Analizando Houseki no Kuni #11. Secretos

En el anterior episodio de Houseki no Kuni, Bortz y Diamond lograban sincerarse y reconocer que se importan mucho el uno al otro. Sin embargo, la amenaza del Lunarian Shiro no se ha acabado, ni mucho menos.

Bortz ignora la recomendación de Diamond sobre escapar. ¡No va a dejarlo ahí! Y menos con dos Shiro a los que enfrentarse. En realidad, lo que sucede es interesante: no es que se multiplique sin más, sino que cada vez que lo cortan se divide en dos criaturas. Como una hidra, solo que con cuerpo entero. Además, cada mitad es más pequeña que la anterior, si bien eso no implica que dejen de ser peligrosas.

Durante la batalla, uno de los fragmentos de Shiro se topa con Phos y Alexandrite. El primero pierde su espada al detener al Lunarian, y tiene que insistir mucho antes de que Alex acceda a coger el arma. Su reticencia resulta comprensible una vez conocemos los motivos: Alexandrite tiende a volverse loco de furia —hasta su aspecto pasa de un agradable y suave azul a un resplandeciente rojo— cuando ve a un Lunarian, por eso se tapa los ojos mientras se niega a enfrentarse a Shiro. ¡Órdenes del Maestro! Hasta ese punto llega su trauma, tras siglos de amargura y rencor. Si el Maestro lo apartó por completo de la batalla, no quiero imaginar qué clase de escabechinas causó en el pasado…

Porque tuvieron que ser intensas. Alexandrite entra en modo Terminator, con alaridos a lo Tarzán, mientras destruye a todo Lunarian que se le cruza por el camino. En esta ocasión les viene bien, porque Phos localiza a Bortz luchando contra cuatro Shiro, que atrapa y arroja para que Alexandrite los elimine… De un solo golpe. Cosa que ni Bortz, EL MISMO BORTZ, ha conseguido.

El estallido emocional es tan fuerte que Alexandrite parece quedar inconsciente y revierte a su estado azul. Phos apenas puede creerse lo que ha visto. Es más, demuestra que no tenía ni idea de esta peculiar naturaleza. Seguramente se deba a que en más de trescientos años nunca se les había colado un Lunarian en la escuela.

 

Pero no hay tiempo para rememorar el pasado, porque Shiro no está acabado. Con toda la tensión que nos lleva causando desde el anterior episodio, nos preparamos junto a Bortz y Phos para alguna otra terrible manifestación.

En su lugar aparecen bolitas de pelo con un CGI bastante cutre. Innumerables y adorables perritos de cuatro ojos para dar y tomar. Cuando se lanzan sobre Phos y Bortz, se encuentran con que ninguno es capaz de usar su espada contra ellos. Ni siquiera Bortz, para infinita diversión del protagonista al verlo luchar consigo mismo para cortar a los perritos.

Quién lo iba a decir. Hasta Bortz tiene un lado blando.

Shiro, pura inteligencia, se marca un Gato con Botas para desconcertar a sus enemigos y escapar a terreno abierto. Allá donde va, gana admiradores. El primero de todos, Yellow, seguro que si conociera el concepto de mascota le encantaría quedarse al fragmentito de perro que le ha tocado en gracia. La comedia se lleva de maravilla cuando llegamos al punto de que Bortz aparece buscando algo blanco y esponjoso y al localizarlo sobre la cabeza de Yellow está tan enfadado que se le abre una brecha en la frente por la tensión.

Las gemas se unen para recoger a Shiro. Rutile, rápido como el rayo, ha partido en dos a su versión (por eso solo tiene un ojo cada uno) para intentar investigarlo. Das miedito, querido, eres el único que no ha caído ante la adorabilidad del Lunarian. Se ve que como no puede abrirlo por dentro, pierde de inmediato el interés y se va a atender a Dia.

El resto casi diría que se lo pasa de maravilla a la caza de pequeños y esponjosos Lunarian. Pero las energías pronto se agotan. Les lleva todo el día recuperar a 107 de los 108 fragmentos de Shiro. Como curiosidad, el 108 representa el número de tentaciones a las que los humanos deben enfrentarse en la rueda de Samsara, el ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento. Para otras curiosidades de Houseki, podéis visitar este hilo.

