene a Chunta —por Dios, espero que pilléis esta referencia a Perla Shumajer— y Takato se escandaliza porque no le va el exhibicionismo y el conductor puede correr la cortinilla en cualquier momento.

No sé, Takato, pero si algo se corre no será la cortina.

El caso es que Chunta insiste, manosea a Takato como quiere e ignora sus constantes negativas. Las pasa por alto una y otra vez hasta que se digna a mirar a su amante a los ojos y ve algo que le traumatiza.

Lágrimas.

Sí, Takato está sufriendo porque le están acosando sexualmente —sus propias palabras— pero el que da penita es Chunta. Porque, pobrecito, es un angelito y esas cosas.

No os preocupéis, que el trauma le dura patata. El conductor se dedica a hacer conversación porque hay un atasco y —a la mierda mi predicción—, corre la cortina porque se aburre o algo. Por suerte, está en el ángulo perfecto para que Takato parezca estar durmiendo sobre Chunta, así que decide volver a lo suyo tras hablar un poco con el actor, cuya mano se mueve misteriosamente dentro del pantalón de Takato.

A continuación se sucede un diálogo tan impresionante que lo voy a escribir dentro de una cajita de esas bonitas para las citas. Para que veáis la trascendencia.

—Chunta, para.

—¿De verdad quieres que pare?

—Muac, muac, glugluglu.

Así es, Takato le besa.

Sí, Takato. Pero, vamos, esto también dura patata porque, cuando por fin Chunta se digna a pensar usando el cerebro, se da cuenta de que está con un trauma del tamaño del tupé de Donald Trump y le pide al conductor que los lleve a ambos a su casa.

Al llegar a su piso, Takato se dedica a golpear a Chunta y le dice que nada de disculparse hasta que descargue su ira sobre él. En este instante todo el público se da cuenta de por qué Takato se mete a actor y no a boxeador, por decir algo.

Como esto empieza a parecer una relación muy tóxica —que lo es, pero no tiene por qué reconocerse por la narrativa, no vayamos a perder espectadoras—, nos meten con calzador a Chunta super adorable dando a entender que les queda poco tiempo juntos porque el rodaje está acabando. Claro. Esta gente vive en un mundo donde lo normal es violar a tu compañero de trabajo cuando se os va a acabar el contrato.

Por si acaso alguien aún me toma en serio, lo aclaro, y espero que Chunta tome nota:

No. No es normal. A la gente no se la viola. Si dice no, tú paras. Si llora con cara de trauma, tú paras. Si ves el más mínimo atisbo de incomodidad, tú paras y preguntas qué pasa.

Al día siguiente, en el trabajo, disfrutamos de unas escenas intensas donde Chunta invade adorablemente el espacio personal de Takato. Este —por fin— tiene confianza con sus compañeros de trabajo como para mandar a la mierda abiertamente a Chunta. Llamadlo confianza, llamadlo ceguera, porque las tías que fangirleaban el primer día con lo cuquis que son juntos, siguen a lo suyo y eso que al protagonista solamente le falta la navaja.

Lo que viene ahora mola un montón porque toca hacer una entrevista y los periodistas se pasan el rato preguntando a Takato acerca del puñetero ranking cuyo nombre debería ser tabú. El pobre no puede hacer más que ser diplomático, aunque por dentro seguramente se esté acordando de todo el que haya votado a Chunta.

Tras la entrevista, Takato está rageando más on fire que Valencia en Fallas en su camerino sobre lo desgraciados que son los periodistas y finge que no está alterado, pero le arrebata de los brazos a Chunta la docena o así de latas de chocolate que le ha traído. Se las bebe como si fueran agua.

Si no engorda me indignaré.

Como Takato no tenía suficiente con los periodistas, el manager le informa de que la revista del ranking-que-no-debe-ser-nombrado quiere hacer un especial de la película con el número 1 y 2 del ranking. El photoshot es puro fanservice y así es como el protagonista justifica su proximidad con Chunta.

De verdad, os aseguro que los ovarios de más de una de las presentes allí estallan. Hacen KABOOM.

En la entrevista, Takato demuestra que es un actor de categoría y finge que no ha muerto por dentro al no ser reelegido número uno e incluso felicita a Junta por el puesto.

¡Bravo, maestro!

A continuación llega la típica pregunta de si tienen alguien que les guste. Takato, muy en su línea, dice que está enamorado de su trabajo porque el tiempo no le da para más. Chunta suelta un discurso que se ha llevado por delante a cientos de diabéticos. Madre mía, no había visto nada tan empalagoso desde… No sé. Nunca.

Cuenta la leyenda que otros cientos de diabéticos murieron en la siguiente escena en la que, el día en que acaban de grabar, Chunta va a agradecerle a Takato lo mucho que ha aprendido de él durante el rodaje. Ahora viene otra escena intensa que merece cuadrito cuqui.

—No me importa si me llamas de vez en cuando.

—Da igual, iré a verte cada día.

—¿C-Cómo?

—En coche.

Oscar a mejor guionista ya. Pero ya. Ya están tardando.

La conclusión es que Takato no se libra de su acosador, que dicho acosador se ha convertido en su nuevo chófer y que la bromita de los mil yenes sigue en pie porque Chunta se los ha vuelto a ofrecer a cambio de toquetearle hasta el infinito y más allá.

Me pregunto si Takato sobrio se los queda como hizo el borracho en el primer capítulo.

Al final del episodio, mientras todo el equipo está absorto viendo cómo ha quedado la película, Takato tiene una epifanía: Chunta parece inofensivo pero en realidad es Satán un carnívoro feroz… y, a pesar de ello, se alegra de haber trabajado con él.

Y, bueno, necesito una explicación de por qué el mini extra de después del ending dura tanto —unos cinco minutos— y es tan importante. Como está en un lugar tan cutre, espero hacer un resumen a la altura: Chunta gana el premio al mejor actor protagonista, Takato se lo lleva a su casa para celebrar con una botella de champán que vale más que el dominio de esta web, el prota se come una tarta entera y ojalá engorde hasta parecer una ballena como el resto de mortales porque está cabreado al no haber ganado el premio al mejor actor de reparto, Takato le ofrece tarta a Chunta y Chunta, para sorpresa de nadie, elige comerse a Takato. Y como es un día especial, Takato dice de hacerlo en la cama en vez de en el sofá y hasta se deja sin poner oposición como de costumbre.

Todo eso es el verdadero final del episodio y ha quedado relegado al tiempo basura de después del ending.

Empiezo a pensar que el verdadero final de este anime es que todo fue un sueño de Antonio Resines. Esta es mi teoría para hoy y creo que es la más plausible a estas alturas de la vida.

¡Nos leemos en el siguiente episodio!

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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