La toxicidad de los roles en el Yaoi

Este artículo se publicó originalmente en Deculture.es, ¡donde todavía podéis leerlo!

En este artículo vamos a hablar de las dinámicas o los roles impuestos en parejas homosexuales en los mangas japoneses catalogados como Yaoi. Que se empleen los términos de seme y uke es intencional, aunque resulte evidente que sería mucho más sano no tener que reducirlos a meros roles que interpretar. Las referencias a papeles de «mujer» y de «hombre» responden a los estereotipos que impuestos a los personajes. No estamos diciendo ni afirmando que así deban comportarse uno u otro género. Todo lo contrario, en este artículo venimos a criticar precisamente esa clase de mentalidad reduccionista.

¿Qué es el yaoi?

D: Lo que más me atrae del Yaoi es que hay dos protagonistas masculinos. No sé por qué no puedo soportar a esas protagonistas en el romance, son muy irrealistas comparadas con la vida real. Siento que son también muy infantiles; parece que busquen meterse de lleno en problemas; en realidad buscan el peligro por sí mismas.

L: En las historias de amor corriente encuentras chicas que son muy idiotas saliendo con hombres ricos o una chica estúpida rodeada de un grupo de tíos buenos, ¿cómo es posible? Sabes que algo así nunca pasará en la vida real. ¿Por qué el protagonista escogería a esta chica que, de hecho, es peor que yo en el mundo real? Encuentro injusto tener que meterme en la historia para entender el argumento, Por eso prefiero las historias de hombres con otros hombres; lo encuentro mucho más aceptable porque ambos son bastante atractivos y destacables.

Exploring the Meaning of Yaoi in Taiwan for Female Readers: From the Perspective of Gender

Yaoi es un acrónimo creado por Yasuko Sakata y Akiko Hatsu de Yama nashi, ochi nashi, imi nashi (山[場]なし、落ちなし、意味なし?) es decir «sin clímax, sin caída, sin significado», como contraste del shōnen-ai que se centraba más en la parte emocional y no sexual. Trata la relación de dos hombres (conocida también como Boy’s Love o BL) muy atractivos —claro que quién no es guapo en manga— escrita por y para mujeres principalmente japonesas. Ese género se asentó más o menos en los años setenta con autoras como de shojo como Keiko Kemiya, Moto Hagio, Ryoko Yamagishi, Yumiko Oshima y Yasuko Aoike y clásicos como Kaze to ki no uta de la primera mentada. Se podría decir que, en un ámbito asiático que a veces se puede trasladar a occidente, encontramos en el yaoi la relación «equilibrada» de una pareja sin diferencias de género. Algo que no se da, casi nunca, en las relaciones heterosexuales. Puede que por eso refleje la mentalidad femenina a la hora de representar a los personajes y su dinámica.

Incluso la gente que no lee Yaoi sabe que hay dos clases de hombres en estas historias: el «hombre» (también conocido como seme) y la «mujer» (también denominado uke) y por favor tened muy en cuenta las comillas. El seme se caracteriza por ser más fuerte físicamente, menos sentimental y, claro, dominante en la cama. El uke en cambio es pequeño, se suele acercar más a la delicadeza «femenina», es más emocional y pasivo en la cama. Cabe resaltar que siempre hay excepciones que rompen la regla. Pero en términos generales se trata de un inserto de la mujer en el cuerpo de un hombre, de tal forma que se permite saltar todas las limitaciones sociales y estar a la altura de su pareja. Lo que queda es emoción y sexualidad pura, ya que no hay otra clase de impedimentos entre ellos quitando el rechazo por el entorno. Pero incluso ese tipo de obstáculo solo ensalza la relación de los protagonistas.

Al fin y al cabo, la homosexualidad es un tabú sexual y, ante todo, social en Japón y gran parte del mundo. Que los personajes se enfrenten a este hecho supone el ideal de rebelión contra la sociedad sin que nadie ponga en duda que eres una persona de valor (un hombre).