Por supuesto, reunir las partes de Shiro deriva en que el Lunarian vuelve a recomponerse casi por completo, para horror de las gemas, que ya empezaban a relajarse —Alexandrite hasta logra lidiar con su fobia para interesarse por las manchas solares de las que proviene Shiro—. Entonces, Shiro ladra. Puede que sea por reconocer el sonido, o simplemente que el Maestro se despierta en ese momento, pero lo escuchamos emitir una exclamación de desconcierto.

Por su lado, las gemas se muestran desconcertadas porque… ha ladrado. Hasta donde hemos visto, no hay perros en los alrededores. Eso no significa que no sepan qué es, pero ya que no parece que quede nada de la raza canina, la reacción de Phos se me antoja más un metacomentario para que el público entienda qué está pasando.

 

Shiro, menos agresivo de lo normal, atrapa a Jade bajo una pata y captura a Obsidian. Su comentario de pervertido sobra bastante y habla de una cultura moe horrenda, pero por suerte Phos llega de inmediato a solucionarlo todo con comedia. Con su oro, recrear a una gema (que, si me preguntáis, tiene cierto aire a Cinn) y recrea prácticamente un duelo japonés para el desconcierto de las demás gemas. Su intención es ir atrayendo con lentitud a Shiro hacia el cuarto del Maestro. Quién sabe, a lo mejor espera que un puñetazo lo despierte.

Pero Shiro es más espabilado de lo que pensamos y atrapa a la falsa gema con su cola. De un tirón atrae a Phos, que acaba enterrado dentro de su melena. Obsidian casi rompe a llorar porque ¡otra vez ha sido devorado! Estaría bien que intentaran salvarlo antes de darlo por perdido, eso sí.

Cuando los diamantes han decidido partir en pedazos a Shiro una vez más, el Maestro hace acto de presencia.

Y está en shock.

Es la primera vez que lo vemos así. Ni con el secuestro de Antarc, ni con la pérdida de los brazos de Phos ha mostrado tal estado de vulnerabilidad.

Los ojos de Shiro también se abren de la impresión y el reconocimiento. Y justo cuando creemos que Shiro va a atacar al Maestro y que esté lo destruirá con un suspiro, el Lunarian le da la patita. Bueno, la patota. Sigue el típico espectáculo de perro bien amaestrado, ante unas gemas que no pueden creerse lo que están viendo.

Normal, no creo que nadie se esperara un desenlace de esta clase.

Mientras Shiro ofrece la barriga para que se la rasquen, el Maestro dice:

—Pobre Shiro, ¿qué le ha pasado a tu mano?

Phos lo escucha todo. Kongo no solo trata con familiaridad al Lunarian, sino que conoce su nombre. Es indescriptible, como romper de un mazazo el mayor tabú posible. El Maestro se muestra sorprendido y algo reticente al descubrir que Phos ha sido testigo, pero…

¿Qué esperaba, que nadie sospechara mientras le hacía cucamonas a un perro gigante? Visto cómo todas las gemas parecen sospechar su relación con los Lunarian y hacer como que no ven nada, quizá sí se imaginó que no sucedería nada. Un incidente al que ninguna gema prestaría atención y se perdería en el tiempo sin mayor relevancia.

Pero Phos, al contrario que otros, se dirige al Maestro con incredulidad. Puede que este, por cómo se cierra la escena, ya se vea venir que esto va a darle problemas. Puede que otras gemas inconformistas como Phos ya se le plantaran antes.

Tras el corte obligatorio para publicidad, las gemas empiezan a poner orden en su casa, Bortz aparece recogiendo fragmentos de Diamond, y todo parece tranquilo. Menos por parte de Phos, que trata de sacar información al Maestro. Las respuestas son tan descaradamente mentira que no podemos evitar reírnos:

—Maestro, ¿conoce a esta cosa?

—No. Nunca antes la había visto.

Y lo dice con Shiro acurrucado a su lado, envolviéndolo con su cola. Debe ser muy blandita y suave, o es posible que simplemente Kongo espere poder desviar la conversación, porque se queda adormilado e insiste en lo mucho que lo invita a acostarse encima.

La suerte de conspiración que viven las gemas para ignorar cualquier posible disonancia respecto a su Maestro se ve en cómo Jade mira con el ceño fruncido a Phos.

