Shuna no Tabi y las semillas de la filmografía de Hayao Miyazaki

Pocos conocen Shuna no Tabi o El Viaje de Shuna. Cuando pensamos en Hayao Miyazaki o en el Studio Ghibli se nos vienen a la cabeza títulos como La princesa Mononoke, El Viaje de Chihiro o El Castillo Ambulante. Son solo unos pocos en medio de una filmografía extensa, cuidada y variada. Bien, pues en esta ocasión no vamos a hablar de ellos, sino de una obra que los antecedió a todos y en la que podemos encontrar muchos elementos que luego Miyazaki recicló para sus historias.

El origen de esta historia se encuentra en la fábula tibetana El Rey Serpiente y los granos de king-ké, que narra la historia del príncipe Achu del reino de Bula que intenta erradicar el hambre que asola a su pueblo. Acaba así cerca de la guarida del Rey Serpiente para robarle unas semillas de cebada, pero es descubierto y convertido en un perro; para volver a ser humano, necesita el amor incondicional de una mujer. Por suerte, una dama llamada Zetang le cumple ese requisito y son capaces de salvar a su reino.

Inspirado por esta historia, Miyazaki trató de llevarla al cine incluso en China, pero no hubo forma. Por eso la sacó adelante como un cuento que logró publicar en 1983 con Animage JuJu Bunko y, como suele pasar con Miyazaki, con muchas divergencias respecto a la obra original.

Considerado por algunos como un prototipo de Nausicaä a pesar de que la publicación de esta comenzó en 1982 (pero, ciertamente, planta muchos temas que encuentran su desarrollo en el manga), Shuna no Tabi presenta un reino muy lejano, situado en un pasado distante o quizá un futuro incierto. El joven príncipe Shuna vive en una pequeña nación que se consume. Cierto día, rescata a un anciano viajero que le habla de unas semillas doradas que pueden encontrarse al oeste y que germinan en cualquier sitio. Enfrentado a la lenta decadencia y casi segura desaparición de su pueblo, Shuna decide arriesgarlo todo y partir en busca de este remedio mágico. En su camino se encuentra con caníbales, gigantescas naves abandonadas en medio de desiertos y crueles esclavistas. Debe poner en juego su integridad por seguir lo que su moralidad le dicta y caminar nada menos que hasta el fin del mundo para llegar a la tierra de los dioses.

Y, como todo personaje que profana el mundo mágico, Shuna sufre un castigo… aunque no es convertirse en perro, sino perderse a sí mismo. Por suerte para él, la joven que le ayudará ha aparecido en la historia con anterioridad; Shuna lo arriesgó todo para salvarla a ella y a su hermana de unos esclavistas. No solo eso, sino que esta muchacha, llamada Thea, protagoniza la segunda mitad del cuento. Y para aquellos que amen Nausicaä encontrarán en esta parte deliciosas referencias a La Odisea.

Entre otras cosas, Thea cuida de un perdido Shuna, casi como un Ulises que llega a los brazos de la princesa Nausicaä, a la vez que trabaja para su propio sustento y el de su hermana. Seguro que el tema de la boda y que solo el protagonista pueda controlar el objeto de la prueba, que en La Odisea es el arco de Ulises y en Shuna no Tabi es nada menos que montar al orgulloso Yakkul, os suena mucho a Penélope y Ulises. Un detalle encantador viendo que Nausicaä está inspirada en la princesa con la que Ulises podría haberse casado de no haber estado tan dedicado a su familia. Demos gracia, eso sí, porque Miyazaki da más personalidad y agencia a Thea y libra a Shuna de toda la crueldad que caracteriza a Ulises —no hay asesinato de candidatos, entre otras cosas—.

Shuna no Tabi tiene un tono más oscuro que el que solemos encontrar en las películas de Ghibli, lo cual puede resultar liberador para ver otras facetas de Miyazaki. Coloreado con acuarela —y creedme, los colores son una gozada por entonces—, el cuento emplea los planos rectangulares, que a menudo abarcan dos páginas, para mantener un ritmo constante, casi cinemático. Las escenas tienden a ser simples, repletas de belleza, y con algún que otro escenario tan abigarrado que dan ganas de detenerse a extraer toda la información posible. Ya por esta época, a la vez que trabajaba en Nausicaä, Miyazaki se inspiraba en «la civilización de cerámica» y bebía del estilo de arte Jomon, por lo que la forma de vestir, las casas y las armaduras de los personajes que se pasean por el cuento resultan exóticos y familiares a un mismo tiempo.

Y hablando de elementos familiares…

Las influencias en otras obras


Shuna llenó los sueños de Miyazaki, que aprovechó un descanso en Nausicaä para escribir esta historia. Algo que se nota ya que tanto Thea como Shuna son prácticamente hermanos de Nausicaä y los tres proceden de culturas muy similares. Además, otros autores como Makoto Shinkai o el propio Goro Miyazaki se inspiraron de forma bastante descarada en el universo de Shuna

Pero primero hablemos de cómo Miyazaki recuperó muchas ideas de Shuna para otras obras. Sin ir muy lejos, Shuna es un evidente paralelo de Nausicaä: príncipes de amables culturas decadentes situadas en valles (y que viven del campo como contraste con las ciudades más retorcidas y políticas), que odian la esclavitud y comienzan con un franco e ingenuo deseo por salvar a su gente.

Si bien en el caso de Nausicaä tenemos un patriarcado donde hasta la figura profética es un hombre, en el de Shuna parece establecerse un matriarcado que adora a una diosa celeste; por lo demás ambos son pueblos de agricultores donde hay más ancianos que niños. Tanto Shuna como Nausicaä poseen una increíble mano con los animales y salvan de un horrible destino a la pareja coprotagonista. También acaban teniendo que lidiar con gigantes mitológicos y sus historias cierran a pesar de que su camino no ha terminado.