En resumen, son exactamente los mismos estereotipos que se tienen con las historias de hombres y mujeres pero llevados a otro nivel. Se utilizan como obstáculo dramático que obliga a crear una relación fuerte y leal, en vez de interpretarlo como un problema real. Es más un Romeo y Julieta que una historia de discriminación.

La evasión de la lectora


Si algo se puede decir en su defensa es que en ningún momento pretenden hacer algo más que cumplir fantasías. También es un ejercicio necesario ponerse en el lugar de las creadoras y lectoras. Los hombres tienen más dignidad en Japón —y en el mundo entero, pero eso no es tema de este artículo— por el mero hecho de ser hombres. En particular las historias shojo o las eróticas heterosexuales, de una forma u otra, tienden a poner al protagonista como un hombre rico, poderoso, por lo que la mujer debe someterse al matrimonio para poder ascender de posición. Pero siempre como su inferior. Por eso no es raro que una mujer prefiera sentirse identificada con un hombre en una lectura antes que con una chica.

Este enfoque ya es negativo como tal, si bien habla alto y claro del tipo de sociedad donde ha nacido el yaoi. En especial cuando nos fijamos en la cantidad de estereotipos de género y violencia sexual que se desarrollan en estos manga.

Vayamos por puntos.

Sexo y Mirada Femenina


Las lectoras de yaoi suelen ser adolescentes que empiezan a sentir curiosidad por el sexo, como es normal. Comienzan a buscar y a prestar más atención a su alrededor, pero la mayor parte del material erótico está hecho por y para hombres y la mujer es un objeto de placer completamente pasivo. Por lo tanto, entrar al yaoi es un descubrimiento sexual dentro de una zona de confort.

L: notas la sensación de cariño mutuo en el Yaoi, en comparación con las películas adultas, donde solo se enfocan en el coito. Aunque puedes ver algún comportamiento forzoso en el yaoi, las series gays muestran más preocupación en consultar el bienestar del otro, etc. Las escenas de sexo en el romance general son, para mí, muy aburridas porque solo ocurren cuando el sentimiento es mutuo. Si bien puedes ver algún comportamiento forzoso en películas adultas, no son elementos de la trama ni nada por el estilo.

(Exploring the Meaning of Yaoi in Taiwan for Female Readers: From the Perspective of Gender)

Estemos de acuerdo o no con la opinión de L —personalmente creo que no, el sexo forzado es muy común de las películas adultas con parejas heterosexuales— es interesante este tipo de mentalidad para averiguar por qué gustan tanto las violaciones en el yaoi.

Crear avatares para las mujeres no deja de ser una ruptura con el género de la lectora que permite una fantasía evasiva —como es cualquier tipo de lectura—. Eso significa que se puede empatizar hasta cierto punto con el uke pero este sigue siendo, en términos sexuales, un hombre. La humillación no tiene nada que ver con el sexo heterosexual y permite disfrutar de la vulnerabilidad del otro sin sentirse en peligro. Sería el equivalente más próximo a la Mirada Masculina, es decir, una Mirada Femenina que disfruta de la cosificación del otro hombre.

El extremo más evidente está representado en el morbo que se siente por leer sobre violaciones. En estos casos, a veces, la identificación pasa del uke al seme. Se crea entonces la fantasía de estar en ese lugar de «poder» y controlar a placer a otra persona. Es una rebeldía que permite dar la vuelta a la situación, encontrarse de pronto contemplando el uso de hombres hechos por y para mujeres, dando el poder voyeur donde el objeto de atención es impotente (My double love of boys, 17-23).

En definitiva, permite que la lectora disfrute del sexo sin miedo a ser la víctima. La mujer no aparece como la carnada perfecta para el hombre, sino que es la sexualidad del uke o del seme la que es el centro del enfoque y objeto de posesión. No hay peligro, solo disfrute y, a la vez, permite la fantasía de encontrar un amor donde las dos partes sean más o menos equivalentes.