—¿De verdad el nombre de esa cosa es tan importante?

No sé, Jade, creo que es evidente que el problema de Phos se basa en la familiaridad de Kongo con Shiro. Este pertenece a una especie que os acosa día sí y día también, que ha destruido y secuestrado sin descanso durante miles de años. ¿No crees que es normal que Phos esté un poquitito incómodo? Sin embargo, cuando nos encontramos que dos gemas tan racionales como Jade o Rutile tratan de restarle importancia al asunto —Rutile hasta invita a Phos a hablar con Shiro, pero parece que sus habilidades se limitan a criaturas de mar—, no podemos evitar dudar un poco. Sin duda, a Phos le pasa lo mismo.

¿No estará exagerando?

Al final Phos sale a aclararse la cabeza, pero es incapaz. No puede quitarse de la cabeza la calidez de la voz del Maestro.

—Es como si tuviera mucha más confianza que con cualquiera de nosotros.

Y es cierto. Con las gemas siempre parece un hombre estoico, protector, vagamente distante. Solo hemos visto algunas escenas personales, como cuando Phos le arreglaba la ropa a Kongo y este le secaba las lágrimas de oro. Por lo demás, es una figura autoritaria y que está muy por encima de las gemas. No se sienta con ellas a jugar y si las acaricia es a modo de recompensa.

Entonces a Phos se le ocurre algo impensable. Algo que no puede ser, porque el Maestro está de parte de ellos, los protege y cuida. Así que ¿por qué iba a conocer a los Lunarian?

La semilla de la duda echa raíces y ya no abandonará a Phos por lo que queda de serie.

¡Entonces aparece Cinnabar! Todo detallista, a pesar de que no era necesario, ha recogido los zapatos de Bortz y… Al fragmento que falta de Shiro. Según nos cuenta, el perrillo se había quedado olfateando sus zapatos. Por algún extraño motivo, eso lleva a que Cinn se convenza de que el perro pertenece a Bortz. ¿Os lo imagináis con mascota? Pobre criatura.

Phos juega con Shiro mientras le explica a Cinn que forma parte del Lunarian —las gemas no parecen tener mascotas, ¿jugar con los animalitos será una costumbre que heredaron de los humanos?—. La cara de Cinn suele leerse con facilidad por más que le pese, pero la expresión que tiene cuando Phos le dice que parece que le pertenece al Maestro es todo menos clara. ¿Es incredulidad? ¿Sorpresa? ¿Decepción? ¿Dolor?

Y por primera vez, Phos le dice a alguien lo que piensa sobre Kongo. Que les oculta algo.

Su cara ante la respuesta que le da Cinn habla por sí sola. No debería sorprenderse, en vista de que es el menor a excepción de Zircon. Si Phos puede sospechar…

—Todos lo saben.

Las gemas no son tontas y sospechan lo mismo que Phos. Sin embargo, al contrario de éste, decidieron confiar en el Maestro en un acuerdo tácito, sin importar lo que les oculte. Es un alivio que Shiro esté ahí para disminuir la tensión, aunque sea un recordatorio del secreto de Kongo.

La presión tras tantas revelaciones es increíble. La escena, desprovista de banda sonora, se asegura de que sintamos el agobio por las expresiones y voces de Phos y Cinn. Que se mantenga la tensión aunque no haya música y se varíen muy poco los planos es digno de mención.

Ante la pregunta de Phos de si también confiará en el Maestro sea cual sea la verdad, Cinn responde que aún está pensándolo y se marcha, dejándonos a todos con nuestras propias dudas.

Tras una ráfaga de viento, la paleta de colores cambia al verde que a estas alturas asociamos con Phos. Su resolución le hace pedazos, hecho simbolizado con la ruptura de escena como si de un cristal se tratara. Las grietas se llenan de oro, pero la herida queda ahí.

Sin embargo, para ser una escena introspectiva es extraño no saber lo que siente Phos —sobre todo en contraste a la escena anterior, que se sostenía en las expresiones de los personajes—. Se enfocan sus piernas y brazos, que perdió. Otro plano nos muestra su cabello, que cortó tras la ida de Antarc. Pero nunca vemos su rostro. Lo único que nos transmite los sentimientos de Phos es la actuación de su seiyû, como siempre con una interpretación excelente.