Por otro lado, el príncipe que debe partir sin saber si podrá volver, que se enamora de una chica (posiblemente princesa) por el camino y que acaba lidiando con dioses gigantes de la naturaleza se refleja claramente en Ashitaka. El príncipe emishi es más mayor, tiene un aire más varonil y es mucho menos inocente que Shuna, pero los paralelismos ni siquiera intentan disimularse. Ambos montan alces rojos, llevan la cabeza cubierta, tienen una voluntad terca que les permite lidiar con divinidades y necesitan la ayuda de Thea/San para sobrevivir.

Además, tanto Shuna como Ashitaka se encuentran a un monje con el que comparten su comida mientras les habla de la tierra a la que se dirigen. Los dos guardan un tremendo respeto por las mujeres, a las que pueden reconocer como rivales, y hacen frente a la esclavitud/prostitución de diferentes formas. Cuando ambos llegan a la ciudad de su historia dan a parar con situaciones muy distintas. Shuna rompe a llorar al ver a Thea y su hermana, condenadas a una vida de esclavitud, y la conciencia lo reconcome hasta que regresa a liberarlas. Ashitaka, en cambio, llega a una ciudad matriarcal donde las prostitutas se encuentran bajo la protección de Lady Eboshi y se apresura a prestarles ayuda porque es capaz de simpatizar con su duro trabajo. Además, el mundo de la Ciudad del Hierro empieza a incorporar el mismo tipo de escopetas que se usan en la sociedad de Shuna.

Encontramos también animalitos y perspectivas que se recuperaron para la película de El castillo en el cielo, así como la presencia de un mar primigenio que regresa en Ponyo o animales gigantescos que Miyazaki utiliza para hablar de períodos más primordiales. Y ya como guiño final, Shuna aguarda durante meses a que las semillas que Thea planta empiecen a crecer. ¿Quizá como esa noche mágica de Mei y Satsuki?

Goro Miyazaki, a su vez, decidió mezclar Cuentos de Terramar con Shuna no Tabi porque su padre dijo que le gustaría integrar ambos elementos. Resultaría difícil hacer una lista porque prácticamente se respira en todo momento. Tanto Arren —que monta un animal muy similar a Yakkul— como Therru, en particular esta última, son muy similares a Shuna y Thea.

Cuando Gavilán desciende de su barca, se acerca a una nave encallada en medio de un desierto, exactamente igual que cuando Shuna tuvo que enfrentarse a las mujeres caníbal. La ciudad de Cuentos de Terramar está claramente inspirada por la de Shuna, en especial en los colores y en los planos del mercado de esclavos. Los soldados de Terramar montan los animales empleados para tirar del carromato de esclavos de Shuna. Cuando Arren debe trabajar en el campo, Goro Miyazaki reflejó parte de sus propias experiencias, pero también bebió de Tea abriendo surcos en la tierra para ganarse el pan.

Por otro lado, Makoto Shinkai siempre ha reconocido su evidente inspiración en los trabajos de Miyazaki, aunque no hay nada tan dolorosamente claro como su trabajo de Viaje a Agartha. Mezclando historias como Viaje al centro de la Tierra, Shuna no Tabi, El castillo en el Cielo —y me atrevo a decir que Chihiro o El castillo ambulante— y la Princesa Mononoke, con algún que otro elemento de su propia cosecha, Shinkai creó una historia bastante mal equilibrada que prácticamente termina por ser una suerte de adaptación de Shuna. En particular hacia el final vemos un arca voladora, que casi no se molesta en disimular que es casi el mismo ente que la luna de Shuna, un descenso por un precipicio interminable, dioses gigantes que tienen mucho de planta y bastantes más referencias al viaje de este muchacho. En realidad creo que no vamos a comentar todos los detalles que Shinkai pone de la obra de Miyazaki en Viaje a Agartha porque no terminaríamos nunca. Ya le dedicaremos un artículo aparte.

El caso es que no cabe duda de que la pluma de Miyazaki y sus inigualables escenas marcaron bien fuerte a muchos artistas.

Un mundo de leyenda


Shuna no Tabi es un cuento que vive muchísimo de sus silencios. El narrador nunca nos cuenta qué es la gigantesca y terrorífica luna que sobrevuela los cielos nocturnos, ni tampoco qué son las criaturas que encontramos al final del viaje ni mucho menos se detiene en los detallitos que tanto marcan las películas de Miyazaki, que nos pueden hablar de economía, política y ciencia. Solo quedan restos de antiguas civilizaciones, sin duda grandiosas, pero de las que ya nadie nos puede contar su pasado. Shuna solo es un chico que camina por tierras desconocidas y no nos queda otro remedio que ver el universo desde su punto de vista, además de albergar sus mismas dudas. Al reducir a su mínima expresión la historia, la grandeza de este mítico mundo se vuelve todavía más espectacular y podemos dejar que nuestra imaginación vuele libre mientras nos alimentamos de las maravillosas ilustraciones.

Es una lástima que no se haya traducido ni al inglés, ni al español ni otra lengua accesible, pero por suerte la historia es muy sencilla y no tiene prácticamente diálogos. Desde luego, merece la pena hacerse con este pequeño tomito si queréis sonreír al reconocer todos los paralelos que se han creado a partir de sus páginas…

Shuna no Tabi es un cuento único, una semilla de muchísimos elementos característicos de la filmografía que tanto amamos y apreciamos. Una pena que pase tan desapercibida, porque es una joya oculta que los fans (y los no tan fans) disfrutarían por su brevedad y el aire familiar, pero a la vez mágico, que respira.

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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