F: vamos a hablar como adultos. En el coito, el hombre inserta su miembro allí; se siente sucio de solo pensarlo. Aunque hay coito en el yaoi, no parece sucio porque se presenta como algo estético y soñador. He visto películas yaoi; sinceramente, no puedo aguantarlas porque los actores no se presentan de forma tan fantástica como en los cómics yaoi. Después de todo, los personajes de los cómics yaoi son imaginarios, se enamoran por casualidad de hombres, no es que hayan nacido para ser homosexuales. (Exploring the Meaning of Yaoi in Taiwan for Female Readers: From the Perspective of Gender)

Tema que se toca mucho en varios yaoi más genéricos, donde los personajes niegan ser homosexuales porque lo que importa es que la lectora pueda identificarse y disfrutar sin necesidad de ir más allá de lo sentimental, no representar a la comunidad LGTB, como pueden tratar por encima mangas con relaciones más realistas como Un extraño a la orilla del mar, Puedo oír el sol o Konbini-kun.

Por tanto, el yaoi genérico es una contradicción en sí misma muy fascinante.

Roles de género


Dentro de este tipo de dinámicas, encontramos por tanto una defensa de lo heterosexual. El seme suele ser el «hombre» de la relación y es tendencia que termine por tomar las riendas emocionales y físicas. Además, no suele ser «gay». Hace unos años me habría reído, pero entonces salió todo eso del «brojob» y me río todavía más fuerte.

Es cierto que es posible mantener una relación sentimental con una persona de tu mismo sexo sin tener interés sexual, pero los yaoi no relatan precisamente ese tipo de conflicto. Es una excusa, una forma de seguir perteneciendo al mundo patriarcal y machista sin que, por acostarse con un hombre, pierda su «hombría».

En numerosas culturas la violación de un hombre a otro hombre es una forma de imponer sumisión —y la violación no tiene nada que ver con la sexualidad, es solo un acto de poder— y, como trataremos luego, esto es algo típico de los yaoi. Que tras el sexo forzado venga el amor. Una vez que el seme ha dejado claro que no es «gay».

¿Y por qué este rechazo? La idea de «homosexual» no se impuso hasta la imposición de la cultura occidental durante el siglo XX, momento en que se comenzaron a condenar las relaciones entre hombres. Hasta entonces, el amor entre un hombre mayor y uno joven, un poco a lo pederastia griega, había sido habitual y casi normal entre los japoneses. Sin ir más lejos, eran comunes esta clase de historias entre samuráis.

Así pues, no es hasta que la cultura occidental se impone que los japoneses desarrollan un sentimiento de vergüenza hacia las relaciones masculinas y el miedo a «no ser lo suficiente hombre» apareció. Hasta entonces el hecho de tener un amante o un amado hombre era corriente y casi tan exigido como tener una esposa en ciertas clases (si os interesa podéis leer más de la historia de la homosexualidad en Japón, podéis leer aquí). Como curiosidad, la idealización de los caucásicos se refleja en gran medida en el yaoi, con la mayor parte siendo seme cuando se relacionan con personajes japoneses. Y de ahí podría salir un interesante hilo de desarrollo acerca de la mentalidad japonesa y subordinación a los extranjeros. Para leer un poco más de esto podéis ir a este artículo.

El caso es que los seme, en las historias más comunes, casi siempre son dolorosamente hetero o depredadores sexuales. Es raro encontrar a alguno que tenga «pluma» —los okama están bien definidos y apartados en Japón, aunque tienen sus propios centros donde reunirse— o alguna clase de detalle que se pueda relacionar ni remotamente con «femenino». Verlos llorar casi supone un triunfo y a menudo es solo una excusa para atrapar al lector por su triste pasado. Casi siempre serán los que vayan a trabajar, los que mantengan al uke —y si no es el caso, suelen sentirse inferiores y eso da problemas a la relación— y tengan una mayor posición socioeconómica. Su relación con su pareja, bien sea cuando se dan cuenta de sus sentimientos o cuando deciden que la otra persona les pertenece, a menudo se inclina hacia ellos. Es decir, son quienes llevan las riendas.