La decisión de Phos le aísla del mundo, de la sociedad en la que vive. Es la única de las gemas que decide que le importa saber la verdad —fuera de Cinn, que aunque no se haya decidido está aislado, y en momentos en los que la situación le sobrepasa también despide un material líquido—. Y otra vez, necesita valor. ¿Cuánto? ¿Por cuánto tiempo? Su estado mental no era el mejor hasta el momento, pero como siempre, recordar a Antarc le hace empeorar. Tras lo que parece una explosión de oro desde su interior le sacude, vemos la expresión de Phos por primera vez en esta escena. Parecería vacía, si no fuera por la forma en la que brillan sus ojos.

—¿Qué…? ¿Qué es lo que buscaba en primer lugar?

Y Shiro, corriendo, nos devuelve al mundo normal, donde vemos que Phos se ha bañado de oro y todo lo que hemos visto no es puro simbolismo. Está tan mal que no sólo tiene las piernas quebradas, sino que no puede usar sus brazos con normalidad y camina arrastrándolos.

Cuando llega a la escuela, al menos, ya puede andar bien. Se encuentra a Kongo meditando (no durmiendo, por supuesto), y a las gemas (salvo Dia, Bortz y Rutile) que descansan sobre Shiro. La parte de Shiro que estaba acompañando a Phos hasta el momento se convierte en la pata del Lunarian. El protagonista va a despertar al Maestro para conseguir respuestas de él y ve a Antarc, que hace le hace seña de guardar silencio. Tal como el día que se lo llevaron. Phos mira hacia arriba —las escenas en las que ve a la alucinación de Antarc siempre usan perspectivas peculiares, pero incluso esto puede ser una alusión a dónde está Antarc— y le habla:

—Tú también lo sabías, y aun así…

Hasta el momento Phos se ha visto afectado, pero no sorprendido, al ver a Antarc romperse una y otra vez. Pero esta vez le cuesta asimilar que él sabía que Kongo les ocultaba algo y aun así lo quería. Cuando lo ve quebrarse, extiende su mano —aunque no el oro. Una imagen que claramente refleja el momento en que se llevaron a Antarc— a la nada. Y tira los zapatos de Bortz, lo que despierta a Shiro. El Lunarian se mueve hasta donde está Kongo, lo abraza. El Maestro despierta —voy a suponer que ya estaba despierto antes, porque despertarse con un abrazo y no con los golpes de Jade sería raro— y lo acaricia.

Shiro desaparece y Phos, con una entereza increíble para alguien que ha sufrido alucinaciones hace un par de segundos, le pregunta a Kongo si Shiro ha regresado a la Luna.

—Parece que encontró la paz.

No podía elegir palabras más crípticas, supongo. Los lectores del manga ya sabrán a qué se refiere, pero Phos sin duda no entiende nada, aunque su cara no nos deje saber qué piensa.

Tras el momento solemne, Kongo le pregunta a Phos cómo fue emparejarse con Bortz. El primero aunque suena un poco sorprendido de que vayan a ignorar lo sucedido, informa que Bortz es más sabio y prudente de lo que creía, que las gemas podrían aprender de su ingenio y precisión. Su sugerencia es que Bortz se empareje con toda la gente posible al menos una vez.

Poco después, Phos se marcha para meditar bajo la luz de las Lunas y llega a una conclusión que cambiará para siempre la vida de nuestros personajes: si quiere obtener respuestas, no queda otro remedio que preguntar a los mismos Lunarian.

A qué punto hemos llegado de secretismo, de desidia y desconfianza. Phos confía más en lograr una respuesta de los enemigos que vienen a destrozarlos que de su propio cuidador…

Llega el día y lo primero que vemos es a Rutile moldeando gemas de distintos colores, sobre todo rojos. La verdad es que esto no solo es un foreshadowing de Padparascha, sino que nos habla de la interminable rutina de las gemas. Podría dar para un pequeño artículo la dedicación obsesiva de Rutile, que se remonta a hace siglos, para conseguir revivir a su compañero. Sin embargo, lo dejaremos para su propio episodio.