Hay tantos, tantos casos por mencionar de seme problemáticos sin necesidad de entrar en violencia sentimental o sexual que podríamos no terminar nunca. Pero suelen gustar por eso, porque son dominantes y aun así no reducen al uke del todo al papel de una mujer. El uke sigue luchando por su independencia, por tener su trabajo y triunfar a su modo. Al fin y al cabo, son hombres. Y con esto no quiero decir que todas las historias de relaciones heterosexuales terminen con la mujer incapaz de trabajar o reducida a ama de casa (a veces ni tenemos que mirar el shojo, vale con ir a Naruto), sino que es un temor más social que se evade en el yaoi.

Es decir, incluso si necesita ser salvado o protegido por su seme, tiene una agencia de la que no suelen disfrutar las mujeres en el manga. Además, la protección del seme al uke está una basada en sentimientos y apoyo, no en la necesidad de proteger a alguien «débil» como es una mujer. Digamos que tiene una sensación más de equilibrio y de reciprocidad, pues el uke también puede alzarse y proteger a su pareja sin que nadie ponga en tela de juicio su capacidad.

Apología de la violación


Dicho esto, solo hay que pensar en algunos ejemplos como puede ser Junjou Romantica —donde el seme es tontorrón hasta que llega el momento de tener sexo— que enfoca la diferencia de edad; Sekaiichi Hatsukoi, que se construye sobre el acoso y la presión del jefe a su subordinado y tantos otros que se mueven en la misma tónica. A veces se da la situación donde el superior económicamente acaba siendo el uke de alguien más joven y menos poderoso, lo cual es una ruptura más, digamos, morbosa de las normas. Pero no es la dinámica que predomina.

Otros como Love Stage emplean a jóvenes que empiezan a trabajar y mantienen la clara dicotomía semeuke: el seme no pretende ser «malo», se presenta como heterosexual y un encantador actor (el sueño de muchas adolescentes), pero comienza la historia con una agresión sexual a un chico tan, tan, tan femenino que siempre creyó que era mujer y lo desnuda para convencerse de que no es así. Es entonces cuando le debe vibrar todo porque decide aprovecharse de él. Esto mágicamente se olvida y perdona. Es muy típico del género.

En cambio, en ocasiones la agresión se reconoce y trata como tal. Un ejemplo sería Sakura Gari de Yuu Watase, que no se ha traído a España, y recoge la misma dinámica tóxica de sus parejas para representarla en su yaoi de forma intencional. Claro que el tema de la violación es algo que plaga su obra, pero al menos en esta en concreto  se molesta en explorar las consecuencias.

En definitiva, vemos un patrón: los seme suelen forzar la relación mediante un beso o una violación. Bien porque se han enamorado del uke y sus sentimientos no son correspondidos —cosa que puede ocurrir en mangas tan amables como En la misma clase con el profesor— o porque han tenido un enfrentamiento y necesitan, de alguna forma, imponer o recuperar el control.

Aun así, hay una constante idea machista y una apología de la violación que recuerda demasiado al sexo hetero: la culpa es del uke por su sex appeal y la narración disculpa o justifica al seme. Porque lo importante de ellos es que, pobrecillos, nunca han experimentado algo tan intenso como el amor o, peor aún, el deseo por un hombre. No son capaces de controlarse. Y no importa que violen, fuercen o humillen. Es solo que son torpes como niños y no saben demostrar sus sentimientos de otra manera.

Por eso llama tanto la atención que este sea un género evasivo pero los uke, en especial en los manga dedicados a las más jóvenes, parezcan mujeres (y no tienen nada, pero nada que ver con la transexualidad). ¿Qué clase de evasión es esta? Ya hemos comentado que la lectora se siente protegida porque quien sufre es un hombre, pero existe una constante búsqueda de identificación que llega a extremos como el Omegaverse, donde los chicos Omega entran en celo y pasan a pertenecer al Alfa que los muerda en cierto punto. No solo eso, sino que son capaces de engendrar hijos —el mpreg no se limita al Omegaverse, con todo— y, directamente, se los trata con la mentalidad más patriarcal y abusiva posible. La diferencia con una mujer ya se limita a lo físico.

Es bastante triste cuando nos detenemos a mirar qué es lo que se nos está diciendo.

¿Entonces…?


Queda claro que el yaoi es una lectura que pretende satisfacer las fantasías eróticas de las mujeres y que, en sí mismo, es una forma de evadirse de su rol social. Sin embargo, más allá del daño que pueda causar a los verdaderos homosexuales, termina por vender unos estereotipos y comportamientos condenables que se justifican solo por el hecho de que estamos leyendo la relación de hombres.

La mayoría de los yaoi presentan historias genéricas, con personajes genéricos y dinámicas genéricas que solo pretenden vender. Son raros los casos donde se exploran los problemas de un seme como eso, serios problemas, o que se reconoce una violación o agresión sexual como lo que es. Puede que por eso obras como Killing Stalking, que exploran las dinámicas clásicas del yaoi desde su punto más oscuro, y con bastante inteligencia, arrasen entre un público que pide algo diferente.

Porque no es malo escribir para vender. ¡La gente tiene que comer! Y no siempre queremos sentarnos a leer algo sesudo. A veces, solo apetece una historia simple, con los clichés de siempre, donde te sientes seguro y satisfecho. Pero cuando las historias te enseñan que la violación es algo corriente, incluso aceptable, que después vendrá el amor y pelillos a la mar…

Estamos concienciados de que agredir de una forma u otra a una mujer es horrible —al menos algunos lo estamos. Otros se ponen a llorar en cuanto salta la palabra sexismo porque how you dare—, por eso ver que le pasa a un hombre es algo que no se identifica con una agresión sexual, incluso si hay sangre de por medio. O se ve como tal, pero es que un hombre no tiene la libertad de llorar o protestar. En especial en un mundo japonés.

Si ya es difícil reconocer que la culpa no la tiene la víctima en el caso de una mujer, a la que se acusa de su físico, ¿qué puede opinar un hombre de una violación? Nunca se representa o se explora demasiado, porque es una pregunta que las propias autoras no quieren responder: solo buscan un eroticismo que entre dentro de la zona de confort de sus lectoras. Porque si se detuvieran a pensar, estarían escribiendo algo horrible. Y, en teoría, ellas venden amor, sexo y poco más.

Me pasé buena parte de la adolescencia identificando el noncon (non consense) como algo normal, hasta que un día me paré a pensar. Y tuve problemas con mis amigas. Algunas empezaron a darse cuenta también. Otras se negaron a reconocer que fuera algo negativo (más allá de que se pueda disfrutar de ciertos elementos de sexo siempre que se sepa lo que son).

El yaoi es tóxico. No por eso vamos a dejar de leerlo. No todos tienen violaciones. A veces son solo manipulaciones emocionales. A menudo, se limitan a una dinámica falsa y estereotípica. Incluso los hay que saben ir más allá, aprovechan la etiqueta y te presentan historias con sexo pero que tienen un argumento y una trama que pretenden dejar un mensaje y desarrollar personajes. Pequeñas perlitas en medio del océano.

Pero sigue vendiendo unas ideas que se imponen a las jóvenes. Defienden el sexo forzado, defienden la imposición de roles de género incluso entre hombres y la manipulación emocional en pos de una relación idealizada.

¿Hasta cuándo la diferencia del género de la lectora y de los protagonistas puede justificar que se esté leyendo exactamente eso de lo que se busca escapar?

¡Que el viento sople a vuestro favor!

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