Phos sigue donde se quedó la noche anterior. Para marcar la medida del tiempo que pasa inmóvil, qué ventaja ser una piedra antropomórfica sin circulación sanguínea ni músculos, se usa a las mariposas, que lo van cubriendo poco a poco. Hemos hablado de simbolismo a lo largo de toda la serie, ya sea el budista, de las flores o la misma noche con Cinnabar. Phos, por su parte, siempre ha sido una mariposa. Para empezar son el símbolo de metamorfosis, pero podrían ser mucho más por su asociación con espíritus de los muertos. ¿Quizá estamos ante heraldos de la muerte que se avecina? Incluso si desestimamos esa interpretación, las mariposas en la historia se vinculan a puntos de inflexión. Primero antes de conocer a Cinn y desencadenar el resto de la historia, y ahora, tras la resolución de Phos de sacarle información a los Lunarian. No puede ser coincidencia.

La gema solo se mueve cuando informa a Rutile de que lleva en esa posición nada menos que diez días. Los Lunarian suelen aparecer cada tres soleados, así que o el tiempo no ha estado de su parte, o la mala suerte de Phos ha salido a relucir otra vez. No sería extraño que se tratara del último caso.

—Es gracioso, cuanto más esperas a los Lunarian, menos aparecen.

Díselo a Cinn.

Rutile valora que podrían estar planeando algo, pero Phos no sigue ese hilo de conversación (porque especular tampoco lleva a ningún sitio) y se interesa por la salud de Dia. Al parecer, esa misma mañana han terminado de encontrar sus últimos fragmentos —lo más probable es que los buscaran mientras el resto de las gemas dormía encima de Shiro, y por eso su ausencia en dicha escena—, y ha vuelto a la normalidad. Hasta ha tenido tiempo para quejarse porque no ha tenido la oportunidad de ver a las bolitas peludas. Red Beryl, siempre tan atento, hizo réplicas para Dia, aunque todos han estado jugando con ellas.

Qué tristeza que no puedan tener mascotas, de verdad

Tras decirle a Phos que pase a hacerse un control, Rutile parte a Costa Acorde. Phos asume que es a buscar fragmentos para Padparadscha, y es devastador oír el alivio en su voz.

—Supongo que no he olvidado a Padparadscha. Me alegro. Padparadscha era genial… sabía de todo. Sí… Padparadscha luchaba junto a Rutile.

La exposición se hace rara, pero no tanto como de costumbre. Phos tiende a hablar en voz alta, después de todo. Y de esta forma sabemos más de Rutile sin que se diga demasiado (tras dejar de pelear con Padparadscha, ¿habrá aprendido el oficio de otro médico, uno que ahora esté en la Luna?). Es suficiente para que la escena sea más emocional y se nos ofrece una vaga idea de cuál es su proyecto personal.

A continuación se nos explica quién es Padparadscha y quiero pensar que son sólo pensamientos de Phos, porque sería raro que lo presentara a un público inexistente. Más raro aún que decir tantas veces su nombre en tan poco tiempo, como si quisieran asegurarse de que nos lo aprendemos. En cualquier caso, averiguamos que es casi tan fuerte como Bortz, y casi tan viejo como Yellow, el mayor de todas las gemas. ¡No está mal!

Es tristísimo ver todos los cristales alineados y pensar en la cantidad de intentos frustrados que ha sufrido Rutile. El cuerpo de Padparadscha debe ser lo más parecido a una enfermedad crónica en el universo de Houseki. Sin embargo, su longevidad no les permite rendirse. Qué desesperanzador sumirse en un ciclo de prueba y error que parece tan interminable.

Phos regresa al lugar de nacimiento de las gemas —diría que debe ser una experiencia terrible tras Antarc, pero en vista de que ya sabemos qué recorrió todos los días hasta primavera…—, donde enterró un par de cristales en invierno. Resultan ser rubí, similar a Padparadscha tanto en el tipo como en la dureza.

—Cuanto más trabajo en esto, cada vez se vuelve más difícil.

La cara de sorpresa de Phos probablemente sea porque Rutile no suele ser tan abierto, tan sincero.

Y, entonces, los ojos de Padparadscha se abren.

Lástima que tengamos que esperar hasta el siguiente capítulo, llamado «Nuevo trabajo», para conocerlo. Capítulo que cierra la serie, por cierto, con un nombre más que apropiado.

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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Mistral Chronicles